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En el edificio de la dominación hay una gigantesca máquina de vending, al final de un oscuro y silencioso pasillo. Decorada con luces brillantes y publicidad multicolor, su letrero dice con orgullo «Industria Cultural». La máquina siempre está rodeada de gente; sus productos suministran a los dominados la fuerza y el deseo de soportar la servidumbre, y todos los días se les da permiso para asistir y degustarlos, a condición de mantener el silencio.

Como a todos los seres humanos del edificio, las luces y brillos de la máquina te atraen inevitablemente y te quedas ciego mirando el escaparate, sin poder ver el pasillo. En el interior de la máquina están todos los productos anunciados por la publicidad, parecen infinitos. Comida de todo tipo, sistemáticamente organizada y en venta a cambio de unas pocas monedas, para el beneficio económico del dueño resulta ininteligible. Es realmente fascinante: gominolas de todos los colores, patatas de todos los sabores, bocadillos de cualquier cosa, empaquetados en bolsas y cajas de formas y mensajes diversos. Hay paquetes de apariencia saludable, que nos prometen estar hechos de ingredientes ecológicos. Los hay que tienen cantidades de azúcares y productos químicos casi letales. Algunos de esos, intentan disimular ese carácter insalubre y otros en cambio los anuncian con orgullo en sus anuncios, exaltando el rápido y supuestamente ardiente goce que les reportan. Hay paquetes oscuros y tristes, o coloridos y alegres, cajas serias y elegantes o bolsas bromistas, formas simples o preparaciones complejas. Sin duda, cada individualizado de la multitud que fluye sin cesar encontrará fácilmente algo que le guste y, además, los productos que no son vendidos en pocos segundos son expulsados para dejar paso a los nuevos. El vending es tan miserable como eficaz.

Habiendo probado tres o cuatro paquetes distintos la decepción es profunda: no sacia, y todos dejan el mismo sabor en el paladar: sangre, y plomo. Parece ser una sensación generalizada, así lo anuncian continuamente las caras de los que vuelven continuamente a la máquina. Son adictos aburridos, llenos pero sin saciarse, con hambre pero con náuseas. Se podría pensar que esa aflicción traería el fracaso del vending, pero, de repente, aparece una serie de productos totalmente innovadores: patatas picantes Undeground Potatoes, chocolate de aparencia pura Alternative100 y los caramelos explosivos Anti-Vending. Así, también los afligidos recuperan la ilusión respecto al dolor: el propio vending ha enderezado el malestar contra el vending, para el bien de todo el edificio.

Sorprendido, te frotas los ojos, y dando la espalda a la máquina, te empiezas a dar cuenta de lo que ocurre en el pasillo. He ahí el origen de algunos productos rompedores: algunos detractores del vending y sus sabores han colocado puestos de sus propios productos alrededor de la máquina. Ingredientes ecológicos, sabores fuertes y rompedores, y paquetes llenos de reivindicaciones son lo más común en ese mercado alternativo. Parece triste su destino: es difícil competir con la tecnología de la máquina y si tienen éxito con sus propios productos, lo más fácil es acabar dentro del vending, bajo un contrato que es «beneficioso para todos», pero abasteciendo la máquina, al fin y al cabo.

Alejándote más de las luces del vending, escuchas unas voces rompiendo el sonido impuesto. Siguiéndolas, te tropiezas con una realidad que hasta ahora te era invisible: algunos han hecho un agujero en la pared del pasillo, y están reunidos en el otro lado. Te arrimas, y te fijas cómo están hablando, con prudencia pero con determinación. Por lo que dicen, hace tiempo entendieron que la malvada máquina podía apropiarse de cualquier producto y que no hay, por tanto, ningún ingrediente, forma o paquete que evite apropiarse del sabor de la dominación y que la única forma de vencer a la máquina es propinándole patadas suficientemente fuertes, haciendo caer al edificio mismo. Por eso, tratan de organizar las patadas al otro lado de la pared, preparando unas lentejas (buenísimas, por cierto) que proveen de fuerza, conocimiento y vigor, en un puchero que es cada vez más grande.

HAY UN COMENTARIO
  1. E
    eustakio 2022/04/08

    egurra
    asko gustau zayak
    bai alegoriaren adierazgarritasuna, baita bukaerako mezu ilusionnantea ere
    zorionak

    egurra
    asko gustau zayak
    bai alegoriaren adierazgarritasuna, baita bukaerako mezu ilusionnantea ere
    zorionak