(Traducción)
Puede parecer que en la sociedad contamos con libertad de decisión, por ejemplo, con libertad para que cada cual pueda reproducir su vida como quiera. Y, del mismo modo puede parecer, que hoy la vida es más diversa que nunca, y que son las ideologías conservadoras y las ideas sociales reaccionarias las que niegan esa oportunidad de que cada persona desarrolle su individualidad libremente. Es decir, de ese modo puede dar la impresión de que el problema de la diversidad reside en su falta de reconocimiento, y que si no fuera por las ideas machistas, racistas, homófobas, tránsfobas, etc., tendríamos la oportunidad de gozar de individualidades libres. Existe un parecer muy extendido, pero aunque dichas ideologías puedan obstaculizar el libre desarrollo del individuo o del colectivo, ello no significa que las ideas progresistas posibiliten automáticamente el libre desarrollo de las identidades individuales. No, por lo menos por sí mismas.
Y es que, aunque pensar lo contrario pueda resultar reconfortante, me atrevo a afirmar que en el seno del capitalismo no existe oportunidad alguna para un desarrollo individual ni colectivo cualitativamente libre. Y es que, en estos tiempos de universalización de los intereses del capital, el desarrollo de la identidad está sometida al mercado. Dichas opciones de desarrollo individual aparecen subordinadas a la lógica del trabajo asalariado y del valor de cambio y, en ese sentido, se puede afirmar que las opciones de reproducción son más homogéneas que nunca. Es decir, el capitalismo limita o iguala las opciones individuales de libre desarrollo, desarrollando procesos de mercantilización (homogenización) de distintos fenómenos. Con la modernización capitalista, el capitalismo se ha expandido por todo el mundo y ha conquistado todos los ámbitos de la vida, introduciéndolos dentro de su lógica de explotación. A consecuencia de su continua necesidad de expansión, el capital al mismo tiempo ha mostrado una tendencia a reprimir la pluralidad sistemáticamente y a reducir a categorías del mercado todas las identidades que resulten funcionales dentro de las bases económicas burguesas, limitando, de esta manera, la diversidad a lo que el mercado puede ofrecer. Cabe decir que, eso no debe dar a entender que esos fenómenos poseen un potencial emancipador propio y que es la asimilación del mercado la que les despoja de ello. De hecho, ningún fenómeno parcial podrá transformar la totalidad. Además, cabe esclarecer que lo dicho no supone que en la sociedad capitalista no puedan existir identidades que no son útiles para la lógica del mercado. No obstante, si que podría afirmarse que no existen identidades que no sean potencialmente mercantilizables, pues lo que define a la mercancía es su intercambiabilidad y no su contenido.
Volviendo a la idea principal, en el sistema capitalista no existen alternativas al modo de reproducción de la vida, y como las oportunidades para el desarrollo individual y social están sometidas al trabajo asalariado y al proceso de producción de mercancías, es decir, como el ser individual pasa por ser órgano del capital, ninguna individualidad libre puede reproducirse. El capital, según la necesidad de expansión de sus mercados, puede producir identidades y diferencias ad infinitum, y puede mostrar un tipo de pluralidad, pero siempre dentro de su lógica, y si estas identidades son útiles para dicha lógica. Mas, esa pluralidad de identidades no demuestra que la vida social se haya convertido más heterogénea. Digamos, pues, que la modernización capitalista imprime a la sociedad una lógica reproductiva homogénea que se corresponde con la lógica de la producción generalizada de mercancías. Es la mercancía la que impone la oportunidad, y la vida se produce «en masa», bajo unas mismas condiciones y oportunidades capitalistas.
Lo que está claro es que es totalmente necesaria la defensa de la diversidad, pero cometeríamos un grave error si confundiésemos esa defensa con una apología vacua de las diferencias e identidades -entendiendo como vacuo aquello que no está conectado con la realidad-. Que el individuo pueda o no pueda desarrollar su identidad de manera diversa no es una cuestión que se pueda resolver a través del pensamiento, pues al responder a la lógica de las relaciones sociales, solo se podrá dilucidar en el ámbito de la realidad. Lo que quiero explicar es lo siguiente: muchos pueden situar el problema del capitalismo y de su superación en el ámbito de las categorías, dotando a dichas categorías de un carácter transformador, argumentando que si utilizamos categorías que reconocen la pluralidad, podremos respetar y posibilitar dicha diversidad. O, al contrario, que las categorías que universalizan la tendencia histórica o los sujetos niegan la heterogeneidad que existe en la sociedad. Por ejemplo, entraría aquí la idea de que cambiando el significado de los conceptos se pueden crear nuevos sujetos o la forma de pensar que se basa en la defensa del carácter liberador del lenguaje inclusivo. O, por otra parte, también entraría aquí el pensamiento que promulga que definir que la clase trabajadora y la burguesía son las dos clases sociales antagónicas en la sociedad capitalista homogeneiza a la clase. Achacando intencionadamente al marxismo la negación de la diversidad.
Sin ninguna pretensión de hacer filosofía, aclaremos en qué consiste la cuestión de entender el mundo: ¿en dilucidar las categorías que mejor expliquen la sociedad, o en utilizar las categorías que puedan satisfacernos? Lo que quiero decir es que plantear la tendencia universalizadora que tiene el capitalismo no supone arrinconar la diversidad; las categorías no hacen sino explicar aquello que niega el capitalismo, poniéndolo de manifiesto. Por lo tanto, diríamos que en la realidad existe una tensión entre las relaciones sociales capitalistas y la dominación de las diversidades, pero que dicho conflicto solo se podrá resolver en la realidad transformando el origen mismo de esa tensión: la organización social basada en la acumulación del capital.
Es curioso, que este discurso haya aparecido durante un proceso de homogeneización de la vida. Tenemos que situar el auge de estas políticas en su momento histórico: cuando faltan horizontes de una totalidad social distinta. Y es que estas ideas se enlazan directamente con el surgimiento y expansión del post-estructuralismo en la segunda mitad del siglo XX, una tendencia filosófica y política que podemos situar históricamente como heredera de la derrota ideológica del movimiento obrero y de la reestructuración del capitalismo. Debido, entre otras causas, a la debilidad organizativa y política del proletariado, por un lado, la producción «teórica» de la izquierda descarta conceptos hasta entonces básicos; y por otro lado, se posibilita la intervención ideológica de la burguesía que pretende la síntesis de intereses de las dos clases sociales y la difuminación de la lucha de clases. Entre otras cosas, se dará una deformación del marxismo, que se limitará al marco de comprensión de lo llamado como estructura económica, dejando de lado la compresión del poder burgués como relación social. Y, de esta manera, convertida la clase en una identidad más, se acusa al marxismo de no tener en cuenta las demás identidades y se da una apología de la diversidad de identidades. En general, en contra de las teorías que pretenden analizar la realidad en su totalidad, y específicamente en ofensiva contra el marxismo. En ese desarrollo teórico-político, se descartan algunos conceptos básicos que hacían referencia a la totalidad de la sociedad y se margina toda una cosmovisión.
Sin embargo, la historia por ahora no ha demostrado lo contrario: estos conceptos universales siguen siendo totalmente necesarios para cualquier política transformadora. Los intereses de clase universales nos pueden ayudar a comprender la coyuntura política y hacer posible vislumbrar una estrategia eficaz para confrontar la realidad. La apología de la diversidad y de las diferencias y los distintos intereses inmediatos basados en identidades pueden ofrecernos pocos claves para hacer frente a la explotación capitalista que es universal y domina toda la vida social. Pero creo que el hecho de que estemos universalmente bajo la dominación burguesa nos ofrece las armas adecuadas para defender la diversidad. En la medida en que el capitalismo ataca a la diversidad, imponiendo una lógica reproductiva común, también puede encontrarse con una resistencia común. Pero la cuestión de las resistencias contra la negación o de la defensa de dicha diversidad es la cuestión por la superación del capitalismo, por lo tanto, por la politización del sujeto que lo hará posible.
Para los que dan por hecho la posibilidad de un libre desarrollo personal y colectivo en el seno del capitalismo, la politización puede basarse en performar «otras maneras de estar en el mundo», o bien se podría situar el problema en el plano del reconocimiento, pero propuestas como esa difícilmente podrán desarrollar una nueva totalidad social que defienda realmente la diversidad. Ante la lógica de la universalización del capital, solo mediante la organización comunista se podrá superar la actual homogeneidad social; solo el proyecto político del comunismo puede defender realmente la diversidad dentro de las relaciones sociales liberadoras; y solo entonces, cuando la propia individualidad no responda a una lógica externa a ella, podrá la diversidad posibilitar la reproducción de la libertad universal. En ese camino, en vez de que cada uno reivindique su individualidad, la cuestión reside en convertir nuestras individualidades en subjetividades revolucionarias. Y la opción es clara, o nuestra identidad se subordina a la lógica capitalista o, por el contrario, a su superación.