En las últimas décadas, los países nórdicos han sido vistos como bastiones de “democracia, igualdad y bienestar social”. Sin embargo, detrás de esta imagen idílica, han emergido tendencias de xenofobia y autoritarismo que amenazan con socavar los principios sobre los que, supuestamente, se construyeron estas sociedades. Los partidos y movimientos de extrema derecha, antes marginales, han ganado terreno, movilizando a sectores de la población mediante discursos que apelan al miedo hacia los inmigrantes y al resentimiento frente a las transformaciones culturales y económicas impuestas por el capitalismo en crisis.
Este reportaje explora cómo las tensiones generadas por el capitalismo –la desigualdad creciente y los flujos migratorios– han alimentado el rechazo al “diferente” en Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia. La xenofobia y el autoritarismo son síntomas de una crisis más profunda del sistema capitalista, de la que estos países no se libran. Veremos cómo la clase dominante de los Estados escandinavos también utiliza estas tensiones para consolidar su poder, desviando la atención del descontento social hacia los inmigrantes y las minorías.
1. CONTEXTO HISTÓRICO: FUNDACIÓN Y TRANSFORMACIONES DEL ESTADO DE BIENESTAR NÓRDICO
Los países nórdicos han sido conocidos por su sólido estado de bienestar, que surgió a mediados del siglo XX en base a un pacto social que promovía la prosperidad económica para la aristocracia obrera y la pequeña burguesía, a cambio de la subordinación económica y política de estas clases hacia el Capital. Este modelo, que fue enormemente útil para prevenir el “peligro revolucionario”, se sostenía por altas tasas impositivas y una economía con fuerte intervención estatal que proporcionaba pleno empleo y salarios indirectos vía servicios públicos, como salud, educación y seguridad social. En definitiva, permitía una amplia redistribución del producto social, y, con ello, una cohesión social sin precedentes.
Durante las décadas de 1960 y 1970, este sistema articuló lo que sería el mayor espectáculo de ilusionismo jamás concebido por el capitalismo, con niveles de pobreza relativamente bajos y un alto grado de movilidad social. No sería aventurado decir que fueron los estados de bienestar más fuertes del mundo. Sin embargo, a partir de la década de 1980, estos países comenzaron a experimentar cambios significativos, y la verdadera cara del capitalismo se volvía poner a la orden del día. Con la amenaza revolucionaria neutralizada y el ciclo de acumulación de la posguerra claramente agotado, se comenzaron a erosionar las bases del estado de bienestar, que ya se había vuelto disfuncional para el Capital.
Las reformas económicas implementadas durante este período marcaban los síntomas de un cambio de época: privatizaciones, desregulación, reducciones en el gasto público… Si bien los países nórdicos lograron mantener algunos aspectos de su modelo social, las crecientes desigualdades económicas y la disminución de la seguridad laboral prepararon la pista de aterrizaje para la insatisfacción reaccionaria y la búsqueda de chivos expiatorios.
1.1 Inmigración y cambios demográficos
Los países nórdicos han sido históricamente bastante homogéneos en términos étnicos y culturales. Sin embargo, a partir de las décadas de 1980 y 1990, experimentaron un aumento significativo en la inmigración. Inicialmente, la inmigración estaba compuesta principalmente por trabajadores de otros países europeos o de aquellos trabajadores que huían de conflictos como la Guerra de los Balcanes. Posteriormente, a partir de los años 2000, y especialmente tras la crisis de refugiados de 2015, se produjo un aumento considerable en la llegada de inmigrantes de Oriente Medio, África y Asia. Los países escandinavos, debido a su reputación de “sociedades inclusivas con sistemas de bienestar generosos”, han sido un destino atractivo para proletarios provenientes de países sumidos bajo la guerra y la miseria, como Irak, Somalia, Siria y Afganistán.
La inestabilidad económica y los cambios demográficos inherentes a la dinámica del capital en crisis desataron un fuerte cambio cultural: lo que antes era visto como “un deber humanitario” por gran parte de la sociedad empezó a ser percibido como “una amenaza económica y cultural” por sectores cada vez más amplios. La inmigración fue interpretada por los movimientos populistas como “una sobrecarga para el sistema de bienestar y un riesgo para la identidad nacional”, y estos temores fueron rápidamente explotados en su discurso político. Así, aumentaron las tensiones en unas sociedades que desde los años setenta ya empezaban a enfrentar dificultades económicas para mantener la integración socioeconómica de la fuerza de trabajo.
En estos países, que históricamente sacaban pecho con sus políticas de asilo, se creó un caldo de cultivo perfecto para la xenofobia y el racismo, que siempre vincula la inmigración con el aumento de la delincuencia y el desempleo. Así, quedó en evidencia que no existe tal cosa como una “naturaleza hospitalaria y abierta”, que sería inherente a determinadas formaciones sociales. Las políticas de asilo laxas son medidas transitorias, histórica y materialmente determinadas, que pueden desaparecen junto con las condiciones que las posibilitan.
1.2 Auge y expansión de la extrema derecha
El ascenso de los partidos y movimientos de extrema derecha en los países nórdicos ha sido notable en las últimas décadas. Estos, que anteriormente ocupaban una posición marginal, han logrado acceder al poder, influir en las políticas públicas desde la oposición o conformar movimientos de masas.
1.2.1 Partidos institucionales de extrema derecha
1.2.2 Movimientos de extrema derecha
Además de los partidos políticos institucionales de extrema derecha, que representan la cara más visible y reconocida de la extrema derecha nórdica, existen también movimientos y partidos políticos extraparlamentarios bastante más radicales. Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia e Islandia han experimentado un crecimiento de grupúsculos y movimientos de distinta índole en las últimas décadas. La mayoría de ellos se mantiene en la periferia de la política oficial, algunos por vocación y otros porque no han cosechado éxito electoral. Cada uno de ellos tiene su ideario particular, sus respectivas preferencias discursivas y sus marcos de actuación.
Las dos corrientes principales que destacan en esta escena de movimientos extraparlamentarios de extrema derecha son el neonazismo panescandinavo y el nacionalismo populista antiinmigración. En cuanto al neonazismo panescandinavo, existe una organización principal internacional que merece ser tratada aparte, ya que no se circunscribe a ningún estado en particular: el Movimiento de Resistencia Nórdico (NMR). El resto de los actores se mencionarán divididos por estados.
MOVIMIENTO DE RESISTENCIA NÓRDICO (NMR)
El Movimiento de Resistencia Nórdico (NMR) es un grupo neonazi activo en los países nórdicos, especialmente en Suecia, Noruega y Finlandia. Fundado en 1997 por un veterano neonazi con muertes a sus espaldas, promueve un ultranacionalismo racial, la supremacía blanca, el antisemitismo y el anticomunismo, abogando por la creación de un estado totalitario paneuropeo nórdico. Se opone ferozmente al multiculturalismo, la inmigración, el islam y los derechos LGTB. El NMR organiza manifestaciones públicas, distribuye propaganda y está vinculado a actos de violencia, incluidos ataques a inmigrantes y activistas de izquierdas. Aunque ha sido prohibido en Finlandia y el Departamento de Estado de EEUU lo ha incluído en la lista de organizaciones terroristas globales, el NMR sigue operando de forma semiclandestina. Su fuerte estructura organizativa y su uso de redes sociales lo convierten en uno de los actores más peligrosos de la extrema derecha de la región.
Aunque ha sido prohibido en Finlandia y el Departamento de Estado de EEUU lo ha incluido en la lista de organizaciones terroristas globales, el NMR sigue operando de forma semiclandestina. Su fuerte estructura organizativa y su uso de redes sociales lo convierten en uno de los actores más peligrosos de la extrema derecha de la región
El NMR tiene una estructura organizativa disciplinada y militarizada, con células o “nidos” locales en diferentes regiones de los países donde operan. Estos nidos organizan actividades como manifestaciones, marchas, distribuciones de propaganda, entrenamiento paramilitar y atentados. Todas las células responden ante un fuerte liderazgo centralizado encabezado hasta hace poco por Simon Lindberg, un veterano neonazi sueco.
En febrero de 2024 le tomó el relevo Fredik Vejdeland, anteriormente gerente de campaña y redactor jefe del diario online Nordfront. El resto de la dirección está compuesta al menos por Emil Hagberg, responsable internacional y coordinador de las principales células regionales y Pär Öberg, líder del partido político creado en el marco de la organización. Anunciaron que la sucursal de Suecia iba a crear un partido electoral en octubre de 2014. El partido representa “el ala parlamentaria” de la organización, pero ni ha obtenido éxito electoral, ni representa su principal línea de actuación, ya que el NMR conserva su cariz movimentista.
El liderazgo está a cargo de definir la estrategia global del grupo y coordinar las actividad entre los diferentes países. Aunque su base principal esté en Suecia, el NMR también tiene presencia en otros países, como parte de su ambición de crear una “Gran Nación Nórdica”:
Suecia: Es el país donde el NMR es más activo y visible. Se estima que tienen entre 200 y 300 miembros en activo. Organizan marchas regulares y tienen una base relativamente grande de seguidores en comparación con otros países nórdicos. Su capacidad para movilizar manifestaciones a gran escala ha sido una fuente de preocupación en el país.
Finlandia: Como se mencionó anteriormente, el NMR fue prohibido en Finlandia en 2017, debido a la comisión de varios actos violentos contra personas migrantes y miembros de la comunidad LGTB, pero sigue operando en secreto. Algunos exmiembros han formado nuevos grupos para eludir la prohibición, como el grupo Kohti Vapautta (“Hacia la Libertad”). Antes de la ilegalización, se estima que esta sección podía contar con entre 100 y 200 militantes en activo.
Noruega: Aunque menos numeroso que en Suecia, el NMR en Noruega sigue en activo, organizando manifestaciones y distribuyendo propaganda neonazi. Sus manifestaciones suelen generar tensiones con los contramanifestantes. Se cree que la cantidad de militantes es menor que la de Finlandia.
Dinamarca e Islandia: En Dinamarca e Islandia, el NMR tiene una presencia muchísimo menor, aunque han realizado algunas actividades de propaganda y pequeñas manifestaciones. No obstante, su impacto es mucho más limitado en comparación con Suecia y Finlandia.
Suecia
Suecia ha sido el foco de actividad más fuerte para el resto de movimientos de extrema derecha extraparlamentarios nacionales y formalmente constituídos en los países nórdicos.
Noruega
En Noruega, las diferentes tendencias extraparlamentarias de extrema derecha han sido más débiles que en Suecia, pero aún presentan una amenaza importante.
Dinamarca
En Dinamarca, los movimientos de extrema derecha se han centrado principalmente en la política antiinmigrante y la islamofobia, aunque también hay presencia de neonazis.
Sennels, psicólogo de Copenhague que ha afirmado que “el islam y la cultura musulmana tienen ciertos mecanismos que perjudican el desarrollo de las personas y aumentan el comportamiento delictivo”, dimitió como líder en diciembre de 2015 para reasumir su militancia en el Partido Popular Danés. En enero de 2016, la organización firmó la Declaración de Praga como parte de la coalición Fortaleza Europa, junto a varios grupos internacionales relacionados con Pegida.
For Frihed pasó a estar representada por Rasmus Paludan en 2016. Los miembros de esta organización, si bien se abstienen de organizar acciones de violencia directa, generan varias declaraciones polémicas que incitan indirectamente a la violencia contra los musulmanes. En 2017, Paludan fundó el nuevo grupo y partido político islamófobo mencionado anteriormente, Stram Kurs.
Finlandia
Finlandia ha visto un resurgimiento de grupos neonazis y de extrema derecha en los últimos años, con algunos de ellos involucrados en actividades violentas.
Islandia
Islandia, al ser un país con menos de 400.000 habitantes, tiene menos actividad en cuanto a movimientos de extrema derecha y neonazis en comparación con sus vecinos, pero no está completamente exenta de su presencia. Pequeñas sucursales del NMR y otros movimientos han hecho pequeñas apariciones. Por lo demas, lo único destacable es el fracasado intento del pequeño partido de extrema derecha Islandia Libre (Íslenska þjóðfylkingin), que se ha presentado en elecciones parlamentarias, aunque sin éxito.
RIESGO RELATIVO ALTÍSIMO
A primera vista, todo el panorama descrito no parece muy significativo en términos cuantitativos absolutos: la extrema derecha nórdica en su conjunto contará con una cantidad indeterminada de unas decenas de miles de militantes activos. Pero esto es muchísimo para los países nórdicos, que entre Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca tienen poco más de 26 millones de habitantes. Como comparativa, cabe recordar que en Alemania, con una población total que roza los 85 millones de habitantes, los servicios de inteligencia federales tienen identificados actualmente al menos 35.000 individuos considerados "extremistas de derecha"; 15.000 de ellos "especialmente violentos". Con esas cifras, se considera a la ultraderecha alemana una de las más peligrosas de Europa.
Por tanto, destaca que el ecosistema político de la extrema derecha nórdica es bastante diverso, amplio e intensivo para una región tan pequeña demográficamente y con una densidad poblacional tan baja (7,72 habitantes por kilómetro cuadrado). Además, cabe destacar que grupos muy extremistas ganan miles de adeptos con relativa facilidad y que el proceso de derechización social en general y el ascenso de la ultraderecha institucional en particular les brinda un caladero de simpatizantes aún mayor. Por tanto, aún le queda margen de crecimiento a la ultraderecha nórdica más extremista. Si a todo ello le añadimos que su predisposición a emplear la violencia es especialmente alta, las organizaciones revolucionarias y antifascistas de estos países no son tan fuertes y los efectivos del ejército y la policía son bastante más reducidos que en la mayoría de países europeos, se concluye que tienen un potencial desestabilizador enorme. En resumidas cuentas, es muy probable que actualmente la extrema derecha nórdica sea la más peligrosa de Europa en términos relativos.
En resumidas cuentas, es muy probable que actualmente la extrema derecha nórdica sea la más peligrosa de Europa en términos relativos
1.3 Incidentes violentos de extrema derecha
Buena prueba de lo anteriormente mencionado son la cantidad de actos de violencia extrema que han cometido en los últimos años. Aunque sea algo bastante desconocido en el resto de Europa, los países nórdicos han estado repletos de episodios de racismo y violencia xenófoba extrema en los últimos años. De hecho, la mayoría de atentados mortales con motivación política que se han producido en la región han sido cometidos por la extrema derecha. A continuación, mencionamos siete de los casos más conocidos y significativos:
1. Atentado de Anders Behring Breivik (Noruega, 2011)
El ataque más devastador perpetrado por la extrema derecha en los países nórdicos fue llevado a cabo por Anders Behring Breivik el 22 de julio de 2011 en Noruega. Breivik, un neonazi e islamófobo, llevó a cabo en solitario dos ataques coordinados:
Breivik justificó sus acciones como una lucha contra la "islamización de Europa" y el multiculturalismo, y dejó un manifiesto de 1.500 páginas exponiendo sus ideas de extrema derecha. El ataque del fascista Breivik sigue siendo el acto más mortífero que se ha cometido en Noruega desde la Segunda Guerra Mundial.
El ataque del fascista Breivik sigue siendo el acto más mortífero que se ha cometido en Noruega desde la Segunda Guerra Mundial
2. Asesinato de John Hron (Suecia, 1995)
John Hron era un adolescente sueco de 14 años que fue brutalmente asesinado por un grupo de neonazis en Kungälv, Suecia, en 1995. Hron había sido atacado previamente por neonazis en su escuela debido a su postura contra el racismo, y en el momento de su asesinato fue torturado y golpeado mientras intentaba escapar. El grupo neonazi lo mató después de someterlo a una brutal paliza. El caso conmocionó a Suecia y puso en evidencia el auge de la violencia neonazi en el país durante los años 90.
3. Ataques con bombas del Movimiento de Resistencia Nórdico (Suecia, 2016-2017)
Entre 2016 y 2017, miembros del NMR que habían recibido entrenamiento paramilitar llevaron a cabo una serie de ataques con explosivos dirigidos contra centros de refugiados y organizaciones de izquierda en Suecia. Entre los incidentes más destacados:
4. Violencia de los Soldados de Odín (Finlandia, desde 2015)
Los Soldados de Odín se presenta como “patrulla callejera para proteger a los ciudadanos de los inmigrantes”. Si bien no han sido responsables de actos terroristas de gran escala como NMR, sus miembros han estado implicados en múltiples ataques violentos “de baja intensidad” contra inmigrantes y personas de origen extranjero en las calles finlandesas y en otros países donde se ha extendido el grupo. Los Soldados de Odín patrullan barrios y han estado involucrados en incidentes de violencia física y acoso a personas migrantes.
5. Ataque de Philip Manshaus (Noruega, 2019)
En agosto de 2019, Philip Manshaus, un supremacista blanco noruego, intentó llevar a cabo un ataque masivo contra una mezquita en Bærum, Noruega. Inspirado por otros terroristas de extrema derecha, como el atacante de Christchurch (Nueva Zelanda) y Anders Breivik, Manshaus abrió fuego en la mezquita, aunque fue detenido rápidamente por los feligreses. Antes de este ataque, Manshaus había asesinado a su hermanastra adoptada, quien era de origen asiático. El sujeto había expresado su simpatía por ideologías supremacistas blancas y el neonazismo.
6. Asesinato de Ronny Landin (Suecia, 2002)
En 2002, Ronny Landin, un joven sueco, fue asesinado por miembros de un grupo neonazi local en la ciudad de Söderhamn. Landin fue brutalmente golpeado hasta la muerte después de un altercado con neonazis. Este asesinato fue uno de varios casos de violencia extrema perpetrados por neonazis suecos durante ese período.
7. Ataque a manifestación LGBTQ+ en Jönköping (Suecia, 2014)
En 2014, neonazis atacaron una manifestación del orgullo LGBTQ+ en la ciudad de Jönköping, Suecia. Los atacantes, afiliados al NMR, arrojaron piedras y objetos a los participantes del evento, intentando dispersar la marcha. Aunque no hubo víctimas fatales, este ataque fue un recordatorio de la violencia homofóbica y transfóbica asociada a la extrema derecha en la región.
2. XENOFOBIA EN LOS PAÍSES NÓRDICOS
Pero el cambio que han experimentado los países nórdicos en el aumento de las actitudes xenófobas no se puede explicar solo por la injerencia de los partidos y movimientos políticos de extrema derecha. La xenofobia en esta región no solo se manifiesta en discursos y acciones de extrema derecha, sino también en la vida cotidiana, a través de incidentes de racismo no organizados, la discriminación sistémica, la creciente tensión sobre “la identidad nacional” y hasta dentro de los propios partidos con tradición de izquierdas.
Por tanto, en este tercer apartado repasamos cómo la xenofobia ha evolucionado y se ha arraigado en las sociedades nórdicas, analizando tanto las actitudes públicas como las formas en que se manifiesta en las estructuras sociales y económicas. Con ello, vamos a demostrar que el racismo es un mal endémico del capitalismo nórdico, no patrimonio particular de la extrema derecha.
2.1 Derechización y desplazamiento de los partidos tradicionales
Toda la estrategia de la tensión generada por los movimientos de extrema derecha, unido al marco general de la crisis capitalista, ha tenido un impacto profundo en los partidos tradicionales. El efecto ha llegado hasta la socialdemocracia: aunque la ultraderecha influencie más a los partidos de centroderecha por su cercanía ideológica y social en algunos aspectos, el efecto fascistizante ha logrado condicionar tanto a la base como a la dirección socialdemócrata, forzándola a adoptar posturas más restrictivas en relación con la inmigración y el orden público. Los políticos socialdemócratas esperan así recuperar a los votantes que se desplazaron hacia la extrema derecha y conservar a sus electores vacilantes.
En Suecia, por ejemplo, el Partido Socialdemócrata ha endurecido su postura respecto a la inmigración, introduciendo leyes más estrictas sobre el asilo y la integración. Desde 2015, las autoridades policiales suecas han generado un registro en el que identifican “áreas vulnerables” (Utsatt område) en relación a las altas tasas de criminalidad y exclusión social. En 2017 ya se identificaban 61 de estas "áreas vulnerables" por los principales núcleos poblacionales, la mayoría de estos en los barrios del Millionprogramet, un programa de los años 70 que pretendía crear un millón de viviendas sociales para absorber la demanda creciente de fuerza de trabajo por todo el país. El programa, de forma análoga a la de las banlieues francesas, se fue degradando cada vez más en una zona de exclusión para el proletariado, un fenómeno que pronto se tradujo en masas trabajadores inmigrantes de muy distinta procedencia.
Pero si un partido de izquierdas europeo ha destacado por integrar el discurso xenófobo, ese ha sido el Partido Socialdemócrata danés. En un intento de frenar el avance del Partido Popular Danés de extrema derecha, la socialdemocracia danesa ha adoptado una política de inmigración homóloga a la de Meloni, Le Pen y demás partidos de ultraderecha europeos, y ha cosechado éxito electoral. Estas políticas migratorias más estrictas incluyen, entre otras, la propuesta de enviar solicitantes de asilo a países fuera de Europa “para procesar sus solicitudes”. Es una medida que ya proponía el Partido Popular Danés. Los socialdemócratas daneses incluso han establecido demenciales cuotas raciales que establecen “un máximo del 30% de vecinos no occidentales” en los barrios.
Los socialdemócratas daneses incluso han establecido demenciales cuotas raciales que establecen “un máximo del 30% de vecinos no occidentales” en los barrios
En distintas formas y con distintos grados de resistencia, el programa de la extrema derecha va permeando en la socialdemocracia en tiempos de crisis: primero adoptan en su discurso los marcos y los temas que impone la extrema derecha, lo que luego se traduce en propuestas políticas concretas. Allí donde aumenta la paranoia social por la inmigración y la seguridad, el electoralismo constitutivo de la izquierda reformista empuja a estos partidos a integrar el programa reaccionario, sea de forma parcial o total. Donde antes se decía: “Hay que votar a la izquierda para que no gane la ultraderecha y que no ataque a los inmigrantes”, poco a poco se empieza a oír: “Hay que hablar de los temas que habla la ultraderecha y adoptar algunas medidas que quiere adoptar la ultraderecha para que no gane la ultraderecha”. Paradójicamente, vemos cómo, “no le quieren dejar gobernar a la ultraderecha”, pero le dejan imponer su programa de gobierno. Los socialdemócratas, liberales y conservadores venden “sus ideas", pero conservan sus sillones.
Paradójicamente, vemos cómo, “no le quieren dejar gobernar a la ultraderecha”, pero le dejan imponer su programa de gobierno. Los socialdemócratas, liberales y conservadores venden “sus ideas", pero conservan sus sillones
2.2 Actitudes hacia las personas inmigrantes
El aumento de la inmigración, especialmente de personas refugiadas provenientes de países en conflicto como Siria, Afganistán y Somalia, ha sido un punto de inflexión en la percepción pública de los inmigrantes en los países nórdicos. Estudios y encuestas recientes muestran que, aunque persiste cierto compromiso con los valores humanitarios, una proporción cada vez mayor de la población ha comenzado a ver la inmigración como “una amenaza”.
En Suecia, las actitudes hacia los inmigrantes han cambiado de manera significativa. Según encuestas del Pew Research Center y del SOM Institute, el porcentaje de suecos que creen que el número de inmigrantes es “excesivo” ha aumentado notablemente en los últimos años, especialmente después de la crisis de refugiados de 2015.
En Dinamarca, la cuestión de la inmigración ha polarizado a la sociedad aún más. El discurso público ha estado dominado por la idea de que los inmigrantes “no se integran adecuadamente en la cultura danesa y representan una carga para el estado de bienestar”. Esto ha llevado a una serie de políticas restrictivas, como la “Ley de Joyas”, que permite a las autoridades confiscar los bienes de las personas refugiadas para financiar su estancia en el país.
Noruega y Finlandia han experimentado una evolución similar, con un número creciente de ciudadanos “preocupados” por el “impacto cultural y económico de la inmigración”. Aunque la integración es mayor en comparación con otras regiones de Europa, las tensiones han crecido, especialmente en áreas urbanas donde la población inmigrante es más visible.
2.3 Discriminación sistémica
Aunque los países nórdicos presumen de una igualdad social profunda, la realidad para muchas personas inmigrantes y descendientes de inmigrantes es muy diferente. La discriminación sistémica afecta a varios aspectos de la vida diaria, incluyendo el acceso al empleo, la vivienda y la educación. Las políticas para "promover la integración" tienen más de propaganda que de efectividad, ya que los inmigrantes y las minorías étnicas enfrentan barreras estructurales que limitan su acceso a oportunidades.
En el mercado laboral, por ejemplo, aquellos que proceden de países no europeos tienen tasas de desempleo mucho más altas que los ciudadanos nativos. Incluso los inmigrantes altamente cualificados tienen dificultades para acceder a trabajos que coincidan con sus habilidades, a menudo debido a la discriminación implícita en los procesos de contratación. Un estudio realizado en Noruega por el Instituto Noruego de Investigación Social reveló que los solicitantes con nombres extranjeros tienen menos probabilidades de ser llamados para una entrevista en comparación con aquellos con nombres típicamente noruegos, a pesar de tener las mismas cualificaciones.
Un estudio realizado en Noruega por el Instituto Noruego de Investigación Social reveló que los solicitantes con nombres extranjeros tienen menos probabilidades de ser llamados para una entrevista en comparación con aquellos con nombres típicamente noruegos, a pesar de tener las mismas cualificaciones
En Suecia, las comunidades de origen extranjero también enfrentan desafíos en el acceso a la vivienda. Las zonas urbanas con una alta concentración de inmigrantes a menudo sufren de desinversión, y los residentes de estas áreas tienen menos acceso a servicios de calidad. Esto ha llevado a la formación de enclaves étnicos y, en algunos casos, a una mayor segregación social, lo que perpetúa el ciclo de exclusión.
Esto se refleja también en el sistema educativo, donde los niños y niñas de familias inmigrantes tienden a obtener peores resultados que sus compañeros nativos, y enfrentan mayores tasas de abandono escolar. Esto les genera un punto de partida más desfavorable de cara al mercado laboral, lo que, a su vez, retroalimenta la exclusión social y la división racial del trabajo.
3. AUTORITARISMO ESTATAL EMERGENTE EN LOS PAÍSES NÓRDICOS
El creciente autoritarismo en los países nórdicos está vinculado directamente con la expansión de la xenofobia y el populismo de derecha. Ya hemos comentado algunas medidas tomadas que erosionan los derechos civiles y el pluralismo político que promulgan las democracias burguesas en sus cartas magnas. Pero son muchas más, todas justificadas por “el miedo a la inmigración, el terrorismo y la inestabilidad social”.
3.1 Legislación restrictiva y medidas de control social
Suecia endureció significativamente sus políticas migratorias tras la crisis de refugiados de 2015. Se introdujeron controles fronterizos más estrictos y restricciones en la reunificación familiar, lo que limitó los derechos de los inmigrantes y solicitantes de asilo. Estas políticas han sido presentadas como medidas necesarias para mantener el orden social y evitar una "sobrecarga" del sistema de bienestar.
Noruega y Finlandia han seguido un camino similar, con la implementación de leyes que facilitan las deportaciones y endurecen los requisitos para la obtención de la ciudadanía. Estas legislaciones, aunque recubiertas en términos de “seguridad nacional”, también están diseñadas para enviar un mensaje disuasorio a los inmigrantes y para apaciguar a amplios sectores de la población que apoyan políticas más restrictivas.
En Suecia, los servicios de seguridad han intensificado la vigilancia de las mezquitas y comunidades musulmanas. Aunque las autoridades justifican estas medidas como “preventivas”, han generado un ambiente de sospecha y marginación hacia las comunidades inmigrantes. Esta vigilancia no solo fomenta la desconfianza de las comunidades migrantes hacia el Estado, sino que también puede alimentar el resentimiento y la radicalización.
Noruega y Dinamarca han implementado sistemas de vigilancia más intrusivos, como la recopilación masiva de datos y el monitoreo en línea, que incluyen no solo a individuos sospechosos, sino también a ciudadanos comunes. Estos sistemas, aunque impulsados por el temor a posibles “ataques terroristas”, contribuyen a la erosión del derecho a la privacidad y al aumento de la sensación de control estatal sobre la vida cotidiana.
3.2 Represión del disenso y criminalización de la solidaridad
Otra faceta del autoritarismo emergente en los países nórdicos es la creciente represión del disenso político y la criminalización de las actividades de solidaridad hacia los inmigrantes. En varias naciones de la región, los ciudadanos que apoyan activamente a los refugiados y a las comunidades inmigrantes han sido objeto de intimidación y, en algunos casos, de enjuiciamiento.
En Dinamarca, por ejemplo, activistas que han ayudado a personas refugiadas a entrar al país o que han ofrecido refugio a solicitantes de asilo han sido acusados de infringir las leyes migratorias. Esta criminalización de la solidaridad tiene como objetivo disuadir a la población obrera autóctona de involucrarse en actividades que desafíen las políticas migratorias restrictivas del Estado.
En Finlandia, la represión también ha afectado a periodistas y activistas que denuncian abusos contra los derechos de las personas migrantes. Varios casos recientes han demostrado que los gobiernos están dispuestos a utilizar herramientas legales para silenciar las críticas, lo que plantea serias dudas sobre el estado de la libertad de expresión en estos países.
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