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Justificar lo injustificable, construir cortinas de humo o mirar al dedo cuando estamos señalando a la luna; todo para tapar que la policía municipal y su actuación tiene responsables políticos. Estos son, en última instancia, los últimos tutores de dicha actuación policial; en este caso, el Ayuntamiento de Iruñea. Eso es lo que hemos denunciado estos días.

Tanto el silencio de unos como el de otros hace demasiado ruido estos días. Pero tanto las imágenes como las noticias del abuso policial han circulado, y la agonía del joven al que agarraron del cuello durante la carga ha hablado por ellos. El silencio institucional y lo que estamos viendo por parte de algunos sectores políticos solo profundizan en la impunidad policial y en su libre actuación. No denunciar los abusos, e incluso poner la carga de la violencia sobre los hombros de quienes la han sufrido, como hemos podido comprobar en las penosas justificaciones de las redes, supone una normalización de estos comportamientos policiales. Así, estos se establecen como el castigo habitual a hacer la política en la calle. Existe una responsabilidad sobre la actuación policial, pero también existe una responsabilidad sobre la posición que tomamos frente a los abusos de dicha policía.

Más allá del debate de la función estructural de la policía, que es imprescindible, hay otro debate sobre la mesa: que en Euskal Herrian también van a peor las condiciones objetivas y subjetivas para hacer política fuera de las instituciones, y eso tiene culpables. No podemos entender la despolitización de la sociedad, la pérdida de las ganas de luchar o la tendencia hacia la derecha de las ideologías, si no se entiende que la militancia contraria a esas tendencias y las condiciones que lo permiten son permanentemente atacadas.

En los últimos años, claramente se están limitando las posibilidades para la actuación política. Al menos para todos los que queremos hacer política al margen de la lógica institucional. Por tanto, la denuncia de lo ocurrido en los sanfermines no es una simple crítica, sino una defensa de los derechos políticos fundamentales. Ya que la regresión de los derechos políticos fundamentales necesita un muro de contención, porque tenemos la intención de seguir colocando carteles, difundiendo reivindicaciones o cantando jotas. Y porque, empezando por ahí, lo tenemos todo por luchar.

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