«El trabajo es la dictadura» FOTOGRAFÍA / Santiago Sierra
Aitor Martinez
@iruntzi
2020/02/20

En el pensar popular a cerca de esta categoría fundamental del sistema capitalista, se esconden los más variados subterfugios de la subjetividad burguesa, de la forma de pensar y actuar producida por el sistema capitalista. Ya entre diferentes pensadores “científicos” de la burguesía –los economistas– el salario, generalmente, es reducido a una categoría estrechamente económica que lo constriñe hasta ser un mero atributo del trabajo. Así, surgen conceptos como “salario justo”, que tratan, mediante la perpetuación del marco competencial mercantil, de poner un precio mayor al trabajo considerando, de tal manera, cual es el precio justo de éste.

Para establecer tal precio, son diversos los varemos utilizados. Los más recurridos por las expectativas frustradas de la clase media son los estudios y la responsabilidad, varemos que permiten perpetuar la escala salarial y la estratificación de clase, a sabiendas de que es un freno ideológico a su proletarización –que no al proletariado en general–. No dicen, en cambio, en qué medida estudios y responsabilidad conllevarían un aumento en el salario o cuáles son los criterios de tal contabilidad; en definitiva, qué es la justicia en el salario o qué es un salario justo y cómo se mide el salario. Se intuye aquí, que la justicia va más allá de una cualidad en sí misma y que tiene clara intencionalidad política.

Toda pretensión de cientificidad económica en la determinación del salario se ve necesariamente abocada al fracaso. Mas allá de la fórmula clásica del salario como rédito del trabajo, o  algunas más elaboradas que dicen sostenerse sobre la teoría de Marx, y defienden que el salario es otra forma de llamar al valor de la fuerza de trabajo, o una simple traducción mecánica de éste en dinero, ninguna de esas concepciones alcanzan a explicar el salario como categoría política de dominación, no ya simplemente en el terreno de la producción de poder, sino a escala de realización, unido estrechamente con la forma social de ese salario: el dinero.

Es el propio Marx quien supera la abstracción simplificadora –que iguala valor de fuerza de trabajo a salario con el propósito de explicar el proceso de producción del capital desvelado de toda categoría que nuble tal construcción lógica– , y quien presenta al salario como la transmutación del valor de la fuerza de trabajo que cumple una función mistificadora. Es precisamente todo ese proceso de transmutación, de ideologización, el que en nuestra opinión, ha sido olvidado y rara vez abordado y el que permite circunscribir el salario en una falsa cientificidad económica, producto de la dominación de clase de la burguesía; despolitizando, así, todo intento de lucha por parte de la clase asalariada.

El proceso de transmutación implica dos características primordiales: 1) ocultamiento de la relación de explotación de clase y 2) estratificación y dominación mediante el salario. Ambas son funciones políticas del salario, pero así como la primera ha sido profundamente analizada en el proceso de producción del capital con la forma de fuerza de trabajo, la segunda ha quedado relegada a mera apariencia que no merece ser analizada. Ya no se trata de la simple producción abstracta de poder, sino de su realización efectiva en la superficie de la sociedad capitalista. Y en ese terreno, en el terreno de la dominación concreta, el salario como forma transmutada del valor de la fuerza de trabajo, es una categoría primordial para explicar la forma de poder de la burguesía.

Ya no se trata de la simple producción abstracta de poder, sino que de su realización efectiva en la superficie de la sociedad capitalista. Y en ese terreno, en el terreno de la dominación concreta, el salario, como forma transmutada del valor de la fuerza de trabajo, es una categoría primordial para explicar la forma de poder de la burguesía

Por un lado, esconde bajo un aparente avance en las condiciones de vida de la clase obrera (salario real), la dinámica objetiva del sistema capitalista (producción de plusvalor relativo), que consiste en la producción del poder de clase de la burguesía explotadora. Pero por otro lado, y he aquí la función política más inmediata del salario, constituye al sujeto burgués en el seno de la clase obrera, el cual tiene la función primaria de ejercer control sobre el conjunto de la clase y específicamente sobre el proletariado. Conceptos como “salario mínimo” –claramente derivado de los intereses de la clase media que busca aumentar el mercado de consumo de sus mercancías “éticas”– que se contrapone radicalmente al concepto “salario igual”, demuestran hasta qué punto no se trata ya de una justicia universal, sino de perpetuación política parcial de un estrato sobre otro.

Conceptos como “salario mínimo” –claramente derivado de los intereses de la clase media que busca aumentar el mercado de consumo de sus mercancías “éticas”– que se contrapone radicalmente al concepto “salario igual”, demuestran hasta qué punto no se trata ya de una justicia universal, sino que de perpetuación política parcial de un estrato sobre otro

En cuanto a la producción de poder de clase, el salario relativo queda oscurecido frente a la necesidad inmediata traducida en el salario real. Este último puede incluso crecer coyunturalmente, al tiempo que el primero disminuye y se forjan más firmemente las cadenas de la clase obrera que permitirán exprimirla más violentamente, incluso hasta reducir el salario real o la “capacidad de consumo”. No hay duda de la relación estrecha entre esta dominación económica y el contenido político de la misma como relación de dominación de clase.

En lo que se refiere a la estratificación y dominación mediante el salario, en cambio, el análisis adquiere otro cariz. Ya no se trata de una inmediata y directa necesidad económica, esto es, de una explotación del trabajo en aras de extraer mayor plusvalor, sino de una explotación indirecta que está mediada por la necesidad de dominar políticamente. Esto es, si el salario relativo hace mención directa al proceso de producción de poder económico en el que se sustenta la dominación de clase, la estratificación mediante el salario se refiere directamente al dominio político, y consiste ya no en una producción directa de plusvalor, empero en su deducción y/o reducción: es el precio de la sumisión, pero también el precio del trabajo conscientemente articulado en contra de las posibilidades del proletariado revolucionario; el precio de la obediencia.

Si el salario relativo hace mención directa al proceso de producción de poder económico en el que se sustenta la dominación de clase, la estratificación mediante el salario se refiere directamente al dominio político, y consiste ya no en una producción directa de plusvalor, sino que en su deducción y/o reducción: es el precio de la sumisión, pero también el precio del trabajo conscientemente articulado en contra de las posibilidades del proletariado revolucionario; el precio de la obediencia

Es aquí donde encaja una definición de la clase media más allá del cuánto de su precio, como una clase fundamentalmente política, que ocupa no sólo puestos bien retribuidos, sino puestos específicos en las instituciones burguesas: sea en la administración del Estado, en puestos burocráticos de organizaciones partidarias o sindicales, bien como poder de mando autoritario del capital. La clase media es una forma política que participa de la política de clases, siempre imposibilitando la política del proletariado revolucionario, o convirtiendo la política burguesa en política a secas, con grandes dosis de ideología como fuerza material para defender sus intereses. Es por ello, una clase consciente, que actúa a conciencia en defensa de tales intereses. Y es ella, en definitiva, la que socializa e ideologiza el salario en su manifestación superficial: como pago por el trabajo realizado, en horas, al que hay que hacer justicia según los principios elitistas de la estratificación de clase, y no como categoría que vela todo el truco de la producción capitalista de plusvalía y, por tanto, de la explotación de clase. El “salario mínimo”, como principio de lo posible, es en realidad la categoría que acota lo posible desde una subjetividad ya constituida y que busca su perpetuación. El proletariado, en cambio, no conoce tales barreras.

Cuando hablamos de transmutación no nos referimos por ello a transformación terminológica. Por el contrario, es la manifestación necesaria de la esencia en la superficie del sistema capitalista la que emerge en ese proceso y la que interactúa inmediatamente con todo el cuerpo social. Esa manifestación, ese proceso, es el punto nodal de la hegemonía burguesa. Y es por ello que el proletariado, lejos de consignas abstractas, se ve obligado a intervenir en la lucha salarial, con herramientas y reivindicaciones propias que permitan desestructurar la estratificación y sometimiento al que es sometido y mediante el cual es desarticulado políticamente por el conjunto de la burguesía y sus secuaces. Esta lucha salarial no se reduce a una lucha por el salario igual, ni ha de adquirir esa forma necesariamente. Se trata de intervenir y desarticular todo el poder político e ideológico del enemigo de clase, también en ese terreno. Por ello, es también y sobre todo, lucha por una nueva forma reproductiva que no sea salarizada, condición ésta de una igualdad real.

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