FOTOGRAFÍA / Monscapgirats
2024/11/01

El modelo socialdemócrata es aquel que mejor representa las bondades del sistema capitalista. No por nada evita siempre adoptar como modelo aquel que permita demostrar que la sociedad actual y su modelo organizativo, así como la dominación burguesa, están obsoletos. Los grandes modelos son aquellos estados que realizan grandes inversiones en gasto social, los que establecen leyes de regulación del mercado o los que invierten en investigación y desarrollo; son el modelo de la prosperidad capitalista, no los de su crisis y agotamiento histórico.

Ahora bien, el modelo socialdemócrata es un modelo que existe sólo en su pensamiento. Se apodera de lo que considera positivo, mientras que obvia o evita hablar de lo que, a su juicio, es negativo. La ilusión óptica consiste en que realmente es imposible hacer tal tipo de distinción, pues lo positivo y lo negativo no son sino la distorsión de lo que realmente es; una distorsión que se encuentra en el núcleo de la ideología capitalista. De modo que, al tono del socialismo burgués que se caracteriza ya en el Manifiesto Comunista, pretende acabar con las miserias del capitalismo, sin acabar con el capitalismo, que es esencialmente y necesariamente miseria para la clase de los desposeídos.

Para la socialdemocracia, la prosperidad y la riqueza –en su forma capitalista, medidos en dinero–, las políticas sociales… son lo positivo a preservar, mientras que aquello que lo posibilita ha de ser negado, en la mente o en el discurso, pues su negación real implica la desaparición de la prosperidad y las políticas sociales que reivindican. En definitiva, si existe un modelo es porque la mayoría de los países no se corresponden ni pueden corresponderse con el mismo; si existe el modelo en positivo, eso es porque lo negativo lo posibilita. En el sistema capitalista, la riqueza es producida por la pobreza, en todos los sentidos. Primero, porque la clase que encarna la pobreza, el proletariado, es la que produce la plusvalía, o forma de riqueza capitalista. Segundo, porque en tanto que la sociedad se constituye sobre polos opuestos, antagónicos, de clases sociales, la cuestión de la riqueza se dirime relativamente, como desposesión en un polo para acumulación en otro. No existe nada parecido a la riqueza en absoluto, así como un rey no puede serlo en el sentido absoluto, sin súbditos a los que gobernar.

Para la socialdemocracia, la prosperidad y la riqueza –en su forma capitalista, medidos en dinero–, las políticas sociales… son lo positivo a preservar, mientras que aquello que lo posibilita ha de ser negado, en la mente o en el discurso, pues su negación real implica la desaparición de la prosperidad y las políticas sociales que reivindican

Así pues, reivindicar un modelo de economía capitalista significa reivindicar al capitalismo, con todas sus consecuencias, y no, como los socialdemócratas reivindican, mejorar las condiciones de vida de la clase obrera. Al contrario, la reivindicación de un modelo positivo de capitalismo no hace sino reforzar, en el polo opuesto de la balanza, la miseria generalizada del proletariado, las cadenas que le unen al sistema de producción de pobreza. Del mismo modo, reivindicar políticas para la prosperidad del propio país, significa reivindicar pobreza para otros. No hay emancipación proletaria en estrategias nacionales de acumulación de capital; incluso en aquellas victoriosas que permiten la constitución de una clase media extensa, el proletariado sigue en las calles, despojado, como viva imagen de que seguimos aquí, y aquí seguiremos hasta su completa emancipación.

Pero esto no es una simple cuestión económica. La superioridad económica de una nación implica igualmente superioridad política; esto es, la superioridad no es una cuestión de hecho, lo es de derecho, de sujeto. Lo que implica y presupone constantemente una superioridad económica es la superioridad del Estado, la superioridad política de una nación determinada, de su burguesía, en el tablero mundial. Porque la economía no se da de por sí, ni es una cuestión de relación entre cosas. La economía es una relación social donde la dominación política juega un papel indispensable.

Pero esto no es una simple cuestión económica. La superioridad económica de una nación implica igualmente superioridad política; esto es, la superioridad no es una cuestión de hecho, lo es de derecho, de sujeto. Lo que implica y presupone constantemente una superioridad económica es la superioridad del Estado, la superioridad política de una nación determinada, de su burguesía, en el tablero mundial

No es que un país modelo para socialdemocracia –en este número en concreto, los países nórdicos– demuestre simple y llanamente que se pueden adoptar políticas de prosperidad si se toman decisiones económicas correctas. El sujeto surge precisamente en el espacio que se constituye entre el lado positivo y el lado negativo socialdemócrata; surge en el estado de crisis interna al propio objeto. Así, la prosperidad económica unida al modelo que la socialdemocracia reivindica es una prosperidad sostenida sobre la explotación de la miseria, del proletariado, y más aún del proletariado de los países pobres. Y eso es una decisión, en tanto que la miseria es una condición de la prosperidad.

La socialdemocracia obvia y oculta que sus países modelos son países imperialistas en el sentido más político del término, leninista, y no en el sentido academicista que justifica una tendencia cuasi-mecánica de la economía capitalista, que representa al sujeto responsable casi como víctima de un imperativo económico, de un hecho natural; oculta que participan de las políticas de la OTAN, que adoptan políticas antimigratorias muy específicas con el fin de sostener un modelo económico basado en la alta tecnologización y cualificación del trabajo… Oculta la historia de esos países, nada desdeñable para entender su posición económica actual, de apoyo a regímenes totalitarios, al nazismo, a la Unión Europea. Oculta sus tendencias actuales, estas sí necesarias e intrínsecas a su posición en el tablero político, de derechización y radicalización.

En definitiva, la prosperidad no es un hecho económico, entendido como abundancia de cosas. No se puede explicar solo por la posesión de mayores recursos naturales en una posición geográfica favorable; eso sería como explicar el resultado de una guerra solo por cuestiones meteorológicas o de condiciones del terreno. Cuestiones que son importantes, pero lo determinante acaba por ser las capacidades que se tienen para hacer frente a las adversidades.

La prosperidad no es un hecho económico, entendido como abundancia de cosas. No se puede explicar solo por la posesión de mayores recursos naturales en una posición geográfica favorable; eso sería como explicar el resultado de una guerra solo por cuestiones meteorológicas o de condiciones del terreno. Cuestiones que son importantes, pero lo determinante acaba por ser las capacidades que se tienen para hacer frente a las adversidades

En este caso también, la clave del asunto es identificar quién posee esos recursos, no en un sentido de delimitación geográfica, sino en un sentido geopolítico y de control real sobre los mismos. Y la socialdemocracia reconoce esa distinción, pues sabe y argumenta que todo es cuestión de políticas adoptadas, lo cual, sea dicho de paso, es falso, en el sentido de que cree que cualquier política sirve para cualquier lugar. Ahora bien, sabe que hay unas políticas específicas a adaptar según el contexto concreto, y sabe también, y por eso no hay absolución posible, que esas políticas pasan por la miseria del proletariado y, sobre todo, del proletariado de los países más pobres. Reivindican una mayor tecnologización y modernización del sistema productivo, la intervención estatal en ese proceso, para asegurarse una mayor parte del pastel globalmente producido, cuyo principal ingrediente es la gelatina de trabajo indiferenciado acumulado, esto es, trabajo explotado al conjunto de la clase obrera.

Decíamos que lo determinante no es la disposición geográfica de los recursos, sino la forma en la que se poseen, apropian y organizan. No es suficiente con poseer petróleo en los límites de un estado, se requiere el control efectivo sobre su proceso productivo, capacidad de apropiarse del mismo. Y así como hay países pobres con grandes recursos naturales, cuyo control recae sobre países imperialistas, así es necesario una capacidad política para adueñarse de los mismos, esto es, ser parte indispensable e importante del ordenamiento mundial y el poder político imperialista. Ese es el pequeño dato que escapa a la socialdemocracia cuando compara su modelo económico con el de los países triunfantes.

Lo determinante no es la disposición geográfica de los recursos, sino la forma en la que se poseen, apropian y organizan. No es suficiente con poseer petróleo en los límites de un estado, se requiere el control efectivo sobre su proceso productivo, capacidad de apropiarse del mismo. Y así como hay países pobres con grandes recursos naturales, cuyo control recae sobre países imperialistas, así es necesario una capacidad política para adueñarse de los mismos, esto es, ser parte indispensable e importante del ordenamiento mundial y el poder político imperialista
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