La revolución de 1905 tendrá un impacto particular en Finlandia. Aunque en los inicios del siglo XIX pasase a formar parte del Imperio zarista (a través del Tratado de Fredriksham), Finlandia gozará de cierta autonomía política en el interior del modelo de organización administrativo ruso (un parlamento propio, un ejército propio y una moneda propia, entre otras). En cualquier caso, a finales del siglo XIX Alejandro II cambiará de opinión y llevará a cabo una apuesta política a favor de la rusificación de Finlandia, atacando la mencionada autonomía relativa, despojando al Gobierno finés de las competencias que temporalmente se le habían legado (las competencias del Parlamento se reducirán) y apostando por la rusificación de las estructuras de poder de Finlandia. Obligará a los funcionarios a saber ruso, apartará del cargo a alcaldes, gobernadores de provincia y policías para poner a ciudadanos rusos en esas funciones, integrará las tropas finlandesas en el ejército ruso y nombrará al general ruso nacionalista Bobrikov gobernador de Finlandia. Además, esta campaña política incluirá una rama represiva en su interior. El Gobierno central eliminará de golpe derechos civiles y políticos tales como la libertad de expresión y la libertad de reunión. Para 1899 el zar decretará la eliminación de la autonomía política de Finlandia. Este régimen de ahogo abrirá un espacio inmejorable para expandir un sentimiento antigobierno zarista.
Desde que Suecia colonizase Finlandia en el siglo XIII se dividirán dos espacios generales en la sociedad finesa. La élite finesa, integrada en las estructuras de poder de Suecia, comprenderá su nacionalidad desde esa posición. De manera contraria, el pueblo llano finés dará continuación a ciertas costumbres más propias, si se quiere entender así. El siglo XIX presenciará el ascenso del nacionalismo fines, que se desarrollará en confrontación al nacionalismo sueco y ruso. En cualquier caso, a raíz del contexto en sus detalles, este nacionalismo refundado se fundirá con el sueco en los inicios de este proceso de rusificación (esto se da desde la anexión, pero sobre todo en la fase de agudización del proceso).
En los albores del siglo XX, el contexto comenzará a mutar. Las contradicciones del Imperio ruso se tornarán más fuertes, así como las fuerzas políticas que mostraban contrariedad hacia este. La teoría socialista llegará al país a través de las personas que habían emigrado a los EE.UU. por, entre otros, motivos económicos. Desde finales del siglo XIX la socialdemocracia finesa vivirá un crecimiento notable, amén del contexto que se estaba desarrollando en Rusia y mundialmente, hasta convertirse en un partido de masas (se creará formalmente en 1903 inspirado en el programa de Erfurt). Este carácter de masas, de manera análoga a muchos de los partidos socialdemócratas de la época, se basará en una amplia red de instituciones propias, que servirán a modo de base de operaciones para el trabajo cultural (el trabajo del SDP se desarrollará en coherencia con la teoría de los dos mundos). En cualquier caso, debemos tener en cuenta que este partido tendrá principalmente un carácter parlamentario. Con la transición pacífica al socialismo en el horizonte, se verá sumida en una estrategia de corte parlamentario, que incluso le llevará a desarrollar ciertos vínculos con el partido liberal.
Desde finales del siglo XIX la socialdemocracia finesa vivirá un crecimiento notable, amén del contexto que se estaba desarrollando en Rusia y mundialmente, hasta convertirse en un partido de masas
En este contexto, los ecos de la revolución de 1905 alcanzarán Finlandia. En contra de la direccionalidad que estaban adoptando los partidos socialdemócratas a nivel europeo en este inicio de siglo, el Partido Socialdemócrata se radicalizará en Finlandia. Además de esto, el Partido Socialdemócrata, junto con los sindicatos y demás actores que orbitan a su alrededor recibirán un gran impulso, de la mano de las condiciones objetivas descritas. El movimiento obrero realizará un llamamiento a la huelga general, que recibirá un gran respaldo por parte del pueblo finés (y de representantes políticos de lo más variados). El producto más genuino de esta fase de la revolución será el Manifiesto de Noviembre. Finlandia adquirirá una autonomía política relativa de nuevo a través de esta decisión del zar, y organizará su sistema político acorde a un sistema parlamentario.
Esto tendrá dos consecuencias políticas principales. Por un lado, atraerá a amplias masas de trabajadores al bando de la revolución. Al calor de los vientos provenientes de Rusia, recibirán una cálida bienvenida por parte del pueblo finés, cambiando el color, si se quiere, del espacio político hasta entonces copado por el nacionalismo finés, en tanto que el eje del conflicto social cambiará de dirección. En cualquier caso, la nueva coyuntura tendrá un gran impacto en las condiciones políticas, ya que a su vez propiciará la profundización de las ensoñaciones parlamentarias del Partido Socialdemócrata. En tanto que, con base en esa ensoñación o ilusión, el antagonismo social es canalizable a través de la participación parlamentaria, la socialdemocracia apostará por una transformación de la modalidad de la táctica política. Además, el reflujo del primer factor alentará dicha ensoñación. Para 1907 el partido reunirá a 100.000 trabajadores (siendo el partido con mayor relación populación/militancia de la época) y en esa senda será el primer Partido Socialdemócrata en conseguir la mayoría en el parlamento. Aun así, por ahora, los vaivenes de la historia darán la razón o peso al primer factor. Ya que las concesiones posrevolución del zar tendrán un corto recorrido. Para 1908 Finlandia volverá a estar sumida en una nueva fase de rusificación.
Esto tendrá dos consecuencias políticas principales. Por un lado, atraerá a amplias masas de trabajadores al bando de la revolución. Cambiando el color, si se quiere, del espacio político hasta entonces copado por el nacionalismo finés, en tanto que el eje del conflicto social cambiará de dirección. a su vez propiciará la profundización de las ensoñaciones parlamentarias del Partido Socialdemócrata
Entre tanto, estalla la Primera Guerra Mundial. Las contradicciones desarrolladas internacionalmente durante décadas se toparán con los límites de los estados-nación y una amplia parte del mundo se verá sumida en un conflicto bélico sin parangón. Este conflicto causará profundas consecuencias económicas y sociales en todos los países que participarán en ella, directa o indirectamente. El caso de Finlandia, en ese sentido, no representa una excepción. La vía al desarrollo en la que se encontraba el país desde la década de los 70 del siglo anterior se verá trabada. Los flujos mercantiles internacionales se romperán en lo que respecta a su funcionamiento normal, se darán despidos masivos a raíz del desequilibrio general que se estaba viviendo a nivel económico y se expandirá la escasez de recursos básicos. Estas son las condiciones que conforman el contexto de la Revolución de Octubre, y este será el contexto que la revolución viene a golpear.
Estos sucesos inaugurarán un nuevo pasaje en el relato de la Finlandia revolucionaria. La Revolución de Febrero pillará a Finlandia desprevenida. Inmediatamente, tanto los oficiales rusos como los miembros del aparato burocrático serán expulsados, los soldados rusos que se encontraban en suelo finés adoptarán una posición favorable al Soviet de Petrogrado, la policía finlandesa se disolverá para iniciar una apuesta por la creación de una milicia popular. Además, este baipás revolucionario creará una nueva oportunidad para el ala radical del Partido Socialdemócrata. El SDP desarrollará una apuesta probolchevique, que se venía gestando de la mano de la evolución de los hechos. Por ser el representante general del conflicto social, pero sobre todo porque se presentarán (los bolcheviques), como fuerza política favorable a la autodeterminación de Finlandia. De esa manera, la hipótesis de crear un contexto de conflicto social a partir del contexto bélico adquirirá presencia en Finlandia. Aun así, seguirá sin existir una cohesión real acerca de la apuesta revolucionaria dentro del partido (ni acerca de la modalidad general del proceso revolucionario, ni siquiera acerca de aspectos particulares, tales como la oposición a la guerra), y la ilusión de una potencial revolución se verá truncada por una ruptura dentro del partido. En cualquier caso, la organización obrera vivirá una fase de tremendo crecimiento, a nivel tanto cuantitativo como cualitativo (las propuestas políticas tácticas de cada momento tendrán una gran influencia en esto, tales como la adhesión al movimiento de Zimmerwald o la reforma agraria) derivado del contexto político del Imperio ruso. Paralelamente, la burguesía finlandesa comenzará a armarse, con el objetivo de hacer frente a esa ofensiva del proletariado.
Aun así, seguirá sin existir una cohesión real acerca de la apuesta revolucionaria dentro del partido (ni acerca de la modalidad general del proceso revolucionario, ni siquiera acerca de aspectos particulares, tales como la oposición a la guerra)
Los cambios que la Revolución de Febrero originará en el Imperio ruso cambiarán a su vez la situación de Finlandia. El Gobierno provisional pondrá encima de la mesa ciertas promesas de cambio, aunque, en realidad, nunca llegarán a cumplirse del todo. Además, el contexto general seguirá empeorando, se vivirán problemas de suministro en Finlandia y el hambre se extenderá, por un lado. Por el otro, la lucha en favor de la autodeterminación se volverá a reavivar, adquiriendo cuerpo dentro de un amplio espectro político (los partidos de izquierdas proyectarán la independencia de Finlandia como avance en el proceso de construcción del estado socialista, los conservadores y liberales como forma de aumentar sus cuotas de poder frente a la burguesía extranjera). Caos a nivel internacional, caos en Rusia, caos en Finlandia. Las condiciones para que todo estalle vuelven a estar dadas.
A raíz de las condiciones momento, el proceso vivirá un nuevo punto de inflexión en verano. El SDP, aprovechando la mayoría con la que contaba en el parlamento, efectuará una apuesta a favor del aumento del nivel de autonomía de Finlandia (que el Parlamento se encargue de todos los aspectos de política interior). El Gobierno central, en cualquier caso, no estará por la labor. Con la amenaza de Kerenski como excusa, los liberales y conservadores disolverán el Parlamento y conseguirán la mayoría en las elecciones que sobrevendrán. Este suceso llevará a los socialdemócratas a poner en entredicho la viabilidad de la táctica parlamentaria que con tal credulidad habían mantenido, hasta el punto de abandonar el Parlamento. Además, de la mano de este cambio de posición, se avanzará nuevamente en el proceso de aproximación hacia los bolcheviques.
En cualquier caso, el momento en el que las condiciones que tan longevamente habían madurado estallen será octubre. La Revolución en Rusia tendrá un impacto directo en Finlandia. De la mano de la eliminación del Gobierno central, la protección de la que gozaban las élites locales se esfumará. La figura de la policía oficial será de facto inexistente. En su lugar, florecerán milicias populares por doquier. La burguesía finlandesa hará lo propio, y comenzará a fundar la Guardia Nacional (que tendrá una composición principalmente agraria y estudiantil). La socialdemocracia hará lo mismo con la Guardia Roja. De la mano de este proceso, los soldados que se encontraban en aquella época en suelo finés, se posicionarán a favor de la Revolución bolchevique con el apoyo de estos. Paralelamente las protestas obreras se extenderán por todo el país. Sea como sea, en este caso será la socialdemocracia la que pise el freno del proceso, ya que la persistencia de la superstición parlamentaria la llevará a dudar acerca de la idoneidad del momento.
Aun así, las masas de trabajadores decidirán ir a la huelga (cerca del 80 % del proletariado finés de la época), y esta tornará el factor cuantitativo en cualitativo rápidamente. El empuje de estas masas revolucionarias tendrá un efecto contagio en los sectores de izquierda del Partido Socialdemócrata y, a medida que la huelga se desarrolle, se llevarán a cabo ocupaciones de edificios estratégicos y detenciones de mandatarios burgueses con la ayuda de la Guardia Roja (esto se dará, sobre todo, en las grandes ciudades, ya que en las zonas agrarias la Guardia Nacional, milicia de las fuerzas contrarrevolucionarias, contarán con una correlación de fuerzas positiva). Esta huelga abrirá una especie de situación de doble poder en Finlandia, existirá una pugna por la toma de poder, un choque entre el status quo y la revolución, y solo una podrá perdurar. El Partido Socialdemócrata pondrá su grano en esta fase del proceso. Publicará un programa de emergencia para subvertir el contexto de crisis de Finlandia, cuya vigencia se mantendría hasta que el proletariado alcanzase el poder. En cualquier caso, cabe preguntarse acerca de la comprensión del Partido Socialdemócrata hacia este grano, ya que la dirección socialdemócrata se verá obligada a pivotar a nivel discursivo a raíz de la crudeza de las condiciones subjetivas. El momento de hacer la revolución siempre será más tarde, o dicho de otra forma, la manera más eficaz de hacer la revolución será esperar. No resulta sorprendente. En esto consiste el pensamiento oficial de la época.
Esta huelga abrirá una especie de situación de doble poder en Finlandia, existirá una pugna por la toma de poder, un choque entre el status quo y la revolución, y solo una podrá perdurar
La falsedad o el carácter ilusorio de este oasis revolucionario se explicitará, ya que los moderados tomarán la dirección del proceso y decidirán revocar la apuesta del comité de huelga de Helsinki a favor de la toma del poder. En cualquier caso, la tensión entre el trabajo de contención de la dirección política y el empuje revolucionario de las masas de trabajadores representa una constante de la época, y el pulso entre estas dos fuerzas no se decantará a favor de la dirección moderada tan fácilmente. El proceso revolucionario avanza. En enero, se iniciará la Guerra Civil que dividirá Finlandia en dos zonas políticas. A un lado, las masas proletarias templadas en la larga lucha internacional y nacional de los últimos años. Al otro lado, la burguesía, con sus herramientas y armas propias, en tanto que el proceso de constitución e institucionalización de la Guardia Blanca reforzará la Guardia Nacional. Las ciudades principales se teñirán de rojo, el campo de blanco. Sin embargo, en este caso, el viento soplará a favor de la bandera blanca. Los soldados que actuaron como garantes de la revolución en octubre habían vuelto a Rusia, la Guardia Roja no estará especialmente instruida en materia militar, en el seno de las fuerzas rojas existirán tensiones de carácter nacionalista, y serán muy dependientes hacia Rusia en lo que respecta a capacidad armamentística. Frente a la debilidad de las fuerzas rojas, las fuerzas contrarrevolucionarias, contrariamente, representarán la otra cara de la moneda en la mayoría de aspectos. Además, la reacción finesa recibirá el apoyo de Alemania. Para mayo de 1918 la victoria recaerá sobre las fuerzas contrarrevolucionarias. La derrota vendrá acompañada de una profunda oleada de represión hacia los socialistas. El Gobierno detendrá a cerca de 80.000 socialistas, algunos de ellos serán asesinados por el Gobierno, con la ayuda de otro tipo de grupos; otros tantos serán enviados a campos de concentración. Muchos socialistas tendrán que huir a Rusia. El orden volverá a imponerse en Finlandia.
En cualquier caso, la principal consecuencia de la Guerra Civil será la eliminación de las condiciones de posibilidad de la potencia revolucionaria. Esto se dará en cierta medida de la mano de la eliminación física de la resistencia, pero las desavenencias dentro del movimiento obrero también pesarán en esto. Aunque durante un largo periodo distintas tendencias políticas hubiesen convivido en el seno del Partido Socialdemócrata (lo que influye en la no linealidad del proceso, en las variaciones de velocidad, modo e intensidad en el mismo), en el momento en el que el desarrollo del proceso se vea interrumpido, se dará una ruptura dentro del partido. A su vez, Finlandia se tornará en una monarquía subordinada a Alemania (al acabar la guerra los monárquicos obtendrán la mayoría en el Senado recién creado, y también representará en cierta medida la factura por la ayuda brindada a lo largo de la guerra), la realización política más genuina de la reacción, que se encargará de apagar las ascuas que restaban de la oleada revolucionaria de los últimos años. Además, junto con el golpe represivo, se correrá un tupido velo en el aspecto del relato histórico en Finlandia.
En cualquier caso, la principal consecuencia de la Guerra Civil será la eliminación de las condiciones de posibilidad de la potencia revolucionaria. Esto se dará en cierta medida de la mano de la eliminación física de la resistencia, pero las desavenencias dentro del movimiento obrero también pesarán en esto
Los sucesos que ocurren a nivel internacional volverán a poner en jaque el nuevo equilibrio de Finlandia. Los imperios centrales se rendirán frente a la Entente. La situación de inestabilidad de Alemania (derivada de los vaivenes de la guerra y la tensión revolucionaria) desembocará en nuevos cambios en Finlandia. Las tropas alemanas dejarán el país y el príncipe Federico dejará el trono. Finlandia se volverá una républica independiente a consecuencia de estos cambios, siguiendo el modelo de los países de la Entente y con el visto bueno de EE.UU y Reino Unido. De la crisis en la que el país se hallaba sumida, poca cosa. La Guerra Civil asestará un fuerte golpe a una economía ya maltrecha, y a consecuencia de la subordinación hacia Alemania que la acompaña, la economía finlandesa necesitará alrededor de media década para una recuperación mediocre.
En este contexto serán las fuerzas moderadas las que tomen el timón de Finlandia. Haciendo oídos sordos al espíritu revolucionario de la época, moderados de uno y otro lado comenzarán a trabajar sobre el compromiso de reconstruir el bienestar otrora perdido de Finlandia. Reconstrucción del orden nacional con notas del pasado. Así lo indica la composición de los Gobiernos de posguerra. Esto no representa, de ninguna manera, una excepción, ya que los Gobiernos de distintos países de Europa estarán ocupados por Gobiernos de colores apagados. La primera década del periodo de entreguerras (más o menos), será en cierta medida la época de las democracias liberales. En cualquier caso, el protagonismo político se lo llevarán en cierta medida las diferentes variantes del fascismo. En los países que perdieron la guerra, en los que perdieron en la guerra o en los que se encontraban perdidos tras la guerra las tendencias contrarrevolucionarias vivirán un pronunciado desarrollo. Demostrarán ser la herramienta más eficaz para la imposición de un orden inexistente entre otros en Alemania, Italia y España.
En este contexto serán las fuerzas moderadas las que tomen el timón de Finlandia. Haciendo oídos sordos al espíritu revolucionario de la época, moderados de uno y otro lado comenzarán a trabajar sobre el compromiso de reconstruir el bienestar otrora perdido de Finlandia. Reconstrucción del orden nacional con notas del pasado
Finlandia tampoco representará ningún tipo de oasis en lo que respecta al escenario internacional. Las características más genuinas del periodo de entreguerras tendrán su propio reflejo en este país nórdico. Finlandia se encuentra, al igual que muchos otros países en Europa, sumida en una profunda crisis económica, que vendrá acompañada de una inestabilidad política y social grave. Estos dos factores tendrán una relación simbiótica, y será necesario presionar por los dos lados, en tanto que cada uno de ellos guarda las claves para resolver el otro. Para entender este caso particular, en primer lugar debemos tomar en consideración el carácter dual de la represión tras la Guerra Civil. Esa represión llevada a cabo en el presente mira por un lado al pasado, y tiene como objetivo cortar el proceso que se viene desarrollando desde atrás. Pero por otro lado posa su mirada en el futuro, en tanto que elimina la perspectiva revolucionaria al eliminar los fundamentos de la organización obrera. El desarrollo de la organización proletaria también tiene, sin embargo, un carácter dual. Avanza en la perspectiva de organizar y desarrollar la revolución, pero en esa senda pone las condiciones para la contención del avance del enemigo. El empeño del Gobierno finés en los mencionados trabajos de limpieza creará un espacio idóneo para el desarrollo de la iniciativa política contrarrevolucionaria. El sistema político de la postguerra no representa más que otro ejemplo del carácter tramposo del sistema parlamentario: la teatralización de la participación política universal. Este objetivo, por supuesto, se cumple de manera más satisfactoria tras eliminar al enemigo de la ecuación.
El sistema político de la postguerra no representa más que otro ejemplo del carácter tramposo del sistema parlamentario: la teatralización de la participación política universal. Este objetivo, por supuesto, se cumple de manera más satisfactoria tras eliminar al enemigo de la ecuación
En el caso de Finlandia, no obstante, la agenda contrarrevolucionaria no se desarrollará por la vía de los partidos fascistas. Una vez efectuada la limpieza de postguerra de manera efectiva, una vez impuesto el relato acerca del conflicto político, puestas las bases de la nueva fase de desarrollo del proyecto nacional para Finlandia, la burguesía finesa contará con herramientas suficientes para mantener el orden dentro de coordenadas liberales. Además, cabe tener en cuenta que la experiencia de la Guerra Civil le brindará la oportunidad de dejar de lado las contradicciones fingidas y de materializarse como un bloque unitario real, frente a la amenaza de la revolución. El Estado que nacerá de ese contexto particular tendrá la capacidad de integrar las garantías que ofrecía el fascismo de manera “natural”. Será, formalmente, un régimen parlamentario, y la clave de la gobernanza se encontrará en esa falsa universalidad en la participación. Será un régimen democrático, pero de carácter autoritario. La proximidad histórica de la Guerra Civil y la proximidad geográfica y política de la Unión Soviética pondrán la tarea de aplastar toda tendencia revolucionaria en primer plano. Unas y otras fuerzas políticas se unirán por el nacionalismo ferviente y el anticomunismo (como actitud violenta contra toda expresión de la organización obrera; esto es, en su sentido más amplio) a lo largo del periodo de entreguerras. Además de ser un Gobierno de espíritu conservador, el presidente de Finlandia recibirá amplias competencias a través de la Constitución, será jefe del ejército además de jefe de Estado y tendrá amplias competencias en materia de política interior y exterior.
No hablar de predominio del fascismo no significa que no existiese fascismo. En 1929 se creará el Movimiento Lapua en Finlandia, un partido nacionalista de extrema derecha. Un partido que se crea a partir del desarrollo de las escuadras anticomunistas creadas en el contexto de la Guerra Civil. En un primer momento responderá a los avances del movimiento comunista en determinadas zonas de Finlandia, hasta que a partir de cierto momento se convertirá en un grupo paramilitar, y dará finalmente el paso de fundarse como partido con el paso de los años. Aunque no llegará a gobernar, demostrará una gran eficacia en las tareas de limpieza mencionadas, realizando el trabajo sucio de liberales y conservadores, como en tantos otros paises. Aunque no tendrá una larga vida, será un partido muy funcional a los partidos de Gobierno mientras viva.
CIERTAS CONCLUSIONES
En las décadas que rodean la Primera Guerra Mundial la historia estará abierta de par en par. La crudeza del contexto contendrá diversas opciones para el desarrollo en su interior. A un lado, la dirección capitalista de la historia, escrita en la competencia entre capitales que operan bajo la protección de los Estados nación, y que explotará en cuestión de décadas en el conflicto bélico de escala internacional. Al otro, el planteamiento revolucionario, que se desarrolla en el intento, en sintonía con las especificidades y particularidades locales. El caso de Finlandia se inserta en ese contexto, y en ese sentido, su historia también se escribe en el choque entre esas dos opciones, que toman cuerpo, claro está, en organismos políticos concretos. En cualquier caso, el relato de este choque parte de los aciertos y errores de cada una de estas partes, y Finlandia no está libre de este facto.
En ese sentido, la posibilidad revolucionaria tendrá su momento en Finlandia, pero por desgracia no conseguirá salir vencedora del pulso entre estas dos tendencias históricas. Es complicado señalar qué falla exactamente, pero en cualquier caso, está claro que en los choques entre dos fuerzas es necesario mirar a las dos partes. En este caso, la debilidad organizativa de una de las partes chocará con las fortalezas de la otra, y las masas revolucionarias se quedarán trabadas en las puertas del proceso. La posición política del Partido Socialdemócrata será determinante en ese sentido, ya que en vez de acompañar a las masas en revolución, se convertirá en principal estorbo del proceso en los puntos determinantes de este. La obsesión constante de amainar la conflictividad social y encaminarla hacia puntos de equilibrio atacará la potencialidad revolucionaria constantemente.
La posición política del Partido Socialdemócrata será determinante en ese sentido. La obsesión constante de amainar la conflictividad social y encaminarla hacia puntos de equilibrio atacará la potencialidad revolucionaria constantemente
Dos elementos en lo que respecta al contexto de entreguerras. Aunque en un principio hubiese otro tipo de planes, Finlandia se convertirá en una República Democrática al final. Esto, en cualquier caso, no le impedirá presentarse como un país de carácter conservador y autoritario. Del momento en el que acaba la guerra en adelante, queda clara la posición de este Gobierno frente a la revolución y los revolucionarios, y en cierta medida desarrollará su acción en consonancia a los mismos principios durante los próximos años. La prioridad del Gobierno finés será aplastar la potencia revolucionaria y empleará los medios necesarios para ello. En cualquier caso, esta puede ser comprendida como característica de la época. A fin de cuentas, la primera mitad del siglo XX está atravesada por la revolución en potencia y, en ese sentido, se desarrolla en constante choque entre la revolución y la contrarrevolución, siendo este el proceso de fondo de los sucesos particulares y de diversos procesos locales. El papel del fascismo se encuadra dentro de este contexto. Aunque en Finlandia no conseguirán la dirección del Estado, tanto las medidas como la acción autoritaria y el anticomunismo ferviente (como elementos constitutivos del fascismo) tendrán un papel especial en el conflicto descrito. La capacidad de imponer el orden en parámetros “democráticos” dejará en segundo plano al fascismo organizado en el caso finés, siendo así que se reserva para otros fines. Ocurrirá algo parecido en otras experiencias históricas, en las que tanto antes de llegar al poder como en el caso de no hacerlo, fascismos particulares fueron funcionales a los gobiernos locales en distintos países.
El papel del fascismo se encuadra dentro de este contexto. Aunque en Finlandia no conseguirán la dirección del Estado, tanto las medidas como la acción autoritaria y el anticomunismo ferviente (como elementos constitutivos del fascismo) tendrán un papel especial en el conflicto descrito
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