En momentos de desastre, parece que vienen dadas ciertas pautas protocolarias: mensajes de que estamos todos juntos, de que el desastre nos afecta a todas. En los terribles incendios de California, al menos cinco personas han muerto y cientos de miles han tenido que huir con una única certeza: que han perdido todo lo que tenían. Pero no es esa la situación de algunas que se quejan.
El fuego parece haber llegado, literalmente, incluso a las colinas de Hollywood, tan alejadas como la cima del Olimpo, y son muchas las estrellas que se quejan de haber perdido sus casas (¡mansiones!). Paris Hilton dice que tiene "el corazón roto" porque ha perdido su casa familiar en Malibú, y añade que nadie debería pasar por ver su casa arder en directo. Pero la verdad es que siento poca empatía por dicha gran propietaria: pocas tendrán siquiera una mínima posibilidad de sentir lo que Hilton sintió, porque pocas tendrán alguna vez una lujosa mansión (una entre quién sabe cuántas más).
En un sinfín de ámbitos que forman parte de nuestro día a día, así como en situaciones más excepcionales, como los desastres "naturales", se tiende a intentar igualar a todas las partes y a todas las personas; a ocultar toda brecha y división que marca el carácter de clase de cada cual. Pero ante un incendio, por ejemplo, no es igual la posibilidad que tienen unas u otras de protegerse a sí mismas, de proteger a sus seres queridos o de proteger sus medios de vida más básicos; no es igual lo que unas u otras tienen que proteger, o lo que unas u otras tienen que perder. No son iguales los miedos y los sufrimientos, ni ante un incendio, ni ante el día a día.
A menudo decimos que los intereses de clase son irreconciliables, y este conflicto es el que marca nuestro día a día en cualquier aspecto de nuestras vidas. No se puede negar que tiene su encanto e incluso tiene algo de justo ver arder las lujosas casas de millonarios, o el hecho de que un "héroe" desconocido haya matado a tiros a un magnate que especulaba con los seguros de salud. Pero ningún desastre natural o ningún acto desesperado aislado frenarán el desarrollo y la perpetuación del sistema capitalista. Sólo la organización política contra ello puede conseguirlo. Las que tenemos poco que perder, lo tenemos todo para ganar.