«Con el euskera que estamos produciendo, estamos aburriendo a los lectores. Los libros no se venden. Estamos haciendo una literatura artificial. No sabemos llegar a las entrañas del pueblo y el pueblo huye; es decepcionante, sí, lo que nos está pasando. Cada vez se habla menos euskera; y cada vez se lee menos». Jose Ariztimuño Aitzol, 1934
Se habla mucho de la literatura vasca; se le ofrece un lugar en la prensa en euskera, tiene espacio en la educación obligatoria y en la academia, incluso hay escritores en euskera que han alcanzado un cierto estatus. Desde hace tiempo, en cambio, se habla sobre las carencias económicas del sistema literario: que la industria literaria en euskera es pequeña, que no es capaz de sostener la demanda de profesionalización, que si los lectores tampoco son muchos... Y hablando de industria literaria, quizás mejor que de literatura hablar de producción de libros. ¿Cuál es la situación económica actual de la producción de libros en euskera? ¿Cuáles son los límites del mercado de la literatura vasca? ¿Cuáles son las consecuencias de eso? Esta sencilla investigación se centra en preguntas de este tipo.
UNA JOVEN INDUSTRIA CULTURAL, A MEDIDA DE LA DIGLOSIA
La situación social del euskera se caracteriza por una situación extrema de diglosia. La diglosia significa el desequilibrio de las funciones sociales que desempeñan las lenguas en contacto, y por eso la situación de diglosia del euskera es extrema: porque en Euskal Herria todas las funciones sociales las desempeñan hegemónicamente el castellano y el francés. La base material de la situación de diglosia es el débil arraigo del euskera en la producción y reproducción de la vida social de amplias masas de Euskal Herria: las carencias estructurales que posee el euskera como lengua económica.
El discurso integrado –las diversas versiones vascas del parlamentarismo burgués– ha venido a situar la cuestión de otro modo, y a su entender el problema de la diglosia parece estar en el progresivo descenso del euskera en el ámbito informal y en el uso de las calles, una vez garantizadas las cuotas de las instituciones burguesas, públicas, educativas, policiales, subvencionales. El planteamiento, sin embargo, puede ser desmentido, tanto a nivel de análisis como de potencia política: por un lado, por la imposibilidad de distinguir de forma abstracta las cuotas lingüísticas públicas y el grado de arraigo del euskera en la sociedad civil y, por otro, por la consideración de las instituciones burguesas como un sistema de protección neutral, sin cuestionar su dependencia de ellas e, incluso, ignorando el contexto de crisis capitalista y el proceso de agotamiento de este paradigma. En definitiva, el análisis mismo revela los límites políticos del marco burgués de comprensión; sitúa el problema en los límites de las instituciones burguesas y, por consiguiente, también la solución.
La base material de la situación sociolingüística es lo dicho: la falta de arraigo del euskera en las amplias masas. A los vascohablantes, efectivamente, el castellano y el francés nos sirven para todos los aspectos de nuestro modo de vida, y el euskera garantiza hoy por hoy su lugar a través de cuotas institucionales o a codazos. Esto, obviamente, tiene consecuencias notables en el ocio y en el aspecto artístico de la vida cultural: en general, la mayoría de la población vasca recurre a los productos culturales en castellano y francés y la reducida industria cultural en euskera apenas puede resistir la presión de los no vascoparlantes. Prueba de ello son los pocos lectores de prensa escrita en euskera, los bajos niveles de audiencia de los audiovisuales, el uso de las redes sociales o, mencionando el caso que nos atañe, el escaso número de lectores de literatura en euskera.
Ha pasado mucho tiempo desde la proclamación «Euskara, / jalgi hadi plazara!» («Euskara, / sal a la plaza») de Bernart Etxepare. Al euskera, que hasta entonces no estaba impreso en libro, le dio el de Donibane Garazi en 1545 el rango que necesitaba, es decir, el primer libro impreso en euskera. En las lenguas hegemónicas las modernas industrias literarias se asentaron a finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX, con el mercado nacional y los agentes económico-culturales, mientras que la lengua vasca tuvo que esperar a mediados del siglo XX para desarrollar algunos elementos fundamentales de la industria literaria. Son varios los factores para la aparición de este fenómeno: por un lado, unas políticas culturales independientes pensadas en las claves del antifranquismo, impulsadas por una joven generación euskaltzale que no conoció la guerra; por otro, y en relación con la anterior, que el euskera, coincidiendo con el final del Franquismo, ocupa su lugar en algunos aparatos débiles de Estado –los aparatos autonómicos españoles–, obteniendo el estatus de cooficialidad y haciendo aparecer subvenciones públicas que podían promover la industria cultural; y, por último, que se produce lo que se denomina el proceso de modernización de la literatura en euskera en las décadas de los 60 y 70, con la creación de la novela experimental y convencional en euskera, con la aparición de la crítica literaria y, en general, con la aparición de ciertos elementos fundamentales del sistema literario moderno.
Es evidente que ya se habían publicado libros en euskera antes de 1960, pero en esas fechas tienen sus puntos de partida el sistema literario en euskera y la producción de libros modernos. Es obvio que el sistema es tardío; joven, visto desde el día de hoy. Aunque no se puede entender sin la labor militante de los euskaltzales antifranquistas, cabe destacar que el proceso de transformación industrial de la producción de libros en euskera estuvo estrechamente ligada a las instituciones burguesas desde el principio y que su participación también fue imprescindible para conformar un sistema que pudiera superar la situación sociolingüística del euskera. Esto ha persistido hasta hoy; habrá que ver y analizar, sin embargo, de qué manera ha perdurado y cuál es la situación actual.
SOBRE LA PRODUCCIÓN DE LIBROS EN EUSKERA
El objetivo de este estudio es, sobre todo, ofrecer una imagen real del peso económico de la producción editorial en euskera a partir de los datos publicados aquí y allá, y tratar de dar una explicación de los motivos de dicha imagen. Porque esa imagen, tanto de un lado como de otro, es la de una industria vulnerable. Porque hablamos de industria, de mercado, de facturación, de compraventa y de hábitos de consumo.
Es habitual lanzar gritos caprichosos al aire: «hay que tomar medidas para normalizar la situación». Pues la producción de libros en euskera no es normal, debido principalmente a la situación de diglosia de la lengua que la caracteriza. La industria del libro en euskera es aún muy joven, con 40 años de pausa por las prohibiciones y la represión franquista. En los últimos años se está estabilizando en sus tendencias. Asimismo, se suele proponer la consolidación de la industria con el fin de reforzar la imagen débil a la que nos hemos referido, tanto en términos económicos como culturales, hablando de la importancia de la creación y producción artística, sin mencionar los detalles que tiene en una sociedad que funciona según las leyes de la acumulación de capital, con propuestas, aunque sean populares y vascas, para profundizar en los modos de producción que conllevan la expropiación y en el modelo cultural para perpetuarlos.
No hay que confundir la literatura con la producción de libros, pero cuando hablamos de la industria cultural tenemos que fijarnos en la producción de los libros. Están disponibles datos exactos y útiles sobre la producción de libros, entre otros, gracias a Ibon Sarasola por la gran aportación hecha con el libro Euskal literatura numerotan (Kriselu, 1975) y al trabajo anual realizado por el fallecido Joan Mari Torrealdai desde 1976 en la revista Jakin. Torrealdai realizó año tras año un estudio sociológico sistemático de la producción del libro, y desde 2017 le ha tomado el relevo Xabier Eizagirre. El ámbito más económico, en cambio, lo aborda el informe sobre publicaciones en euskera que se realiza por encargo de la Asociación de Editores de Euskadi y que publica el Gobierno Vasco. Nos hemos centrado principalmente en ese segundo y en el XXV Informe sobre publicaciones del comercio interior en la Comunidad Autónoma de Euskadi de 2019, con el que puede complementarse, sin perder de vista el trabajo de Jakin y otros trabajos de investigación.
No tenemos datos de 2020 por el momento y, por tanto, los estudios de los que disponemos nos dan una imagen de la situación pre-pandemia. Sin embargo, estos datos sirven para analizar las principales tendencias de la industria del libro, pues siguen las tendencias de años anteriores. Está por ver hasta qué punto estas tendencias se romperán por efecto de la pandemia.
LAS EDITORIALES
Según el informe publicado por el Gobierno Vasco 108 editoriales publicaron libros en euskera en 2019.[1] De todas ellas 95 son editoriales privadas, y las restantes 13 organismos públicos. Entre las editoriales privadas la mayoría se localiza en Bizkaia y Gipuzkoa, 24 y 23, respectivamente. En Nafarroa e Iparralde habría nueve editoriales, y sólo una en Araba. Hay 29 editoriales que editan en euskera en Cataluña y en diferentes lugares del Estado español: nueve en Barcelona, once en Madrid, dos en Valencia, una en Badajoz y otras seis cuya ubicación está por determinar. Además de las editoriales privadas y las instituciones públicas, hay que tener en cuenta a los autores-editores, aunque quedan al margen de este análisis debido a su escaso peso. El informe enumera 61 en total, 38 en Gipuzkoa, once en Bizkaia, nueve en Nafarroa y uno en Barcelona, Madrid y Valladolid. Entre todos ellos publicaron 82 títulos en 2019.
Jakin aún no ha publicado el estudio de la producción de libros de 2019, pero hemos tomado, como referencia, la lista de las diez principales editoriales privadas que más títulos publicaron en 2018.[2] Según sus cálculos, teniendo en cuenta tanto las novedades como las reediciones, las editoriales publicaron en 2018 un total de 1.062 títulos, casi la mitad de la producción total analizada. La lista la encabeza la editorial Elkar, con 254 títulos, de los que 87 son novedades, el 11,9 % del total de la producción. Eizagirre afirma que la segunda editorial principal es Edelvives-Ibaizabal, con 194 títulos que representan el 9,1 % del total de la producción, –16 de ellos sólo reediciones–. Los siguientes en la lista tienen un peso menor, pero no pequeño, con una posesión de entre el 2,4 % y el 4,8 % de la producción total. Susaeta, Ikaselkar, Erein, Santillana-Zubia, Ttarttalo, Edebé-Giltza, Anaya-Haritza e Ikasmina completan la lista.
Varias son las conclusiones a las que se refiere Eizagirre. Por un lado, que los más grandes también son bastante pequeños, al menos en el número de títulos. Por otro lado, que la sede central de seis de cada diez editoriales no está en Euskal Herria. Como veremos más adelante en el artículo, la producción de libros de texto y de literatura infantil y juvenil, tanto en títulos como en facturación, corresponde una parte muy importante en la producción de libros en euskera. Precisamente en su publicación trabajan las que fueron las principales editoriales privadas de 2018. La preocupación que expresaba Joan Mari Torrealdai de que los proyectos educativos realizados y pensados para Euskal Herria iban perdiendo peso es digna de ser tenida en cuenta. Pero hay que fijarse en el porqué y pocas veces se repara en ello.
Se puede plantear como hipótesis, probablemente sin equivocarse, que un gran grupo editorial como Edelvives, que edita libros de texto en diferentes lenguas del Estado español, puede responder mucho mejor a la lógica del mercado que cualquier empresa radicada en Euskal Herria y que sólo produciría libros de texto en euskera, por grande que ésta fuera para la industria del libro en euskera.
En relación con lo anterior, otra conclusión interesante que podemos sacar de esa tabla de editoriales principales, es la importancia del conglomerado Elkar. Tres de las principales editoriales con sede en Euskal Herria son parte o rama de Elkar Taldea: la propia Elkar, Ttarttalo, e Ikaselkar (que pertenece a Ikastolen Elkartea y a Elkar Fundazioa). Por lo tanto, por un lado, la mayor parte del mercado depende en proporción de unas pocas áreas, la de los libros de texto de educación reglada y la literatura infantil y juvenil; y son las editoriales que mejor se sitúan en esos ámbitos más rentables las que cuentan con el apoyo económico de grandes infraestructuras y una diversificación significativa. Algunas a nivel de Euskal Herria, como Elkar y Erein, y otras de ámbito estatal español o integrados en estructuras aún a mayor escala. Por ejemplo, Ikasmina es un sello del Grupo SM, mientras que Santillana fue adquirido en 2020 por Sanoma, el mayor grupo editorial y de comunicación de Finlandia. Asimismo, la editorial Anaya forma parte desde 2004 de la gigante multinacional Hachette, que es sólo parte del conglomerado de empresas de armas y comunicación Lagardère.
Según datos de 2019, entre las 108 editoriales privadas que editan en la CAV tanto en euskera como en otras lenguas, menos de 16 pertenecen a un grupo empresarial o holding.[3] De todas formas, los datos no reflejan a qué parte de la producción total corresponde la producción de estas empresas. Con lo visto hasta ahora, sin embargo, cabe pensar que la parte más significativa corresponde a estas empresas.
El informe sobre publicaciones en euskera de 2019[4] sólo menciona las editoriales de algunos territorios que más títulos han publicado: en Nafarroa Pamiela, Txalaparta, Igela y Cenlit, en Barcelona Vicens Vives, y en Madrid Anaya Susaeta y Bruño. De acuerdo a los datos de 2018 publicados por Jakin, probablemente la editorial de Elkar y su grupo estaría entre las empresas con mayor cantidad de publicaciones en Gipuzkoa, mientras que Ibaizabal y Giltza estarían entre las de Bizkaia.
El informe de 2019 también ofrece datos sobre el empleo generado por las editoriales privadas. En total, calculan que hay 292 puestos de trabajo en empresas privadas editoras de libros en euskera.[5] Son empresas pequeñas en general, con entre uno y cinco empleados. La mayor media de puestos de trabajo se da en las editoriales de la CAV (214 puestos de trabajo distribuidos en 51 empresas), que también son las mayores empresas editoras de libros en euskera. En otras comunidades autónomas del Estado español también hay editoriales que editan libros en euskera, 29, según el estudio, y hay un total de 55 puestos de trabajo en ellas. En Nafarroa se mantiene la misma media, pero con muchas menos editoriales: en 2019 había 13 puestos de trabajo repartidos en siete empresas. Las nueve editoriales de Iparralde tendrían un puesto de trabajo cada una. Sin embargo, no disponemos de detalles sobre la naturaleza de estos puestos de trabajo, ni si lo completan personal dedicado exclusivamente a trabajos propios de la producción editorial en euskera o con otras actividades.
LA PRODUCCIÓN TOTAL
Según el informe publicado por el Gobierno Vasco, en 2019 se publicaron 1.847 títulos en euskera, 1.340 de ellos en papel.[6] En total, se imprimieron casi tres millones de ejemplares en euskera. La mayoría de los títulos, 815, fueron publicados por editoriales situadas en Bizkaia, 565 por editoriales de Gipuzkoa, 222 por editoriales de Madrid, 105 por editoriales de Nafarroa, 46 por editoriales de Iparralde, 23 por editoriales de Valencia, 12 por editoriales de Barcelona y 10 por editoriales de Araba.[7] A modo de comparación, el informe de comercio interno señala que en la CAV se publicaron 1.471 títulos en euskera, mientras que en todos los idiomas se publicaron 3.517.[8] Cabe destacar que sólo el 34 % de las editoriales que editaron algún libro en euskera aquel año publicó más del 75 % del catálogo anual en euskera, mientras que el 43 % publicó menos del 25 % en euskera.
El informe sobre publicaciones en euskera divide los libros en cuatro grandes secciones: ficción para adultos (13,4 % de los títulos anuales), –que incluye novelas y libros de cuentos, poesía, teatro, obras críticas y ensayos literarios–, literatura infantil y juvenil (25,6 %), libros de texto no universitarios y materiales complementarios (41,3 %), Textos de no ficción (15,7 %) –ciencias, ciencias sociales, ciencias económicas, derecho, religión, libros prácticos, divulgación y diccionarios– y otros libros que quedan fuera de los mismos, cómics y otros (4 %).[9]
La diferencia también es notable en los ejemplares producidos. Del total de libros publicados, 1.618.000 de ejemplares corresponden a libros de texto no universitarios. Una cifra que corresponde principalmente a libros de Educación Primaria (678.000) y ESO (469.000). Sin embargo, el mayor número de ejemplares de libros en euskera que no son libros de texto se produce en la sección de literatura infantil y juvenil: 745.000 ejemplares en 2019. Hay una gran diferencia con la siguiente sección, en la que se imprimieron 277.000 ejemplares de la denominada ficción para adultos –190.000 novelas y libros de cuentos, 32.000 libros de poesía y teatro y 55.000 de otras cosas–, y los 238.000 restantes corresponden a textos de no ficción.[10]
Tomando el número de títulos publicados y de ejemplares producidos, la tirada media de títulos publicados en 2019 fue de 2.226. Si se analiza por categorías, la tirada media más baja corresponde a los libros de poesía y teatro de Iparralde, que se imprimieron una media de 272 ejemplares por título. La tirada media más elevada corresponde, en cambio, a los títulos de los libros de texto no universitarios producidos en la CAV (el informe no explica con más detalle el dato): 3.600 ejemplares por título.[11]
BENEFICIOS POR CATEGORÍAS
Según el análisis, en 2019 la facturación obtenida por las editoriales de la venta de libros en euskera ascendió a 39.825.050 euros.[12] La facturación total de la producción de libros de la CAV, para comparar, fue de 65.079.000 euros (el 57,1% del total en euskera).[13] El 75,2 % de la facturación total procedente de la comercialización de libros en euskera (29.963.000 euros) corresponde a libros de texto no universitarios. Del 24,8 % restante, el 17,0 % (6.779.000 euros) corresponde a literatura infantil y juvenil, el 5,0 % (2.005.000 euros) a la ficción para adultos, el 2,1 % (836.000 euros) a textos de no ficción y el 0,6 % (243.000 euros) a otras publicaciones. [14]
En total, en 2019 se vendieron 2.674.922 ejemplares de libros en euskera. La diferencia entre los libros producidos y vendidos es de 308.312 ejemplares, es decir, el 10,3 % de los libros publicados en euskera no se vendió. Pero hay que tener en cuenta que no todos los ejemplares publicados en un año se venden necesariamente ese mismo año. El precio medio de los libros en euskera en 2019 fue de 14,9 euros. [15]
Hablando de facturación, es interesante analizar también el fenómeno de la Feria de Durango. De hecho, su impacto económico no es desdeñable. Fue en 2019 cuando Gerediaga Elkartea, organizadora de la feria, dio a conocer el estudio realizado por Siadeco con datos de la feria de 2018. En total, anunciaron que los visitantes gastaron 1,737 millones de euros, de los cuales el 60 % correspondieron a libros comprados. El estudio también aclaraba que las ventas de la feria suponen de media el 22 % de la facturación de todo el año.[16]. Probablemente el porcentaje de venta de algunas categorías de la producción de libros sea mayor que otras. Es decir, serán una parte más importante las ventas anuales de obras literarias de la Feria de Durango que la de los libros de texto. De hecho, si se tienen en cuenta los canales de comercialización de todos los libros, la mayor parte corresponde a las librerías (38,7 %) y a empresas e instituciones (29,4 %), –esta última vía incluye la venta de libros en centros escolares–. Le siguen las cadenas de librerías (17,5 %), los hipermercados (7,3 %), otras vías (bibliotecas, quioscos, ferias del libro) (5,1 %) y por último los clubes y suscripciones (2 %).[17]
Para comparar las proporciones del mercado de la producción de libros en euskera nos centraremos en los datos de otras lenguas minorizadas del Estado español, los datos generales del Estado español y los datos generales del Estado francés. El informe de comercio interior del libro 2019, publicado por la Federación de Asociaciones de Editores de España, ofrece algunos datos sobre los sectores de las producciones de libros en catalán y gallego, los títulos publicados, los ejemplares producidos y la facturación, entre otros. [18]
Según el informe, en el caso del catalán, se publicaron 11.040 títulos en 2019 y la venta de libros supuso una facturación de 229,4 millones de euros. El 46 % de la facturación corresponde a libros de texto, el 21,3 % a ficción para adultos (en el caso del euskera el 5 %), el 18,4 % a literatura infantil y juvenil (17,0 %, parecido), el 13,3 % a libros de no ficción (2,1 % en euskera) y el 0,9 % a otras categorías. [19]
En 2019 se publicaron 1.766 títulos en gallego que supusieron una facturación de 16,1 millones de euros: el 34,2 % corresponde a literatura infantil y juvenil, el 32,8 % a libros de texto, el 18,4 % a ficción para adultos, el 13,9 % a libros de no ficción y el 0,8 % a otras categorías. [20]
De la venta de libros publicados en castellano y otros idiomas en el Estado español se facturaron 2.124,1 millones de euros (en total, la venta de libros publicados en todas las lenguas en el Estado español supuso una facturación de 2.400 millones). De eso, el 31,8 % y el 31,7 % corresponde a libros de texto y libros de no ficción respectivamente, el 20,7 % a ficción para adultos, el 12 % a literatura infantil y juvenil y el 3,8 % a libros de otras categorías. [21]
Fijémonos también en el estudio de las publicaciones del Estado francés. Aunque la clasificación utilizada en el estudio de la producción de libros en el Estado español y en euskera no sea la misma, los resultados son equiparables. Un total de 2.806 millones de euros salieron en 2019 de la venta de libros en el Estado francés, con un total de 456 millones de ejemplares vendidos. Siguiendo la clasificación utilizada hasta ahora, la sección de literatura (equivalente a ficción para adultos) contó en 2019 con el 21,5 % del mercado, correspondiendo a literatura juvenil (equivalente a literatura infantil y juvenil) el 13,2 %, a libros de texto el 14,6 %, humanidades y ciencias sociales (14,3 %), libros prácticos (12,8 %), ciencias y técnica (2,5 %), religión (1,6 %), documentos, actualidad y ensayos (3,8 %), diccionarios y enciclopedias (1 %), mapas y atlas (0,6 %) los que podríamos incluir en la categoría de libros de no ficción representan el 36,6 % de la facturación total, mientras que los cómics y los libros de arte que hasta ahora formarían parte de la categoría de «otras categorías» suponen el 14,1 %.[22]
EL CONSUMO Y EL MERCADO LITERARIO
En 2017 Siadeco realizó un estudio a nivel de Euskal Herria para el Grupo Elkar.[23] Entre tanto, recogieron datos sobre hábitos de lectura y compra de libros. Es interesante fijarse en estos resultados para hablar de lo que hay al otro lado de la producción, del consumo.
Según los resultados de la encuesta realizada, el 11 % de la población vasca lee libros en euskera. El 6 % de ellos habitualmente y el 5 % ocasionalmente. Sólo una cuarta parte de la ciudadanía vasca es vascohablante, lo que condiciona notablemente el dato, claro. Sin embargo, según los datos recogidos en el estudio de Siadeco, la lectura de libros en euskera también es minoritaria entre la población que sabe euskera, el 42 %; el 22,9 % de los euskaldunes es lector habitual y el 19,4 % es lector ocasional. Por comparación, el 62,9 % de los lectores euskaldunes lee libros en castellano, el 44,4 % habitualmente y el 18,5 % ocasionalmente.
El 70 % de la población mayor de 16 años de Euskal Herria son lectores (quienes han leído al menos un libro en los últimos seis meses), mientras que el 58 % son lectores habituales y el 12 % son ocasionales. Las personas de entre 16 a 25 años son las que más leen, pero las lecturas relacionadas con los estudios exageran el dato. De hecho, el porcentaje de lectores de libros de ocio en euskera desciende al 15,1 %.
Según los datos facilitados por Siadeco, en Euskal Herria habría un millón y medio de lectores habituales. De ellos, 160.000 serían lectores habituales de libros en euskera. El estudio delimita el mercado de la producción escrita en euskera en torno a las 150.000 personas. Los encuestados respondieron que la principal razón para no leer en euskera entre quienes saben euskera es la falta de facilidad para hacerlo.
El número hipotético de lectores en euskera y su cualidad es algo recurrente. La revista literaria Erlea de Euskaltzaindia, dirigida por Bernardo Atxaga, llevaba por ejemplo el lema «la revista de 1.700». Pues la literatura vasca contaba con una sólida cifra de 1.700 lectores. Por supuesto, hasta ahora, más que de literatura, nos hemos dedicado a la producción de libros y hemos visto el peso que tienen los libros de texto que no suelen considerarse literarios. Harkaitz Zubiri ahondó en el tema de los lectores de literatura vasca en 2013.[24] Zubiri cita los 1.700 de Atxaga, los 41.000 proyectados por la Asociación de Editores de Euskadi en 2009 y los 10.000 citados por Iban Zaldua en 2012.
Zubi llega a las siguientes posibles conclusiones, comparando diversos datos y estableciendo unos criterios propios: entre 15.000-20.000 serían los lectores entusiastas habituales (es decir, que leería más de 12 libros al año); 40.000 serían los lectores moderados habituales (5-12 libros al año); y de 100.000 a 150.000 serían los lectores intermedios.
ALGUNAS CONCLUSIONES
En el informe del Gobierno Vasco se menciona que las tendencias a partir de 2013 siguen vigentes. Es decir, sigue siendo grande la dependencia que la producción de libros en euskera tiene de la literatura infantil y juvenil y de los libros de texto no universitarios.[25] Además, en comparación territorial, está claro que Gipuzkoa y Bizkaia son el centro del mercado de la producción de libros en euskera, donde también se concentra la mayoría de los vascoparlantes. Por lo tanto, parece, por un lado, que el mercado de la producción de libros en euskera está acotado y atrapado. Esta pinza no puede ser más visible en la parte que va desde las ventas de libros de literatura infantil y juvenil a la venta de libros para adultos, perdiéndose por el camino los lectores vascos a medida que se alejan de la esfera de la educación reglada.
Desde los inicios de la producción de libros en euskera el sector ha recorrido un largo camino como industria, ya que en aquellos tiempos la mayoría de las editoriales funcionaban a través de suscripciones. Pero en la situación actual parece estar tocando techo en algunos puntos al no poder superar algunos límites. La producción de libros en euskera (ni que decir tiene que la producción de libros de literatura en euskera) tiene en sí una capacidad muy escasa para la realización del valor y la modernización necesaria para ello. La atomización del sector es una de las debilidades repetidas a lo largo de los años, refiriéndose sobre todo a la producción de obras literarias. La profesionalización y la normalización son objetivos que vienen de largo. En la actualidad, sin embargo, el sector tiene pocas aberturas y los avances de los últimos años parecen que van a agotar pronto lo que puede dar si el mercado no se abre. Hay pequeñas y especializadas empresas y un conjunto de empresas diversificadas. Las primeras mantienen su producción sobre todo gracias a las subvenciones públicas. Asimismo, las políticas que se realizan desde las instituciones públicas condicionan también en gran medida la actuación de las empresas diversificadas que ejercen exclusivamente en euskera. Sin embargo, y como demuestra la mayoría de las editoriales más grandes tanto en la literatura infantil y juvenil como en el mercado de los libros de texto, sólo una rama aún más pequeña de las multinacionales es dueña de gran parte de la producción editorial en euskera, para las que el euskera no es más que una parte diferenciada del mercado. Por eso deberíamos fijar la mirada más allá de la preocupación por el currículum vasco de Torrealdai.
Se trata de una tendencia que se puede generalizar a medida que otros sectores de la producción editorial en euskera se hagan más rentables.
Esta cifra de lectores potenciales, que muy generosamente se puede situar en torno a los 150.000, es demostrativa. Esta limitación se caracteriza principalmente por la dificultad de los euskaldunes para leer en euskera, limitándose este lector a determinados bloques. En el caso de la literatura es evidente la influencia de la Feria de Durango (que representa una parte tan pequeña de la facturación total de la producción de libros). Es un respiro para muchas editoriales y condiciona totalmente la planificación editorial anual. Crear uno (o varios) espejos de Durango también ha estado en la mente de muchos, es decir, extender el efecto de la feria a lo largo del año. La cuestión es si hay tantos lectores de verdad y si hoy en día ya no hay sobreproducción.
Una de las muestras de este cierto estado artificial es también el escaso número de reediciones. Las reediciones habituales en otras lenguas, como la edición de bolsillo, son prácticamente inexistentes en la literatura vasca. Los libros que más se reacreditan son los que consiguen acceder a las listas de lecturas obligatorias de educación reglada. ¿Qué significa eso? ¿Que no hay nuevos lectores para libros antiguos?
Otra cuestión relacionada con las políticas editoriales y que ha preocupado a más de uno es cómo la literatura comercial internacional apenas se traduce al euskera. En los últimos años estamos viendo algunos intentos de darle la vuelta, pero no es una tendencia nada generalizada. Una de las razones para ello puede ser que no se percibe como un mercado viable: la falta de costumbre de leer en euskera –y mucho menos los trabajos traducidos al euskera– hace que los libros comerciales internacionales se lean en las otras lenguas del entorno, por lo que el número de potenciales compradores de euskera es aún más bajo. Pero eso puede ser el principio de un círculo vicioso.
Si conseguimos que los euskaldunes leamos más en euskera o, sobre todo, que más euskaldunes lo hagamos en euskera, por ejemplo, el mercado aumentaría considerablemente. Pero, ¿cómo se hace eso? ¿Es suficiente lo dicho por Joxe Mari Sors, en nombre de la Fundación Elkar, al dar cuenta de los resultados de la investigación realizada por Siadeco, para que «entre el sector del libro y la administración pensemos y trabajemos políticas más eficaces para socializar la producción vasca»? [26]
Precisamente, el segundo punto que aparece en los resultados del estudio no casa bien con la anterior idea: «el 42 % de los euskaldunes dice que la principal razón para no leer en euskera es la falta de facilidad. Esto demuestra, desgraciadamente, que la competencia lingüística de casi la mitad de los euskaldunes, la cultura y la lengua vital por excelencia no es el euskera, la situación de inferioridad del euskera. Por lo tanto, ahí tenemos un déficit importante».[27] ¿Y cómo se afronta ese déficit? ¿Incorporando el euskera de alguna manera de una vez y de manera efectiva en la forma de responder a la rentabilidad capitalista? ¿Fomentando una industria cultural propia y autóctona que no salga en absoluto de la lógica de la rentabilidad capitalista?
La situación de diglosia en Euskal Herria es mucho más profunda de lo que proyecta el pensamiento burgués: el euskera está destruido como lengua económica en amplias masas de la sociedad y sobrevive según la voluntad de las facciones políticas burguesas, sobre todo en las zonas donde puede mercantilizarse de la manera más sencilla. Es decir, las lenguas arraigadas en el estilo de vida capitalista contemporáneo, que nos sirven para todos los aspectos de la vida social, son hoy el castellano y el francés, y el euskera mantiene su posición con dificultad. En consecuencia, la industria literaria y la producción editorial tienen sus fundamentos en el problema social del euskera y su solución pasa también por superarlo. No basta con pedir que aumenten las cuotas de participación de las instituciones burguesas o hacer abstractas invocaciones a la necesidad de «dignificar» la obra de los literatos: las leyes de la literatura hoy también las impone el mercado y no tendremos paz si no lo superamos como forma social.
NOTAS
1 XV Informe sobre publicaciones en euskera 2019. Gobierno Vasco (2021)
2. Eizagirre Gesalaga, Xabier. 2021. «Euskal liburugintza 2018». Jakin, 241.
3. Informe XXV sobre las publicaciones en la Comunidad Autónoma de Euskadi. Comercio interior 2019. Gobierno Vasco (2021)
4. XV Informe sobre publicaciones en euskera 2019. 3ª Tabla
5. Ibid. 33ª tabla
6. Ibid. 4ª tabla
7. Ibid. 3ª tabla
8. Informe XXV sobre las publicaciones en la Comunidad Autónoma de Euskadi. 3ª Tabla
9. XV Informe sobre publicaciones en euskera 2019. 8ª Tabla
10. Ibid. 10ª tabla
11. Ibid. 12ª tabla
12. Ibid. 18ª tabla
13. Informe XXV sobre las publicaciones en la Comunidad Autónoma de Euskadi. 22ª Tabla
14. XV Informe sobre publicaciones en euskera 2019. 18ª Tabla
15. Ibid. 22ª tabla
16. «Sei milioi euroan kuantifikatu dute Durangoren eragin ekonomikoa». Berria.eus (2019/12/10)
17. Ibid. 21ª tabla
18. Comercio Interior del Libro en España 2019. Federación de Gremios de Editores de España (2021)
19. Ibid. 83ª tabla
20. Ibid.
21. Ibid.
22. Les Chiffres de l’Édition 2019-2020 Synthèse. SNE
23. Estudio de mercado de lectura y hábitos musicales de la población de Euskal Herria 2017.. Elkar eta Siadeco
24. Zubiri Esnaola, Harkaitz. 2013. «Euskal literaturaren irakurleak zenbat eta nolakoak diren aztergai». Uztaro, 87, 51-68.
25. XV Informe sobre publicaciones en euskera 2019. Página 59.
26. «Euskal Herriko biztanleen irakurketa eta musika ohiturak aztertu ditu Elkar Fundazioak, Siadeco Ikerketa Elkartearen eskutik». Elkar. 2018/03/14
27. Ibid.
Kaixo, eztabaida bat sortu da nere inguruan, zera zenbat "euskaraz kultaradun pertsonak" egon daiteke Euskalherrian eta munduaren zehar.
Questio zaila dela erantzuteko jakin ezkero, hurbilketa bat esan dezake?
Mila esker zure arretagatik.
Jon A. Gomez
Kaixo, eztabaida bat sortu da nere inguruan, zera zenbat "euskaraz kultaradun pertsonak" egon daiteke Euskalherrian eta munduaren zehar.
Questio zaila dela erantzuteko jakin ezkero, hurbilketa bat esan dezake?
Mila esker zure arretagatik.
Jon A. Gomez
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