La cuestión de la lengua es una cuestión social, resultado de relaciones sociales y al mismo tiempo medio de las mismas. En nuestro caso, como sujeto de este campo de batalla de las relaciones sociales, el euskera es cuestión de la lucha de clases, es decir, el euskera es el medio subordinado del conflicto fundamentado en relaciones sociales concretas, en la medida en que dichas relaciones sociales lo convierten en conflicto: sometida y marginada, pretenden reducir a mero folclore la lengua que es medio de conexión social, mercancía subordinada al mercado.
Esta realidad se ha ocultado a menudo y la cuestión lingüística se ha resuelto como cuestión nacional. Pero esto, como la contradicción que se resuelve como cuestión nacional, es sólo la forma ideológica de las relaciones sociales capitalistas, es decir, la forma que cubre las relaciones sociales fundamentales. De hecho, el euskera es una cuestión social en la misma medida que la cuestión nacional es una cuestión de lucha de clases y poder.
Hemos presentado la mediación de la lengua en forma subordinada, algo que queda aún más claro si hablamos de una lengua determinada. Y es que la lengua, como medio de relación, y a pesar de ser un instrumento para esas relaciones, es su resultado; que sea una lengua u otra la que cumpla esa función, en cambio, depende de las capacidades políticas, es decir, se decide con la fuerza. Esta decisión no debe entenderse como cuestión de voluntad, sino como cuestión de poder. Aquí la política adopta el mismo sentido que ha tenido en nuestros escritos anteriores: no es la gestión o la administración burguesa, sino la lucha de clases, es decir, la lucha a muerte entre los sujetos antagónicos articulados en el campo de batalla de las relaciones sociales mencionadas.
La lengua, como medio de relación, y a pesar de ser un instrumento para esas relaciones, es su resultado; que sea una lengua u otra la que cumpla esa función, en cambio, depende de las capacidades políticas, es decir, se decide con la fuerza
En torno a la opresión lingüística hay que identificar dos fases principales: la política y la social. No se pueden separar ambos en ningún caso, pero las fases se caracterizan por el predominio de uno u otro. La articulación de la política es una tarea que nos corresponde. La política no se nos presenta de forma visible, sino como una tendencia de inercia de la realidad, o como una relación muda de opresión, es decir, la política se presenta en la actualidad como una negación de la política. Pero no siempre ha sido así.
Es sabido que la opresión política contra el euskera se ha producido mediante la legislación y la violencia del estado capitalista. Este es nuestro antecedente histórico más cercano: la política del dominador es el medio de insertar lo que está fuera del nuevo orden social. La fase de dominación social, sin embargo, se impone a partir de ahí: el euskera no necesita de leyes especiales que le hagan contra, sino que la propia situación de las cosas le sitúa como lengua marginal. Aquí no aparece la política de dominación en estado puro, pero hay un lugar para la política, y está caracterizada por el movimiento político socialista articulado contra esta situación social objetiva. También existe una política marginal, basada en la irracionalidad, en el odio ciego contra el euskera.
Es sabido que la opresión política contra el euskera se ha producido mediante la legislación y la violencia del estado capitalista. Este es nuestro antecedente histórico más cercano: la política del dominador es el medio de insertar lo que está fuera del nuevo orden social. La fase de dominación social, sin embargo, se impone a partir de ahí: el euskera no necesita de leyes especiales que le hagan contra, sino que la propia situación de las cosas le sitúa como lengua marginal
Lo que hemos caracterizado como fase de la política encuentra su contenido en la cuestión social. Hay que destruir el euskera si hay que superar las relaciones sociales en las que está enraizado. Así sucede con la expansión del modo de producción capitalista y la compactación de la forma política asociada. Si bien los ataques contra el euskera y su resistencia transmiten un odio irracional, al fin y al cabo esa irracionalidad encuentra su razón en la creación de relaciones capitalistas de producción. Es decir, la política burguesa en favor de la homogeneidad nacional tiene su base en el despliegue de la relación de capital y en el aplastamiento de la resistencia pre-capitalista que se opone a ella. Esta resistencia pre-capitalista no se caracteriza sólo por haber venido históricamente por delante del capitalismo.
Existe también una resistencia pre-capitalista en el capitalismo desarrollado, aunque sólo en forma, basada en el pequeño comercio, el barrio pequeño-burgues y la división de la propiedad privada. Ahí tiene en gran medida apoyo el euskera, como resistencia capitalista contra el capitalismo. Es decir, no se trata siempre de una realidad vigente, sino de una resistencia, a menudo caracterizada como resistencia nacional, al desarrollo que la ha superado. Su viabilidad es bastante estéril. Y es que, en lugares en los que esto ocurre de una manera amplia, en realidad, se dan rentas elevadas, poniendo de manifiesto la relación directa de esta forma de vida con la alta rentabilidad de la producción capitalista.
Existe también una resistencia pre-capitalista en el capitalismo desarrollado, aunque sólo en forma, basada en el pequeño comercio, el barrio pequeño-burgues y la división de la propiedad privada. Ahí tiene en gran medida apoyo el euskera, como resistencia capitalista contra el capitalismo.
El euskera no es un caserío, pero muchos lo desearían, un caserío que se utiliza como fachada de grandes capitales de explotación.
Si, tras todas estas perspectivas políticas e ideológicas, a pesar de estar hechas de una irracionalidad evidente, tanto en lo que se refiere al odio como al amor, se abre un hueco en el muro de contención de la ideología, nos encontraremos con clases sociales y con intereses económicos, y la viabilidad del euskera se nos presentará ligada a la viabilidad de la economía capitalista y sus diferentes ramificaciones. La política burguesa y la irracionalidad siguen existiendo; pero su materialización o, mejor dicho, su reencarnación, se produce en los presupuestos económicos de las administraciones estatales capitalistas. Se pueden tomar decisiones a favor del euskera, pero para ello se necesita dinero, y fomentar la rentabilidad de la producción capitalista, supeditando constantemente el euskera a la cuestión económica que define nuestra voluntad, o derivando nuestra voluntad hacia el euskera de la voluntad de las mercancías.
Pero con eso no se agota la cuestión social. Es evidente que la dependencia con respecto del dinero o el poder del dinero caracteriza nuestra capacidad. Aquí se sintetiza la relación capitalista entre lo social y lo político. Pero la realidad social es más amplia que eso. Son importantes los análisis que relacionan la renta con el euskera. También es interesante analizar la cuestión general de la forma social, históricamente, como resultado de diferentes movimientos socio-políticos. ¿Por qué la tendencia a la desaparición del euskera en los pueblos industrializados o en las ciudades es más fuerte que en las zonas rurales o en los pueblos pequeños? ¿Y por qué es más fuerte en los pequeños municipios cercanos a las ciudades que en los que tienen conexiones más débiles? Las diferentes tendencias culturales, como la pertenencia de una segunda casa en los pueblos pequeños, y el desarrollo de los medios físicos que las sustentan, ¿qué consecuencias están teniendo en estos pueblos?
Es evidente que, cuanto más se insertan en nuestro día a día las relaciones capitalistas, tantas más posiciones pierde del euskera. Muchos han relacionado este fenómeno con las migraciones, pero realmente la amenaza de la pérdida del euskera no viene del exterior, sino del interior. Las conexiones internas con el mercado mundial debilitan cada vez más nuestras relaciones personales directas y nos hacen cada vez más dependientes con los intermediarios de esas conexiones, tales como las lenguas que no son el euskera. En Euskal Herria, en general, el euskera no ha encontrado sitio en la economía capitalista y tiene una posición marginal; todavía alguno encuentra un rendimiento económico al euskera, ya sea en forma de renta de monopolio o sea porque es una oferta de mercado especial en los pueblos no vascoparlantes.
Gipuzkoa es un caso especial. Su cultura cooperativista ha tenido una gran influencia en la supervivencia del euskera. La existencia de una economía intermedia relativamente cerrada –clase media activa– y los altos rendimientos de las grandes empresas, así como que los que las han impulsado sean vascoparlantes, ha influido positivamente en los circuitos comerciales que estructuran la forma-pueblo capitalista. De hecho, los grandes beneficios empresariales y las altas capacidades de consumo de una clase media han hecho inviable la inversión competitiva de otros capitales, que llevaría a perder ese tejido económico y cultural. Pues bien, a pesar de estar arraigado en un tejido socioeconómico sólido, la subordinación del euskera está ligada en primer lugar a la rentabilidad capitalista. Y sólo después, la supervivencia del euskera está relacionada con la elección de una burguesía y una clase media.
Nos corresponde a los comunistas hacer de la cuestión del euskera cuestión de la revolución socialista y, a través de ella, convertir su empleo en una opción voluntaria libre y consciente.
La existencia de una economía intermedia relativamente cerrada –clase media activa– y los altos rendimientos de las grandes empresas, así como que los que las han impulsado sean vascoparlantes, ha influido positivamente en los circuitos comerciales que estructuran la forma-pueblo capitalista. De hecho, los grandes beneficios empresariales y las altas capacidades de consumo de una clase media han hecho inviable la inversión competitiva de otros capitales, que llevaría a perder ese tejido económico y cultural. Pues bien, a pesar de estar arraigado en un tejido socioeconómico sólido, la subordinación del euskera está ligada en primer lugar a la rentabilidad capitalista. Y sólo después, la supervivencia del euskera está relacionada con la elección de una burguesía y una clase media
Nos corresponde a los comunistas hacer de la cuestión del euskera cuestión de la revolución socialista y, a través de ella, convertir su empleo en una opción voluntaria libre y consciente
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