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Esta semana, ha suscitado polémica lo que le ha ocurrido a un médico de Cuidados Paliativos de la Pediatría de Cruces: Osakidetza le ha advertido, por haber atendido "fuera de su horario" a una niña que está a punto de morir.

Al leer la noticia, la indignación y la rabia son las reacciones lógicas. Y es que es inhumano amonestar a quien está trabajando fuera de sus horas de trabajo guiado por la preocupación real por una niña. Y más grave es, si cabe, si quien lo hace es el responsable de la deficiencia del servicio; es decir, Osakidetza.

Ante la ola de indignación, el consejero de Sanidad, Alberto Martínez, ha realizado un torpe intento de blanquear Osakidetza, asegurando que "no ha habido amonestación" y que solo era una advertencia para informar de lo que pudiera ocurrir fuera de las horas de trabajo, como por ejemplo un "accidente".

Ese intento de blanqueamiento y lo que implica son muy clarificadores y nos llevan al problema básico. Los sanitarios han sido advertidos de lo que les podría pasar fuera de sus horas de trabajo, de acuerdo. Pero ¿qué le puede pasar a una niña que está a punto de morir, "fuera de las horas de trabajo" de sus médicos? ¿Qué a quien tiene que esperar horas y horas para ser atendido en las saturadas urgencias? ¿Y a los que van a morir a la espera de pruebas diagnósticas? El niño que acuda a urgencias en el hospital de Bidasoa no tendrá que seguir ya ningún horario, porque ya no hay urgencias pediátricas allí, vaya por la mañana o por la noche.

Todo esto está ocurriendo, día a día, dentro y fuera de los horarios del personal sanitario; y lo que ocurre no son "accidentes". Es el funcionamiento diario del sistema sanitario capitalista. Los burócratas expresan en los medios de comunicación su preocupación cínica, venden en televisión los beneficios de los "pactos populares" sobre la salud, tratando de tapar con un hermoso telón lo que en realidad está sucediendo, mientras van reduciendo poco a poco los recursos sanitarios.

La ilusión de una salud universal y de calidad se está desmintiendo ante nuestros ojos, y el telón es cada vez menos capaz de tapar lo que es obvio para todos.

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