El ciclo de luchas que se desarrolla en la década 2010-2020 y que se extiende en los años posteriores es un ciclo muy interesante para analizar algunos de los límites que los movimientos sociales tienen en su dimensión política y también para analizar la relación que estos tienen con las configuraciones que el Estado y la socialdemocracia son capaces de proyectar en momentos de crisis. Por otro lado, este ciclo ha mostrado también muy bien el estado de derrota total en el que se ha encontrado el movimiento comunista en el marco del Estado Español, con sus distintas tendencias y organizaciones respondiendo de manera muy diversa (y siempre infructuosa) a los distintos fenómenos sociales y episodios políticos que se sucedieron en dicho ciclo.
El periodo entre 2010-2020 es un ciclo de luchas con una gran expresividad movilizadora a nivel de calle, al menos hasta la institucionalización de algunas de las expresiones políticas que surgen del mismo. Así, la década arranca con las grandes huelgas generales de 2010 y 2012, en la que los grandes sindicatos se sumarán a las protestas y coordinarán a nivel europeo, mientras que las huelgas estudiantiles y sanitarias tensionan el contexto desde distintos ámbitos específicos. El epicentro de este ciclo lo encontramos en el 15M en 2011. «Los indignados» tomando las plazas, acontecimientos como el «Rodea el Congreso» de 2012, las «Marchas de la Dignidad» de 2014, con una dimensión y una combatividad muy fuertes, y distintas y múltiples expresiones de lucha que se desarrollan durante esos años, expresarán desde distintos ángulos el descontento general y la profundidad de la crisis de representación de las instituciones.
Estos ejemplos, que como ya se ha apuntado, expresaban un profundo descontento por la situación económica fruto de la crisis de 2008 y por la configuración del sistema político del Estado Español, al que en un primer momento se le achaca su incapacidad para responder a la situación concreta que paulatinamente se tornará en una especie de impugnación general. En este momento comienzan a aparecer algunas experiencias organizativas que comienzan a dar forma a los grandes movimientos sociales que más tarde adoptarán su forma definitiva, como el movimiento por la vivienda, el movimiento feminista o el movimiento ecologista. En ellos confluyen sectores de muy diversas procedencias: desde el anarquismo social y la autonomía, hasta sectores críticos con las expresiones clásicas de la izquierda española con nuevas apuestas que giran en torno al municipalismo, el populismo de corte latinoamericano, etc. Esto deriva en un ciclo de luchas sumamente heterogéneo y difuso, en el que el programa político de las clases medias entra en contacto con organizaciones mucho más politizadas.
Además, también se dará un cierto revitalizamiento de movimientos como el movimiento okupa o el antifascista, que, con un gran peso (históricamente) en ciertas ciudades, vuelven a adquirir cierta fuerza y comienzan a generar vínculos con los nuevos movimientos en formación. Todo ello genera un contexto en el que conviven espacios con bases militantes relativamente amplias, con una capacidad de movilización notable y que conectan con el malestar creciente de ciertas capas sociales. Sin embargo, la ausencia de un horizonte estratégico claro, hará que en la mayoría de los casos estas expresiones no se desarrollen más allá de meras manifestaciones de indignación transitorias en cadena. Este es el contexto en el que irrumpe el fenómeno de Podemos, vinculado al 15M y a algunos de los sectores políticos que allí concurren.
Este suceso ayudará a esclarecer el panorama socialdemócrata. El ala izquierda de la socialdemocracia (PCE e IU), opta por aliarse con la nueva experiencia populista de Podemos, en un intento de aunar al viejo electorado «de izquierdas» con el nuevo electorado «indignado». La relación de este bloque con los movimientos sociales plantea ciertos puntos de interés. Muchas de las demandas planteadas por estos movimientos desde 2010 son asimilados (al menos en un primer momento, en sus momentos de mayor «radicalidad») por este bloque, que logrará proyectar una unidad de intereses en gran medida mediática, que consigue ir integrando el potencial político de estas organizaciones en su agenda política y el estado. Esto se verá reforzado por la captación e integración de algunos de los cuadros referenciales de los movimientos antes mencionados, que logran escenificar una continuidad entre el movimiento popular (y sus demandas) y el nuevo planteamiento electoral. A partir de este momento la relación entre ambos espacios comienza a ser muy compleja e irregular, sinérgico por momentos pero tenso por otros (en los que se patenta la impotencia ejecutiva real de esta apuesta electoral).
Los límites de los movimientos políticos, que derivan de su imposibilidad de conseguir la independencia política, los convierten en enormemente dependientes e incluso subordinados a la agenda política de esta nueva socialdemocracia populista, a la que solo los sectores militantes más izquierdistas criticarán y de manera coyuntural. En cualquier caso, pese a la evidente impotencia o inviabilidad de la apuesta socialdemócrata, los movimientos sociales se mantendrán dentro de sus límites conformándose con las migajas que se desprenden de la labor institucional de la misma. Una dinámica alianza-oposición que empezará a estar presente desde episodios anteriores, pero que se irá perfeccionando y consolidando a lo largo de estos años, con la que se conseguirá mantener a raya toda pulsión revolucionaria dentro de este tejido militante.
Mientras tanto, tras un proceso de desplazamiento del espacio tradicional de lucha del movimiento comunista, en el que el obrero fabril (sujeto político por antonomasia) ha sido expulsado gradualmente de los procesos productivos en el centro imperialista, los sindicatos se han vaciado hasta el nivel de estructuras burocráticas enfocadas en determinados sectores de la clase trabajadora y tras el desmantelamiento del bloque socialista; las organizaciones comunistas se verán a nivel general como un resto del pasado que se resiste a morir.
Frente a esta situación de total derrota y cierre de ciclo revolucionario, se pondrá encima de la mesa la necesidad de repensar la estrategia comunista, aunque sin grandes resultados. Ciertos sectores señalarán que la impotencia del comunismo reside en su fragmentación y apostarán por la «reconstrucción» del Partido. Otros señalarán los límites heredados del ciclo iniciado por la revolución de Octubre de 1917 y comenzarán inagotables procesos de balance histórico con la finalidad de «reconstituir» el Partido. También existirán los que optarán por participar en candidaturas más amplias de «izquierda», «nacional-populares» o «anticapitalistas» de marcado carácter electoralista y parlamentarista. Y por último otras organizaciones que persistirán sin éxito en sus estrategias heredadas y enfrentadas por los viejos debates del siglo pasado, ya fueran trotskistas, prosoviéticas, proalbanesas, prochinas o comunistas de izquierda.
En este contexto de derrota y reflujo estalla la crisis de 2008, la cual abre una época de intensa conflictividad social a nivel internacional (Islandia, Primaveras árabes, Occupy Wall Street, etc.) y también en el Estado Español. La última huelga general de 2010, los primeros pasos del movimiento de vivienda y amplios sectores de la juventud, que habían visto cómo sus expectativas vitales se truncaban por la crisis, impulsaron iniciativas y protestas que rápidamente se contagiaron a otros ámbitos: jubilados, sanitarios, profesores, etc. Hasta la casta de la más alta alcurnia pronosticaba el fin del capitalismo tal y como lo habíamos conocido. El 15M, las mareas, la PAH, los Rodea el Congreso y las Marchas de la Dignidad fueron los corolarios de estas movilizaciones que dejaron tras de sí periódicos, centros sociales, cooperativas, editoriales, asambleas, etc.
Entre otros muchos intentos, esta agitación social fue aprovechada por una organización comunista, Izquierda Anticapitalista. Esta organización de tendencia trotskista impulsó al primer Podemos cediendo, sin embargo, el centro de la escena a personalidades con proyección pública de distintos ámbitos como el académico; que acabarían por hegemonizar el recién creado partido, exceptuando contados territorios. De esta manera, una vanguardia ilustrada y reformadora, inspirada sobre todo en las experiencias de la marea rosa en América Latina, desestabilizó el panorama institucional estatal con su maquinaria de guerra electoral. No obstante, la vía escogida por los anticapitalistas no derivará en un fortalecimiento sustancial de su organización. Por ser desplazados a un rol secundario en Podemos, porque la experiencia griega desarticuló sus planes o porque la maquinaria electoral consumió como combustible a su militancia, tras casi una década de aventura con el populismo en el plano organizativo solo quedarán algunos representantes políticos, financiación y una estructura exigua. Por ello, durante los últimos meses varias figuras de Izquierda Anticapitalista han iniciado un proceso de reflexión sobre su experiencia en los últimos años y su estrategia.
En la irrupción de Podemos en el panorama político estatal también participaron como competidores primero y como colaboradores después algunas organizaciones comunistas pertenecientes a Izquierda Unida. Unas se incorporaron a Unidas Podemos, mientras otras abandonaron el barco antes o después con más o menos estruendo, sumándose a las numerosas siglas que ya formaban parte del afuera de IU. Como ya hemos mencionado, podemos apreciar un proceso de integración exitoso de la nueva socialdemocracia populista con el ala más izquierdista de la vieja socialdemocracia encarnada en el PCE e IU. El populismo radical de inspiración latinoamericana apareció así como solución de continuidad a la total bancarrota del proyecto eurocomunista que en el Estado Español fue incapaz de articular la dinámica de indignación política que se desató tras 2008; una tendencia que podemos ver idéntica en otros países de nuestro entorno, con la relación por ejemplo entre el PCF y la experiencia Melenchón. Dentro de estas organizaciones comunistas que se subieron al carro del fenómeno 15M-Podemos predominaron estrategias centradas en lo popular, que hacían un uso reformista de la figura de Gramsci, ya sea en sus versiones eurocomunistas, populistas o anticapitalistas. Así, se renunciaba a la independencia de clase como principio política de la estrategia socialista.
Más allá de estas experiencias, que rápidamente se integraron en las lógicas institucionales del estado burgués, ya sea a nivel estatal o municipal, el resto de grupos comunistas no tuvieron un «rol protagónico» en este ciclo político. Así, aquellas organizaciones independientes ya existentes (PCPE, PCOE, CRT, etc.) no experimentaron grandes mejoras en sus capacidades: algunas vivieron procesos de ruptura y otras intentaron sin éxito procesos de unidad. El PCTE, la escisión del PCPE surgida hace cuatro años, es seguramente la organización que ha tenido una mayor iniciativa y relevancia a nivel estatal. Otros grupos comunistas que han tenido cierta notoriedad son la Línea de Reconstitución y el PML (RC). El primero, aunque inicia su andadura en los años noventa, experimentó un crecimiento notable entre 2015 y 2019 con su propuesta de reconstitución ideológica y política del comunismo mediante la lucha de dos líneas alrededor del balance del Ciclo de Octubre; plan que supone que su actividad política es eminentemente teórica y propagandística, situándose al margen de los movimientos espontáneos. El segundo, surgido de militantes del PCE y del PCPE en 2009, se dio a conocer por un proceso represivo contra algunos de sus militantes durante la guerra imperialista en Siria. Hoy, mediante un discurso obrerista y soberanista alejado del explícito antirrevisionismo hoxhaísta previo, ha generado medios de comunicación con cierto alcance. Todos estos grupos se han situado al margen del movimiento central del ciclo político 15M-Podemos, ya sea por la composición de clase del movimiento, por su ideología ciudadanista y democratista o por la incapacidad de estas organizaciones comunistas para desplegar una actividad relevante en los espacios políticos de la época.
Como es de sobra conocido, las protestas iniciadas tras la crisis de 2008 se calmaron con su institucionalización en Podemos. Sin embargo, surgieron nuevas movilizaciones que daban cuenta de la sacudida que continuaba sufriendo el proletariado tras la oleada de recortes, bajada de salarios y embrutecimiento. El movimiento feminista y el procés daban en cierta medida cuenta de ello. Ambos eventos han obligado a los comunistas del Estado Español a desarrollar con cierto detenimiento dos cuestiones clásicas de la tradición comunista: la cuestión nacional y la cuestión de la mujer. En el primer caso, se ha recurrido a las posiciones clásicas de austromarxistas, de leninistas, de luxemburguistas y de los movimientos de liberación nacional sin grandes innovaciones. En el segundo caso, se ha recurrido a las posiciones tradicionales del marxismo, pero también a feminismos materialistas, socialistas, marxistas, proletarios, etc. dando lugar a ciertas aplicaciones creativas en el seno de las organizaciones.
¿Quiénes sois y de dónde venís?
El Encuentro por el Proceso Socialista (EPS) está formado por militantes de distintas procedencias que comparten la convicción de construir un Movimiento Socialista capaz de actualizar la estrategia socialista adaptada a la coyuntura, de modo que seamos capaces de hacer frente a los retos políticos que se nos presentan hoy en día y estemos en situación de impulsar un nuevo ciclo revolucionario que haga frente al poder del Capital y el Estado tal y como se configuran en la actualidad. Nuestro espacio está formado por jóvenes que provienen de militancias comunistas, anarquistas, autónomas, que han participado en movimientos sociales como el feminismo, el antifascismo, las luchas por la vivienda, etcétera, y que han roto con las lógicas propias de dichos espacios por entender que el momento actual requiere dar un paso adelante y desarrollar una política que supere todos los límites que han demostrado nuestras luchas hasta el momento.
Es esta una composición que consideramos representativa del momento histórico que vivimos y la coyuntura particular en la que intervenimos, caracterizada por la derrota histórica del comunismo, la ausencia de organizaciones revolucionarias fuertes, por una cultura política fragmentada y la descomposición del proletariado como sujeto. Esto nos ha llevado a participar en los diversos espacios políticos que han emergido en la última década, de los que ahora queremos poner sobre la mesa los límites, para así avanzar hacia un Proceso Socialista que los supere. Y es que, pese a la tan variada procedencia de nuestras militancias, uno de los aspectos más relevantes es que en todas ellas identificamos de forma similar unos límites que queríamos superar y unas necesidades políticas que solo podíamos resolver embarcándonos en un proceso organizativo a mayor escala como el que estamos intentando poner en marcha. Es decir, viniendo de tradiciones aparentemente muy alejadas entre sí, todas nosotras identificamos un cierre de ciclo político y la necesidad de iniciar un proceso que hiciese frente a experiencias políticas incapaces y a la hegemonía de la socialdemocracia, que había cooptado y articulado muchas de las dinámicas políticas en las que hasta ese momento nos habíamos movido.
Viniendo de tradiciones aparentemente muy alejadas entre sí, todas nosotras identificamos un cierre de ciclo político y la necesidad de iniciar un proceso que hiciese frente a experiencias políticas incapaces y a la hegemonía de la socialdemocracia
Esta diversidad de origen se debe también a la composición y el estado militante de los movimientos, espacios y redes de los que proveníamos. Pues, al contrario que otros territorios, en Madrid, por utilizar el ejemplo que mejor conocemos, el tejido militante ha quedado reducido casi a la nada en los últimos años, encontrándonos con una densidad organizativa mínima. Este hecho, sumado a (y totalmente relacionado con) una cultura y práctica militante totalmente marginales y reducidas casi a círculos minúsculos, ha conducido a que los pocos jóvenes que compartíamos ciertas intuiciones y propuestas para superar los límites de nuestros movimientos hayamos podido identificarnos y querido confluir en un proceso de autocrítica de las lógicas y dinámicas que nos habían conducido hasta aquí.
¿Y de dónde procede EPS? ¿Cómo surgió?
A raíz del proceso de autocrítica en el que distintos sectores nos estábamos embarcando aún dentro de nuestros pasados espacios de militancia, se inició un proceso de encuentro entre diferentes corrientes políticas que tenía la pretensión de poner a debate diferentes propuestas estratégicas y organizativas, sobre todo entre jóvenes militantes. Este proceso corrió en paralelo en Burgos y Madrid, sumándose después otros sectores de Valladolid al mismo. Fue un proceso en el que el debate honesto y la confrontación ideológica entre las distintas corrientes políticas han tenido siempre un papel central, dadas nuestras diversas procedencias, lo que sin embargo no nos impidió avanzar políticamente en conjunto hacia las posiciones socialistas.
Así, dentro de este proceso de encuentro y reflexión conjunta distintos grupos confluimos en la idea de apostar por la crítica de la economía política (CEP) como el marco común del que queríamos dotarnos para iniciar nuestro proceso. El estudio de la CEP nos sirvió entonces para generar un marco común que nos fue útil, y lo sigue siendo aún hoy en día, para analizar las diversas propuestas que se estaban poniendo sobre la mesa. En este sentido, al mismo tiempo que profundizábamos en el estudio de la CEP, el desarrollo del Movimiento Socialista (MS) en Euskal Herria nos resultó sumamente interesante y empezamos a unir nuestro análisis crítico del capitalismo con un debate sistemático de las tesis y propuestas de este nuevo movimiento y su apuesta por una renovada estrategia socialista adaptada a nuestro momento. Fue entonces cuando el proceso de recomposición ideológica y política se acentuó, mostrándose que diversos sectores apostábamos firmemente por dar continuidad en nuestros territorios a dichas tesis y por iniciar un proceso organizativo que tratara de darles realidad.
Fue entonces cuando presentamos el EPS, planteado como un espacio abierto y de encuentro entre militantes interesadas en las nuevas tesis socialistas planteadas en el que nuestra apuesta es seguir formándonos y teniendo los debates necesarios para el aumento de nuestras capacidades colectivas, un espacio donde ir construyendo las capacidades militantes que nos permitan responder a todos los retos que se nos plantean e iniciar un proceso organizativo a una escala cada vez mayor a través de la construcción de un MS vivo y fuerte en nuestros territorios. Estos territorios por el momento son Madrid, Burgos y Valladolid, que pese a la particular coyuntura que atraviesan en cada caso, han vivido un proceso con grandes similitudes hasta llegar al momento actual. Proceso, por cierto, que está recibiendo atención y se está desarrollando de forma interesante en otras ciudades cercanas, lo que creemos que muestra la validez general de algunas de las cuestiones que estamos poniendo sobre la mesa, no tratándose de algo específico de un territorio y su específica idiosincrasia, sino de algo que apunta más a cuestiones generales y compartidas.
¿Qué valor e importancia poseen en vuestra gestación política el 15M o la ola de movimientos sociales?
La importancia del proceso del 15M y la ola de movimientos sociales que toman fuerza desde hace ya más de una década en nuestros territorios es muy grande. Hay que recordar que en nuestra mayor parte somos militantes que en el momento en el que el 15M explota somos muy jóvenes y, o bien participan muy de pasada en estos acontecimientos, o bien participan como meros espectadores. No obstante, este momento es un momento muy importante para nosotras, pues en gran medida se puede decir que el 15M y sus consecuencias inmediatas son uno de los primeros grandes episodios de politización para muchas de las personas de nuestra generación.
Es precisamente en este momento en el que explotan en nuestra ciudad las grandes huelgas estudiantiles o manifestaciones como las Marchas de la Dignidad, que son muchas de las primeras experiencias políticas en las que intervenimos directamente. Y es justo tras ellas que el conflicto social aumenta en nuestros territorios y vemos también cómo movimientos como el antifascismo o el de okupación de centros sociales adquieren mayor fuerza, constituyéndose como espacios de socialización frecuentes para muchas de nosotras. Además, en los años posteriores, en los que vamos creciendo y madurando políticamente, es cuando surgen nuevos movimientos como el de las luchas por la vivienda o el feminismo, en los que la mayoría de nosotras acaba confluyendo de una forma u otra.
Como vemos, el 15M y los procesos de lucha y protesta que allí comienzan a desarrollarse son esenciales para nosotras, pues los mismos constituyen uno de nuestros primeros grandes episodios de politización y porque en gran parte los mismos configuran los espacios políticos en los que más tarde acabaremos participando.
Esta importancia puede verse muy clara si analizamos los principales actores políticos que allí surgen o se consolidan de una nueva forma y que tienen más relación con nuestras militancias.
Entremos en eso. ¿Cuál es el análisis que hacéis de esos actores políticos?
Por un lado, tenemos al movimiento estudiantil. El ciclo de huelgas y luchas estudiantiles que se produce entre 2010 y 2014 en nuestros institutos y universidades es una de las primeras experiencias de politización/organización para muchas de nosotras. Así, este movimiento será explorado por la mayoría de las compañeras desde distintas órbitas de intervención hasta llegar a los últimos tres o cuatro años, en los que empieza a resultar evidente para todas que el movimiento estudiantil ha sido casi reducido a cenizas en ciudades como Madrid, donde el relevo generacional ni siquiera puede lograrse mínimamente. Se trata de un movimiento que siempre tuvo muchos problemas para salir de su ámbito específico de intervención, por lo que fuera de los episodios de mayor conflicto como grandes huelgas era frecuente que cayera en la autorreferencialidad y el seguidismo a las dinámicas culturales en curso.
Por otro lado, tenemos al movimiento feminista, que constituye sin duda el primer gran movimiento de masas en el que muchas de nosotras participamos. La mayoría de nuestras compañeras desarrollan su politización en el momento en el que este movimiento no para de crecer, de tal forma que la participación en sus asambleas, estructuras, organización de acciones y manifestaciones, etcétera, es muy recurrente. Estamos sin duda ante uno de los movimientos más importantes de los últimos años, por lo que la influencia de este movimiento en nuestras militancias es más que significativa. Sobre todo en un lugar como Madrid, epicentro de grandes movilizaciones como las que ningún otro sujeto político pudo poner en marcha, ha influido mucho en las formas de hacer y entender la política, el lenguaje y las dinámicas: un sentido común feminista de lo político que hay que saber también abordar de manera adecuada por algunas de sus implicaciones políticas, sin caer por ello en el reaccionarismo de muchas de las críticas planteadas. En suma, se trata de un movimiento del que también estamos pudiendo observar un relevante reflujo en los últimos años, con la ruptura de sus filas en dos bloques y con la asquerosa reacción machista impulsada por la extrema derecha recuperando posiciones en la agenda cultural y estando hoy a la ofensiva, lo que creemos que no podía ser de otra forma dadas las lógicas internas del movimiento.
En paralelo a ambos toman de nuevo fuerza los centros sociales okupados y el movimiento antifascista, como dos de los espacios y lógicas de socialización y militancia en los que muchas de nosotras confluimos desde bien jóvenes. Los CSO tienen una historia tremenda en algunas de nuestras ciudades, que nosotras recibimos ya de manera ciertamente distorsionada, hasta ser embestidos por una ofensiva como la que enfrentamos en la actualidad, en la que ciudades como Madrid apenas cuentan ya con grandes centros sociales que sirvan de espacios de radiación y organización política. Y qué decir del antifascismo en una ciudad como Madrid. No creemos que sea descabellado pensar que el asesinato de Carlos Palomino supuso para la mayoría de nosotras un antes y un después que marcó todo lo que pensábamos acerca de la política y la militancia. Con la experiencia de los colectivos juveniles antifascistas que predominó además en los años posteriores, que fueron experiencias de organización y politización enormes que nos permitieron descubrir qué significaba intervenir políticamente en la realidad más inmediata de nuestros barrios. Experiencia que, de nuevo, entra en completa decadencia hará unos dos años, con un relevo generacional que tampoco conseguimos hacer fructífero, lo que para muchas de nosotras despierta las primeras alarmas de que no estamos ante errores tácticos concretos o debilidades particulares de ciertos movimientos, sino que la derrota de los distintos movimientos responde a una lógica y dinámica más general que se venía reproduciendo en todos los espacios de militancia existentes.
Para muchas de nosotras despierta las primeras alarmas de que no estamos ante errores tácticos concretos o debilidades particulares de ciertos movimientos, sino que la derrota de los distintos movimientos responde a una lógica y dinámica más general
Y sin duda tenemos que destacar también el movimiento de vivienda, otra de las experiencias más grandes de la década 2010-2020, configurada como una de las primeras formas de hacer política en las que trabajamos con los sectores más desposeídos de nuestra clase. Hubo sin duda una apuesta táctica de distintos sectores por intervenir en estas luchas dadas las potencialidades que incorporaba. Y muchas de nosotras estuvimos también ahí en una experiencia de politización muy distinta a las otras, donde compartes organización con realidades brutales que en otros tipos de militancia ni imaginas, con compañeras que tienen que organizarse en la asamblea literalmente para no perder su casa y su familia. El salto con lo anterior es tremendo, pero precisamente por la particularidad del conflicto que enfrenta, que ganó tanta relevancia mediática en un momento dado, es también el movimiento que nos puso de forma más evidente delante de la forma de funcionar de nuestros movimientos con relación al último de los sujetos que vamos a destacar, lo que para muchos quizás fue la gota que colmó el vaso.
Dicho sujeto es la nueva socialdemocracia populista surgida del 15M. Pues todos estos movimientos que acabamos de mencionar se desarrollan en paralelo al proceso de surgimiento y auge del fenómeno de Podemos, que actúa al inicio de manera ambivalente en la mayoría de ellos, y con el que la relación es más tensa y conflictiva a medida que pasa el tiempo y se produce su proceso de integración en las instituciones. Las lógicas de cooptación de militantes, intentos de articulación de las demandas de estos movimientos, dinámicas de presunta «representación» de sus intereses en las instituciones y demás estratagemas han sido muy recurrentes en nuestros procesos de politización y maduración como militantes. Primero como tragedia y luego como farsa, nuestra generación ha crecido políticamente con el auge y caída del proyecto populista de la socialdemocracia enfrente, con unos fundamentos llamados a fracasar tal y como mostró la experiencia griega en 2015. Y todo ello, tras un tiempo de maduración política y análisis del estado de nuestros movimientos y la relación con este sujeto, nos ha llevado a estar en situación de desarrollar una crítica exhaustiva a su proyecto, en la que quizás podamos entrar en profundidad más adelante. Movimientos que no pueden verse como «víctimas», pues los mismos adolecían ya de una serie de límites políticos como la sectorialidad, el localismo, el asamblearismo, el economicismo, el espontaneísmo, etcétera, que conducían de facto a que pudieran convertirse en la base social de la socialdemocracia, al no ser capaces de articular una práctica política que entrase en contradicción y conflicto con la lógica política de ésta.
¿Cuál consideráis que fue el detonante de esos procesos?
Nosotras creemos que los procesos de lucha e indignación que se articulan en la década 2010-2020 responden sobre todo a las consecuencias de la crisis capitalista de 2008. Entendemos que no hay forma de situar correctamente este episodio si no conectándolo con la dinámica de los ciclos de acumulación capitalista a nivel internacional. Pues la situación económica en este momento es muy dura para la clase trabajadora europea, sobre todo de los estados del sur, y sumándose a diversos factores que ya venía arrastrando el régimen político español desde años atrás, como el agotamiento de unas determinadas formas de hacer política y un progresivo desencanto respecto a estas, es entonces cuando se desata esa gran crisis de legitimidad política y de representación de las instituciones burguesas que se ven sobrepasadas ante la situación.
Por ello, para nosotras este proceso es inseparable del que creemos que estamos viviendo en la actualidad, cuyo detonante principal viene determinado por el recrudecimiento de la crisis de acumulación del capital que atravesamos. La crisis del 2008 y la crisis actual son por ello dos momentos inseparables entre sí. Este es un punto al que estamos tratando de dar mucha importancia, porque creemos que su correcto análisis influye totalmente en la perspectiva de cómo debe enfocarse el proceso que tenemos por delante. Así, el inicio de la pandemia marca un punto de inflexión total, en el que las fuertes contradicciones al interior del sistema capitalista se hacen cada vez más evidentes. Y a este le siguen el brutal proceso de encarecimiento de la vida y proceso inflacionario que estamos viviendo, el estallido de una guerra imperialista de nuevo en suelo europeo, el agravamiento de la crisis energética a nivel mundial y el repliegue autoritario de los estados burgueses.
La coyuntura internacional, política y económica, marca para nosotras un punto de quiebre total, que evidencia además un proceso que venía gestándose desde tiempo atrás, como es el de la total integración de la nueva socialdemocracia surgida del ciclo de protestas del 15M en las lógicas del Estado. Este sujeto había venido manteniendo una posición ambigua en muchos de los espacios de militancia en los que habíamos intervenido hasta ese momento, manteniendo una relación tensa con él, jugando este a la lógica de la cooptación y «representación» de los supuestos intereses de estos movimientos en las instituciones; sin embargo, su entrada definitiva en el famoso «gobierno más progresista de la historia» no hizo más que confirmar nuestras intuiciones. Así, a partir de entonces empezamos a tomar como mucho más urgente la tarea de analizar los fundamentos de la propuesta socialdemócrata y elaborar una crítica radical a sus lógicas y formas de funcionar, pues entendemos que este ha sido uno de los principales responsables de la situación en la que nos encontramos. Este fue otro de los puntos de confluencia, junto con la apuesta por la CEP como marco común y el interés por las tesis que el MS estaba desarrollando en Euskal Herria, que nos permitieron avanzar en nuestro proceso de cohesión ideológica y recomposición política.
La coyuntura internacional, política y económica, marca para nosotras un punto de quiebre total, que evidencia además un proceso que venía gestándose desde tiempo atrás, como es el de la total integración de la nueva socialdemocracia
Y, ahora, ¿qué ha cambiado?
Como acabamos de comentar, la entrada de la nueva socialdemocracia populista en el gobierno ha supuesto todo un momento de impasse para los movimientos sociales y los espacios de militancia de los que proveníamos, pues ha puesto a la vista de todo el mundo los enormes límites que el proyecto socialdemócrata tiene para cumplir los objetivos que en teoría dice perseguir, lo que ha generado que muy diversos sectores se inserten en un proceso de autocrítica sobre el papel que nuestros movimientos han jugado hasta ahora, los límites que han encontrado en estos años y la relación que han mantenido con la socialdemocracia. Y esto ha generado una mayor apertura de dichos espacios y movimientos a nuevas propuestas, como la que está poniendo sobre la mesa el MS, que para nosotras permite dar una solución de continuidad a gran parte de esa militancia crítica y con convicciones revolucionarias que hasta ahora se ha visto abocada a militar en proyectos que sabían que no podían ir mucho más allá de hasta donde los habíamos llevado, pero que eran lo único decente que encontraban en sus territorios; pues las organizaciones comunistas no ofrecían nada convincente y los intentos de coordinación de estructuras a mayor escala siguiendo la lógica autónoma que prevalecía en nuestros movimientos siempre terminan acabando en nada.
A este hecho se suman algunos de los efectos más duros de la crisis de acumulación capitalista que estamos atravesando en nuestro presente, como por ejemplo el proceso de proletarización y encarecimiento de la vida o la crisis energética y de recursos que nos golpea. Vivimos en un mundo que está cambiando vertiginosamente, donde las certezas del pasado son cada día más débiles y en el que cada vez los intereses de las distintas clases de los estados burgueses del norte global están más enfrentados entre sí. El tiempo de la paz social y la armonización de ciertos intereses de clase a través de instrumentos como el estado de bienestar parece que está comenzando a cerrarse. Esto es algo que cada vez más sectores están empezando a ver, también dentro de las élites políticas burguesas, que están llevando a cabo movimientos extraños a nivel internacional: piénsese en la pinza a la conservadora primera ministra británica Liz Truss. Por todo esto los espacios militantes más avispados y con mayor capacidad de leer la coyuntura están apostando por intensificar el conflicto social, y precisamente ello está permitiendo generar una cierta ruptura con las dinámicas que veníamos arrastrando y poner a debate, entre cada vez más sectores, diversos modelos estratégicos para impulsar un nuevo proceso de lucha que nos permita abrir nuevos escenarios. Es aquí donde se inserta la creciente atención e interés por la estrategia renovada que está planteando el MS, que a nuestro juicio es la única propuesta estratégica que ha demostrado en la práctica cierta potencialidad y efectividad.
Por lo tanto, ¿cuáles son las condiciones concretas que han producido la ruptura política?
Las condiciones para realizar esta ruptura política las podríamos dividir en: la coyuntura económica internacional de crisis capitalista que está generando grandes cambios en muy diversos ámbitos (estructura laboral, composición de clase, equilibrio generacional, etcétera); los efectos del cierre de ciclo político que culminó con la entrada de la nueva socialdemocracia populista en el gobierno, con el desencanto político que esto ha generado en ciertos sectores militantes y con la pérdida de capacidad de articulación de este sujeto (cooptación, representación y anulación del potencial revolucionario de nuestras luchas y movimientos, etcétera); y la determinación de diversos sectores militantes, sobre todo formados por jóvenes, de impulsar un nuevo proceso partiendo de la autocrítica que nos permita superar los límites que habíamos encontrado hasta ahora y salir del mero resistencialismo.
¿Por qué creéis que se ha dado esa ruptura mayormente en sectores juveniles?
Son varias las razones. En primer lugar, parece evidente que el proceso de proletarización que estamos viviendo está afectando de manera más acusada sobre todo a las jóvenes generaciones de clase trabajadora. En otra ocasión hemos podido ya definir al proletariado como el conjunto de los desposeídos, los sectores que no tienen acceso a la propiedad de manera estable, ni al control sobre el espacio y las condiciones de reproducción de su vida, los que dependen de la venta de su fuerza de trabajo para reproducir su vida, directa o indirectamente, de tal forma que dicha clase no está compuesta solo por las personas que trabajan, sino también por las que no trabajan. Si atendemos a esta definición, resulta claro que las nuevas generaciones de clase trabajadora abordan una ruptura con las condiciones de sus generaciones mayores y enfrentan un proceso de desposesión aún más agudo: nuestro acceso a la propiedad está aún más limitado, con la propiedad de una vivienda como núcleo articulador fundamental desapareciendo. La famosa «queremos un país de propietarios, no proletarios» que el franquismo dejó bien atada para la Transición está así hoy rompiéndose; con un acceso al trabajo cada vez más complicado, en el que el Estado Español goza de la tasa de paro juvenil y temporalidad más altas de la UE; con una emancipación del hogar que por lo tanto se produce cada vez de forma más tardía e inestable; con la familia perdiendo fuerza entonces como unidad económica básica de reproducción; y por todo ello con una profunda inestabilidad vital que genera grandes problemas emocionales y psicológicos. El cuadro de época de las jóvenes generaciones trabajadoras es brutal.
Y, por otro lado, porque esta diferencia estructural no puede sino determinar modos de vida y comprensión de la realidad distintos, a los que les sigue una ruptura con la forma de entender y de hacer política que ha predominado hasta ahora. Esta ruptura no es automática, sino que de hecho hay que incidir políticamente en ella, pero es evidente que están saltando por los aires las fidelidades políticas respecto a las estructuras clásicas del movimiento obrero. Los sindicatos y los partidos institucionales se ven como algo ajeno. Y también la confianza respecto al Estado y sus instituciones parece estar cayendo. Porque algo que no se puede olvidar es que nosotras ya no somos hijas de la Transición y sus promesas; nosotras somos hijas de la crisis. «¿En qué podéis mejorar las condiciones de vida de mierda en la que me encuentro yo y mis colegas? ¿En qué os diferenciáis entre vosotros y qué margen de acción tenéis para cumplir lo que estáis prometiendo? En nada, ¿no? Pues entonces largo de aquí». Creemos que esto está empezando poco a poco a convertirse en sentido común entre las jóvenes generaciones trabajadoras. Y no digamos ya entre los sectores militantes, que llevan viendo venir la misma historia cada cuatro años. «El eterno retorno de lo mismo» es la política burguesa y su forma de manifestación en los movimientos sociales también.
Es evidente que están saltando por los aires las fidelidades políticas respecto a las estructuras clásicas del movimiento obrero
Por todo esto la ruptura generacional puede convertirse en una ruptura política con la política burguesa, sobre todo la de su ala izquierda de la socialdemocracia. Esto es algo en lo que hay que insistir. Pues no se trata de enfrentar generaciones trabajadoras entre sí, claro que no. El proyecto socialista tiene la vocación de articular a toda la clase trabajadora en lucha contra el poder del Capital y el Estado. De lo que se trata es de analizar dónde se encuentran las mayores potencias de esta clase para articular un nuevo proceso revolucionario. Y como decíamos, los sectores jóvenes no están vinculados a las lógicas y fidelidades del Estado y del Capital como lo están las mayores, por lo que su articulación política adquiere en este momento inicial de recomposición una dimensión especial para luego avanzar y articular otras capas del proletariado.
Habladnos más sobre la ruptura. ¿Con quién y sobre qué fundamentos?
Bueno, esto es muy interesante, porque para nosotras el proceso de ruptura es muy diferente al que se ha seguido en lugares como Euskal Herria o Països Catalans. Allí se rompe con una gran estructura burocrática, un gran partido socialdemócrata de corte nacionalista, que había agrupado hasta entonces a núcleos socialistas jóvenes que tras un análisis crítico y de debate dicen «hasta aquí hemos llegado». Nosotras también hemos recorrido ese complejo proceso que te lleva hasta ese punto, pero al llegar a nuestro «hasta aquí hemos llegado», este no se le puede plantear a un sujeto concreto y muy determinado, sino más a una dinámica y formas de hacer generales y muy extendidas. Y esto creemos que ocurre igual en los distintos territorios en los que el proceso está avanzando en paralelo, como son Madrid, Burgos y Valladolid.
Nosotras no tenemos ningún gran partido y estructura con la que romper. Lo que más se podría parecer aquí a lo que hay en otros territorios sería la socialdemocracia española representada por Podemos y el PCE. Pero no se puede decir que rompamos con ninguno de ellos porque nunca hemos formado parte de los mismos y porque además prácticamente estos no tienen tejido militante. Estas son meras estructuras electoralistas que siguiendo la lógica burguesa han escindido completamente el plano político (reducido a la dinámica electoral) y el plano social (delegado a los movimientos sociales), lo que les reduce a una «estructura organizativa» basada en ser máquinas electorales. Lo que rompemos, por tanto, es con la forma de relacionarnos con ellos, de entender la política al margen de sus lógicas y de proyectar un programa independiente que se dote de una estrategia propia. Nuestro «hasta aquí hemos llegado» viene a significar que no queremos seguir permitiendo que todos nuestros esfuerzos militantes puedan ser articulados por parte de la socialdemocracia, a la que cada cuatro años mucha de nuestra gente acaba votando como «mal menor» y respecto a la que los movimientos acababan asumiendo muchas veces un papel demandista y de lobby de presión a través de la lógica de cooptación y representación.
Para nosotras pasa entonces a ser fundamental recomponer un programa socialista que nos permita articular una lógica de antagonismo respecto a estos sujetos, que son uno de los grandes responsables de la situación en la que nos encontramos y respecto a los que hasta ahora muchos de nuestros movimientos han tenido una posición ambigua y de debilidad. Nuestra insistencia en los límites del proyecto socialdemócrata y las dinámicas del estado burgués frente a la crisis de acumulación del Capital son por ello tan recurrentes. Rompemos por ello con las dinámicas que algunas de las organizaciones y estructuras que componen estos movimientos han tenido hasta ahora frente a dicha relación (socialdemocracia-Estado-Capital), sobre todo determinadas por las lógicas de la autonomía, pero también con el conjunto de organizaciones autodenominadas comunistas y las anarquistas, para las que el escenario y formas de hacer permanece igual desde hace décadas. Nuestro «hasta aquí hemos llegado» es por tanto con nosotras mismas, con la forma de funcionar de los movimientos y tradiciones en los que hasta entonces habíamos puesto nuestro trabajo militante. Y esto creemos que es algo particular...
¿Qué dificultades os habéis encontrado en ese proceso?
Bueno, las dificultades son en cierta medida las esperadas en este punto del proceso. Una de las principales herencias que nos hemos encontrado del anterior ciclo es una descomposición y fragmentación brutal del tejido militante en nuestro territorio porque, a diferencia de lo que ha podido ocurrir en Països Catalans o en Euskal Herria, aquí no hemos tenido un bloque relativamente cohesionado con el que romper, sino multitud de corrientes, colectivos y grupúsculos de todo tipo que han ido poco a poco descomponiéndose hasta quedar relegados a la marginalidad o incluso desapareciendo por completo. Nosotras estamos intentando humildemente plantear una alternativa real a esta situación, pero lo estamos haciendo en un territorio en el que prácticamente tenemos que volver a generar un tejido militante nuevo.
Tampoco queremos decir que estemos predicando en el desierto, pues siendo sinceras aún queda algo de tejido con el que entablar un diálogo honesto y debemos reconocer que muchos de los debates y cuestiones que hemos planteado han sido bien acogidas incluso entre sectores de los que no lo esperábamos en absoluto, lo que nos ha sorprendido para bien. Pero el problema fundamental al que nos enfrentamos es cómo seguir creciendo mientras continúas cohesionando tu propio proyecto, cómo sigues incorporando a cada vez más gente muy diferente mientras al mismo tiempo sigues cohesionando internamente tu apuesta. En cierto sentido, como ya decíamos antes, provenimos de multitud de corrientes políticas y estamos muy orgullosas de ello, pero al mismo tiempo también supone un reto cuando te planteas crecer sin tener en frente un bloque con el que romper que te permita unirte aún más rápidamente, sino que tienes que relacionarte con agentes muy diferentes y a menudo muy difusos, o incluso plantearte llegar a sectores a los que aún nadie ha llegado.
Pero en cierta medida todo esto es normal al inicio de un proceso como el que estamos poniendo en marcha, y sabemos que va a ser la práctica política que despleguemos la que acabará permitiendo que cada vez más sectores puedan juzgar directamente lo que estamos planteando. Es solo en la efectividad de nuestra práctica donde demostraremos si lo que estamos planteando es cierto o no.
¿Qué es lo que os ha permitido superar esas dificultades?
Bueno, las dificultades siguen ahí, porque aunque creemos que estamos avanzando poco a poco, somos conscientes de que aún está todo por hacer. Como ya hemos dicho, va a ser la práctica la que demuestre si todo lo que estamos poniendo sobre la mesa tiene validez o no. Nosotras tenemos determinación y creemos firmemente que estamos sometiendo a debate una propuesta política y un modelo estratégico que de verdad puede permitirnos empezar a salir del estado de derrota en el que nos encontramos. Sumamos a esa determinación una vindicación de la paciencia y la calma. Sabemos que el tiempo apremia, que los retos a los que hay que hacer frente son urgentes y que el clima de apertura política que tenemos no va a durar siempre, pero también sabemos que las prisas no son buenas compañeras de viaje y que necesitamos salir de esa inmediatez y visión de corto plazo que ha caracterizado nuestras prácticas militantes hasta ahora. Así que determinación, paciencia y por último humildad. No hemos hecho nada, tenemos todo por hacer.
Nosotras tenemos determinación y creemos firmemente que estamos sometiendo a debate una propuesta política y un modelo estratégico que de verdad puede permitirnos empezar a salir del estado de derrota en el que nos encontramos
En ese «todo por hacer» creemos sin duda que la gran diversidad de procedencias militantes de la que se compone nuestro espacio político puede ser un factor positivo. Es decir, al mismo tiempo que esta heterogeneidad hace que el proceso de cohesión ideológica sea más lento que el que podría producirse en un grupo que ha generado una ruptura en bloque con una estructura concreta ya existente, esta particularidad de nuestro proceso hace que nos dotemos de una amplitud de miras y diversidad de enfoques que puede ser muy enriquecedora si el proceso de cohesión se hace de manera correcta. En este sentido, contamos con capacidades específicas muy diversas de compañeras que han sido cuadros de organizaciones tan distintas como las anarquistas o las comunistas, pero también de espacios tan diversos como asambleas de vivienda o estructuras juveniles. Creemos que esta diversidad a veces ralentiza, pero que en este caso puede ser un factor positivo.
Por otro lado, otro de los puntos que nos está siendo de mayor utilidad para avanzar es contar con la referencia de procesos similares en otros lugares del estado, como el que se está produciendo en Països Catalans, pero sobre todo del que tenéis en Euskal Herria. Ver lo que está pasando ahí nos da fuerzas. Entendernos parte de un mismo impulso histórico, ser conscientes de que estamos haciendo frente a un enemigo común compartiendo ciertas tesis, ver que compañeras cercanas han logrado dar pasos adelante muy importantes en contextos similares (pese a todas las particularidades históricas), es para nosotras un gran aliento.
Otro de los puntos que nos está siendo de mayor utilidad para avanzar es contar con la referencia de procesos similares en otros lugares del estado, como el que se está produciendo en Països Catalans, pero sobre todo del que tenéis en Euskal Herria
Por último, miremos al futuro. ¿Cómo lo veis?
Bueno, es muy complejo responder a esta pregunta. El futuro es siempre incierto y está siempre abierto. Como poco creemos que nosotras somos conscientes de que no hay modelos predeterminados, de que no hay esquemas fijos que funcionen al estilo de fórmulas mágicas. La fórmula mágica de la revolución no existe, porque la revolución no se puede planear de antemano como un plan perfecto y totalmente trazado. En todo caso la revolución se hace. Y para nosotras se empieza a hacer construyendo las bases de la organización socialista, pues nuestra concepción del socialismo como proceso implica que este contiene desde sus mismos inicios y de forma germinal los elementos de su objetivo último y los debe desarrollar progresivamente.
En este sentido, en un momento como en el que nos encontramos somos conscientes de que hay que recomponer el movimiento revolucionario desde un estado de derrota total, luchando por generar las condiciones para que otras generaciones lleguen después y puedan abrir una nueva fase de ofensiva. Y por eso en este momento inicial es tan importante la lucha cultural, como las compañeras del MS estáis mostrando. Una lucha cultural planteada como lucha política integral en la que tenemos que ir demostrando poco a poco precisamente que el futuro está abierto. Porque tenemos que conseguir salir de ese estado en el que se encuentra nuestra clase y en el que como suele decirse «es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo». Eso es pura ideología burguesa y la organización socialista de los jóvenes trabajadores tiene que demostrar día a día con su práctica política, con la efectividad que demuestre en sus luchas concretas, que existe una alternativa real al desastre capitalista.
Para eso es esencial llevar a cabo una buena lectura de coyuntura. Como en estas páginas ya habéis podido tratar en otras ocasiones, debemos ofrecer continuamente doctrina de coyuntura efectiva y acertada, para lo cual tenemos que estar formadas y saber leer bien las tendencias que estructuran nuestra realidad. Porque aunque el futuro es incierto hay tendencias de fondo. Y tenemos que saber leer estas tendencias, porque son las mismas las que te permiten decidir en qué conflictos intervenir y cómo debes hacerlo. Eso es algo que demostrasteis muy bien vosotras [el MS de Euskal Herria] con la pandemia y las «medidas excepcionales» de los estados burgueses. Es ahí donde la política comunista se muestra más claramente como saber estratégico e hipotético, ¿no? Pues la política comunista se piensa de la misma forma en que se hace: en la lucha, sin escisión alguna entre teoría y práctica, teniendo cada decisión la dimensión táctica de proporcionar herramientas a nuestra estrategia de acción.
Así, sin determinismos de ningún tipo y sin modelos prefabricados de antemano, debemos avanzar organizativamente de manera sólida y coherente y aterrizar el programa comunista en cuestiones concretas y problemas actuales, para lo cual hace falta entender muy bien el mundo en el que vivimos. Pues recuperar la independencia ideológica y política pasa por que, ante los conflictos que se nos presenten y los problemas a los que tengamos que hacer frente, podamos adoptar posicionamientos políticos correctos y nítidamente diferenciados de los de las fuerzas burguesas. De nuevo el caso de la pandemia es un buen ejemplo. Esa es la verdadera independencia de clase en un momento como en el que nos encontramos. De ahí la necesidad de unir toda táctica de lucha con una estrategia socialista renovada y adaptada a nuestro presente. Y de ahí la necesidad de acumular fuerzas y avanzar en el Proceso Socialista en su dimensión organizativa internacional. Creemos que es en esto en lo que toda la gente de EPS apostamos.
Sin determinismos de ningún tipo y sin modelos prefabricados de antemano, debemos avanzar organizativamente de manera sólida y coherente y aterrizar el programa comunista en cuestiones concretas y problemas actuales
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