Que pare la máquina FOTOGRAFÍA / Itsasne Ezkerro
2020/07/02

Son tiempos de incertidumbre para la clase obrera, en los que las certezas formuladas por los comunistas se abren paso irreductiblemente en una realidad que sucumbe ante sus propios principios. Hoy ya pocos escapan a la evidencia de la crisis capitalista, que, cuanto menos, incluso para el observador más despistado, hace aparición en su forma económica. Las tesis de proletarización defendidas por los comunistas gozan, día a día, de mayor evidencia empírica, con el despido masivo de trabajadores, cierre y reducción de industrias que no hace mucho eran imagen de prosperidad, aumento de dependencia de gran parte de la sociedad, expropiación de hogares o aumento relativo de trabajos temporales y a tiempo parcial. Evidencias que conllevan a una crisis cultural, donde comunidades de vida se resquebrajan junto con sus fundamentos económicos, y tiende a deshacerse, con ellas, una subjetividad política de participación de las instituciones de poder de la burguesía, y una subjetividad política en general, que, en ausencia del proletariado organizado, profundiza aun más en el socavón abierto por la crisis capitalista.

Las tesis de proletarización defendidas por los comunistas gozan, día a día, de mayor evidencia empírica, con el despido masivo de trabajadores, cierre y reducción de industrias que no hace mucho eran imagen de prosperidad, aumento de dependencia de gran parte de la sociedad, expropiación de hogares o aumento relativo de trabajos temporales y a tiempo parcial

Nadie puede negar lo evidente, aunque se puede, por supuesto, reducirlo a mero empirismo y tergiversarlo hasta perder toda potencia de emancipación. Así como están quienes no ven, en el rechazo, cada vez mayor, a la democracia burguesa y su teatro electoral, más que una realidad casual propiciada por una concatenación de sucesos inesperados que escapan a toda lógica, están también quienes no han dudado en tildar esta situación de crisis de coyuntural, propiciada por el estado de pandemia mundial. Ahora bien, si bien esa explicación es incorrecta, la situación de coyuntura influye positivamente desde el interior de la economía capitalista en su desarrollo tendencial hacia la crisis. Y es que, lejos de ser un azote extraordinario -y ya sin entrar en la globalización capitalista y en la mundialización del mercado y de toda mercancía, incluida la fuerza de trabajo, como flujo de expansión descontrolado de toda enfermedad, ni tampoco en las posibilidades ciertamente amplias de que la enfermedad sea producto mismo de la lógica económica del capital-, la pandemia mundial acelera el desarrollo de la crisis capitalista que ya caminaba sin su ayuda, y precisamente por eso lo acelera. No habría lugar para una crisis de rentabilidad si el propio sistema no tendiera a ella, como tampoco se transformaría la detención fortuita y coyuntural del abastecimiento en una cadena interminable de destrucción de empleo, si realmente aquello en lo que se consume trabajo es una necesidad social de primer orden, y no estuviera subordinado a la producción incesante de ganancia capitalista.

Así como están quienes no ven, en el rechazo, cada vez mayor, a la democracia burguesa y su teatro electoral, más que una realidad casual propiciada por una concatenación de sucesos inesperados que escapan a toda lógica, están también quienes no han dudado en tildar esta situación de crisis de coyuntural, propiciada por el estado de pandemia mundial

No habría lugar para una crisis de rentabilidad si el propio sistema no tendiera a ella, como tampoco se transformaría la detención fortuita y coyuntural del abastecimiento en una cadena interminable de destrucción de empleo, si realmente aquello en lo que se consume trabajo es una necesidad social de primer orden, y no estuviera subordinado a la producción incesante de ganancia capitalista

Lo que sí parece producto de la pandemia mundial es una situación favorable para que la burguesía, mediante medidas extraordinarias, pueda preparar un terreno para la reorganización mundial del trabajo. Así, de primeras, se han ventilado a una gran parte de la población productiva en situación de empleo temporal. Pero, además, están empleando esa sobrepoblación para ejercer presión a la baja en los salarios de los aun activos, bajo el pretexto de ajustar gastos en una empresa colectiva que abarcaría la solidaridad del trabajador para con la colectividad, que no es otra que la burguesía que lo explota.

Adelanta Kolitza en su colaboración que, el capital, incapaz de producir plusvalor, busca nuevas vías de inversión rentable mediante la expropiación masiva a los ahorros de la clase obrera y capas bajas de la burguesía, con fin en la recentralización capitalista en aras de un nuevo orden mundial, en el que el trabajo asalariado pierde centralidad. Transcurre por vías similares Karlos Agustín García-Salmones, defendiendo un fin de ciclo de acumulación, y proyectando uno, posiblemente el último, en su opinión, que se despliega desde el toyotismo desarrollado hasta la socialización robótica acompasada por la cuarta revolución industrial. Ambos coinciden en que este desarrollo desemboca en la destrucción estratégica de puestos de trabajo, o en la prescindencia masiva de la fuerza de trabajo, y en la proletarización masiva que acompaña a ese proceso, y en un desarrollo tecnológico de la dominación social sin parangón. Según dice Karlos Agustín, la gasolina de la sociedad tecnológica robotizada son los datos, y es por ello que la extracción sistemática y autoritaria de esos datos es un proceso en auge, empujado por una coyuntura mundial favorable.

Si pensamos en ese último ciclo de acumulación capitalista, por vía de la robotización, vemos como en su mismo núcleo cabe la posibilidad de relanzar la producción prescindiendo no solo absolutamente de la plusvalía, en tanto que se despiden a millones de trabajadores, sino también de un aumento relativo de la misma por vía del abaratamiento de la fuerza de trabajo. Y es que, por una parte, la expropiación masiva es un proceso limitado en sí mismo, tanto como lo es el objeto de expropiación. Por otra parte, el paradigma de las máquinas robotizadas que producen nuevas máquinas puede tener éxito en la restitución temporal de la tasa de ganancia, como consecuencia de la reducción de la inversión necesaria para obtener determinada ganancia, pero a la larga incide en la misma tendencia decreciente o de estancamiento, deteniendo el proceso de acumulación capitalista.

De lo que no hay duda es de que la maquinaria está llamada a sustituir de nuevo a la fuerza de trabajo, pero, en esta ocasión, lejos de ramificar la división internacional del trabajo, conllevando un aumento absoluto del empleo de la fuerza de trabajo, los números dan en negativo: la maquinaria ya no es una simple vía para aumentar la productividad, sino que es la vía para reducir el gasto en fuerza de trabajo, y reestructurar el proceso de producción en favor de un nuevo orden mundial, y una nueva forma política de dominación.

Está por ver hacia donde se dirige el desarrollo. Nada afirma el fin de la producción capitalista, en la medida en que esta es la base fundamental de existencia de una burguesía que se resiste a dejar de ser tal. A las políticas de inyección monetaria y producción ficticia de ganancias le siguen, sin duda, un aumento relativo del desempleo y una baja generalizada del salario directo de la población activa, así como la universalización de una renta mínima de ingresos a la baja para gran parte de la sociedad, que conlleva una mayor intervención estatal sobre la reproducción y nuevas medidas de control social.

Y es que la búsqueda de rentabilidad conllevará la robotización total de diversas ramas productivas, en las que el empleo de la fuerza de trabajo se verá reducido a mera existencia figurada, de tal manera que otras -junto a las propias- se beneficien de una reducción en la inversión de capital a valorizar. Pero será insuficiente si ese proceso no es acompañado por la producción aumentada de plusvalor relativo, como contraposición a la reducción de su producción absoluta, que permita hacer efectiva la rentabilidad de la inversión para el conjunto de la burguesía, y no solo para una fracción determinada de la misma. En eso consiste el proceso de proletarización, en generar dichas condiciones, por la vía de la violencia extraeconómica sobre la clase obrera.

La búsqueda de rentabilidad conllevará la robotización total de diversas ramas productivas, en las que el empleo de la fuerza de trabajo se verá reducido a mera existencia figurada

En eso consiste el proceso de proletarización, en generar dichas condiciones, por la vía de la violencia extraeconómica sobre la clase obrera

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