UN PROBLEMA
Frecuentemente vemos descartar teorías y propuestas políticas remarcando las diferencias de la actualidad con la época en la que las mismas fueron formuladas. Sin embargo, muchas veces, el reconocimiento de la diferencia se basa en el desconocimiento de la realidad; y no necesariamente de la realidad pasada, sino de la presente, que es la experiencia fundamental que nos permite estudiar y comprender el pasado.
La teoría de Lenin no está exenta de ese peligro. El camino fácil es decir que los tiempos han cambiado. Lo difícil es caracterizar esos tiempos. A la teoría leninista del imperialismo se la ha llegado a reivindicar precisamente defendiendo lo que es caduco en relación a ella: una interpretación unilateral y abstracta. Por el contrario, se le ha criticado haciendo caduco lo que no es. Y, sin embargo, podemos decir que nada es caduco en esa teoría, porque si lo fuera por el paso del tiempo, la teoría al completo lo sería. Lo que son caducas son ciertas interpretaciones, a pesar de haberse hecho recientemente. Los que la defienden, por hacerlo de un modo parcial y unilateral, hacen caduca una de sus partes, haciendo inservible la totalidad. Los que la critican aspiran a hacerla caduca al completo.
A mi juicio, el elemento fundamental de la discusión sobre la teoría leninista del imperialismo gira en torno a la caracterización del monopolio en la época imperialista, y a su verdadero contenido. Es fundamental comprender el carácter de los textos de Lenin acerca del imperialismo y su estrecha relación con su época para poder salvar la teoría imperialista que defendió, y su sentido político.
El imperialismo, fase superior del capitalismo fue escrito en 1917, en una situación de Guerra Mundial donde las grandes potencias disputaban entre sí el reparto del mundo. El monopolio era una categoría fundamental para entender la composición de los grandes bloques en disputa, y realizar una foto más o menos estática del mismo permitía identificar la esencia del poder burgués como poder que ejercía un control total sobre las vidas de millones de seres humanos. En una situación tal, la identificación del monopolio como el poder absoluto que incluso desactivaba las leyes económicas de una fase previa del capitalismo, clasificada como mercantil, estaba estrechamente relacionada con la situación imperante del momento, de crisis y de guerra de exterminio mundial, y respondía con urgencia a la tarea política por realizar: la guerra civil total contra la burguesía y sus estados.
"El imperialismo, fase superior del capitalismo" fue escrito en 1917, en una situación de Guerra Mundial donde las grandes potencias disputaban entre sí el reparto del mundo. El monopolio era una categoría fundamental para entender la composición de los grandes bloques en disputa, y realizar una foto más o menos estática del mismo permitía identificar la esencia del poder burgués como poder que ejercía un control total sobre las vidas de millones de seres humanos
Si bien se pueden leer afirmaciones que dan a entender que con la fase superior del capitalismo queda definitivamente abolida la ley del valor, pues el monopolio es el que determina de manera cuasi-consciente la formación de los precios –así como también hay afirmaciones contrarias donde se dice que el monopolio convive con el mercado y la competencia y, por lo tanto, no es más que una situación temporal abstracta que permite a Lenin pensar la política–, no se puede responder a las mismas descartando el peso cada vez mayor de la tendencia monopolista y de la geopolítica capitalista en el control mundial sobre los precios y sobre las vidas de millones de proletarios. En ese sentido, no se puede descartar el valor de la teoría de Lenin, pues sin duda interpreta de manera adecuada lo especial de los tiempos en los que vivimos y la tendencia constante al monopolio que el propio Marx describe y demuestra en El Capital. Es más, a pesar de que la competencia engendre monopolio y el monopolio competencia, cuestión esencial en la teoría de Marx pero también en la teoría imperialista de Lenin, no se pueden igualar como tendencias abstractas, pues la tendencia al monopolio es la realmente dominante, desde un punto de vista político, y esencial para comprender la crisis bélica y las posibilidades de apertura revolucionaria. Al fin y al cabo, la crisis estalla como competencia entre monopolios, esos monopolios descritos por el propio Lenin y caracterizados como capital financiero, fruto de la fusión del capital bancario con el industrial, y de las redes tejidas por el Capital con las estructuras del estado capitalista. Cuestión esta última de importancia vital, pues el Capital no es movimiento económico en abstracto, es poder económico y político, es sometimiento del proletariado por medio de la violencia del Estado.
El problema al que nos enfrentamos es, por tanto, reivindicar el monopolio, en un sentido leninista, como tendencia dominante en la relación de capital, que permite identificar a los grandes grupos geopolíticos en disputa y, sobre todo, a los mismos como burgueses y a sus guerras como imperialistas. En definitiva, el problema consiste en rescatar la teoría política de Lenin de los análisis pretenciosamente científicos de la academia.
LA BASE ECONÓMICA DEL IMPERIALISMO
En Lenin, la base económica del imperialismo consiste en la capacidad de ejercer el control monopólico sobre los procesos productivos. En su contexto, ese control se realiza mediante la gestión política directa de los territorios conquistados por medio de la guerra, esto es, mediante el reparto por parte de las potencias capitalistas de los territorios convertidos en colonias. El control, en ese sentido, es profundamente político. Eso se refleja también en la estructura económica; o, más bien, este es el fundamento que explica la forma en la que se ejerce ese poder político. La época de Lenin se caracteriza por los grandes procesos de acumulación y centralización de capital, en todos los sentidos. La mayor evidencia es la creación de enormes centros productivos, de grandes fábricas, donde capitales específicos controlan todo el proceso de producción de una determinada mercancía, en todas sus fases. El poder político se caracteriza no solo como dominación absoluta de determinados grupos de burgueses sobre el proletariado confinado en sus centros productivos, sino que, también, de esos mismos burgueses sobre el conjunto de la realidad y las leyes de la naturaleza, pues ejercen un control más o menos consciente sobre la producción de determinadas mercancías. Grupos como cartels o trusts, uniones conscientes de la burguesía para ejercer un control monopólico sobre la realidad.
La época de Lenin se caracteriza por los grandes procesos de acumulación y centralización de capital, en todos los sentidos. La mayor evidencia es la creación de enormes centros productivos, de grandes fábricas, donde capitales específicos controlan todo el proceso de producción de una determinada mercancía, en todas sus fases. El poder político se caracteriza no solo como dominación absoluta de determinados grupos de burgueses sobre el proletariado confinado en sus centros productivos, sino que, también, de esos mismos burgueses sobre el conjunto de la realidad y las leyes de la naturaleza, pues ejercen un control más o menos consciente sobre la producción de determinadas mercancías
En los tiempos que corren, en cierto sentido, la dominación burguesa en el centro de trabajo se ha despersonificado. Ahora son otras figuras sociales las que ejercen el control inmediato sobre el proletariado; mediadores de la burguesía que, subsumidos a la forma del trabajo asalariado, pretenden salvar la línea divisoria del antagonismo de clase, convirtiendo la función burguesa de disciplinar al proletariado en un puesto de trabajo abierto al propio proletariado, al menos en cuanto a derecho formal.
Sin embargo, la base económica del imperialismo sigue siendo la misma; lo que varía es su forma política. No, sin embargo, su impulso político: la guerra y la conquista. En esencia, sigue siendo lo mismo: control monopólico y despótico de los procesos económicos mediante el mecanismo de la dictadura política. Y su medio más esencial, tampoco ha variado. La guerra, la conquista militar de los territorios o el sometimiento político de los países de la periferia mediante el establecimiento de gobiernos títeres son la expresión política más esencial de la dominación burguesa sobre los procesos económicos de explotación del trabajo asalariado en una época imperialista.
La forma política, sin embargo, ya no es principalmente colonialista. Ahora las conquistas exportan democracia, elecciones burguesas y candidatos autóctonos. La dominación no consiste tanto en un control inmediato del proceso productivo sino en su control mediado por la forma más desarrolla del capital: la del capital financiero, que ejerce un control económico sobre los procesos productivos, fundamentado en la propiedad privada sobre el capital dinerario. Ahora se compran títulos de participación sobre el capital y los bancos establecen condiciones a los créditos que dan a los países previamente arrasados por ellos mismos.
Pero, en realidad, todo esto ya estaba en la teoría de Lenin, y en su análisis sobre el capital financiero, a pesar de que aun aparezca mezclado con formas transitorias de imperialismo previas al despliegue total de la dominación del capital financiero. El desarrollo que hoy conocemos ya estaba previsto en su teoría, porque se estaba dando de hecho. Al fin y al cabo, el análisis del imperialismo como fase superior del capitalismo consistía en actualizar la forma política de la dominación capitalista sobre el mundo: la superación del colonialismo y el ejercicio de la dominación política adaptada a la nueva fase económica del capital, la fase del monopolio.
Los cambios en la forma de la dominación se deben, precisamente, a lo que es nuevo, en comparación con la época de Lenin, aunque lo nuevo ya estaba integrado en la teoría de Lenin como tendencia en desarrollo que aún no había desplegado por completo sus formas concretas de dominación política. Lo que es nuevo es el modelo productivo capitalista, que ya no se basa tanto en el control inmediato –en un sentido físico– sobre toda la cadena productiva, sino que en su dominación a través de la forma más desarrollada del capital financiero. Lo que implica que las conquistas ya no requieran de una perpetua presencia visible y evidente en el territorio, sino que estas buscan crear dependencias económicas reales en los países sometidos. Dependencias que se renuevan mediante el sometimiento político, y que al mismo tiempo renuevan el sometimiento político. Y eso es posible porque la forma de dominación del capital financiero ya no solo se da entre países, sino que también al interior del proceso productivo.
LA BASE SOCIAL DEL IMPERIALISMO
Lo que no varían son las consecuencias sociales ni la especificidad política de la época imperialista en lo que respecta a la composición de clase y a la lucha de clases. Ya Lenin advirtió la creación en los países imperialistas, permitida por la expoliación del plusvalor producido por los proletarios de los países pobres, de una capa privilegiada en el seno de la clase obrera, que actúa como base social y colchón del poder burgués.
Podemos decir, además, que la aristocracia obrera no es simplemente un apoyo a el poder de la burguesía: la aristocracia obrera, la capa privilegiada de la clase obrera, es el poder burgués en el seno del proletariado. Y no lo es solo porque en la forma del salario se apropie de una parte del plusvalor producido por el proletariado, sino que, también, porque como distinción interna a la clase obrera respecto a su capa más pobre, el proletariado, cumple con la función política de disciplinar socialmente, por el solo hecho de su existencia como estamento privilegiado, pero además también conscientemente: se constituye en bloque político diferenciado en la socialdemocracia y el reformismo, se organiza para actuar en contra del proletariado migrante, se perpetúa en las estructuras del estado burgués y casi las copa al completo, se funde con la política y la adecúa a su propia forma de existencia como estamento privilegiado de la clase obrera… la aristocracia obrera, constituida en clase media, representa todos los valores burgueses que la propia burguesía ya es incapaz de representar, hace posible la socialización de esos valores como valores de toda la sociedad en una situación donde la burguesía monopolista existe ya como estamento inalcanzable, opuesta a todo valor colectivo y social.
La aristocracia obrera (...) es el poder burgués en el seno del proletariado. Y no lo es solo porque en la forma del salario se apropie de una parte del plusvalor (...), sino que, también, porque como distinción interna a la clase obrera respecto a su capa más pobre, el proletariado, cumple con la función política de disciplinar socialmente, por el solo hecho de su existencia como estamento privilegiado
Marx y Engels hablaron del aburguesamiento que se dio en el proletariado en Inglaterra con motivo del botín incautado a los países de la periferia. Lenin hablaba de la ideología pequeñoburguesa de la aristocracia obrera, o simplemente la identificaba como pequeñoburguesa, por su ideología. La riqueza del aparato categorial del marxismo en cuanto al análisis de clases y de la lucha de clases, de su dinamismo, es infinitamente superior al de los partidos burgueses, y en especial al de la socialdemocracia, que no comprende que un obrero puede actuar como figura social de disciplina a las órdenes de la burguesía, o puede ser un pequeñoburgués por su ideología. El elemento político de la lucha de clases, la dignidad del proletariado que lucha, son elementos constituyentes de la clase, en un sentido marxista, pues la clase no es lo que está, sino lo que hace, lo que produce y lo que tiende a la lucha revolucionaria.
El análisis de Lenin de la aristocracia obrera como producto nuevo del imperialismo en el seno de las potencias centrales es una lección imprescindible del análisis marxista de la lucha de clases. Además, se corresponde fielmente con el análisis del imperialismo como fase terminal: el colapso de la sociedad capitalista, su putrefacción, se expresa en la incapacidad de la burguesía de ejercer como representante de la sociedad y de los valores positivos de la misma; por ello, se hace necesario que una clase media actúe en su lugar, una clase que simboliza la vitalidad de la sociedad capitalista y representa los principios fundamentales de la nación, la cultura y la democracia. Pero una clase que, sin embargo, se resquebraja en la medida en que lo hace la sociedad capitalista, por ser ella misma esa sociedad capitalista.
El colapso de la sociedad capitalista, su putrefacción, se expresa en la incapacidad de la burguesía de ejercer como representante de la sociedad y de los valores positivos de la misma; por ello, se hace necesario que una clase media actúe en su lugar, una clase que simboliza la vitalidad de la sociedad capitalista y representa los principios fundamentales de la nación, la cultura y la democracia. Pero una clase que, sin embargo, se resquebraja en la medida en que lo hace la sociedad capitalista, por ser ella misma esa sociedad capitalista
EL MONOPOLIO COMO TEORÍA POLÍTICA DEL PODER BURGUÉS
Gran parte del folleto El imperialismo, fase superior del capitalismo está dedicado a exponer mediante datos la tendencia económica del capitalismo a la formación de monopolios. Lenin identifica al monopolio como la base económica del imperialismo. Un monopolio que, por el hecho de serlo, implica estancamiento y descomposición, pues su principio rector ya no es el desarrollo de las fuerzas de producción capitalistas, sino que la usura y la extracción de renta. Ese proceso se da por medio de la formación del capital financiero, que es el producto de la fusión entre el capital dinerario y el capital industrial, cuyo centro neurálgico son los bancos monopolistas. Son estos los que, mediante la exportación de capitales, se hacen con el control del proceso productivo de plusvalor y lo monopolizan con el objetivo de extraer beneficios rentistas del mismo.
Ahora bien, la única garantía de ese proceso es la fuerza. El imperialismo implica un enorme aumento del impulso bélico como garantía de la dominación política que subyace a la expropiación rentista. Asimismo, se requiere de una base social que dé garantías al impulso bélico imperialista, que lo justifique por ser un producto positivo del mismo. En definitiva, bajo el paraguas del análisis económico, Lenin analiza las condiciones políticas nuevas generadas en la fase superior del capitalismo, así como las consecuencias para la estrategia revolucionaria, tal y como las desarrollará en otros escritos de la época. Esas condiciones son: 1) la crisis capitalista y el impulso bélico, y 2) la aristocracia obrera como pegamento social que evita la crisis revolucionaria. De las cuales deriva un concepto de independencia de clase, sostenido sobre la forma concreta que esta adquiere: la dictadura del proletariado.
(...) Lenin analiza las condiciones políticas nuevas generadas en la fase superior del capitalismo, así como las consecuencias para la estrategia revolucionaria, tal y como las desarrollará en otros escritos de la época. Esas condiciones son: la crisis capitalista y el impulso bélico, y la aristocracia obrera como pegamento social que evita la crisis revolucionaria. De las cuales deriva un concepto de independencia de clase, sostenido sobre la forma concreta que esta adquiere: la dictadura del proletariado
Si su análisis se enfoca en el dominio del monopolio, eso solo es para analizar el fundamento del poder político de la burguesía, cómo se constituye ésta en bloques de poder. Sin embargo, el monopolio no está exento de competencia. Lenin mismo señala que este se desarrolla en un contexto de competencia general y, más aún, que esa competencia no la relega a un simple juego económico, sino que deriva necesariamente en la lucha política entre monopolios y en la guerra imperialista.
Así pues, la teoría leninista del monopolio nos permite pensar en la política en el contexto del desarrollo más avanzado –y último– de la dominación burguesa. Las cualidades políticas asignadas al monopolio como el culmen de la fase de desarrollo del poder burgués son aquellas ya presentes en las fases más tempranas del capital, que no se desarrolla en abstracto, por motivo de un desarrollo económico impersonal, sino que direccionalmente, concretamente, con sentido único: desarrollar el poder político de la burguesía sobre el proletariado, dominarlo. De modo que, los poderes absolutos asignados al monopolio son, en términos políticos, poderes dictatoriales. El monopolio, la tendencia a la dominación absoluta, se corresponde fielmente al concepto de dictatura.
Los poderes absolutos asignados al monopolio son, en términos políticos, poderes dictatoriales. El monopolio, la tendencia a la dominación absoluta, se corresponde fielmente al concepto de dictatura
Y es que, sólo si pensamos en términos de dictadura, de acumulación de poder despótico, podemos concebir una teoría política. Esto refiere también al proletariado. La dictadura del proletariado no es una especie de recurso literario, es la única forma en la que se puede concebir la política y la lucha de clases. El propio Lenin lo dijo: marxista no es quien reconoce la lucha de clases; “marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado”.
El monopolio ocupa un lugar similar en la teoría del imperialismo de Lenin. Reconocer la tendencia de las diferentes facciones de la burguesía a acumular poder, a competir entre sí, y el desarrollo de esa competencia necesariamente en guerra imperialista son fundamentales para comprender la realidad en la que vivimos. La teoría del monopolio es una teoría del poder político burgués, de sus límites, y de nuestras posibilidades. Muy al contrario de la teoría kautskiana del ultraimperialismo, que diluye el antagonismo político y el antagonismo de clase en una especie de desarrollo harmonioso a nivel mundial, que, si bien puede abrirse paso a través de la violencia, esta aparece totalmente desprovista de su forma política, la lucha de clases.
Sin duda alguna, el Lenin que reivindicamos es el único posible: el de la lucha a muerte contra la burguesía, en todos los ámbitos. El que no dejaba ni el más pequeño hueco por el que pudiera pasar el revisionismo y el oportunismo. Y en el tema que hoy nos ocupa, reivindicamos el Lenin que daba forma concreta a la dictadura del proletariado: en la lucha contra la burguesía, llamando a hacerle la guerra civil, y en la lucha contra traidores a la causa internacional del proletariado, que se posicionaron a favor de su bloque imperialista en la Primera Guerra Mundial, llamando a romper con ellos y a reconquistar la independencia de clase.
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