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Me gustaría hablar sobre un par de puntos, tomando como referencia el texto que Imanol Kañamares ha escrito en la sección «Koiuntura». A raíz de la pandemia, el Gobierno de Navarra ha implementado una nueva restricción; limitar las manifestaciones, medida que se suma a las ya impuestas restricciones de movilidad y reunión. La manifestación tenía como objetivo, entre otras cosas, criticar la colaboración del Gobierno de Navarra y de los partidos que lo componen la ofensiva burguesa que estamos sufriendo y me parece, como poco, irónico, que el objeto de las críticas decida cómo ha de ser criticado y denunciado. Muchos han dicho que la manifestación no ha sido prohibida, y en el sentido estricto tal vez sea verdad, pero no se puede negar que la libertad de manifestación sí ha sido cancelada. Por un lado, este tipo de manifestaciones se basan en la movilización de masas, y si impides esa movilización, la manifestación en sí, pierde su sentido. El hecho de que no se limite el contenido, no significa que el derecho a manifestarse se cumpla. Por ello, todo aquel que entienda las manifestaciones como algo más que una simple performance, entenderá se trata de una prohibición implícita. Por otro lado, el derecho a manifestarse ha sido abolido directamente, ya que, a parte de esas 200 personas, ninguna de los que ya expresaron la voluntad de participar en dicha movilización no podría hacerlo. Si tomamos como referencia la anterior manifestación llamada por GKS, más de 500 personas se quedarían sin ese derecho.

Delimitar las manifestaciones es muy grave, sobre todo para el proletariado. Hacer política fuera de las instituciones supone tener que hacerla en la calle, ya que muchas veces suele ser la única plaza donde se escucha nuestra voz. Pero esto también se nos ha negado. Digo también, porque el derecho a reunirnos y el derecho a movernos también han sido prohibidos, pero además, al proletariado se le niegan reiteradamente el acceso y los recursos para hacer política: a la política institucional, a los medios de comunicación de masas, al derecho de decisión… Pero es sabido que las restricciones de libertades políticas no nos afectan a todos por igual. Los partidos institucionales y sindicatos no han sufrido ninguna restricción, por ello, aunque con algunas dificultades, han podido continuar con su labor. La falta de presencia del proletariado en las instituciones es obvia, por lo menos como proyecto político que lo representa, y en este contexto, más que nunca, han logrado que la única política legítima sea la institucional. Pero si tenemos en cuenta que la peor parte de esta crisis se la va ha llevar el proletariado, y visto el consenso que hay en el Gobierno Español, la única oposición real es la del proletariado, casualidad, el sector al que se le han negado las herramientas, capacidades y medios. Todo esto, la negación de recursos para hacer política, también responde a la suspensión de los derechos y libertades políticas. Por ejemplo, cabe recordar las artimañas que han llevado a cabo para aprovechar la situación alegal de espacios, tales como Gaztetxes, para impedir que se usen para la organización política, negándonos el uso de infraestructuras vitales para nosotras.

Además, a cuenta de la pandemia, la organización proletaria ha sido totalmente criminalizada. La única política responsable y lícita se ha acotado a la esfera institucional y han tachado todo lo demás de negacionista. Las manifestaciones y movilizaciones han sido criticadas por el simple hecho de realizarlas, ya que, al parecer, luchar por nuestros derechos y libertades parece ser superfluo ante una crisis sanitaria. Se nos ha criticado por movilizarnos, pero no sé esas críticas cuánto tienen de anticomunistas y cuánto de infantilización y criminalización de la juventud. Lo que han conseguido con todo esto es redirigir toda la política a las instituciones, reforzando así la ofensiva e impidiendo la organización del proletariado.

Al proletariado, y en concreto a la juventud trabajadora, esta crisis nos ha golpeado duro. Nos han dejado sin capacidades de reproducir nuestro ocio, el aumento de la tasa de paro es notable, lo que ha provocado un claro descenso de nuestras capacidades económicas… La proletarización, salta a la vista. La miseria juvenil ha aumentado, y viendo como se está retribuyendo la riqueza, parece que la miseria ha venido a quedarse. De hecho, según las declaraciones del pasado mayo de Urkullu, necesitarán de dos a tres años para recuperar los puestos de trabajo perdidos. A no ser que decidamos hacernos policías, claro.

Según los presupuestos del próximo ejercicio, en el Ministerio de Interior se invertirán 8.906 millones de euros, un 3,91 % más que el año anterior. Del presupuesto total, un 70 por ciento, se destinará a la subida de sueldo de Policías Nacionales y Guardias Civiles. Además, se crearán más puestos de policía, que se sumarán a los 5.500 Policías Nacionales que se crearon el año anterior. El aumento de los cuerpos policiales y el aumento de sueldo, no es casualidad. En la primera fase de la pandemia, la militarización de las calles fue brutal, pero a día de hoy el acoso y presencia policial son absolutos, aunque se vean camiones militares en las calles. La cantidad de multas que estamos recibiendo por nuestra militancia política es muy elevada, ya que acciones que hasta ahora las hacíamos con cierta paz, como poner pancartas, son ahora motivo de acoso policial. Hay que resaltar también que el Gobierno haya apostado por aumentar los salarios, ¿será para afianzar la fidelidad del cuerpo de policía al estado? Tienen que afianzar las bases del estado policial.

El número de policías y su violencia han aumentado, a la par que la desinformación de los medios de comunicación de masas. Y aunque las medidas del gobierno cada vez suponen más insubordinación, el ala reaccionaria también tiene cada vez más eco; el estado policial ya está dando sus frutos. Cuando se imponen nuevas medidas, suelen acarrear una ola de movilizaciones, pero al cabo de pocas semanas las medidas se naturalizan y adaptamos nuestras vidas sin grandes problemas a las nuevas condiciones. Así es como se está llevando a cabo la intervención cultural de la burguesía, y es ahí donde los más golpeados tenemos que luchar.