Ataque al gaseoducto Nord Stream
Martin Goitiandia
2021/10/02

[Texto publicado en papel en octubre de 2021]

En este número de Arteka podemos encontrar claros ejemplos de la modalidad bélica más común de las últimas décadas: Armenia, Ucrania y Yemen. Como veremos a continuación, estas nuevas generaciones bélicas tienen algunas características concretas. Estas características están directamente relacionadas con las condiciones concretas actuales, pero también con el carácter histórico de la sociedad capitalista. Es decir, como en el caso de las generaciones bélicas anteriores de esta sociedad, la guerra tiene por un lado una necesidad ligada a las relaciones capitalistas y por otro lado una forma distinta según las condiciones concretas de cada momento. Al fin y al cabo el carácter de toda esta violencia está ligado a la sociedad capitalista, cualquiera que sea su forma exacta.

Muchos de los conflictos actuales, tales como los recogidos en este mismo número de Arteka, pueden ser confusos. En cada caso hay un montón de intereses y condiciones concretas, acompañadas de un sufrimiento terrible; un caos que no nos permite visualizar correctamente la raíz de los hechos. Por eso, para analizar el origen de algunas de las características de estos conflictos actuales analizaremos primero los antecedentes, después cómo es la situación actual y qué intereses tiene cada actor (análisis superficial, por supuesto) y finalmente comprobaremos si la raíz está en la forma concreta actual de la guerra o en su naturaleza.

DESARROLLO DE GUERRAS ENTRE BURGUESES

En la primera mitad del siglo XX, junto con el fin de la hegemonía británica, se intensificó la disputa bélica entre las grandes potencias imperialistas. Muy sencillamente explicado, los capitalistas, viendo las dificultades de enriquecimiento en las fronteras de sus países, impulsaron que sus Estados conquistaran mercados, recursos y territorios de otros países (incluidas las colonias). Esta no era en absoluto una práctica nueva, pero como bien señaló Rosa Luxemburgo, los territorios que se podían conquistar sin entrar en confrontación con otros competidores ya se habían acabado. Esto dio lugar a guerras y alianzas a gran escala, creando un paradigma concreto de modalidades y estrategias bélicas. A esta generación pertenecen las dos famosas guerras mundiales (1914 y 1939), pero también las dos Guerras de los Balcanes(1) (1912 a 1913), la Guerra de la Triple Alianza(2) (1864), la Guerra del Pacífico (posteriormente situada dentro de la Segunda Guerra Mundial), la guerra franco-prusiana (1870), la guerra entre India y Pakistán (1947)...

En la posterior Guerra Fría la situación era totalmente diferente. Las dos (súper)potencias «vencedoras» de la Segunda Guerra Mundial trataron de extender su influencia lo máximo posible. En esta nueva guerra los bloques militares fueron la OTAN y el Pacto de Varsovia. Es decir, en lugar de las alianzas de las grandes guerras anteriores (los Aliados y el Eje en la Segunda Guerra Mundial) esta vez el conflicto era entre los dos actores gigantes y los demás países asumían el papel de satélites de estos. Lo que EEUU hizo con Europa es un claro ejemplo de esto. Los primeros antecedentes de la futura Unión Europea (CECA en 1951, en 1957 el Tratado de Roma y la Comunidad Económica Europea...) fueron impulsados desde el otro lado del océano presionando mediante el Plan Marshall. De este modo, los países que habían sido el lugar de nacimiento de las dos guerras mundiales anteriores se vieron obligados a unirse. Así, además de crear un mercado dominado por los yanquis, se estabilizó un dique político y militar frente al nuevo rival, la Unión de Republicanas Socialistas Soviéticas (URSS). Negocio redondo donde los hubiera, ya que estos países europeos que, al fin y al cabo, necesitaban créditos, tuvieron poca determinación en todo esto.

La existencia de bloques gigantes convirtió la posibilidad de una guerra abierta en algo muy peligroso. La recién concluida Segunda Guerra Mundial demostró los estragos que podía causar un choque de potencias con fuerzas de producción muy desarrolladas: más de 60 millones de muertos, una producción agrícola reducida en un 50%, una industria totalmente extinguida (especialmente la francesa y la soviética), la destrucción de la infraestructura (más de 6000 puentes)... Esa opción se hizo aún más peligrosa con los últimos avances bélicos, entre ellos la bomba atómica. Teniendo en cuenta todos esos avances, si en el nuevo escenario bipolar entraban en colisión directa los dos principales rivales, las posibilidades de controlar las pérdidas eran muy reducidas. Durante décadas tanto la Casa Blanca como el Kremlin fueron conscientes de este peligro, como se aprecia en muchos elementos: la crisis de los misiles de Cuba (1962), la existencia del teléfono rojo(3), los acuerdos SALT(4) (1972), el acuerdo INF (1987, también acerca de armas nucleares)… Como consecuencia de esta situación surgió la Guerra Fría; como su nombre indica, una guerra por choque indirecto para evitar los daños de un choque directo. El equilibrio era frágil y las dos potencias buscaban en todo momento una posición militar mejor para una hipotética confrontación, pero en principio se enfrentaban mediante guerras ajenas.

Teniendo en cuenta todos esos avances, si en el nuevo escenario bipolar entraban en colisión directa los dos principales rivales, las posibilidades de controlar las pérdidas eran muy reducidas

Por parte de EEUU la doctrina Truman(5) fue la expresión más explícita de esta idea. En último término, consistía en reducir la influencia enemiga y aumentar la propia en los países que se encontraban entre el bloque Occidental y el Oriental. Esto no era nada nuevo, ya lo había hecho el propio EEUU en numerosas ocasiones en diferentes países; una lista del Departamento de Estado de 1962 recoge 103 «intervenciones» de EEUU entre 1798 y 1895 en «asuntos de otros países»: Argentina (1852), Nicaragua (1853), Japón (1854), Uruguay (1855), China (1859), Angola (1860), Hawaii (1893), de nuevo Nicaragua (1894)... La aportación de la administración Truman fue integrar este tipo de técnicas en una gran estrategia(6) y hacerlo a través de las facciones del país en el que se interviene. Aunque esta guerra por delegación(7) tampoco era una técnica nueva, en el nuevo panorama bipolar se convirtió en un instrumento central para evitar una escalada bélica global. Las guerras de Grecia (1946) y Corea (1950) son claros ejemplos de este nuevo equilibrio. De hecho, si uno de los dos bloques hubiera aterrizado directamente sus tropas a gran escala en estos países, la otra parte habría tenido que hacer lo mismo y habrían vuelto a la misma situación que en 1914 o 1939, pero con riesgos aún mayores.

Este paradigma de las guerras indirectas o por delegación encontró un escenario magnífico en el nuevo proceso de descolonización. Con la independencia de la India en 1947 comenzó en muchas colonias de Asia y África el proceso de ruptura con su metrópoli. El control de los recursos de esos países, la conquista de los mercados, la situación inestable y la pobreza sistemática seguían ahí, claro. Pero el control in situ provocado con una administración externa gestionada desde el extranjero era un modelo incompatible con la nueva movilidad del capital. La mayoría de las colonias vivieron, pues, en pocos años, la construcción de un Estado propio. De ahí que en unas pocas décadas surgieran un montón de nuevos países periféricos que se unieron al grupo de otros muchos países vulnerables que se encontraban entre los dos polos de la Guerra Fría (de ahí el término «tercer mundo»). En estas circunstancias, las guerras por delegación libradas en estos frágiles países de la periferia mundial se convirtieron en la máxima expresión de la Guerra Fría. El caso de China, por ejemplo, es muy claro y prematuro; aúna elementos de la liberación nacional sin ser exactamente un proceso de descolonización (alianza entre el Partido Comunista de China y Kuomintang contra Japón), pero también la ruptura de la unidad interclasista (revolución de 1949). Al mismo tiempo, también hubo intentos de contrarrestar la influencia de los dos grandes bloques, como las conferencias de Bandung y Belgrado(8). Sin embargo, fueron intentos nulos, porque para entonces la guerra por delegación se había convertido en el medio más adecuado para las dos superpotencias para enfrentarse al adversario, junto con la confrontación constante: la carrera espacial, la competencia de armamento... hasta que una de las dos grandes potencias obtuviera la ventaja suficiente, estas guerras indirectas eran el medio más adecuado para extender su influencia.

Las variaciones de generaciones de guerra de delegaciones habidas hasta la década de los 90 son demasiadas para ser aquí expuestas. Podemos tomar como ejemplos referenciales Vietnam y Afganistán. En la primera se puede diferenciar claramente la intervención indirecta de EEUU (antes de 1964 y después de 1973) de la directa (entre esos dos años). Concretamente, la guerra de Vietnam mostró las limitaciones del modelo de invasión militar planteado en términos previos a la Segunda Guerra Mundial(9). El caso de Afganistán y las características de las guerras por delegación ahí realizadas son hoy más conocidas. Ante la ocupación soviética (1978) Estados Unidos financió y entrenó a las facciones reaccionarias locales, entre ellas los talibanes. Con el tiempo, los talibanes se hicieron fuertes hasta amenazar los intereses de Estados Unidos(10), que invadieron Afganistán (2001) y ahora han retirado sus tropas. Aunque esos dos ejemplos son muy conocidos, podemos encontrar muchos ejemplos con las mismas características y peculiaridades propias: Irán, Cuba, Argelia, Angola, Camboya, Somalia, Siria, Egipto…

De todas formas, este cambio hacia la confrontación también se notó en conflictos que quizá no pueden enmarcarse dentro de la categoría de guerra por delegación. En Sudamérica, por ejemplo, se dio un desarrollo particular de la doctrina Truman, con la operación Cóndor del secretario de Estado Kissinger(11). Aunque estas no fueran guerras, hacían patente el protagonismo de la intervención indirecta. También tenemos movimientos de menor importancia en otros lugares, como la operación Gladio en Italia(12). Las maniobras realizadas en la Unión Soviética muestran también estas características, tanto en Hungría y Polonia en 1956 como en Checoslovaquia en 1968. Todos demuestran que esfuerzos de inteligencia como la Kominform o la CIA cobraron más peso, dejando las guerras abiertas directas en un plano más hipotético.

SIGLO XXI: NUEVO ESCENARIO MULTIPOLAR

En la escena posterior a la Guerra Fría, este estilo «indirecto» de confrontación, lejos de perder peso, lo adquirió. Es a partir de la caída de la URSS (1992) cuando se produce, más que en décadas anteriores, el paso de un conflicto bipolar a uno multipolar. Como la historia del capitalismo mostró en el caso de Inglaterra, una hegemonía absoluta y duradera no es posible, y EEUU no fue una excepción. En este sentido, a pesar de la caída de la URSS, el principal enemigo durante años, los países asiáticos inmersos en una rápida acumulación de capital desde los años 70 crearon nuevos polos de poder. Aunque las oligarquías occidentales pudieron gozar de su triunfo saqueando los territorios hasta entonces soviéticos, su dominio técnico (composición orgánica más alta del capital), que les garantizaba una acumulación de riqueza superior a la de la periferia, estaba en entredicho desde hacía tiempo (por ejemplo, los tigres o dragones asiáticos). Incluso la joven Federación Rusa demostró una capacidad tremenda para volver a levantar cabeza. De este modo, del modelo de países que alcanzaron su crecimiento obedeciendo a los intereses de la democracia yanqui (Japón, Corea del Sur...) nació el modelo de aquellos que querían ser independientes para apoyar y diversificar su crecimiento (China, el ejemplo más claro). En el nuevo siglo XXI se asentaron las burguesías que tenían sus propios intereses en directa colisión con los intereses de los vencedores de la Guerra Fría. Estos nuevos polos son competidores que ahora, veinte años después, más allá de presentar quejas formales en las instituciones de cooperación occidental (ONU, FMI, OMC...), llegan a cuestionar la propia hegemonía militar. Sin embargo, las normas ya no son las que existían antes de la Guerra Fría, por lo que todos actúan en el marco de opciones como la guerra por delegación.

Antes de analizar a grandes rasgos esa confrontación militar, podemos comprobar que esta situación multipolar también se deja ver en otros aspectos. Seguir la pista de la raíz de todo un panorama geopolítico es imposible, está claro, pero la discrepancia que hemos visto en los últimos años ha dejado terribles huellas. Por ejemplo, las relaciones comerciales han sido el clásico preludio de los acontecimientos bélicos. Como se explica muy claramente en esta revista(13) la ruptura del consenso de posguerra de Bretton Woods y de la Organización Mundial del Comercio es una realidad. En la misma Guerra Fría Estados Unidos dominaba los territorios de Occidente, lo que les permitía establecer reglas que deberían ser aceptadas por todos los demás: las negociaciones del GATT, el patrón dólar mundial (o los DEG(14)), el Banco Mundial y el consenso de Washington... Pero ahora los enemigos están en el mismo mercado mundial, a diferencia de la URSS, y para mantener su crecimiento deben romper las reglas de juego de hasta ahora.

Aunque parezca una paradoja, uno de los ejemplos más claros que ha roto el consenso de EEUU de la posguerra es el propio EEUU. El conflicto comercial iniciado en 2018 con China y sobre todo su seguimiento demuestra la falta de una hegemonía clara. Que ese mismo año el déficit comercial de Estados Unidos con el gigante oriental ascendiera a 419 mil millones de dólares demuestra bien que eran plenamente conscientes de su debilidad al comenzar este conflicto. Y es que, como muchos han señalado, la vuelta del proteccionismo ha sido la política seguida por los demócratas y no una locura de Trump y sus seguidores. Y no solo eso: los aranceles de Canadá por valor de 12.600 millones de dólares, la suspensión del TTIP, el 25% de aranceles de México a productos estadounidenses (acero, cerdo, patata..), los conflictos de la UE con EEUU (aerolíneas) o Rusia (gas)... Más allá de casos tan célebres como Huawei, el incremento de las tensiones es algo sistemático y global.

El politólogo estadounidense Graham Allison (2012), con el término «la trampa de Tucídides», hizo referencia a la tendencia a la guerra que surge al entrar en colisión una nueva potencia en aumento con la ya vigente, hablaba especialmente del caso de China y EEUU. Sólo a través de estos cambios dados en la correlación de fuerzas puede entenderse que Xi Jinping(15), jefe de un Estado que no ha dudado en establecer un férreo control del mercado, se dedique a hacer las mayores apologías de la globalización en el Foro de Davos(16). El proteccionismo, como dijo el pensador Friedrich List, es el instrumento del débil para protegerse de los más fuertes y el librecambio es impulsado por el que es fuerte para asegurar su dominio (acceso a los otros mercados, consumo de sus mercancías por los demás...). Por ejemplo, un paladín de mercados abiertos como Inglaterra, protegiendo a sus compañías de navegación de la competencia exterior con la Navigation Acts, consiguió hacerse dueño y señor de los mares en el siglo siguiente.

El choque de intereses económicos es lo que provoca el conflicto militar que veremos a continuación y viceversa. Las políticas proteccionistas son un signo de que los actores ven peligrar su soberanía; es decir, del miedo que les produce que los demás tengan capacidad económica para condicionar sus decisiones. Ejemplos claros de esto son los sectores en los que no es posible tener el control de cadenas de valor completas. La capacidad de controlar tecnologías punteras como el 5G/6G o la inteligencia artificial sin depender de los demás se ha vuelto vital y el ejemplo más claro es el de los microchips. Washington ha destinado miles de millones de dólares para construir, con el beneplácito de ambos partidos, diez fábricas de producción de semiconductores en territorio nacional. De hecho, en 2020 el 35% del mercado global de compra de chips estaba concentrado en China. Sin embargo, Pekín tiene el mismo problema, ya que sólo tiene un 8% de la producción, mientras que Estados Unidos tiene un 42% y Corea del Sur y Taiwán un 20% cada uno. Es más, China otorga a sus proveedores una puntuación de riesgo en función de su capacidad de ejercer presión sobre estos sectores (EEUU el más peligroso, junto a Japón). Por ello, se han buscado vías para asegurar algo tan fundamental (imagina nuestra dependencia a los circuitos eléctricos) o, al menos, conseguir una mayor capacidad de presión que los enemigos. Aunque hay muchos ejemplos, el de las tierras raras es bastante famoso, ya que estos materiales también son necesarios para las mismas producciones tecnológicas. China ha buscado desde el principio el control de las mismas, hasta controlar el 80% de la producción. En medio de la guerra comercial, compró a Estados Unidos una serie de minas para extraerlas, que luego ha podido utilizar como amenaza (por ejemplo, contra Japón, en relación con el conflicto de las Islas Senkaku). En Afganistán, por ejemplo, muchos de los intereses del gobierno chino están relacionados con tierras raras. Este es un juego interminable, ya que muchos países han buscado reservas de tierras raras alternativas a las que China no controla en Australia, Canadá, Myanmar…

EL TUCÍDIDES ARMADO: LA ZONA GRIS Y LAS GUERRAS POR DELEGACIÓN

Todo este desarrollo expuesto nos lleva al paradigma militar actual, o al menos a las características que estamos destacando en esta Arteka. En ese recorrido expuesto en el artículo ganaron importancia los servicios de inteligencia y las capacidades de análisis, y para la fecha de la caída de la URSS, otras modalidades que no eran la guerra abierta tenían una elaboración teórica enorme: las guerras de guerrillas, el espionaje, la contrainsurjencia, el sabotaje, la propaganda y la post-verdad, el aprovechamiento de las políticas internas de los demás... Estos no eran elementos nuevos en las estrategias bélicas, ya que fueron utilizados por ejemplo en la misma Segunda Guerra Mundial (véase el papel de la Resistencia en Francia), pero siempre fueron complementarios a una guerra abierta clásica y no la vía principal.

Para la década de los 90, la impotencia de la confrontación clásica era una realidad, por lo que se abrió una amplia escala de grises entre el blanco de un estado de paz y el negro de la guerra total, con una gran variedad de tipos de ataques. A pesar de la desaparición de la URSS y el fin de la Guerra Fría, EEUU tenía un aparato demasiado desarrollado con instrumentos de esta escala gris, y además no podían mantener su hegemonía por victorias de guerras abiertas. Eso lo demostró Vietnam, y lo han confirmado más tarde Afganistán, Irak... Por todo ello, estos elementos derivados de la guerra por delegación, lejos de desaparecer, ganaron aún más peso y eso quedó reflejado en la propia teoría militar. Es precisamente en esa década de los 90 cuando surge el concepto de «zona gris» y todo su marco. En este sentido se destacó una decadencia de las guerras clásicas entre Estados en una extensa literatura; Van Creveld (1991) primero y Mary Kaldor (1999) después son ejemplos nítidos y bastante célebres de ello. La zona gris reúne los diferentes grados de acción para debilitar al enemigo en los casos en los que una confrontación directa no ofrece victoria segura: desde la mera propaganda hasta el uso de las milicias para una guerra civil (cuyo papel subraya, por ejemplo, Kaldor). Sin embargo, la conceptualización no es uniforme, ya que, por ejemplo, el concepto de guerras híbridas es muy utilizado, y aunque no sea exactamente el mismo, están muy relacionados. En cualquier caso, esta producción teórica refleja la consolidación del cambio en el paradigma de las guerras.

Para la década de los 90, la impotencia de la confrontación clásica era una realidad, por lo que se abrió una amplia escala de grises entre el blanco de un estado de paz y el negro de la guerra total, con una gran variedad de tipos de ataques

¿Cómo se enmarca esta modalidad bélica en el panorama multipolar actual? Como se ha destacado al analizar las relaciones comerciales, las potencias que aspiran a convertirse en el nuevo sheriff mundial en este siglo se encuentran desde hace tiempo en una asfixiante guerra «económica» aun sin mostrar armas. Sin embargo, los triunfos bélicos absolutos al estilo de la vieja Europa son hoy impensables, pues cada una de las partes teme la potencia de la otra. La consecuencia de este duelo mexicano es que la tendencia a la guerra indirecta en la Guerra Fría ha tenido continuidad. En este sentido, el objetivo es debilitar al enemigo y establecer una nueva correlación de fuerzas hasta que alguno obtenga la ventaja suficiente. La zona gris es un conjunto de mecanismos diferentes dentro de esta tensión sin guerras abiertas. En efecto, estas grandes potencias no quieren comprometer sus infraestructuras, su población (o al menos parte de ella) y su riqueza, pero no dudan a la hora de sacrificar otros países.

Estas condiciones de confrontación han creado una especie de «paz violenta». Los conflictos actuales se han situado entre el tipo especial de guerra que es la guerra híbrida(17) y el tipo de paz que es la zona gris. En un extremo las situaciones al límite de una guerra u ocupación militar clásica, realizadas normalmente al amparo de una facción situada en el propio territorio. Afganistán, Siria, Irak, Libia, etc. son buenos ejemplos en este caso. La idea suele ser intentar cambiar el gobierno vigente a través de determinadas facciones para aumentar su influencia en él. Sólo en el contexto de esta estrategia militar se pueden entender muchas maniobras. En Afganistán, por ejemplo, los grupos talibanes pasaron de la noche a la mañana de ser combatientes por la libertad a unos fundamentalistas locos cuando dejaron de alimentar los intereses de EEUU. Asimismo, quienes atentaron en medio de París eran simples «grupos opositores» en Siria, y fueron financiados por la propia Francia. Hollande reconoció públicamente que en 2012 y 2013 enviaron dinero y armas junto a Estados Unidos, por ejemplo, aunque ya en 2012 el director de la NSA estadounidense reconoció públicamente que estos grupos se vinculaban a Al Qaeda. En el otro extremo encontramos también en el día a día las acciones más débiles que entran en la zona gris: propaganda, uso de redes sociales, uso de bots, ataques informáticos... Pero, siempre, se mezclan diferentes mecanismos de ambos extremos en experiencias concretas, como las invasiones miliares yanquis de Irak o Afganistán. Las revoluciones de colores, y en particular la llamada Primavera Árabe, son excelentes ejemplos para ver combinaciones de elementos desde la mera propaganda hasta la intervención directa. La citada operación Cóndor constituye el antecedente directo de esa operación, aunque con claras diferencias.

LA GUERRA CAPITALISTA, UNA GUERRA INEVITABLE

La guerra tiene hoy en día estas características concretas porque su trayectoria hasta ahora y las condiciones actuales la impulsan. Siendo la violencia de la clase capitalista en defensa de sus intereses la más brutal, el acto más inhumano y cruel, siempre se ha soñado con gestionar sin necesidad de ello los choques que tiene la sociedad capitalista. El problema es, precisamente, que para el capitalismo la forma de la guerra es efímera pero la guerra misma es perpetua. En esta sociedad dividida en clases es la acumulación de plusvalía o de riqueza la que guía a la burguesía. Los intereses que suscitan los conflictos antes mencionados tienen por tanto esta acumulación como único motor. Las grandes estrategias unen los intereses particulares de los distintos capitalistas de cada país bajo la bandera nacional; el Estado debe elegir las prioridades de la maquinaria asesina financiada con dinero de toda la burguesía al fijar estas estrategias. Es eso, y solo eso, lo que representan las grandes estrategias de los grandes bloques geopolíticos.

Para China, por ejemplo, lo importante es garantizar su dominio industrial y su desarrollo tecnológico exógeno. Para ello debe garantizar el suministro de materias primas, componentes y fuentes de energía. Siendo eso imposible, pretende controlar sus rutas comerciales de transporte, especialmente a nivel regional (a través del llamado collar de perlas en el Pacífico y en el Océano Índico), pero también a nivel internacional (con influencia en Asia Central, controlando la infraestructura africana...). Esto le exige una creciente influencia sobre los países: la propiedad de los puertos (en España mismo), la cooperación sistemática (Sudamérica), sus propios deudores (África)... El nuevo camino de la seda es el ejemplo más claro de esta ambición. Esto necesariamente crea un conflicto con los Estados Unidos, quiebra su anteriormente establecida red mundial. Japón, Taiwán, Corea del Sur… son influencias estadounidenses que obstaculizan la influencia china.

Estados Unidos, a su vez, ha expresado su intención de recuperar el papel desempeñado en el siglo XX, a pesar de su mayor desorientación en política interna respecto al proyecto estratégico. Conscientes de su decadencia, algunos expertos aseguran que tendrá que utilizar los restos de la antigua hegemonía para definir una nueva posición de poder y controlar el crecimiento de China: el poder militar que se tambalea, la independencia energética que Pekín quiere copiar, la ventaja tecnológicamente cuestionable que lleva en la digitalización, la reserva de oro y el privilegio del dólar que se tambalea con las nuevas divisas... Como parte de una posición de hegemonía, Estados Unidos también colisiona con el resto de polos. Rusia es un actor muy rezagado en todo esto, y sin embargo sus aspiraciones regionales de mantener un marco histórico de influencia en el territorio vecino le han puesto en colisión con EEUU y sus representantes en Europa (UE). Ejemplo de los dos extremos de la zona gris son las relaciones de presión de Rusia con Chequia para estas ambiciones y su situación casi bélica con Ucrania. Como decimos, siendo EEUU un rey a punto de caer del trono tiene una predisposición mayor para entrar en conflicto, ya que la propia Rusia mantiene una relación de alianza puntual con China. Esta última tiene parte de las vías de transporte de su energía en manos de Rusia (Suez, Kazajistán y Ártico) y Rusia necesita la ayuda china para frenar la influencia de Estados Unidos en Asia (OCS(18)). Sin embargo, esta alianza tiene sus días contados, porque a nivel regional sus intereses chocan a largo plazo, y Rusia tiene todas las de perder. China quiere evitar, sin embargo, que Moscú se acerque a Estados Unidos.

Esta zarzal superficialmente expuesto se embrolla aún más si añadimos los riesgos emergentes: el crecimiento de la India y la posibilidad de superar a China o el posicionamiento de la Unión Europea y los conflictos internos, por ejemplo. Las estrategia de los países más pequeños suele ser normalmente contrarrestar la influencia de los más grandes (como el plan de influencia de Irán a nivel regional o el objetivo de Siria de mantener el dominio de su territorio), ya que no tienen perspectivas ni recursos para una planificación expansiva. En cualquier caso, estas grandes estrategias expresan la condición capitalista a nivel internacional, una tendencia inevitable al conflicto. Es imposible que todos los países cumplan sus objetivos, pues la victoria de uno supone la derrota de otros. No todos pueden cumplir el sueño húmedo de la acumulación infinita de plusvalía. Por eso, en la sociedad capitalista, es esencial la guerra, y por eso parece ser una ley inamovible semejante a los fenómenos naturales. Sus características en un momento dado, como las actuales, son productos variables de condiciones históricas concretas.

No todos pueden cumplir el sueño húmedo de la acumulación infinita de plusvalía. Por eso, en la sociedad capitalista, es esencial la guerra, y por eso parece ser una ley inamovible semejante a los fenómenos naturales

Aunque los conflictos actuales se mueven dentro de las categorías de zonas grises, guerras híbridas o proxy war, esto es simplemente la forma concreta de la violencia que provoca la clase social opresora. Al igual que hace unos años la guerra tenía otras características, dentro de unos años tendrá unas diferentes. Lo único que tienen en común todas las guerras es su origen: en efecto, la sociedad de clases.

La guerra es fundamentalmente una forma de resolución de conflictos entre o dentro de las clases. En este sentido, la guerra y la política (diplomacia, elecciones...) tienen el mismo fundamento; es decir, que un grupo social ejerza sus intereses en detrimento de los del otro. El ejemplo más clásico podría ser el de que la burguesía de un país sobrepuja a la de otro país por tener una posición más fuerte en la correlación de fuerzas. Así, aunque en la apariencia la política (el diálogo) se nos presenta como antagónica de la guerra (de la violencia), en la realidad es su continuación lógica. Si ninguna de las dos partes consigue por pura presión que la otra parte renuncie a sus pretensiones, tendrá que recurrir a la violencia a una escala cada vez mayor. Esto es algo que se percibe también sin marxismo, aunque solo sea utilizando la Teoría de Juegos(19). Lo que hicieron Marx y los epígonos fue vincular la inevitabilidad de este carácter de la guerra a la sociedad capitalista. Es decir, el capital hace irrenunciables los intereses opuestos (por ejemplo, el que quiere vender caro su petróleo y comprar barato el mismo petróleo), y cuando los intereses irrenunciables están en conflicto el conflicto llega a su punto álgido: la política se convierte en guerra. Aunque la teoría militar contemporánea se enorgullece de haber identificado situaciones entre la paz y la guerra, la noción de que estas dos son expresiones de la misma dominación es una noción mucho más antigua que el concepto de zona gris.

Aunque la teoría militar contemporánea se enorgullece de haber identificado situaciones entre la paz y la guerra, la noción de que estas dos son expresiones de la misma dominación es una noción mucho más antigua que el concepto de zona gris

Todo lo expuesto es fácilmente perceptible cuando leemos a Lenin estudiando las guerras de su tiempo: «“La guerra es la prolongación de la política por otros medios” (a saber: por la violencia). Esta famosa sentencia pertenece a Clausewitz, uno de los más profundos escritores sobre temas militares. Los marxistas siempre han considerado esta tesis, con toda razón, como la base teórica de las ideas sobre la significación de cada guerra en particular. Justamente desde este punto de vista examinaron siempre Marx y Engels las diferentes guerras. Aplíquese esta tesis a la guerra actual –Primera Guerra Mundial–. Se verá que durante decenios, casi desde hace medio siglo, los gobiernos y las clases dominantes de Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Austria y Rusia practicaron una política de saqueo de las colonias, de opresión de otras naciones y de aplastamiento del movimiento obrero. Y esta política precisamente, y solo esta, es la que se prolonga en la guerra actual. En especial, tanto en Austria como en Rusia, la política de tiempos de paz, al igual que la de tiempos de guerra, ha consistido en esclavizar a las naciones y no en liberarlas»(20). Dentro de esta necesidad la guerra toma formas muy diferentes según las condiciones existentes. Sin embargo, cualquiera que sea la forma que adopte, la guerra nace indudablemente en las entrañas de la clase capitalista. En consecuencia, despojando a la burguesía de su poder, mataremos también a la bestia cruel que es la guerra; eso es precisamente lo que han repetido incansablemente los militantes comunistas en todas las generaciones de guerra.

NOTAS

1. Fue antecedente directo de la Primera Guerra Mundial. En la primera guerra se produjo un conflicto entre la Liga Balcánica (Bulgaria, Montenegro, Grecia y Serbia) y el Imperio otomano, con la participación del Imperios austrohúngaro y del Imperio ruso. En la segunda Bulgaria arremetió contra sus ex aliados, de nuevo con la presencia de las dos grandes potencias de la zona.

2. Esta es una guerra generada por las intervenciones de las potencias vecinas a propósito de los conflictos de la política interna uruguaya. Brasil, Uruguay (el partido de los colores) y Argentina contra Paraguay (en defensa del partido de los blancos). Pese a ser una guerra entre ex colonias de la periferia y a la gigantesca influencia de Gran Bretaña, comparte muchas características con guerras del centro imperialista.

3. Fue el hilo comunicativo que unía directamente Washington y Moscú, precisamente el instrumento para evitar conflictos directos.

4. Este acuerdo fue firmado entre Estados Unidos y la URSS para reducir el uso de armas nucleares, en concreto para eliminar los sistemas de misiles antibalísticos con carga nuclear de varios lugares. Posteriormente se amplió aún más mediante el acuerdo SALT 2.

5. Con este nombre se conoce el conjunto de políticas iniciadas hacia 1947 por la administración vigente con el presidente Harry S. Truman. Fue en el propio Congreso donde el presidente expuso los ejes de esta nueva forma de hacer política, diciendo que se trataba de «ayudar a los pueblos libres». Esta teoría tuvo una variante concreta para frenar la «influencia del comunismo» (de la URSS) durante la Guerra Fría, conocida como Teoría Dominó.

6. El concepto de Gran Estrategia es utilizado en la teoría militar. A pesar de ser hoy bastante ambiguo, en general se referiría a la canalización de todos los recursos y medios de un país hacia el logro de un objetivo principal. Es decir, realizar cada acción con un objetivo principal.

7. Estas guerras subsidiarias o proxy wars hacen referencia a la guerra por delegación; en lugar de realizar una intervención militar en el propio país financiando, armando o asesorando a una facción afín local.

8. El primero lo hicieron los países descolonizados para expresar su oposición al colonialismo y a las injerencias en sus asuntos internos. El segundo fue la conferencia de países que querían ser «neutrales» durante la Guerra Fría, muchos de ellos del tercer mundo.

9. Sin embargo, es una reflexión especialmente compleja y profunda la que está detrás de la guerra de Vietnam. La «derrota» de la potencia más poderosa del mundo frente al Viet Cong es un fenómeno con muchos flecos.

10. La intervención en Afganistán es un excelente ejemplo para relacionar el desarrollo del salafismo con el desarrollo de las guerras por delegación. De hecho, las facciones reaccionarias y fundamentalistas del islam han sido muy frecuentes en las guerras por delegación en Oriente Próximo: Irak, Siria, Yemen...

11. Plan de los servicios de inteligencia de EEUU que hace referencia a un conjunto de golpes de Estado en Sudamérica. Muy relacionado con la escuela americana.

12. Fue un plan de la OTAN para preparar recursos de resistencia ante una hipotética invasión de Europa por parte del pacto de Varsovia. Aunque se operó en Suiza y Bruselas, el trabajo se llevó a cabo especialmente en Italia, formando una red en la que se involucraron muchos agentes que fueron fascistas, entre otros.

13. Ver «China vs EEUU: ¿viene el cambio?» de Eneko Carrión en la revista Arteka de agosto de 2020.

14. Derecho Especial de Giro, una representación de los derechos de divisa utilizados por el FMI.

15. Presidente de la República Popular China desde 2013.

16. Foro Económico Mundial. Una organización que reúne a los gobiernos, asociaciones y personas más poderosas del mundo para acordar cómo afrontar los grandes retos.

17. Es una guerra en la que los medios no convencionales se utilizan junto con la clásica fuerza militar: terrorismo, tecnologías…

18. La Organización de Cooperación de Shanghái, una herramienta que utilizan, entre otros, Rusia y China para este fin.

19. La Teoría de Juegos se utiliza para construir modelos de representación de comportamientos racionales.

20. V. I. Lenin «El socialismo y la guerra» (1915). Este es un texto muy breve y superficial para analizar el contexto de la época. Sin embargo, la cita realizada hace referencia a una reflexión más general sobre la guerra.

NO HAY COMENTARIOS