La versión progresista de la ideología burguesa nos bombardea con variados tópicos, como por ejemplo la idea de que hay tantas «verdades» como «realidades diferentes»; y es que todo depende de si se enfoca la vista en la dirección adecuada del eje óptico, o de si ese enfoque es más corto o más largo, o, si no, de si se dispone de una apropiada curvatura de córnea, o si se tiene más o menos curva de la debida.
Es sabido que no existe ninguna totalidad objetiva estructurada sobre bases que contengan una unidad esencial creada a partir de contradicciones internas (que, aunque se manifiestan de formas externas variadas, son coherentes con su base unitaria). Por lo tanto, nos encontramos frente a una tienda de óptica con todas las lentes que queramos. Ahí podemos encontrar desde lupas que nos muestran imágenes de fantasía o imágenes veraces, hasta cámaras fotográficas que pueden ofrecernos tanto imágenes reales como inversas.
La conclusión política es clara: existen todas las opciones que se deseen. El texto de descripción de la realidad es amplio, general y poco preciso, con el fin de incluir y atraer a todos los «sujetos» posibles. Ya la teoría carece de función, o si la tiene, es mínima.
Tan peligroso como pensar que hay tantas verdades como realidades distintas es pensar que hay tantas verdades como opiniones. La opinión, aunque tiene un valor epistemológico inferior a la verdad, y aunque es una creencia subjetiva, a menudo se manifiesta como equivalente a la verdad.
Y de repente, en el debate, la verdad y la opinión juegan con al mismo nivel de fiabilidad y legitimidad (a menudo, con mentiras formuladas como afirmaciones). Y ya no importa la epistemología. En cuanto empieza la partida, ya solo nos quedan dos opiniones.
La mentira se convierte en verdad gracias a un amplio apoyo y de la victoria, y entonces nos encontramos con «el fin de la historia» y con el fin del prisma totalizador del materialismo histórico.
Con todo, más que al debate filosófico, quiero apuntar hacia la institución que juega un papel imprescindible en la ideologización y en la creación de la falsa conciencia: la institución educativa. Es una institución en la que se transmite la verdad en forma de opinión, y la opinión en forma de verdad (la mayoría de las veces tergiversada, sin fundamento, y siempre interesada).
El actual texto o contenido de la educación es totalmente débil, carente de desarrollo teórico conceptual sistemático. Se trata más de la escuela de la ignorancia que del refugio del saber.
Luchemos por una educación basada en la transmisión de las ciencias naturales, para percibir y comprender la realidad tal y como es, y adquirir herramientas para intervenir en la misma. Y no, por el contrario, unas herramientas que conviertan esa percepción, comprensión e intervención en imposibles.