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«Caminante, no hay camino», decía Machado, «se hace camino al andar». Eso lo tendría que tener claro cualquiera que quiera echar a andar. No hay mapas ni hojas de ruta, no más que un futuro ilimitado, como si fuera un mar abierto. Y la viajera ante ese mar, ante la amplitud de lo no prefijado. Ella sola, la viajera y el ímpetu para avanzar, la pasión para abrirse paso entre olas amenazantes, con brazos y piernas, valiéndose de la fuerza de todo su cuerpo, para enfrentarse a la tremenda marejada.

Sí, se hace camino al andar, y hay que seguir avanzando, corriendo con paso firme, hasta llegar a veredas más amplias. Y más allá, pues el camino nunca termina, ya que el futuro está en el propio camino, porque es ese camino mismo la meta. Además, no olvidemos que el camino tampoco tiene un comienzo: la persona comienza el viaje cuando se une al camino, y en ese momento de unirse se halla cada una mirando al futuro, y dentro de la meta misma, porque la meta no es sino la continuación del camino.

El camino no se puede predecir, como tampoco se puede prever el futuro. De la misma manera que no se puede nombrar el futuro. Según avanza en el camino observa la viajera su entorno, y al adentrarse por senderos, se hace capaz de hacer frente a los obstáculos. El viajero no sabe dónde le llevarán sus pasos, y sigue los pasos de otros, casi sin darse cuenta, tomando decisiones en las encrucijadas. Y según va transformándose su entorno, va también mudando el caminante, aprendiendo, adaptándose, conociendo el futuro a medida que se va adentrando en él. Todo es uno: el caminante, el camino que va haciendo al andar, y el horizonte que ve a lo lejos. Lo uno no existe sin lo otro. Es imposible llegar a la meta si no haces camino al andar; sobre todo si esa meta, el futuro, es de todos y todas. Por lo tanto, el camino es imprevisible, no es posible ser capaz de acertar la forma que tomará, pero siquiera sabemos eso, porque lo percibimos: el futuro tiene que ser de todas y todos. De todas maneras, aunque seamos capaces de vislumbrar luz entre las negras nubes que nos rodean, es todavía lejano el paisaje que esa luz iluminará; y no podemos nombrarlo, porque aún no lo conocemos. Es por eso que elegimos hablar del camino, porque además de adentrarnos en un largo y continuo viaje, nos obliga a pronunciar su proceso.

La palabra proceso significa la acción de avanzar y también el paso del tiempo, y el proceso socialista aúna los dos significados. Avanzar con convicción, sin cesar, superando los obstáculos que se encuentren en el camino hasta llegar a la meta, dejando nuestras huellas en la tierra y siguiendo las de los que nos precedieron, como si hubiera estelas en la mar. Para que, después de la tormenta, al volver la vista atrás se vea nuestra huella en el océano, pues recordar el viaje también forma parte de la meta. El término proceso puede recopilar nuestra acción, porque de nada sirve avanzar en el tiempo si todos los que formamos parte del camino no tomamos el compromiso de seguir. Y es que no hay futuro, si no es dentro del proceso.

Y en eso andamos: ocupándonos de sembrar hasta que germine el futuro, invitando a compartir viaje a todas las que nos encontramos en el camino, a ser parte del futuro, para poder enfrentarnos así a los nubarrones, a la impotencia, al mar infinito y a la falta de itinerario. Para que, frente a la apatía, prevalezca la esperanza, rescataremos el sol de entre las nubes, aunque sea solo con nuestras manos.

Porque no hay futuro si no es dentro del proceso. 

HAY UN COMENTARIO
  1. S
    Stefan 2023/08/22

    Artikulu ederra! XXI mendeko bide sozialista egitekoa dago, ibili hasi behar.

    Artikulu ederra! XXI mendeko bide sozialista egitekoa dago, ibili hasi behar.