Este pasado febrero se presentó EKIDA, la iniciativa cultural socialista. Después de dar a conocer sus propósitos generales en las redes con un video y un texto de presentación, se ha presentado la iniciativa en varios lugares de Euskal Herria. Además, se ha creado una web del mismo nombre a fin de ir cumpliendo los objetivos de la iniciativa: politizar los campos de la cultura y el arte y crear condiciones para el desarrollo de un arte socialista. Este mismo mes se pondrá en marcha la web en su totalidad.
El nacimiento de esta iniciativa, claro está, solo se puede entender en relación al desarrollo político del joven Movimiento Socialista en Euskal Herria, ya que abre nuevos campos de trabajo dentro de la reactivación de la organización comunista que se viene desarrollando, con unidad estratégica y conceptual. Por eso, la nota de presentación de EKIDA expresa la necesidad de actuar con independencia de clase también en el ámbito cultural; en estos tiempos donde la despolitizadora cultura de masas impregna toda área de nuestras vidas, es necesario, por ejemplo, desarrollar una producción artística de calidad de cumpla funciones políticas. He ahí el concepto de arte socialista, un arte que posibilitará pensar «más allá de lo dado» y expresarlo «en palabras, en melodías, en imágenes», como bien decía el poema del vídeo de presentación.
Toda propuesta política que haya asumido el proyecto histórico del socialismo ha tenido relación con los ámbitos culturales y artísticos. Incluso se podría dibujar un hilo rojo sobre la historia moderna del arte, rastreando artistas y prácticas que tomaron la posición del proletariado revolucionario. Ese hilo podría empezar en la época de consolidación de las luchas obreras –con la Primera Internacional y la Comuna de París–, recorrería las primeras décadas del siglo pasado en Rusia y Alemania, pasaría por el Continente Americano y Euskal Herria en la segunda mitad del siglo y llegaría hasta nuestros tiempos. Ese hilo rojo es el hilo del proyecto del arte socialista, formado por propuestas bien diferentes, de críticas y debates, pero sin embargo compartiendo un punto de inicio común: el desarrollo de un arte que aporte a los intereses del proletariado y al movimiento socialista internacional.
Justamente, más allá de los y las artistas posicionados con el socialismo, diría que la modernización del arte no se puede entender al margen de la lucha de clases. Todas las vanguardias artísticas desarrolladas a partir del final del siglo XIX y principios del XX, y sus propuestas estéticas –que cuestionaron radicalmente los fundamentos del arte, que trajeron formas totalmente nuevas– llevaban en su seno una propuesta social, entendían sus proyectos artísticos dentro de proyectos históricos. En aquella época, la lucha de clases llegó a un estadio tal, que el proletariado revolucionario realmente representaba la única alternativa histórica a la decadencia del mundo capitalista. Aquella conocida consigna, la de «socialismo o barbarie», era también una acertada síntesis de la situación de la lucha de clases a principios del siglo XX, siendo el fascismo la forma organizada de la barbarie. Por ello, no es de extrañar la polarización de la mayoría de los artistas renovadores: varios se posicionaron con el fascismo, pero muchos empezaron a trabajar para el proyecto comunista. En ese caso, sin embargo, no deberíamos separar los ámbitos políticos y artísticos. Los artistas no renovaron artísticamente, por un lado, y luego, por otro, se posicionaron con políticas radicales; en mi opinión, fue esa misma conciencia histórica la que precisamente posibilitó las nuevas propuestas artísticas, debates interesantes y reflexiones sobre la función del arte.
Creo que la modernización artística requiere de modernización política y cultural. La fuerzas políticas amplían los horizontes históricos, remueven la realidad dada, y todo eso tiene consecuencias en el trabajo de los y las artistas, en tanto que son partes activos de la sociedad. Por eso decía Walter Benjamin que «los mejores técnicos» de su época antes o después desarrollarían su solidaridad con el proletariado, por eso muchísimos artistas se han posicionado a favor de la liberación del proletariado, y con ello el de la humanidad. Por eso, durante largas décadas una gran parte del ámbito artístisco ha mantenido una estrecha relación con movimientos emancipadores.
Hoy día resulta evidente que no es así, interesarse por la cultura o ser artista no conlleva tal contenido político. Incluso puede ser al contrario: el de la cultura y el del arte son concevidos como ámbitos separados de las cuestiones políticas y sociales, y muchas veces se alardea del derecho del artista de crear a espaldas de la sociedad, de actuar según sus propios intereses personales. Sí que podemos encontrar crítica social en varias obras, pero en general no enseñan intención alguna aparte del alternativismo, ya que son pocos los que expresan posiciones fuertes o la necesidad de la organización. Así pues, en el ámbito artístico se han normalizado propuestas nostálgicas y de repetición –seguramente expresiones de una limitación de la imaginación y de los horizontes históricos– y cada vez son menos los mensajes revolucionarios. Todo esto, sin embargo, debe ser entendido tanto como consecuencia del panorama político general, más que por la responsabilidad de los artistas.
EKIDA querría promover otro tipo de arte. A mi parecer, el Movimiento Socialista de Euskal Herria, aun siendo joven y limitado en número, ha hecho una labor cultural significante hasta ahora. En una época en que toda propuesta revolucionaria parecía estar agotada, ha sido capaz de articular la inquietud de varios jóvenes mediante la política socialista y de ir asentando una cultura política, la cual ha asumido el proyecto histórico de nuestra clase con disciplina y determinación, ha recuperado la propensión revolucionaria y ha emprendido el camino para ir llevarlo hasta el final.
Precisamente, nos toca impulsar una producción artística que vaya en coherencia con esa cultura política, la cual será expresión de esa misma cultura, al igual que un medio para promoverlo. Bien decía Bertolt Brecht que el criterio que rige el desarrollo del «arte socialista» no debiera ser el parecido que pueda tener con obras o estilos ya existentes, sino evaluar si es efectivamente socialista o no. Por eso utilizamos el concepto de «arte socialista» como un concepto amplio, que trasciende disciplinas y géneros. Hablamos de un arte que cumpliría funciones políticas: que hablará de nuestras realidades a través de nuestras propias voces, pero que no perpetuará esa realidad, que intentará siempre expresar la necesidad de cambiarla. Un arte que tratará de enseñar las cosas de una manera distinta, que criticará los significados impuestos por la sociedad capitalista y utilizará las necesarias para transformarla. Un arte que desarrollará estéticas indisolublemente ligadas a la ética, que reflexionará sobre las mejores formas para transmitir sus mensajes, a través de la crítica de las formas artísticas hegemónicas.
EKIDA quiere ser un espacio para el desarrollo del arte socialista. Sin embargo, para tal desarrollo es necesario crear condiciones y medios, bien medios de exposición, técnicos o teóricos, y eso solo podremos hacerlo organizándonos. A eso viene la iniciativa.