Es bastante conocido el rol que jugó el Partido Comunista Francés en la Segunda Guerra Mundial. Aunque realizó una labor heroica en la Resistencia contra los nazis en todas las dimensiones de la lucha, y a pesar de una gran pérdida de reputación debido al pacto Molotov-Ribbentrop (ya que no tomó parte en la Resistencia hasta que después de que los nazis invadieran Francia), a partir de 1941 recuperó rápidamente su reputación, debido a la total determinación e implicación de los cuadros comunistas. Reflejo de esto es que después de la Segunda Guerra Mundial llegó a ser el partido comunista de masas más grande de Europa, así como el partido más votado en Francia.
Aun así, hay unos pasajes protagonizados por el Partido Comunista Francés que no son tan conocidos pero que condicionaron el destino de la Segunda Guerra Mundial y de la revolución comunista: hablamos del estallido proletario francés de mayo de 1936. El asalto de los trabajadores trajo consigo la ocupación masiva de fábricas, una actitud agresiva hacia la patronal, una dinámica autónoma fuera de cualquier partido o sindicato, y la oportunidad de, más allá de ser un mero movimiento económico, crear órganos de poder del proletariado revolucionario (los soviets) con perspectiva de expandirse a nivel territorial. Como veremos, la decisión de la dirección de ese movimiento cayó en manos del Partido Comunista Francés.
Desde una perspectiva comunista, es posible sacar lecciones de toda la historia del Partido Comunista Francés; pero considero que los sucesos de 1936 tienen una gran relevancia y que podrían ser fuente de inspiración para el comunismo de hoy en día, tanto por su complejidad como por la confluencia de muchos elementos, ya que a menudo las resoluciones, impuestas por la coherencia entre la coyuntura táctica y los principios estratégicos exigen grandes sacrificios. Este texto tiene la intención de reflexionar en ese sentido.
Pero lo que está claro es lo siguiente: a partir de 1929 las oportunidades revolucionarias volvieron a Europa y la Komintern supo leer esta realidad cuando declaró que era necesario crear grandes frentes antifascistas y anticapitalistas, ya que la conciencia de las masas obreras y los sectores populares todavía no estaba a favor de la revolución socialista y, por lo tanto, el Frente Popular, por medio de la táctica del “frente obrero único” debía instigar las contradicciones internas de la burguesía imperialista
Con respecto al contenido: no se puede entender el Partido Comunista Francés sin la Komintern (la Internacional Comunista), ya que el partido fue un destacamento nacional de dicha Internacional. No entraremos a estudiar la evolución ni la naturaleza de la relación entre el Partido Comunista Francés y la Internacional Comunista, aunque sin duda fue un factor de peso. Así, observaremos el análisis que la Internacional Comunista hace del contexto histórico, para comprender cuál era la táctica del Frente Popular y el sentido que este pudiera tener desde la perspectiva del desarrollo de la revolución socialista. Junto con ello, aterrizaremos en la Francia de 1934-36 y, por último, se problematizará la posición que el Partido Comunista Francés tomó en los sucesos de 1936.
El VII congreso de la Komintern, 1935
Según el VII congreso de la Internacional Comunista, el capitalismo entró en fase agónica en 1929, aproximándose hacia su muerte; esto traía consigo el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora, la cual había comenzado a organizarse en fuertes movimientos obreros: en Austria, las milicias obreras contra la dictadura de Dollfuss; en Londres, las marchas del hambre promovidas por desempleados, socialistas y el partido comunista; en Paris, la lucha contra la liga fascista de la mano de socialistas y comunistas; la revolución comunista de Asturias, con la unidad de acción de socialistas y comunistas… A esto hay que sumarle el peso simbólico que tenía el modelo de la URSS entre la clase trabajadora y los países oprimidos de todo el mundo.
Asimismo, el mandato de Hitler sugería lo siguiente: que algunas facciones de las oligarquías de Occidente veían necesario un modelo político más autoritario, el cual sería capaz de restablecer el nivel de vida de las clases medias y sería también el garante de la lucha contra la amenaza del comunismo, al tiempo que quería posicionarse como un modelo de gobernanza que abriría las puertas a un nuevo ciclo de extracción de plusvalor ante el ciclo que se hallaba agotado. La tendencia en alza hacia el autoritarismo se dio en todos los países de Occidente, de una u otra forma, de manera generalizada. Por ejemplo, las medidas adoptadas en EEUU por la Administración Roosevelt sugerían eso mismo (“abría las puertas al fascismo”, por ejemplo, la concentración excesiva de autoridad en el poder ejecutivo, etc.). Simultáneamente, los grandes partidos fascistas en todos los territorios europeos iban multiplicándose.
En este contexto, junto con Polonia, Italia y Japón, también Alemania se encaminará hacia la guerra., Esa tendencia bélica se materializará en una escalada cada vez más severa contra la URSS (ver el pacto antikomintern de 1936, el pacto Polonia-Alemania de 1934, la intervención nazi y fascista en la Guerra Civil española, la invasión japonesa en China, la invasión italiana en Etiopia…). La URSS ya había previsto esta tendencia en 1929 y –teniendo a sus espaldas la experiencia de las intervenciones imperialistas de la guerra civil rusa–, declaró que estaba aumentando el riesgo para una guerra mundial, que la oligarquía internacional tenía intereses para destruir la URSS y que para ello se valdría del desarrollo militar e industrial en florecimiento. Además, en aquellos momentos la URSS se encontraba en plena campaña de colectivización, así como desarrollando planes para industrializar y democratizar el país. Junto con ello, en lo que se refiere a las contradicciones entre los bloques imperialistas harán el siguiente análisis: existía el riesgo de un incremento de las tensiones interimperialistas, teniendo en cuenta que a las potencias imperialistas que contaban con una posición privilegiada en el orden económico internacional posterior a la Primera Guerra Mundial (Francia, Reino Unido, Holanda, EEUU, Bélgica…) no les convenía guerra alguna, sobre todo por los intereses coloniales que mantenían en las periferias capitalistas. De este modo, la Internacional Comunista intentó quebrar la unión imperialista que pudiera ir en contra de la URSS, haciendo una elección política a favor de la paz a nivel internacional.
Con respecto a la revolución proletaria internacional, hay que decir que entre 1923 y 1925, en tanto que se perdieron las oportunidades para la revolución en los países de Occidente, esa pérdida tuvo repercusión en la dirección de la URSS. Así, el debate se centrará en torno a “la construcción del socialismo en un solo país”, teniendo como protagonistas a Stalin, Trosky, Kámenev y Zinóviev. Este debate establecerá las pautas de la política de la URSS. En esta época comenzará un florecimiento económico en Occidente (reflejo del mencionado desarrollo industrial y militar) y, junto con el fracaso de los intentos revolucionarios, los partidos, las organizaciones y los sindicatos del proletariado volverán de una fase ofensiva socialista a posiciones defensivas. Ese es el contexto que condicionó el debate surgido en la URSS, que planteaba como problema a resolver la posibilidad de que la URSS avanzara en la construcción económica del socialismo y en la dictadura del proletariado hasta que en Europa volviesen a aterrizar las oportunidades revolucionarias. En este artículo no entraremos a valorar lo que defendía cada posición en dicho debate, ya que no es su objeto, y tampoco valoraremos si esta discusión estratégica debe de limitarse a esa dicotomía del sí o no de la construcción del socialismo en un solo país, ya que es una dicotomía demasiado simplista. Pero lo que está claro es lo siguiente: a partir de 1929 las oportunidades revolucionarias volvieron a Europa y la Komintern supo leer esta realidad cuando declaró que era necesario crear grandes frentes antifascistas y anticapitalistas, ya que la conciencia de las masas obreras y los sectores populares todavía no estaba a favor de la revolución socialista y, por lo tanto, el Frente Popular, por medio de la táctica del “frente obrero único” debía instigar las contradicciones internas de la burguesía imperialista, porque claramente desde la Komintern se veía que los bloques pacíficos de la burguesía imperialista (Reino Unido, Francia, EEUU…), en última instancia, tendrían tendencia a unirse con Hitler y a instigarle a atacar a la URSS. Así pues, la Komintern acierta porque en esa posición táctica sintetiza la unión con el capitalismo y porque está dispuesto a llevarlo al extremo.
En esos términos, la táctica de la Komintern tenía una clara razón de ser desde la perspectiva de la revolución socialista, ya que planteaba una hoja de ruta hacia la radicalización de las masas. No debemos olvidar que en aquel entonces la Internacional Socialista tenía un gran peso entre las masas obreras y que los partidos de izquierdas de la burguesía representaban a los sectores más progresistas de la clase media, así como al campesinado. Aun siendo Francia un país industrializado, tenía un gran porcentaje de campesinos; por lo tanto, teniendo en cuenta que el modelo hegemónico para establecer el poder de los sóviets era el bolchevique, esta preocupación táctica es de entender. Por último, esa táctica también preveía las opciones de pasar a la ofensiva revolucionaria una vez se agotasen todas esas contradicciones y la conciencia de las masas generasen condiciones para su triunfo. Para ello, los partidos comunistas debían estar preparados en todos los países y se debían articular las instituciones necesarias, para ayudar a llevar el proceso a su fin.
Las amenazas de Hitler van en aumento, especialmente tras la destrucción del Partido Comunista Alemán (KPD); los diferentes destacamentos organizados de trabajadores reivindican la necesidad de la unidad de acción
Por lo tanto, Dimitrov, Togliatti y demás plantearon en los siguientes términos la oportunidad de una hoja de ruta táctica para la revolución socialista internacional: un Frente Popular contra el fascismo y el capitalismo y como núcleo fuerte dentro de este frente, un frente obrero único (basado en la alianza entre socialistas y comunistas); todo esto bajo la dirección de los partidos comunistas. Esta táctica tenía una hoja de ruta contra la escalada bélica y a favor de la paz. La política exterior de la URSS, evidentemente, se alineaba con la táctica de la Komintern.
La propia Komintern preveía los riesgos de la posición táctica que se acababa de tomar. El primero era que las burguesías nacionales se hicieran con la dirección del Frente Popular e impidiesen ls procesos revolucionarios. Esto conllevaría que la política de alianza de la URSS se alineara con los estados burgueses contrarios a Hitler. El segundo era que fueran los comunistas quienes tomaran la dirección del Frente Popular y lo llevaran hasta el extremo, reinvidincando el estado socialista mediante una insurrección revolucionaria. La defensa de la URSS se organizaría con esos nuevos estados socialistas. El tercero era que la dirección comunista del Frente Popular generase el temor de todas las facciones burguesas, llegando al extremo de que estas prefirieran unirse al imperialismo hitleriano en contra de la amenaza comunista, y, asimismo, contra la URSS. La historia nos muestra que la opción que prevaleció fue esa tercera.
El Partido Comunista Francés y el Frente Popular
Si el VII congreso se celebra en 1935, para entonces en Francia los ritmos estarán ya muy adelantados. Las amenazas de Hitler van en aumento, especialmente tras la destrucción del Partido Comunista Alemán (KPD); los diferentes destacamentos organizados de trabajadores reivindican la necesidad de la unidad de acción. A eso se le debe añadir lo siguiente: en Francia las ligas fascistas (Croix de Feu) estaban tomando fuerza y habían empezado a funcionar como fuerza paramilitar a nivel de calle (por ejemplo, en el ataque fascista contra la Asamblea Nacional en febrero de 1934). En este contexto, las bases socialistas del Partido Comunista Francés y de la SFIO (delegación francesa de la Internacional Socialista) proclamarán la unión antifascista del proletariado revolucionario. Hasta 1935, la Internacional Comunista consideraba a la socialdemocracia como social-fascista y, a pesar de que veía con buenos ojos la unión con su base socialista, miraba con desconfianza y beligerancia a los aparatos de la dirección. Así declaraba la dirección del Partido Comunista Francés: “Más que nunca fraternizaremos con los obreros socialistas, más que nunca los llamaremos a la acción común con sus camaradas comunistas. Y más que nunca denunciamos a los jefes socialistas, al partido socialista, servidores de la burguesía, último reducto de la sociedad capitalista [...]”. Sin embargo, la dirección de la SFIO seguirá obstinándose en atraer al Partido Comunista Francés, hasta que la Komintern decidió cambiar su postura.
Esta decisión se dará en mayo de 1934 y, además de los factores ya mencionados, hay otros elementos que también influyeron. Por un lado, la determinación de lucha de las masas socialistas aumentará de manera considerable bajo la amenaza del fascismo, reflejo de lo cual serán, a parte de Francia, las experiencias de Austria, Reino Unido, España… Es decir, había entre los socialistas un gran sector que se estaba acercando al partido histórico del comunismo. Por otro lado, ese mismo año se acordó el pacto militar entre Alemania y Polonia, percibido como amenaza malintencionada y como avance del auge bélico por la URSS. Este pacto, además, también era contemplado como amenaza por la facción burguesa que gobernaba Francia, ya que iba en contra el orden internacional construido tras la Primera Guerra Mundial, y eso ponía en jaque la soberanía nacional francesa. De todas maneras, detrás de todo esto se encontraban los intereses económicos de la oligarquía francesa, a quien no le convenía una nueva guerra.
Fue una jugada tramposa y oportunista del Partido Radical, impulsado a la burguesía francesa a maniobrar a favor de sus intereses de clase, uniéndose en un momento dado al folclore revolucionario, pero después, en la práctica, mostrando una actitud cobarde y tibia hacia el fascismo
Por lo tanto, el Partido Comunista Francés y la SFIO se unieron en ese frente amplio. Por si eso fuera poco, Thorez, el notable líder del PCF, planteó una ampliación aún mayor para el frente, ya que también atrajo al Partido Radical. Este reunía a las facciones más radicales de la burguesía, así como a intelectuales y las clases medias de la ciudad y el campo. Pero no estaban dispuestos a luchar contra el fascismo bajo cualquier condición. Así sintetizaba la posición de este partido su dirigente Deladier: “Yo no soy de derecha pero ya estoy harto de ver a mi partido a remolque de los extremistas. El Partido Radical no es, en modo alguno, una formación revolucionaria”. Este hecho se explica porque la burguesía francesa tenía de frente tanto la amenaza del fascismo como la amenaza del comunismo, por lo que intentó, de un modo consciente, canalizar el potencial revolucionario de la clase trabajadora francesa mediante la fórmula del Frente Popular, hegemonizándolo en términos ideológicos y políticos. Como se pudo ver más adelante, esta fue una jugada tramposa y oportunista del Partido Radical, impulsándolo a maniobrar a favor de sus intereses de clase, uniéndose en un momento dado al folclore revolucionario, pero después, en la práctica, mostrando una actitud cobarde y tibia hacia el fascismo (los acuerdos de Múnich, etc.).
En este contexto, Francia le propuso a la URSS un pacto de ayuda mutua, que fue firmado a principios de 1935. La intención fue causar el desgaste del bloque imperialista encontraba también aquí una oportunidad perfecta, ya que en lo referente a la beligerancia hacia la URSS, Francia se alejaba de las demás potencias pacíficas y, además, se posicionaba abiertamente en contra de Hitler.
Esta escalada alcanzará punto más alto en el Frente Popular antifascista el 14 de julio de 1935: socialistas, comunistas y republicanos radicales representarán la unión popular antifascista. Las principales reivindicaciones del Frente Popular serán las siguientes: reformas económicas, libertades democrático-burguesas, y una política a favor de la paz (en contra del fascismo y la guerra). Era un acuerdo de mínimos, pero las particularidades del contexto histórico le daban un gran sentido político desde la perspectiva de las opciones revolucionarias. Por una parte, se entendía que la opción de las reformas socioeconómicas estaba agotada dentro del capitalismo. Por otra parte, la opción de los derechos políticos también se había agotado frente la tendencia hacia el autoritarismo que había adoptado el modelo de estado. Por último, como las burguesías nacionales tomaron una posición ambivalente e indecisa ante la escalada bélica, las contradicciones se multiplicaban. Por lo tanto, el movimiento histórico de la sociedad establecía las condiciones para la caída del capitalismo, siendo el partido histórico del comunismo era la fuerza social que se debía organizar. Así pues, el Frente Popular podía crear oportunidades para la ofensiva bajo la dirección de los comunistas.
Junto con ello, la cuestión de las clases medias será otro elemento muy significativo. La radicalización de las clases medias podía convertirse en oxígeno para fascismo o, al contrario, sostén del comunismo, si se jugaban bien las cartas. Esto suponía el riesgo de que la política del frente desarrollara una dependencia para con el espíritu político de la clase media. Un claro ejemplo es el siguiente: la SFIO reivindicó la nacionalización de los medios de producción como línea programática a asumir por el Frente Popular. Thorez, en cambio, argumentó, por una parte, que el Partido Radical no estaría de acuerdo, y por otra, que, teniendo en cuenta el nivel de concienciación de la clase media, esa era una reivindicación inasumible por el momento.
La huelga general de 1936 y la oportunidad de los soviets
En el congreso de la Komintern, Thorez expondrá en los siguientes términos la situación de Francia en 1935: “La fuerza del movimiento de masas puede imponer la necesidad de un gobierno del Frente Popular, que nuestro partido apoyaría y en el que eventualmente podría participar; la batalla antifascista se haría entonces más ruda, porque el asalto reaccionario y fascista sería inmediato y brutal. Pero el Frente Popular y el Partido Comunista habrían ocupado nuevas posiciones, que nosotros utilizaríamos para preparar la instauración del poder de los soviets, de la dictadura del proletariado”.
Es decir, para 1935, según Thorez, 800.000 funcionarios habían perdido ya la esperanza en el orden burgués, la pequeña burguesía desconfiaba de las direcciones del Partido Radical y de los partidos burgueses en general, una mayoría del campesinado estaba descontenta y el Partido Comunista y Socialista, junto con CGT y CGTU, habían experimentado un notable crecimiento en su militancia y apoyo. Por ello hablaba Thorez de la posibilidad de una “crisis revolucionaria”.
La radicalización de las clases medias podía convertirse en oxígeno para fascismo o, al contrario, sostén del comunismo, si se jugaban bien las cartas. Esto suponía el riesgo de que la política del frente desarrollara una dependencia para con el espíritu político de la clase media
Por otra parte, las fuerzas fascistas en Francia se concentrarán en las ligas fascistas Croix de Feu y el clima de guerra civil se generalizará. Comunistas, socialistas y fascistas llegan repentinamente a un acuerdo, por el cual se comprometen a disolver sus organizaciones paramilitares. La razón es la siguiente: las elecciones de mayo de 1936.
El Frente Popular ganará las elecciones y la correlación de fuerzas dentro del Frente Popular es claramente favorable a comunistas y socialistas. El Partido Radical perderá varios diputados, el Partido Comunista Francés será la fuerza que proporcionalmente más crece y, entre los socialistas, la facción revolucionaría será la principal ganadora (ya que la facción de derechas se presentó fuera de la SFIO a las elecciones). Por lo tanto, el resultado era señal de la conciencia de la clase trabajadora y reflejo de la radicalización de las clases medias. El ascenso del Partido Comunista Francés tenía especial importancia, ya que quería decir que en los últimos años había ganado referencialidad en los sectores más combativos del proletariado; de hecho, hasta entonces, las tesis sorelianas del sindicalismo revolucionario habían dejado una huella profunda en el seno del proletariado y la socialdemocracia también tenía un peso importante. Pero la dialéctica del contexto histórico, junto con la acción propagandística del Partido Comunista Francés, convirtió al partido en referente principal del proletariado francés para 1936.
Así pues, la nueva situación planteaba nuevas preguntas: ¿qué interés tenían Hitler y la URSS en la nueva situación de Francia? ¿Convenía una guerra civil? ¿Qué implicación podía tener una ofensiva revolucionaria desde la perspectiva de la capacidad militar francesa? ¿Qué papel jugó el ejército? ¿En qué podía quedar el pacto franco-soviético?
Así, sin casi margen para el análisis, el proletariado francés hizo su propia apuesta a una semana de las elecciones, el 11 de mayo de 1936: hizo un llamamiento a la huelga general y la ocupación de las fábricas, y los secuestros de los patrones y las iniciativas de expropiación se expandieron a todo el territorio. Millones de trabajadores tomaron parte en la huelga que se prolongó durante un mes. Johaux, secretario de la CGT, explicará así la situación: “El movimiento se ha desencadenado sin que se pueda saber exactamente cómo ni dónde”. De hecho, antes de crear el nuevo gobierno del Frente Popular, las masas obreras ya habían tomado la iniciativa por encima del Partido Comunista Francés, la SFIO y los sindicatos. Parecía que la clase trabajadora, tomando como excusa la victoria del Frente Popular y sintiéndola suya, debía estallar, pero, al mismo tiempo, las causas para ese estallido eran la crisis económica y las condiciones de vida arrastradas desde la Primera Guerra Mundial, así como la oposición y desconfianza hacia las instituciones burguesas, quienes durante tantos años la había condenado a la impotencia mediante falsas promesas.
No obstante, la posición del Partido Comunista Francés asombrará a todos los testigos: lejos de dar pasos hacia la dictadura del proletariado y la socialización, el partido se posicionó a favor de calmar el movimiento, al igual que el resto del Frente Popular. Thorez sintetizó esta posición, dando a entender que gran parte del campesinado todavía no estaba en condiciones de unirse a la revolución, ni una parte de la pequeña burguesía dispuesta a llegar hasta el final. En ese sentido, antes que el Partido Comunista Francés, la patronal, la CGT y el nuevo gobierno de Blum (Blum era el principal referente de la SFIO) también intentaron apagar el movimiento de los huelguistas, aceptando algunas reformas en los Acuerdos de Matignon, pero el movimiento se mantuvo en sus trece hasta el 11 de junio, cuando amenazó con ir desde las fábricas al centro de París. La huelga se expandió sobre todo en el sector metalúrgico, con la participación de más de dos millones de huelguistas y siendo el PCF la referencia política principal entre ellos. Marceu Pivert, que representaba la facción más revolucionaria de la SFIO, declaró lo siguiente: “Ahora todo es posible para los audaces”. Y a ello Thorez respondió: “No, todo no es posible ahora”.
Así pues, en una reunión de emergencia, Thorez transmitió la siguiente lectura e instrucciones a la militancia del PCF: “Si es importante conducir bien un movimiento reivindicativo hay que saber también terminarlo. Ahora no es cuestión de tomar el poder. Todo el mundo sabe que nuestro objetivo sigue siendo invariablemente la instauración de la República francesa de los consejos de obreros, campesinos y soldados. Pero no es para esta noche, ni tampoco para mañana por la mañana”.
Thorez canalizó todas las energías del Partido Comunista Francés en acabar con esa huelga “sin ningún percance”, haciendo todo lo posible por calmar el movimiento.
La dialéctica del contexto histórico, junto con la acción propagandística del Partido Comunista Francés, convirtió al partido en referente principal del proletariado francés para 1936
Por lo tanto, la dirección del Partido Comunista Francés planteó que trás el asalto de los trabajadores de mayo-junio de 1936 estaba la cuestión del poder y, de esa manera, se daraba a entender que no había condiciones para ello. En cambio, es cuestionable si las potencialidades revolucionarias de esas huelgas tenían que ser necesariamente cristalizadas en la conquista inmediata del poder o si primero tenía que ayudar a crear los órganos de poder, es decir, los soviets, indispensables para la construcción de las condiciones para dicha conquista. La manera de plantear la cuestión de la conquista del poder político –limitarlo al momento de la insurrección revolucionaria o a la situación de la creación de los órganos de poder y el doble poder– fue decisiva; de hecho, como indicó Thorez, el Frente Popular no era la revolución, no era una amalgama de instituciones revolucionarias, sino una plataforma táctica que materializaba grandes contradicciones de clase. Por lo tanto, también en esta ocasión, la crisis de la sociedad francesa planteaba la siguiente cuestión: profundizar en la reforma o profundizar en la revolución.
En este punto de la historia debemos preguntar lo siguiente: ¿a qué venía esa actitud de Thorez y del Partido Comunista Francés? ¿Por qué no profundizar en la revolución proletaria?
Las duras implicaciones de la amenaza de Hitler
El importante dirigente del Partido Comunista Francés, Marcel Gitton, decía, a raíz de la amenaza de Hitler, que por encima de todo estaba la seguridad de Francia. Más adelante, el comisario de política exterior de la URSS Litvínov (predecesor de Molotov) también daría a entender que la prioridad era mantener las capacidades militares de Francia.
Unos años más tarde, el presidente Blum, también se expresaba en ese sentido: “En cuanto la situación hubiese tomado un cariz peligrosamente tenso hubiésemos tenido en Francia lo equivalente al golpe de fuerza de Franco. Antes de una guerra extranjera, Francia hubiese tenido una guerra civil, y con pocas probabilidades de éxito para la República”.
El Partido Comunista Francés se encontraba en un duro aprieto: si se impulsaba la organización de los soviets era posible llevar a cabo la conquista del poder político con una tendencia creciente; pero eso podría desencadenar una guerra civil, o bien la invasión hitleriana
En cambio, como demostrará la historia, en el seno del ejército francés también existía un sector reaccionario –representado por el general Petain– que posibilitó que el régimen de Vichy se estableciera solo en el contexto de la ocupación nazi, precisamente por falta de fuerzas. Más adelante el Partido Comunista de España explicaba la situación de la siguiente manera: “En las condiciones de 1936, un golpe fascista en Francia estaba condenado al fracaso (…) Lo que Blum quiso evitar, lo que temía, era que se fortaleciese el movimiento revolucionario del proletariado, y que triunfara plenamente el Frente Popular, no sólo en España, sino también en Francia”. Y es que en España también se dio una situación revolucionaria en julio de 1936, pero para entonces en Francia el potencial revolucionario de la huelga obrera ya se había apagado por la vía de la reforma.
Las posiciones del Partido Comunista Francés fueron decisivas en todos los sentidos. Las decisiones tomadas en mayo-junio del 36 condicionaron totalmente el destino de la revolución socialista internacional, la Segunda Guerra Mundial y la URSS
Con todo, el Partido Comunista Francés se encontraba en un duro aprieto: si se impulsaba la organización de los soviets era posible llevar a cabo la conquista del poder político con una tendencia creciente; pero eso podría desencadenar una guerra civil, o bien la invasión hitleriana. La URSS quería mantener la potencia militar de su aliado francés costara lo que costara, para que la escalada bélica no se materializara en un golpe imperialista unificado en su contra. Junto con ello, estaba por ver qué posición tomarían el resto de países del bloque imperialista (Estados Unidos y Reino Unido, principalmente) frente a una Francia proletaria. Por otro lado, como decían los dirigentes del Partido Comunista Eespañol (liderados por Dolores Ibarruri), la participación de Thorez y Blum en la huelga del 36 condicionó profundamente las opciones para la victoria de la revolución española.
Con todo, se puede decir que las posiciones del Partido Comunista Francés fueron decisivas en todos los sentidos. Las decisiones tomadas en mayo-junio del 36 condicionaron totalmente el destino de la revolución socialista internacional, la Segunda Guerra Mundial y la URSS. Aun así, al igual que el poder de los soviets podía abrir puertas en el territorio francés, los peligros también eran colosales, en tanto que la expansión territorial del fascismo implicaría una dictadura terrorista para el comunismo y cualquiera que se organizase por el partido del orden. Lukács sintetizaba de la siguiente manera las dos caras de la elección a la que se enfrentaba la URSS, entre la idoneidad y la adversidad:º “El colapso de la URSS en la SGM habría significado un aplazamiento de 200 años de las perspectivas del socialismo. Tuvimos que pagar un precio muy alto por ello: la decepción de muchos con respecto al socialismo y al marxismo”. Tomemos en cuenta, además, que las previsiones que la URSS hizo se cumplieron en lo que se refiere a las oligarquías estadounidenses, inglesas y francesas; por un lado, tal y como demostró el Pacto de Múnich de 1938, y por otro, poniendo tantos obstáculos como era posible para llegar a acuerdos con la URSS, soflamando constantemente las condiciones para que Hitler atacara a la URSS. El acuerdo Ribentropp-Molotov solo puede entenderse en ese contexto.
En resumen, parece que al final la amenaza del fascismo condicionó la labor del Partido Comunista Francés: había que evitar todas las situaciones que podían dar oxígeno al fascismo, y la URSS debía ganar tiempo “para prepararse para la lucha sagrada”. En este proceso había que evitar las “disputas internas” en Francia, fuera como fuera, como decía Litvínov.
En la historia del comunismo y, en general, en la historia de la humanidad, suelen darse unos momentos estelares (recordando las palabras de Stefan Zweig), en los cuales una decisión puede condicionar las siguientes décadas o siglos. Sospecho que en la convulsa década de los 30 se dieron muchos de esos momentos, y que uno de ellos fue resultado de la tarea del Partido Comunista Francés. Es prácticamente inimaginable qué hubiera sucedido si los acontecimientos hubieran tomado otro rumbo, pero, sin embargo, y sin tener sobre la mesa todos los elementos para profundizas en esos sucesos, es evidente que se les impuso un duro destino a los comunistas de la época a la hora de deliberar sobre el contexto. Renunciaron a las condiciones inmediatas para la revolución y priorizaron las condiciones de lucha para el futuro, demostrando una inteligencia y ética estratégica impresionantes. Las decisiones podían haber sido mejores o peores, y continuaremos analizándolas y aprendiendo de ellas, pero lejos del juicio moralista y del izquierdismo, es necesario ensalzar el esfuerzo, la determinación y la heroicidad de los comunistas de la época. Gracias a esas decisiones actualmente podemos plantear la reconstrucción del comunismo; gracias a esas decisiones podríamos encontrarnos a las puertas de un nuevo ciclo revolucionario.
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