Barricada en la calle Soufflot (1848) FOTOGRAFÍA / Emile Jean Horace Vernet
Carmen Parejo
@alinadetormes
2021/05/03

En el prólogo de la edición alemana de 1872 de El Manifiesto Comunista, firmado por Karl Marx y Friedrich Engels, los padres de la teoría marxista señalan:

Por mucho que durante los últimos veinticinco años hayan cambiado las circunstancias, los principios generales desarrollados en este Manifiesto siguen siendo substancialmente exactos. Sólo tendría que retocarse algún que otro detalle. Ya el propio Manifiesto advierte que la aplicación práctica de estos principios dependerá en todas partes y en todo tiempo de las circunstancias históricas existentes, razón por la que no se hace especial hincapié en las medidas revolucionarias propuestas al final del capítulo II. Si tuviésemos que formularlo hoy, este pasaje presentaría un tenor distinto en muchos respectos. Este programa ha quedado a trozos anticuado por efecto del inmenso desarrollo experimentado por la gran industria en los últimos veinticinco años, con los consiguientes progresos ocurridos en cuanto a la organización política de la clase obrera, y por el efecto de las experiencias prácticas de la revolución de febrero en primer término, y sobre todo de la Comuna de París, donde el proletariado, por vez primera, tuvo el Poder político en sus manos por espacio de dos meses.

Este párrafo señala, al menos, dos principios fundamentales de la apuesta teórico-práctica revolucionaria del marxismo. Por un lado, apuntala lo que muy acertadamente señaló Lenin de que la esencia misma, el alma viva del marxismo, era el análisis concreto de la realidad concreta. En estos tiempos donde es habitual que el marxismo sufra tergiversaciones en doble sentido: bien por la acogida del reformismo y el rechazo a la necesidad revolucionaria; bien, por el dogmatismo que entiende la obra marxista como un recetario ajeno a contextos económicos, políticos e históricos; esta premisa fundamental y fundacional del análisis concreto de la situación concreta debe ser doblemente reivindicado: por una lado para no caer en los cantos de sirena de los enemigos de la revolución que usan este principio como excusa oportunista para vender sus intentos de convertir al capitalismo en un sistema de rostro «amable» o mínimamente conciliador; y en su segundo punto, para no caer en el sectarismo falsamente intelectual de aquellos que creen que la revolución solo se desarrollará por generación espontánea sin necesidad de la acción revolucionaria coordinada sino como un acto de fe colectivo. La revolución, vuelvo a Lenin, no se «hace» sino que se organiza, y la única forma de que esa organización dé resultados revolucionarios radica en la capacidad de entender el desarrollo histórico y dialéctico de un contexto dado e intervenir de forma directa y realista en la transformación de dicha sociedad.

En un segundo punto señalan Marx y Engels que «este programa ha quedado a trozos anticuado» y aquí vemos la importancia del método científico en el desarrollo de la apuesta revolucionaria marxista. En efecto, sabemos que la ciencia avanza constantemente en base a nuevas evidencias científicas que pueden refutar teorías enteras, reformularlas o añadir elementos novedosos que refuercen alguna tesis. De ahí la evidente contradicción que hay entre dogmatismo y ciencia. El marxismo apuesta por la aplicación del método científico y, por tanto, está constantemente determinado por los conocimientos que la investigación o los cambios en la realidad generan a su desarrollo. En ese sentido, Marx y Engels, señalan como elementos claves para el avance de la teoría marxista en el avance del propio capitalismo, y también las aportaciones que la práctica revolucionaria de su momento histórico genera en el perfeccionamiento de la propia teoría que estaban desarrollando. Y como destacado de su época, sin lugar a dudas, señalan esa Comuna de París «donde el proletariado, por vez primera, tuvo el Poder político en sus manos por espacio de dos meses».

¿Cómo no iban a producirse cambios cuando contaban con nuevas evidencias científicas fundamentales para el desarrollo de su proyecto político revolucionario?

¿Qué había cambiado para que por primera vez el proletariado tuviera el poder político en sus manos?

EL ANÁLISIS CONCRETO DE LA REALIDAD CONCRETA: MATERIALISMO HISTÓRICO Y LUCHA DE CLASES EN FRANCIA

Para empezar, debemos atender a una distinción fundamental entre dos apuestas de la teoría del conocimiento: el idealismo y el materialismo. El idealismo parte de que la base de la teoría del conocimiento está en la idea, y que por lo tanto es la idea la que repercute en la realidad. En oposición, las teorías materialistas parten desde la materia y la experiencia para la conformación de las ideas.

El materialismo histórico de Marx y Engels hace una investigación precisa sobre el desarrollo de las sociedades desde el inicio de la historia de la humanidad y descubren que todo el cambio histórico ha estado determinado por una pugna entre explotadores y explotados: una lucha de clases.

La historia se puede dividir atendiendo a los modos de producción en cuatro estadios fundamentales: las sociedades primitivas, el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo.

El paso de las sociedades primitivas (comunistas) al esclavismo se desarrolló por el surgimiento del excedente, debido a los avances tecnológicos primitivos, y por tanto de la propiedad. Al aparecer la propiedad surge la desigualdad y la situación de explotación. Cada modo de producción genera a su vez las condiciones para su propia destrucción en base a una colisión inevitable entre explotadores y explotados.

Marx había analizado con especial empeño la situación de la clase trabajadora y de la revolución en el contexto francés de su época. Entendiendo que es el proletariado el único sujeto político revolucionario a quien corresponde la tarea histórica de superación del modo de producción capitalista.

Hay tres obras fundamentales del autor alemán donde se estudia de forma detallada la cuestión francesa y que deben ser entendidas como una aproximación al método de análisis e intervención del materialismo dialéctico e histórico. Esas obras son: Las luchas de Clases en Francia, El 18 Brumario de Luis Bonaparte y La guerra Civil en Francia.

En ellas vemos el estudio de tres momentos históricos concretos y la interrelación que se establece entre ellos. Vemos el estudio desde el materialismo histórico ejemplificado a través de la historia de Francia en unos pocos años que van desde las revoluciones de 1848 hasta el derrocamiento de la Comuna de París en 1871.

En el prólogo de la edición de 1895 de Las luchas de clases en Francia que realiza Engels (totalmente recomendable su lectura íntegra) vemos como se aplica esta teoría al estudio concreto de los sucesos acontecidos en París. Más allá de toda concepción idealista, podemos apreciar las contradicciones del propio estudio y la necesidad de aplicar el método de la evidencia científica para el análisis y la intervención política.

Así, Engels reconoce que es difícil atender con inmediatismo a las últimas causas económicas del motor histórico y que, sin embargo, en estos prólogos e introducciones o reediciones, los padres del marxismo siempre tratan de incluir las nuevas informaciones con las que cuentan para poder concretar los aciertos y errores de la práctica revolucionaria. Una vez más alejados de todo dogmatismo.

Una visión clara de conjunto sobre la historia económica de un período dado no puede conseguirse nunca en el momento mismo, sino sólo con posterioridad, después de haber reunido y tamizado los materiales. (F. Engels)

En ese sentido Engels explica como tras los procesos revolucionarios de 1848, ya en 1850, Marx profundiza en los cambios económicos que se han desarrollado en los últimos diez años en el contexto europeo y en particular en Francia. Es esta nueva información la que de forma confesa lleva tanto a Marx como a Engels a considerar que en 1848 «el estado del desarrollo económico en el continente distaba mucho de estar maduro para poder eliminar la producción capitalista; lo ha demostrado por medio de la revolución económica que desde 1848 se ha adueñado de todo el continente, dando, por vez primera, verdadera carta de naturaleza a la gran industria en Francia, Austria, Hungría, Polonia y últimamente en Rusia, y haciendo de Alemania un verdadero país industrial de primer orden».

Con la llegada de Luis Bonaparte «El período de las revoluciones desde abajo había terminado, por el momento; y a éste siguió un período de revoluciones desde arriba». Sin embargo, serían estas las circunstancias que generarán las condiciones bajo las cuales el movimiento revolucionario francés madurará.

Así, como ya sabemos, será tras la derrota de Luis Napoleón contra Bismarck y el intento de Louis Adolphe Thiers de robar a la Guardia Nacional sus cañones en París que se provoca una insurrección victoriosa que durará 72 días y será conocida como La Comuna.

Y en palabras de Engels: «una vez más volvía a ponerse de manifiesto que en París ya no era posible más revolución que la proletaria».

Solo la represión y la violencia extrema contra los comuneros, se estiman entre 17000, las cifras más conservadoras, hasta 50000 asesinados, puso fin a la experiencia revolucionaria que confirmaba el avance de la historia y el papel del proletariado como único sujeto revolucionario.

La amnistía no llegaría hasta 1880, de forma paralela se instituyó el 14 de Julio (Toma de la Bastilla) como día nacional y a la Marsellesa como himno oficial. Buscando con una reivindicación domesticada de la revolución de 1789, enterrar el cercano y «peligroso» recuerdo de la Comuna de París.

LA «CONSPIRACIÓN» INTERNACIONAL

Es interesante ver como se enfrentó a nivel mediático la Comuna de París y las consecuencias derivadas de ese altavoz. Desde el día siguiente de su triunfo, la prensa burguesa francesa, replicada a nivel internacional, señalaban los «terribles» acontecimientos que estaban ocurriendo en París: «El populacho había creado su propio ejército y convocaba a elegir su gobierno comunal». Detrás de todo esto estaban la Asociación Internacional de Trabajadores y un pensador malvado llamado Karl Marx.

Aunque en efecto sabemos y hay pruebas suficientes de que La Comuna no fue obra intencionada ni de Marx ni de la Internacional, estos ataques otorgaron al marxismo y a la Internacional una publicidad inusitada: de un lado, los burgueses ya no tenían que temer al fantasma de El Manifiesto Comunista, porque ahora el fantasma se había hecho carne y habitaba entre ellos; por otro lado, como dijo el propio Engels en 1874, en una carta a Friedrich A. Sorge: «Gracias a la Comuna, la Internacional se ha convertido en una potencia moral en Europa».

A su vez, los exiliados de La Comuna se refugiaron en Londres, en Bruselas o en Ginebra, pero también en Chile, Uruguay o Brasil, desde donde comenzaron a publicar sus testimonios ya desde 1871.

Por lo tanto, el refuerzo internacional que la Comuna dio no solo a la lucha del movimiento obrero en general sino a la difusión de la teoría marxista fue fundamental para el desarrollo del marxismo en todos los puntos el planeta.

El refuerzo internacional que la Comuna dio no solo a la lucha del movimiento obrero en general sino a la difusión de la teoría marxista fue fundamental para el desarrollo del marxismo en todos los puntos el planeta

LENIN Y LA COMUNA

En 1911, en el cuarenta aniversario de la Comuna de París, y seis años antes del triunfo revolucionario soviético, Lenin escribió un breve texto titulado «En Memoria de La Comuna». En el condensa a la perfección los elementos fundamentales por lo que la Comuna de París debe ser reivindicada y entendida como un faro para los revolucionarios de todos los países del mundo.

Al respecto de su construcción y destrucción, Lenin destaca cuatro puntos:

1. Surgimiento de forma espontánea pero determinado por unas causas materiales concretas.

2. Aunque es un movimiento inicialmente heterogéneo, pequeña burguesía, nacionalistas que creían que retomarían las armas contra Alemania etc., solo los obreros permanecieron hasta el final. Demostrando de nuevo que es la única clase social con capacidad de ejecutar la acción política revolucionaria.

3. Destacar el papel de la Internacional en la formación política de los obreros durante los años previos.

4. El derrocamiento fue ejecutado por una coalición abierta e internacional entre la burguesía. Destaca como Bismarck dejó en libertad a 100.000 soldados franceses prisioneros de los alemanes solo para aplastar al París revolucionario. Igualmente, de cómo esta coalición burguesa logró enfrentar con el proletariado parisiense a los campesinos ignorantes y a la pequeña burguesía de provincias.

Como idea fundamental, que además también nos aproxima a las propias aportaciones de Lenin a la teoría marxista, destaca que la revolución para triunfar precisa de dos elementos fundamentales: en primer término, el desarrollo de las fuerzas productivas –recordemos como Engels y Marx también habían apreciado este detalle–; en segundo término, la urgencia de formar políticamente al proletariado, la necesidad inequívoca del partido y de las organizaciones obreras.

Finalmente, destaca una serie de aportes de una insurrección que como el propio Lenin señala, pese a todo, tuvo que concentrar la mayoría de sus esfuerzos en no ser derrotada. Estos aportes serían:

1. Sustitución del ejército regular por uno popular, armar al pueblo. O como diría Lenin en sus Tesis de Abril: «La única garantía posible de democracia es un fusil en el hombro de cada obrero».

2. Separación Iglesia-Estado. Y el carácter laico de la instrucción pública.

3. En el terreno social: se prohibió el trabajo nocturno en las panaderías; fue abolido el sistema de multas, se promulgó un decreto en virtud del cual todas las fábricas y todos los talleres abandonados o paralizados por sus dueños eran entregados a las cooperativas obreras, con el fin de reanudar la producción. Y por supuesto, su carácter de gobierno auténticamente democrático y proletario, la Comuna dispuso que la remuneración de todos los funcionarios administrativos y del gobierno no fuera superior al salario normal de un obrero.

Lenin concluye:

La memoria de los luchadores de la Comuna es honrada no sólo por los obreros franceses, sino también por el proletariado de todo el mundo, pues aquella no luchó por un objetivo local o estrechamente nacional, sino por la emancipación de toda la humanidad trabajadora, de todos los humillados y ofendidos.

La causa de la Comuna es la causa de la revolución social, es la causa de la completa emancipación política y económica de los trabajadores, es la causa del proletariado mundial. Y en este sentido es inmortal.

CONCLUSIONES

Para abordar la vinculación entre el marxismo y la Comuna de París es vital abordar la vinculación que el marxismo hace entre teoría y práctica revolucionaria. Podemos analizar qué aportó la Comuna de París al método marxista pero es imposible entender la profundidad de la enseñanza sin comprender lo que ya había aportado Marx y Engels al estudio de los procesos históricos y de la lucha de clases. Igualmente, será fundamental para Lenin, y Lenin nos será fundamental para entender la profundidad de aquello que ocurrió en París durante 72 días, una experiencia espontánea, inicialmente heterogénea en su composición, que no contaba con una dirección política sólida y que, aún con todo, es y será referente fundacional de los procesos de revolución hacía el socialismo para llegar al comunismo.

La Comuna de París nos enseña la importancia del análisis concreto sobre la realidad concreta, de la comprensión de la dialéctica y el materialismo histórico para intervenir de forma exitosa en los procesos sociales de transformación. No fue perfecta y además fue una experiencia que no contaba con ningún antecedente. La Comuna de París inicia por tanto el desarrollo concreto de una experiencia práctica que servirá como base para futuras experiencias. Así si La Comuna duró setenta días, cuarenta y seis años después de su experiencia, triunfará la revolución soviética que durará setenta años.

Si La Comuna duró setenta días, cuarenta y seis años después de su experiencia, triunfará la revolución soviética que durará setenta años

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