(Traducción)
Hoy, dándoles forma a estas líneas que escribiré una vez al mes, me toca continuar con lo que ya empezaron otras hace tiempo. Es innegable que desde que vimos nacer este periódico han sucedido muchas cosas y que nuestra realidad cercana ha sido objeto de innumerables cambios. Asimismo, también se ha agudizado nuestra visión del mundo. Hasta ahora, diversas voces han ocupado este espacio y lo que parecían ser meras intuiciones nuestras se han ido argumentado con razones. El mérito que debe reconocerse a la labor de este periódico es el trabajo ideológico propio de cualquier proceso revolucionario de lucha o su defensa de la independencia política del proletariado tratando de comprender la integridad de la realidad que nos rodea. Ni aquellos que pretendan ignorarlo podrán negarle el reconocimiento a esta herramienta que es producto y reflejo de su época. El periódico se presentó como una herramienta a favor de los intereses de los trabajadores: pretendía ser la voz del movimiento obrero y fortalecer un proceso socialista. A día de hoy, ha podido demostrar sus frutos gracias a un arduo trabajo militante.
A la vez que tratamos de ordenar las lecciones extraídas de la historia, tratamos de identificar las bases para las luchas actuales, a veces a pasos más lentos de lo deseado, pero siempre respondiendo a lo que urge. Ahora, y partiendo de las aportaciones previas, me corresponde hablar, desde el aquí y el ahora, de lo que ya estaba anunciado de algún u otro modo. Por eso, y con el fin de aportar en este trabajo, intentaré esbozar –al menos para los que estén interesados– entre otras cosas, las bases sobre las que se levanta hoy en día la opresión de la mujer trabajadora y las posibilidades de abolición de las condiciones que lo crean y sostienen. Hablaré en mi propio nombre, aunque las ideas reflejadas en mis textos no se podrán entender sino como el resultado de una potencia revolucionaria que actualmente se está cocinando en Euskal Herria. Sin embargo, he de admitir que siento un cierto grado de vértigo, teniendo en cuenta que no es trivial la preocupación de encontrar respuestas en la situación actual. A mi parecer son dos las razones principales que hagan que esta tarea que nos ocupa sea importante: la urgencia que adquiere la necesidad de revolución en contexto de crisis y el hecho de que haya quedado en manifiesto la incapacidad para el cambio social de las propuestas políticas de las últimas décadas. Además, la crisis sanitaria acarreada por la COVID-19 y algunas de las medidas adoptadas como resultado, han acelerado la aparición del futuro que ya se avecinaba.
En los últimos tiempos, muchos han analizado la forma que toma la crisis en la actualidad, aun más cuando la pandemia ha acelerado el proceso. Hoy no voy a profundizar en este tema, solo me gustaría hacer una breve contextualización. Siendo lo más breve posible, resumiría el contexto actual de la crisis de la siguiente manera: han desaparecido las condiciones económicas y políticas posteriores a la Segunda Guerra Mundial o, dicho de otra forma, vivimos un proceso de declive del denominado «Estado del Bienestar». Hablamos de un proceso de proletarización que implica la reducción de los recursos vitales de la clase trabajadora ¿pero cómo se traducirá esto para el proletariado que lo vivirá en su propia carne? En el mejor de los casos, traerá consigo la reducción de las condiciones laborales de hasta ahora, pero, en el peor, habrá quien pierda su empleo dado que su fuerza de trabajo ya no será tan rentable como lo era antes para el capital. A esto le debemos añadir una severa reducción del gasto público. Que cada uno digiera el resultado como pueda: los tiempos de miseria se acercan a paso firme y la mujer trabajadora notará tensar sus cadenas. Observad lo que nos dice, aunque con voz dulce, el «ingreso mínimo vital» propuesto por el Consejo de Ministros de España y aprobado el pasado 30 de mayo: que en esta próxima fase de reajuste, en el que al capital le sobrará una buena parte de los trabajadores europeos le interesa comprar la paz social a precios bajos. Mientras tanto, el consejero de Hacienda y Economía del Gobierno Vasco dice que 68.000 personas de la CAV podrían perder sus empleos. Intentan ocultar la crueldad del futuro en las consecuencias coyunturales de la «recesión económica» causada por la COVID-19, aunque, como he dicho antes, a fin de cuentas el virus no ha hecho más que adelantar lo anunciado.
En estos tiempos de crisis, ya está en marcha un proceso de modernización de las condiciones laborales y vitales de toda la clase trabajadora. No obstante, prestemos atención por un momento a este sentido de la proletarización: una división de clase más pronunciada, dado que la clase media está inmersa en un proceso de descomposición (debido a las condiciones económicas que lo crearon y que ya no existen) y las condiciones de vida de toda la clase trabajadora dejaran en evidencia su esencia. Por lo tanto, puede quedar manifiesta la necesidad que presenta combatir la sustancia de la dominación de clase (la relación de capital) para el proceso de liberación. Por desgracia, los programas políticos feministas hasta la fecha, que se basan en los intereses de las mujeres de clase media, han demostrado tener claras limitaciones para hacer frente a la carga que recaerá sobre los hombros de la mujer proletaria. Principalmente, dichos programas no muestran unos objetivos claros: básicamente, sitúan la relación entre la opresión de la mujer trabajadora y la dominación de la clase capitalista como una relación externa (digamos alianza), lo cual nos impide entender el fundamento de dicha relación. La conclusión que podemos sacar es que aquellos que no quieren seguir siendo completamente indefensos ante el futuro que nos acecha y quieran aprovechar las oportunidades que ofrece el contexto creado por la crisis en donde se agudizan las contradicciones del capital no pueden ignorar la necesidad de desarrollar el principio político de la independencia política y organizativa del proletariado.
Se ha hecho patente la cara más cruel de la realidad, mas no nos rindamos. Estamos en proceso de indagar nuevos caminos y ya hemos identificado las herramientas necesarias para emprenderlos. Tanto en este periódico como fuera de aquí, varios militantes comunistas de Euskal Herria han esbozado cual es el principio político para abordar la opresión de género desde una óptica proletaria: comprender la realidad desde una prisma de la totalidad, para así poder identificar el fundamento de toda opresión particular en la existencia de la dominación de clase capitalista o en la dependencia que tiene la clase trabajadora para su reproducción de los medios de producción burgueses. En cuanto respecta a la opresión de género, yo resumiría de la siguiente manera las principales hipótesis que conforman la base para el desarrollo de una política antagonista: 1) asumiendo que la clase trabajadora es el sujeto universal con potencial revolucionario, existe la necesidad de un programa de mínimos que apueste a nivel inmediato por crear mecanismos de defensa de las condiciones de vida de los sectores más afectado, entre ellos las mujeres proletarias; 2) a nivel estratégico, siendo el objetivo la superación de todas las opresiones, hace falta una unidad política real de estas luchas, no como simple suma de ellas sino como unidad revolucionaria capaz de atacar a las mismas causas, lo que no es posible sino en forma de partido comunista; y 3) es la división sexual del trabajo que se ha dado a través de diversas formas históricas y que aparece en todas las esferas de la vida la que legitima que en el sistema capitalista la fuerza de trabajo de la mujer trabajadora sea devaluada, este subordinada como sujeto y sufra diversas formas de violencia. Es por ello, que resulta necesario una superación cultural absoluta de la desigualdad entre sexos en el contexto de una superación de las relaciones sociales capitalistas donde su existencia perdería sentido dado que no cumpliría ninguna de las funciones sociales, políticas o económicas que cumple para la reproducción del capital en el actual sistema. En los meses venideros quisiera profundizar en estas ideas.
Aunque a veces pase desapercibido, quiero reivindicar aquí la importancia que tiene nuestra labor militante en este contexto enrevesado. Estamos creando las bases para que el proletariado se pueda organizar como clase, construyendo nuevas herramientas y por ende, tejiendo la lucha por el poder político. En esta primera introducción, solo quería enfatizar en la necesidad de la labor que tenemos entre manos. Pero no quisiera pasar por alto la oportunidad para alabar esta nueva militancia comunista que estamos desarrollando en Euskal Herria: todo vuestro esfuerzo y compromiso crea la posibilidad real de hacer que una hipótesis se convierta en realidad.
Sigamos en esta labor.