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Los representantes de los médicos internos residentes (MIR) de los hospitales públicos de Madrid han convocado una huelga indefinida a partir del próximo 13 de julio. La figura del MIR es como para analizarla, ya que se trata de la figura de «trabajadores» que están «formándose», algo parecido a un trabajador en prácticas ejerciendo de médico. Como el resto de trabajadores en prácticas, trabajan por un salario más bajo y en peores condiciones, con el pretexto de la falta de experiencia. Sin embargo, en el contexto de la pandemia que vivimos son un excelente ejemplo de que los cambios que se están dando no son provisionales. El comité de huelga formado por dichos MIR de Madrid ha señalado que las pésimas condiciones sufridas durante años se han deteriorado con motivo del COVID-19: su salario depende, en gran parte, de las jornadas entre 17 y 24 horas (50-60 horas semanales para hacer frente al coste de la vida en Madrid), y después de este tipo de jornadas no descansan lo suficiente (en contra de lo que establece el Estatuto de los Trabajadores). Asimismo, trabajan sin la debida supervisión, asumen funciones que no les corresponden y cubren las bajas de otros residentes cuando tampoco les corresponde, entre otras cosas. Por lo tanto, en esta crisis sanitaria, la figura del MIR ha sido un elemento fundamental para la reestructuración del sistema sanitario. ¿De qué manera?

Los MIR, lejos de su función original, se han convertido en un pilar para el funcionamiento de los centros sanitarios. En lugar de contratar el personal sanitario necesario (con la estabilidad y condiciones correspondientes) han aumentado el número de plazas de estos residentes para hacer frente a la mayor carga de trabajo. Se han convertido en trabajadores más baratos que asumen las mismas funciones. Esta es una tendencia que se ha adoptado en cualquier otro ámbito de producción (sector público, privado), no es nada nuevo utilizar a un trabajador en prácticas más barato para sustituir a los antiguos trabajadores. Incluso hay un montón de trabajadores en prácticas que trabajan en peores condiciones y con peores expectativas de futuro. Pero este ejemplo nos muestra cómo se dan los cambios ante la crisis. La imagen generalizada que relaciona al médico con las mejores condiciones de trabajo se ha roto inmediatamente cuando el beneficio se ha tambaleado, y los estudiantes de medicina, esos que pueden albergar esperanzas de llegar a formar parte también de la pequeña burguesía en el futuro, son utilizados como mano de obra precaria. Todo esto no es una medida momentánea para hacer frente al coronavirus, sino parte de la reestructuración que hace el capital en tiempos de crisis.


El capital debe hacer cambios profundos ante una situación de crisis. Como las ganancias son más escasas, saldrá victorioso el capitalista que mantenga sus beneficios. Para ello, uno debe adoptar cambios más profundos y solidos que sus competidores (bajada de salarios, aumento de las horas de trabajo, despido de los trabajadores…). Este darwinismo del mercado obliga a adoptar cambios estructurales en todas las franjas que estén bajo control del capital. Significa que más allá de las fábricas de las empresas privadas, las empresas públicas también funcionan dentro de esta lógica (ejemplo de ello son las sospechas de los recortes en la educación en la CAV), y en este caso, también la gestión de la sanidad por parte de la administración de Madrid. El sistema sanitario madrileño se ha adaptado a la situación de crisis mediante la contratación de una fuerza laboral devaluada (los MIR). Están pasando de ser trabajadores principiantes que están recibiendo formación, a asumir gran parte de la carga de trabajo del sistema sanitario en un aumento constante de su número de plazas. De esa forma, en el futuro, la figura del MIR puede convertirse en una fuerza de trabajo fundamental en los centros hospitalarios e igualar las condiciones del resto de médicos a las de estos residentes (sólo se mantendrían las condiciones de los médicos de especializaciones escasas). Incluso más allá de la Comunidad de Madrid se puede apreciar esa reconversión: la UIB (Unión de Fuerzas Universitarias) denunció al inicio del confinamiento que la UPV (Universidad Pública Vasca) tenía al alumnado de enfermería trabajando en condiciones deplorables, y que, junto a Osakidetza, tenía preparada la propuesta para que los estudiantes de medicina (que todavía no han realizado el MIR) complementasen sus prácticas haciendo frente a la pandemia, ¡cobrando el salario mínimo por enfrentarse a nada más que a una pandemia mundial!

No conozco de cerca el tema, así que no puedo saber exactamente qué va a pasar, pero la hipótesis que quiero demostrar con este ejemplo es que la burguesía aprovecha los tiempos de crisis como el actual para reforzar su posición. Como en la crisis de los 80, cuando se dio la  llamada «reconversión industrial» o como en la de 2008, cuando se aceleró la descomposición del Estado del Bienestar, todas las crisis son aprovechadas para realizar tales cambios traumáticos. Esto significa que el aumento de la importancia del MIR es un cambio que se está dando en el sistema sanitario (para una reducción de costes, etc.) y que el COVID-19 lo ha acelerado, pero que no es una medida que se haya tomado sólo para la pandemia. Asimismo, el resto de cambios profundos que estamos viviendo en la situación creada con motivo del COVID-19 no son meras medidas puntuales, sino una reestructuración que se va estabilizando. Es posible que algunas medidas –como la enseñanza telemática– se suavicen algo ahora, pero estemos seguros de que se mantendrán muchos cambios incluso después de encontrar la vacuna –como la enseñanza mixta–. Los tiempos de crisis son tiempos de cambio, y el actual no será una excepción: el teletrabajo, el permanecer en casa, la presencia policial y militar generalizada, la flexibilidad de los expedientes de regulación de empleo (ERE, ERTE…)… A todo este proceso de creación de una fuerza laboral barata y sumisa se le denomina «ofensiva burguesa».

Volviendo a la situación de los residentes de Madrid, están intentando de alguna manera poner en marcha mecanismos para defender su posición ante esta ofensiva. El sindicato AMYTS propuso un convenio para regular de alguna manera la figura del MIR y darle algún tipo de  seguridad. El comité de empresa ha hecho llegar este convenio a la administración madrileña, pero ésta ni siquiera está dispuesta a aceptar ese mínimo marco legal. Está claro que los sectores que más sufren la ofensiva burguesa son los más atomizados e inestables, la fuerza laboral más devaluada: los de prácticas, con contratos a corto plazo, contratados a través de ETT… Es más, ni siquiera se había hablado del caso de Madrid hasta que se ha convocado una huelga. La administración sólo se desvinculó de sus demandas (un simple convenio) al declararlas «excesivas». La huelga les ha permitido avanzar en la correlación de fuerzas. Veremos cómo va, pero la enseñanza que tenemos que extraer no es la adhesión al mecanismo de la huelga (porque en algunos sectores esto ni siquiera se puede plantear), sino la necesidad de mecanismos eficaces de presión y autodefensa. Sólo así podemos afrontar el segundo mal que se nos viene encima; la ofensiva burguesa.