Aingeru Otxotorena, Dorleta Agiriano e Isaak Ziaurritz FOTOGRAFÍA / Aitor Arroyo
2021/11/04

Aun teniendo la sospecha de andar dando vueltas, nunca es fácil iniciar un nuevo camino. Aún menos, si hay algo que te ata. En los últimos años, haciendo caso a esas sospechas, muchas y muchos han reunido en Euskal Herria la visión, el coraje y la fuerza para recorrer un nuevo camino, y ejemplo de ello es la materialización del Movimiento Socialista. Hablamos con Dorleta Agiriano (Zarautz, 1994), Aingeru Otxotorena (Hernani, 1995) e Isaak Ziaurritz (Iruñea, 1996), tres de los jóvenes que dieron aquel primer paso.

Para comenzar, ¿podéis situar vuestra posición militante de hace unos cinco o seis años? Estamos hablando, sobre todo, del contexto económico, político y personal: ¿dónde realizabais vuestra actividad militante, cuáles eran las condiciones económicas de la militancia y cuáles eran los debates y las preocupaciones principales entre la militancia?

Dorleta Agiriano: Empecé a militar cuando estaba estudiando en la universidad; primero en la organización juvenil Ernai (se acababa de crear), y después en la organización estudiantil Ikasle Abertzaleak (IA). De todas formas, en esos años anduve sobre todo en el movimiento estudiantil. Vivía fuera de casa de mis padres y de mi pueblo por los estudios, e intentaba unir la militancia de la universidad (en IA) y la del pueblo (Ernai). Pues en aquellos tiempos, como muchos otros, era normal militar a la vez en los dos espacios.

Empecé a militar en un momento donde el movimiento estudiantil, y principalmente IA, estaba tomando mucha fuerza en la universidad; ya que no es casualidad que yo y muchos otros hiciéramos esa elección. Cada vez más militantes nos unimos a los diferentes espacios políticos del movimiento estudiantil, en el que IA tuvo un papel fundamental.

Cada vez más militantes nos unimos a los diferentes espacios políticos del movimiento estudiantil, en el que IA tuvo un papel fundamental

Aingeru Otxotorena: En aquel tiempo yo también era militante de Ernai. Se puede decir que en nuestro pueblo, Hernani, siempre ha habido una cultura militante, y que cumplidos los 15-16 años era un paso natural empezar a militar. Yo empecé a militar en el llamado proceso ZukGua; el objetivo de ese proceso era crear una organización juvenil, que después sería Ernai. Hace cinco-seis años, exactamente, estaba estudiando la carrera de filosofía en la universidad. Cada vez veía más cerca el momento en el que tendríamos que acceder al mercado laboral, aunque hasta entonces también hubiera estado trabajando en el bar o dando clases particulares.

¿Qué teníamos claro entonces? Que nunca tendríamos esa vida que han tenido nuestros padres y madres. Lo ocurrido con la crisis del 2008 todavía lo veíamos muy cerca, y, junto con eso, teníamos claro, por ejemplo, que era imposible tener acceso a una vivienda, que los precios de los alquileres eran escalofriantes; aumentaban los conflictos laborales, y no había ningún movimiento que incluyera dentro de una única lógica todo eso que vivíamos en nuestra piel.

D.A. Creo que entonces, en el fondo, teníamos una gran preocupación los jóvenes militantes: a ver si el trabajo que hacíamos servía de algo, a ver si se podía cambiar algo, a ver si servía para hacer frente a lo que se venía; a ver si estábamos actuando de forma correcta. Y cada vez hablábamos más de eso; en la universidad, en los pueblos, en los espacios políticos. Ya que cada vez veíamos menos motivos para ser optimistas, digamos, atendiendo a la realidad económica y social que parecía cada vez más difícil y a la capacidad o alcance real del trabajo que estábamos realizando ante ello.

Isaak Ziaurritz: Yo hace cinco años desarrollé mi actividad militante en Ikasle Abertzaleak. Por lo tanto, mi mayor vínculo militante ha estado unido al ámbito educativo. Entre 2008 y 2015 confluyeron importantes factores y acontecimientos en Euskal Herria. Por un lado, como ha mencionado Aingeru, la recesión económica mundial que bloqueó el desarrollo social y económico capitalista abrió la puerta a una nueva fase movilizadora relacionada con las condiciones de vida y el mundo laboral. Por otro lado, la reformulación estratégica de la Izquierda Abertzale dio inicio a un nuevo momento histórico en nuestro territorio. Esos dos factores centrales pueden situarse como causas de los cambios políticos de los próximos años.

La Izquierda Abertzale, además de dar por finalizada para siempre la estrategia armada, teniendo como objetivo hegemonizar la lucha institucional, situó en un segundo nivel la línea movilizadora. Al mismo tiempo, la subida de violencia que suponía el retroceso económico situaba una y otra vez a la Izquierda Abertzale en una posición incómoda. La actividad y línea movilizadora del movimiento popular impulsada durante años por la Izquierda Abertzale fueron abandonadas, por lo general, con el cambio de estrategia. Junto con eso, las organizaciones y agentes del movimiento popular notaron una creciente necesidad de movilización, mientras empezaban a quedarse sin dirección política. Es decir, mientras que a nivel de España y Europa empezaban a crearse movilizaciones de gran impacto (15-M, Marchas de la dignidad, huelgas generales, movilizaciones en contra de los recortes en cualquier ámbito, huelgas en contra de los recortes en educación, etc.), en Euskal Herria andábamos en un quiero y no puedo. El objetivo era, además, institucionalizar la línea movilizadora hasta entonces hegemonizada por la Izquierda Abertzale.

Aún así, los agentes oficiales mantuvieron en aquel momento una ambigüedad equilibrada en cuanto al movimiento popular. Es decir, mientras empezaron a desarrollar la estrategia del abandono en un segundo plano, en determinados momentos salían en defensa implícita de los mismos por efecto de la presión social. En esa ambigüedad, mantuvieron satisfecha la base social a pesar de que los objetivos de la estrategia eran totalmente opuestos.

Así, un factor principal de esa época fue el tratamiento de la violencia. Ese tema puso a la Izquierda Abertzale contra las cuerdas. En el ámbito educativo, por ejemplo, los incidentes en huelgas generales o movilizaciones provocaron nuevas situaciones en las instituciones. Cada vez se volvieron más comunes las denuncias públicas del «oficialismo» después de varias acciones.

En cuanto a nosotros, podemos decir que esa ambigüedad política nos confundía. En ese momento óptimo para abordar la movilización y la organización, la Izquierda Abertzale quiso debilitar o absorber políticamente expresiones organizativas «no oficialistas». Sin embargo, llegamos a recuperar un nivel organizativo no visto desde hace tiempo. Las masivas redadas policiales previas y la coyuntura política general provocaron pánico y desmovilización en las generaciones que nos precedieron; es evidente el vacío militante en la franja de edad de quienes tienen entre 10 y 15 años más que nosotros.

En ese momento óptimo para abordar la movilización y la organización, la Izquierda Abertzale quiso debilitar o absorber políticamente expresiones organizativas «no oficialistas». Sin embargo, llegamos a recuperar un nivel organizativo no visto desde hace tiempo

En aquella época era muy difícil desarrollar un pensamiento crítico fuera de los parámetros definidos por el «oficialismo». No nos limitamos a la Izquierda Abertzale. Dado que, mediante la influencia directa o indirecta de ésta, también metemos en el mismo saco la teoría y la agenda del movimiento popular. ¿Cuáles eran los fundamentos principales de la crítica «primitiva» que le hacíais al «oficialismo» en aquellos tiempos?¿Y para hacer esas críticas qué referentes intelectuales teníais (hablamos de periódicos, páginas web, publicaciones, corrientes teóricas…)?

D.A. No es fácil recordar las críticas que hacíamos por entonces y sobre todo explicar cómo las razonábamos. Pero relacionado con lo que he dicho antes, yo al menos tenía una idea muy presente: me sorprendía el optimismo del «oficialismo». Al mencionar el optimismo no me refiero a la ilusión, esperanza o sentimientos similares de los militantes; sino que veía que las interpretaciones e ideas que se proclamaban desde el «oficialismo» de forma cada vez más obstinada no tenían capacidad para afrontar un realidad marcada por diversas crisis, ni para poder cambiarla de raíz. Cada vez era más evidente la apuesta del «oficialismo» por integrarse en el Estado y tratar de influir tanto desde las instituciones como desde la legalidad burguesa, con todo lo que ello implicaba; principalmente, difuminar cada vez más la perspectiva de clase y dejar de alguna forma en el olvido un programa político basado en ella.

Cada vez era más evidente la apuesta del «oficialismo» por integrarse en el Estado y tratar de influir tanto desde las instituciones como desde la legalidad burguesa

Con todo eso nos encontramos muchos de los jóvenes que habíamos empezado a militar. Y parecía que ya no podíamos creer en la revolución. Que se tomaba por utópica. Sin embargo, lo que a muchos nos parecía cada vez más utópico era la apuesta política del «oficialismo», si es que queríamos cambios de raíz.

A.O. Tales inquietudes, desacuerdos o críticas iniciales estaban ligadas a diversas cuestiones entre los que veníamos de la Izquierda Abertzale: los modelos de movilización, la obediencia absoluta a Sortu, la pérdida de la visión obrera, el hecho de darle excesiva importancia a la lucha parlamentaria, el interclasismo, la cuestión de la amnistía… había muchos puntos que, aunque de una manera intuitiva, eran fáciles de ver.

D.A. Y así, se generaron muchos debates, entre otros, sobre qué camino había tomado el «oficialismo» y qué se podía hacer ante ello. Yo recuerdo especialmente los textos que se publicaban en la página web de Borroka garaia da! y los largos debates surgidos a raíz de ellos. Y, desde la curiosidad de lo que podríamos hacer, muchos empezamos a recurrir sobre todo a textos más clásicos de corrientes marxistas y a debatir en varios espacios formales e informales.

A.O. Yo también recuerdo especialmente que seguía muy de cerca los debates de la página web Borroka garaia da!. Después, algunos compañeros del pueblo empezamos a trabajar textos de varios usuarios que participaban en este portal, así como textos de la revista Nahimen y del proyecto Kontu Lepo de los compañeros de Azpeitia; en cierto modo, aquello era un intento de dar una lógica a esas intuiciones nuestras. La experiencia de los últimos años nos ha servido, entre otras cosas, para racionalizar esas intuiciones iniciales.

I.Z. En mi opinión, hay que mencionar dos grandes cuestiones a este respecto, aunque es mucho más complejo el conglomerado de debates que se dieron entonces: la necesidad de un liderazgo político y la naturaleza de nuestra actividad política. La acción de poner estos temas sobre la mesa tuvo importantes consecuencias en el futuro de nuestra actual estructura política. Por un lado, se abrieron espacios para el debate político e ideológico, se empezaron a construir redes entre agentes e individuos a nivel de Euskal Herria y, sobre todo, se dieron los primeros debates políticos para dar paso a un nuevo paradigma político compartido, tanto a nivel público como interno, entre las secciones políticas de entonces. Por otra parte, el número de militantes que se situaban fuera del «oficialismo» era cada vez mayor. Sin embargo, la forma no estaba clara.

Se defendían tres tesis principales en estos debates. Por un lado, había que dar paso a un nuevo paradigma político. En segundo lugar, situarse fuera del «oficialismo» de la Izquierda Abertzale, pero asumir la identidad del movimiento sociopolítico y las tesis políticas históricas (Movimiento de Liberación Nacional Vasco, MLNV). En tercer lugar, estaba el deseo de transformar a toda la Izquierda Abertzale, incluida la «oficialista». Con el tiempo, la ilusión que podíamos tener para transformar ese espacio político se fue desvaneciendo; motivada por las prohibiciones de debatir, el conformismo y nuestro desarrollo político.

A pesar de que algunos agentes del movimiento popular estaban llevando a cabo estos debates, también fuera de él había algunas manifestaciones organizativas que surgieron, sobre todo, a causa de tratar esta última cuestión. Es decir, algunos grupos comenzaron a desarrollar una organización propia que se situaba fuera del «oficialismo». Sin embargo, tanto en esas expresiones como en las de los agentes más críticos del movimiento popular no existía una estrategia y organización unificada.

Los debates se prolongaron durante años y se fueron aclarando las tendencias y las diferentes formas organizativas. Las charlas de las Herri Unibertsitate (universidades populares), los debates de la página web Borroka garaia da!, el congreso sobre la Crítica de la Economía Política celebrado en la UPV-EHU o los puntos de encuentro organizados por los gaztetxes y otros agentes fueron espacios para el desarrollo de estos temas. Así se evidenciaron las diferentes posiciones políticas existentes en Euskal Herria. Sería largo explicar ahora las posiciones de aquella época y analizar su evolución. Sin embargo, en aquel contexto compartido, la discrepancia respecto a la Izquierda Abertzale fue un hito. A partir de ahí, esas posiciones se desarrollaron.

Los debates de aquella época se daban, por un lado, a nivel intelectual con la Izquierda Abertzale; pero, por otro, también estaban orientados al desarrollo de una nueva estrategia revolucionaria. Los elementos de estos debates eran, entre otros, la definición de los conceptos de «estado» y «partido», la caracterización del interclasismo, la estructuración social, el desacuerdo con el etapismo en sentido general, la globalización de la perspectiva de clase (es decir, la comprensión de la dominación de clase eliminando los conceptos generales interclasistas), la reflexión estructural en torno a la crisis capitalista... Este fue el nacimiento no formal del Movimiento Socialista; a partir de ese proceso dialéctico se empezó a dar forma al futuro Movimiento Socialista formal.

Los elementos de estos debates eran, entre otros, la definición de los conceptos de «estado» y «partido», la caracterización del interclasismo, la estructuración social, el desacuerdo con el etapismo en sentido general, la globalización de la perspectiva de clase (...), la reflexión estructural en torno a la crisis capitalista...

Los individuos y agentes que en aquel momento se encontraban sin cohesión política y dispersos comenzaron a organizarse formalmente y a formar parte de la integridad de sus tendencias. Sin embargo, no quiero poner a todas las nuevas tendencias y organizaciones al mismo nivel.

¿Desde entonces cómo ha cambiado vuestro punto de vista político/estratégico? ¿Cuáles han sido los avances estratégicos y las perspectivas que habéis dejado atrás?

D.A. Como ha explicado Isaak, hace cinco o seis años muchas personas y sectores criticamos el «oficialismo», pero yo creo que la mayoría todavía no imaginábamos bien cómo podríamos hacer «otra cosa»; qué era poner sobre la mesa una oposición real y completa, y cómo podíamos dar pasos para abordar y afrontar todo lo que teníamos encima desde la base. Pero los debates, la elaboración de la teoría política y el deseo por dar resoluciones políticas a las intuiciones iniciales prosperaron y se adquirió en ciertos sectores la capacidad de poner ciertas bases políticas nuevas. Y creo que de la mano de la creación y del proceso de desarrollo del Movimiento Socialista del que ha hablado Isaak ha venido, por fin, el avance más importante. Además de identificar y señalar de forma cada vez más precisa los diversos elementos en los que se sustenta la realidad que vivimos, todo ello ha llevado al Movimiento Socialista a asumir las implicaciones que debería tener en una estrategia política revolucionaria, realizando las caracterizaciones y precisiones necesarias para ello, con responsabilidad y valentía. Porque no basta con criticar el «sistema» y los elementos que lo conforman, si no estamos dispuestos a asumir íntegramente el significado político de combatirlos y superarlos, y si todas estas implicaciones no tienen un reflejo concreto en la estrategia política.

No es posible andar a medias, y «recuperar» lo que el «oficialismo» había dejado atrás consistía precisamente en ello. Antes muchos pensábamos que la solución era recuperar, de alguna manera, ciertas proclamas y trabajos (perspectiva de clase, «la calle», etc.) que el «oficialismo» había rechazado con el tiempo. Pero la cuestión no era esa; eran las premisas básicas las que había que revisar. En cuanto a los avances estratégicos, diría que ser consciente de ello ha sido uno de los más importantes. Darse cuenta de ello y lo que eso significaba; que había que romper con una tradición, asumirlo uno mismo. Y, más allá de la crítica, no todos se atrevieron a dar ese paso.

A.O. Debemos tener claro, además, que el ciclo de lucha revolucionaria que se ha vivido en Euskal Herria en las últimas décadas llegó a su límite. Esto implica una lectura crítica de esta evolución. Y creo que este es uno de los puntos más importantes que distingue al Movimiento Socialista del resto de movimientos que podemos encontrar en el contexto política de Euskal Herria. Esto significa que, realmente, el Movimiento Socialista es el único movimiento que hace su planteamiento en la ruptura con el ciclo político anterior. Sus ejes principales son la independencia política del proletariado, la recuperación del proyecto político histórico del comunismo, imprescindible para ello, y su adecuación a las características que tenemos en Euskal Herria, sin perder el carácter internacional del comunismo.

Una pregunta relacionada con lo anterior. ¿Consideráis al Movimiento Socialista disidencia de la Izquierda Abertzale o supone para vosotros una ruptura con esta (MLNV)? ¿En qué se basa vuestra respuesta?

D.A. Sin duda alguna, el Movimiento Socialista supone una ruptura, porque ha revisado las premisas políticas básicas del MLNV y ha iniciado una vía política con otro tipo de bases y aspiraciones. Diría que el Movimiento Socialista no quiere recuperar, como otros, una supuesta tradición perdida de la Izquierda Abertzale: quiere crear una nueva cultura política que permita una revolución comunista.

A.O. En mi opinión, ser disidente implica formar parte de algo; es decir, seguir estando de acuerdo con la estrategia general, aunque no coincida con varios pasos tácticos. En nuestro caso, esto no ocurre en absoluto. Por eso decimos que se dio una ruptura con la Izquierda Abertzale.

Ha sido evidente que en nuestro pueblo esa ruptura ha tenido consecuencias más allá del plano político, en las relaciones personales, etc. Pero desde el principio teníamos claro que había que ser sinceros tanto con nosotros mismos como con el ámbito político en el que participábamos y asumir las consecuencias que traía la citada ruptura.

I.Z. En Euskal Herria, como pocas veces, se ha planteado la comprensión de la integralidad basada en la universalidad. Difundiendo premisas que tienen como objetivo la revolución socialista, una nueva estrategia para un nuevo paradigma político. Más allá de estrategias limitadoras y formas organizativas obsoletas, el nacimiento del Movimiento Socialista supone los primeros pasos hacia la destrucción del sistema capitalista, raíz de todas las opresiones. Tampoco creo que sea, por tanto, un movimiento de continuidad del patrimonio histórico de la Izquierda Abertzale. No somos militantes de la disidencia de la Izquierda Abertzale. Sino militantes del Movimiento Socialista.

De hecho, ese momento histórico que he mencionado nos sirvió para analizar los valores políticos y la estrategia desde una perspectiva diferente a muchos de los miembros que militábamos en el espacio político de la Izquierda Abertzale. Durante años, además, ha habido una lucha constante por el mismo espacio político entre el Movimiento Socialista, la disidencia de la Izquierda Abertzale y la propia Izquierda Abertzale. Sin embargo, esa lucha debería agotarse, ya que es la consecuencia lógica de las diferentes estrategias. Nuestro espacio político no tiene fronteras, al lado de estrategias limitadoras.

Hoy, de todas formas, es comprensible la confusión. Hemos asimilado el modelo de militancia, la cultura o algunos proyectos políticos por inercia, lamentablemente, y los reproducimos una y otra vez. Por eso es importante que tanto las nuevas generaciones del Movimiento Socialista como las de más edad tengan claro que formamos parte de un nuevo paradigma político. Y que, por tanto, la construcción del socialismo no se basa en las mencionadas inercias históricas.

¿Qué diferencias observáis entre las características de la militancia de hace cinco o seis años y los militantes del actual Movimiento Socialista? ¿Hay alguna verdad o característica que haya quedado olvidada desde aquella época pero que habría que recuperar?

D.A. Hace cinco o seis años muchos militantes nos sentíamos políticamente huérfanos, sin espacios políticos para trabajar con total convicción y sin tener del todo claro a dónde ir. Eso generaba frustración, pero también fue un estímulo; para debatir constantemente, para leer, para escuchar, para pensar, para intentar buscar respuestas correctas, para darle vueltas a la cabeza una y otra vez. Era de emergencia.

Es un logro enorme que, en tan pocos años, el Movimiento Socialista haya reunido a tantos jóvenes, y que tantos jóvenes actúen con tanto entusiasmo en el movimiento. Compartiendo una comprensión política y por convicción. Pero creo que quizá hay algo que hay que recuperar que, hace cinco o seis años y por necesidad, tantos y tantos jóvenes sentimos en lo más íntimo: el afán de aprender constantemente, de entender lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor, de reflexionar de forma profunda sobre lo que había que hacer y de actuar con total ambición. Éramos muy exigentes con nosotros mismos, temiendo que no fuéramos capaces de responder al nivel que exigía el momento político. La dureza de esta época exige tanto todavía hoy, a pesar de trabajar con convicción en un movimiento. Esa actitud, ese entusiasmo, esa curiosidad y esa ambición insaciable no podemos dejarlas atrás.

A.O. Yo diría, de todas formas, que son modelos de militancia muy diferentes el de entonces y el actual. Precisamente, este ha sido uno de los principales retos a los que se ha enfrentado el Movimiento Socialista: crear una nueva cultura militante. Si hubiéramos puesto en marcha un proyecto político nuevo pero hubiéramos seguido con la misma cultura militante, se correría el riesgo de reproducir algunas cosas que no queríamos reproducir. El Gazte Topagune Sozialista celebrado en octubre muestra de forma inequívoca el modelo de militancia que se esfuerza por crear el Movimiento Socialista: comprometido, formado, disciplinado, honesto, responsable, que superpone la racionalidad... Claro, eso no es algo que se consiga de un día para otro. Por otro lado, creo que deberíamos estar dispuestos a recibir o recuperar cualquier aportación que sirva para el desarrollo del socialismo. La Izquierda Abertzale ha hecho muchas cosas bien a lo largo de su larga historia, que también las tenemos en cuenta.

I.Z. Creo, por otra parte, que la diferencia más evidente entre las futuras generaciones y las nuestras es que unas son las principales responsables de su creación y otras han militado después de su creación. De ahí que la principal responsabilidad y función recaiga sobre las generaciones más antiguas. Nos corresponde a nosotros explicar de dónde vienen las tesis políticas, cómo hemos llegado a ciertas conclusiones y qué inercias políticas queremos transformar. Los nuevos militantes deben sentirse expresamente parte de un nuevo paradigma político. Tenemos que ampliarnos, flexibilizar algunas tácticas que hasta ahora nos han sido útiles y dar paso a otras nuevas. Para que la praxis revolucionaria vaya de la mano de la teoría revolucionaria, debemos ser consecuentes en nuestra ejecución política y transmitirla. Al fin y al cabo, en la medida en que el comunismo se fundamenta en las relaciones de paz de la universalidad humana, tendremos que desarrollar también una táctica que guarde relación con ella.

En la medida en que el comunismo se fundamenta en las relaciones de paz de la universalidad humana, tendremos que desarrollar también una táctica que guarde relación con ella

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