Dijo Rosa Luxemburgo en cierta ocasión que la reforma legal y la revolución no eran dos métodos distintos de desarrollo histórico libremente elegibles en el mostrador de la historia. Según su punto de vista, reforma y revolución son momentos diferentes en el desarrollo de la sociedad de clases, que se condicionan y se complementan mutuamente, pero al mismo tiempo se excluyen y se separan.
La huella política de este pensamiento es grande. Y es que, en otros términos, dice así: la reforma no es un campo de batalla que haya que dejar libre al enemigo. Podríamos añadir más: si la reforma y la revolución son momentos diferentes del desarrollo de la sociedad de clases, esto quiere decir que la revolución se fortalece en un contexto general en el que imperan las reformas; es decir, la revolución encuentra la posibilidad de extenderse en las luchas cotidianas del proletariado, y no se organiza oponiéndose a realizar esas luchas.
La revolución encuentra la posibilidad de extenderse en las luchas cotidianas del proletariado, y no se organiza oponiéndose a realizar esas luchas
Sería grave si renunciáramos a participar en las luchas tanto a favor de las reformas como contra ellas, es decir, si confiáramos la libertad del proletariado a una supuesta revolución que es invisible. Como hemos dicho a menudo, la lucha por las reformas debe tener como objetivo reforzar la organización comunista. El proletariado refuerza sus capacidades organizativas a medida que alcanza victorias: crece cualitativamente, acumulando enseñanzas, pero también cuantitativamente, porque la enseñanza y la mejora de la tecnología organizativa, al calor de la lucha, lleva consigo un crecimiento militante.
Contra las reformas, sin embargo, el proletariado y la organización comunista tienen la oportunidad de desplegar propaganda política. Se ha visto la expansión del comunismo en Euskal Herria al calor de las medidas excepcionales aplicadas en los últimos años y de la lucha contra la aniquilación de los derechos políticos. El Movimiento Socialista no ha renunciado a estos espacios; es más, el ejemplo más claro de lo mencionado es el Movimiento Socialista que, para disgusto de los socialdemócratas que han venido defendiendo que eran cuestiones coyunturales, ha demostrado que precisamente en esa escala de reformas y opresiones se articula realmente la posibilidad de una estrategia comunista.
Contra las reformas, sin embargo, el proletariado y la organización comunista tienen la oportunidad de desplegar propaganda política
Este es también un mensaje para aquellos comunistas que, bajo el pretexto de la aclaración teórica y, por tanto, poniendo como condición un plan estratégico que no puede ser idealmente concebido, renuncian a las luchas a esa escala. Cuando tratamos de la escala internacional de la organización, esta no se resuelve según el marco organizativo provisionalmente establecido, sino por el contenido de la revolución, que –para su extensión y para una articulación completa y correcta conforme a sus principios– necesita de la escala internacional para convertirse en un hecho.
Sin embargo, el proletariado se educa en la lucha; en la lucha alcanza su independencia política. La teoría ha de estar al servicio del movimiento, ha de ser su síntesis sistemática y clara; solo así puede convertirse en instrumento de guía, cuando deja de ser un mero instrumento. Y si es un instrumento apropiado o no, esto se mide por sus capacidades para actuar en distintas escalas contra el poder de la burguesía, y contra sus expresiones más concretas. Esa es la condición de la teoría: organización y lucha a diferentes escalas contra expresiones concretas diversas.
Esta dimensión jugará un papel crucial en el desarrollo de la estrategia comunista. En gran medida, las organizaciones de masas comunistas del proletariado deberán responder a los programas de reforma de la burguesía, es decir, se compondrán como opciones políticas y revolucionarias en la lucha contra los programas económicos.
El ejemplar que tenemos entre manos trata algunas reformas que la burguesía ha promovido en los últimos meses, a través de su aparato de Estado. Este análisis es importante porque el conocimiento directo de estas reformas nos permite clarificar el plan táctico adecuado para la estrategia comunista. En definitiva, las reformas de la burguesía son manifestaciones jurídico-políticas de las revoluciones en las relaciones sociales (económicas); sin embargo, a menudo estas reformas revelan o aclaran la estrategia de la burguesía en diferentes ámbitos, así como sus capacidades de ofensiva para atacar las capacidades políticas defensivas del proletariado.
No son, sin embargo, las reformas simples manifestaciones de lo que ha ocurrido. Son eso y más. Las reformas revelan los intereses y estrategias de la burguesía, aclaran la visión política que esta tiene del momento y dan cuenta de la cualidad de su ofensiva económica y política. Las reformas son manifestaciones concretas del sujeto burgués, es decir, son la forma concreta que este adopta en el ámbito estatal.
Las reformas revelan los intereses y estrategias de la burguesía, aclaran la visión política que esta tiene del momento y dan cuenta de la cualidad de su ofensiva económica y política
Así pues, la lucha en el ámbito de las reformas, y en lo que compete al análisis que sigue en las siguientes páginas, no es reducir los altos objetivos estratégicos del proletariado, ni hacerlos perecer en la inercia de lo inmediato. La estrategia comunista solo puede avanzar en la medida en que teja redes en los ámbitos más concretos de la política y de la explotación capitalista, y solo si es capaz de responder a esas manifestaciones concretas y, a través de ellas, abrirse paso en la necesidad de revolucionar desde sus cimientos el modo de producción capitalista. Las reformas, ya sean las burguesas o las exigidas por el proletariado, entendidas estas no simplemente como oficialización jurídica de una victoria en la lucha, sino que como la conquista misma en la lucha de posiciones tácticas avanzadas –en sintonía con el concepto de desarrollo expuesto por Rosa Luxemburgo al principio de este artículo– son, en efecto, un medio para el desarrollo organizativo y estratégico del proletariado comunista. Es por ello que renunciar a la lucha por la conquista de dichas posiciones tácticas es renunciar a la revolución socialista.
Las reformas, ya sean las burguesas o las exigidas por el proletariado, entendidas estas no simplemente como oficialización jurídica de una victoria en la lucha, sino que como la conquista misma en la lucha de posiciones tácticas avanzadas son, en efecto, un medio para el desarrollo organizativo y estratégico del proletariado comunista
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