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2020/12/10

(Traducción)

Estos últimos años ha habido multitud de polémicas en Euskal Herria que están estrechamente ligadas al contexto político que vive nuestro territorio. Explicándolo de manera concisa, los numerosos desencuentros que han surgido ante la última fase de la estrategia de la Izquierda Abertzale («la vía o alternativa democrática»), nos ha obligado a muchos militantes que proveníamos de su base y tradición a la necesidad de construir nuevos procesos políticos. Así pues, en los últimos años se han ido produciendo distintos análisis sobre la realidad global y nacional, y hemos ido proponiendo nuevas hojas de ruta políticas que seguir para el presente y futuro. A medida que han surgido nuevas propuestas políticas organizadas, se han generado polémicas entre los distintos puntos de vista. Una de esas ha sido la que comenzó la pasada semana en Gasteiz y que se ha expandido al resto de Euskal Herria.

Hago uso del término polémica en vez de debate político, porque muchísimos de estos enfrentamientos no han poseído el elemento que caracteriza al segundo término, a mi parecer: el debate serio sobre las distintas posiciones políticas y de los elementos para su compresión sobre el tema que está en el punto de mira (ya sean cuestiones tácticas o estratégicas). Y esto no es a causa de que ahora no es el momento para ello, ya que este momento es más importante que nunca para tener debates serios. En esta década nuestras condiciones de vida han cambiado radicalmente, junto con el profundo cambio cultural que esto conlleva. Cómo no, entonces, las necesidades y cosmovisiones políticas que le eran propias a la fase anterior de lucha se han enfrentado contra las nuevas fuerzas políticas actuales en la mayoría de los temas fundamentales: en los objetivos, el sujeto, en las técnicas como en las formas organizativas y en un largo etcétera. Por tanto, tendría que ser lógico que este fuera en sí el tiempo de las discusiones políticas.

La organización y socialización de las cosmovisiones y necesidades políticas que hemos formulado como hipótesis desde el Movimiento Socialista, lo entiendo como aporte a un debate más amplio, como un intento de subir un peldaño el nivel político de este contexto. Ante esta renovadora producción teórico-política, por desgracia, nos hemos encontrado de frente con intentos de deformación de nuestras propuestas y de aislamiento de nuestro movimiento. Hoy día cualquiera que se toma la política en serio puede ver este fenómeno: frente a los nuevos y elaborados ensayos teórico-políticos los argumentos dados han sido de distracción. Demasiadas veces hemos visto la incapacidad de algunos de enfrentarse al debate y ante eso intentar centrase en el tono del texto, tratando de negar la propia discusión por cuestiones de forma. También hay quienes tienden a pronunciarse antes de haberse puesto sobre la mesa los elementos de ambos lados. Y, en general, hay una notable falta de análisis y crítica sistematizada de las innovaciones que se proponen. Este fenómeno, por tanto, me recuerda a la táctica de la falacia del hombre de paja, en vez de ir a la raíz de la materia que se está debatiendo, deforman la propia propuesta y sobre esa caricatura hacen la crítica.

Como es compresible, el hecho de que este fenómeno se haya convertido en norma general mucho nos dice sobre el actual nivel de la cultura política de nuestro territorio, más aún cuando la crítica política se caracteriza como ataque. El único objetivo, para ahora, es ir contra todo movimiento político que pueda poner en duda los principios políticos y la estrategia cuya hegemonía antes prevalecía, cueste lo que cueste, aunque haya que llevar a la nada la cultura y el respeto político.

Como se cumplen las reglas generales, la polémica que han querido difundir más allá de la casa de Arkillos 10 también hace referencia al fenómeno antes mencionado. En este caso, sólo hay que leer el artículo de opinión de unos ex habitantes. Estoy de acuerdo en que no se esté de acuerdo con una decisión y que se pueda publicar una opinión. Pero esa crítica, a mi parecer, no puede partir de una desfiguración. Y eso es lo que ha pasado: Mentiras sobre la esencia y funcionamiento de Erraki; la construcción de una falsa dicotomía entre el Movimiento Socialista vs Movimiento Popular, cuando este tema es mucho más complejo; exponer al Movimiento Socialista como un enemigo acérrimo de la pluralidad política; la crítica sobre los procesos de decisión, presentando a los militantes socialista como impositivos, cuando fueron  los ex habitantes, ante la falta de consenso, quienes propusieron esta forma de resolución… Además, como se esperaba, el sector favorable a la estrategia oficialista se movilizó rápidamente para deformar todavía más este texto ya de por sí deformado y arremetiendo contra el Movimiento Socialista, de la manera más interesada. Eso sí, tras el texto publicado por la asamblea de la casa, donde señalaron las mentiras e intencionalidades que había a raíz de lo ocurrido, nadie ha tomado la sincera responsabilidad de dar un paso atrás. La mayoría han callado.

Cuando se dan continuamente este tipo de actitudes políticas, queda en evidencia la tolerabilidad explícita que existe hoy en día sobre este tipo de comportamientos y se profundiza cada vez más en la decadencia de la cultura política. Actualmente, se pierde una votación en una casa y puede crearse una polémica intencionada a nivel nacional; se puede difamar sobre diferentes herramientas sin proponer ninguna alternativa real para crucificar un movimiento. Y, por desgracia, no creo que esta tendencia vaya a cambiar a corto plazo. Espero, al menos, que el movimiento que alimentamos pueda elevar algunos peldaños la cultura política de la futura Euskal Herria.