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En los últimos días, en los medios de comunicación ha tomado presencia un solo titular, junto con subtitulares repetidos. Justamente, la guerra política, económica y militar abierta entre las potencias occidentales y Rusia. Los subtitulares son la subida del precio del petróleo, los récords históricos de precios de la gasolina y el diésel, tal y como se reconoció desde el Banco Central Europeo, los elevados costes de la energía y en consecuencia el mantenimiento de una inflación general en cotas altas a lo largo del año 2022, la crisis migratoria…, y sobre todo, los mensajes contra la guerra.

También caducará esta. Vendrá otra noticia o nuevo suceso más actualizado. Este convertirá lo presente en pasado y volverá obsoleta la anterior actualidad. De igual manera que lo actual ha extinguido otras noticias. Efectivamente, ¿dónde han quedado hoy los males de la Covid-19? ¿dónde están el pasaporte covid, la reforma laboral y el colapso sanitario?

A estas alturas te estarás preguntado de qué estoy hablando. Hablo de lo eso que vamos a tratar. De absolutamente todo. De lo que se escucha y recibimos. Pero, sobre todo, dentro de lo que hay que decir, de lo que se calla.

Se ha vuelto tan normal como sorprendente, aunque parezca contradictorio, la capacidad de las agencias informativas burguesas para implantar el tema del debate político en nuestro día a día.

Desde que aparecieron los medios de comunicación de masas, la población ha utilizado estos para informarse o pensar políticamente, y son un arma muy poderosa que los grandes capitales no han dejado escapar. Son mecanismos para reproducir el pensamiento hegemónico capaces de llegar a millones de personas de forma inmediata en este mundo globalizado. Por lo tanto, conforman el mecanismo perfecto para reproducir la hegemonía de la clase privilegiada.

No es cosa actual que las élites intervengan en los medios de comunicación. Detrás se encuentra el monopolio de la información, no en la lógica del beneficio económico, sino como una forma de legitimarse ellos mismos ante la opinión pública. Hace ya tiempo que los medios de comunicación abandonaron la función informativa para ponerse al servicio de los intereses económicos del accionista principal.

La manipulación no solo consiste en falsear la realidad utilizando datos falsos o mintiendo sobre un hecho, sino que puede aparecer de forma más sutil con técnicas y métodos que no se perciben a simple vista, hasta el punto de que un espectador o lector no se da cuenta de que está siendo manipulado. Una palabra estratégicamente puesta puede llegar desde cambiar el sentido de una noticia, hasta cambiar la misma idea que teníamos de un hecho. Además, con frecuencia, el fondo o raíz de la cuestión es desviarse de la atención mediática. Los medios basan el debate en banalidades o en puntos concretos que ocultan el problema de fondo. La estrategia es muy clara, crear opinión pública construyendo un discurso hegemónico para que la población interiorice una realidad que no existe. Las conclusiones son fáciles de extraer, los mass media no cumplen con la tarea de informar, sino que sirven a la élite para perpetuar su poder.


Es evidente que la actualidad mediática no se describe desde una perspectiva revolucionaria, que los dueños de lo que es la imposición y la coyuntura del tema son las grandes élites.


Tenemos que tener claro, por tanto, que el tema del debate coyuntural no lo establecerán ni los activistas sueltos ni los opinadores atomizados de las redes sociales. El dominio y el control es tan grande, que nos viene dado no solo una u otra opinión sobre un tema, sino también el orden del día de los temas a tratar, aunque algunos no se den cuenta.


Ya te habrás preguntado de qué hemos hablado. Pues de eso hemos hablado, dentro de lo que hay que decir, de lo que se calla.

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