Recorte de la portada del número 26 de Arteka FOTOGRAFÍA / Gabriel Morala
2022/03/01

[Artículo de marzo de 2022]

Ikasle Abertzaleak ha convocado una huelga estudiantil el 24 de marzo de 2022 bajo el lema Paralizar las reformas educativas. El alumnado se movilizará ante LOSU, LOMLOE y la Ley de Formación Profesional. Según IA, estas reformas empeorarán las condiciones de estudio y aumentarán el control social y las prácticas laborales, entre otras medidas.

En un contexto político similar, se halla sobre la mesa la elitización de la educación o la dificultad aumentada del acceso a la educación por medio del proceso de privatización. Ambas cuestiones, la que se abordará en las movilizaciones y la que acabamos de comentar, están íntimamente relacionadas. En efecto, ambos son procesos que se están extendiendo condicionados por la reorganización productiva del ámbito laboral: por un lado, las nuevas reformas deben adaptar la educación a las nuevas condiciones de trabajo; por otro, la privatización es un proceso que, en general, se organiza según las nuevas necesidades de acumulación del capital, o no es más que una de las formas concretas que estas mismas necesidades adoptan.

Por un lado, las nuevas reformas deben adaptar la educación a las nuevas condiciones de trabajo; por otro, la privatización es un proceso que, en general, se organiza según las nuevas necesidades de acumulación del capital

Cuando hablamos de reorganización en el ámbito laboral nos referimos a que, ahora que se están estableciendo las condiciones técnico-productivas de un nuevo ciclo de acumulación de capital, es necesario organizar una subjetividad productiva que actúe en consecuencia, es decir, que la clase obrera se adapte a esas necesidades. Y es que las nuevas condiciones de producción tienen por objeto aumentar la explotación de la clase obrera, es decir, aumentar las ganancias de la burguesía mediante la explotación ampliada del trabajo.

En esto desempeña la educación una función básica, como ámbito de producción de la subjetividad productiva de la clase obrera. Y no solo porque produzca una subjetividad concreta (la mercancía fuerza de trabajo) que se presenta dispuesta en el mercado de trabajo para ser vendida. También porque, en tanto que modo de producir esta subjetividad, la educación influye directamente en su valor.

El efecto de lo primero es evidente: cuanto mejor se adapte el obrero a trabajos simplificados concretos, tanto más productivo será. Eso lo saben las empresas privadas. Por ello, muchas de ellas imparten asignaturas concretas en diferentes centros educativos, o bien crean sus propios centros educativos, o bien firman pactos con los vigentes para que formen personal para su empresa. Así, la competencia entre capitalistas se extiende al ámbito de la educación, puesto que las capacidades de adaptación a los trabajos concretos los hace más competentes, y por ello más rentables, en este sentido: un colectivo de trabajadores más productivo que la media genera más valor por unidad de trabajo. Esto abre la puerta a la elitización o privatización de la educación, que se organiza según intereses privados de empresas concretas.

En relación con la segunda, en la medida en que la educación es una esfera de producción de la fuerza de trabajo, se organiza según el modo de producción del capital. Su función consiste en producir el obrero más adecuado al capital de la forma más adecuada posible. Así como los procesos de trabajo tecnologizados simplifican el trabajo, simplifican la educación del obrero que va a ejecutarlo, es decir, disminuyen el coste de producción de un obrero, disminuyendo el valor de la fuerza de trabajo.

En ambos casos la conclusión es que, si la contratación de obreros es más barata, o si, no siendo más barata, su hora de trabajo es más productiva, el capitalista se apropiará de una parte mayor del producto del trabajo.

La inversión de capitales privados en la educación pública supone aumentar el control sobre este proceso para que la educación pública produzca la subjetividad laboral más adecuada a sus intereses, para que la formación posterior sea reducida al máximo –al menos en su contenido, aunque se prolongue formalmente para justificar, entre otras cosas, un salario más bajo– y, en consecuencia, los costes del capital privado sean reducidos.

La inversión de capitales privados en la educación pública supone aumentar el control sobre este proceso

Todo ello, esto es, la simplificación de la educación a través de la simplificación del trabajo y el control intensificado sobre la educación pública de los capitales privados, supone una reducción de los costes educativos. Por eso, la intervención de los capitalistas en la educación es la inevitabilidad que impone el capital mismo. Lo que cambia con la privatización es la forma de intervención.

Antes se ha mencionado, en este sentido, que la privatización es una de las formas concretas que adopta la acumulación del capital. La otra forma es la publificación. El que prevalezca una u otra depende de las necesidades de acumulación de capitales privados, es decir, del grado de rentabilidad de la educación. No se trata, pues, de que antes se haya ganado terreno al capital, reforzando los servicios públicos de ámbito estatal. Por el contrario, si antes se han reforzado los servicios públicos es porque eso era beneficioso para el capital –porque un ciclo productivo ascendente tiende a aumentar el precio de la fuerza de trabajo y, por ello, los capitalistas comparten costos, ante la imposibilidad de constituir una esfera productiva en el ámbito de la reproducción–, y ahora se están desarticulando de la misma manera, ganando terreno la esfera privada. Y es que la esfera pública es el marco que organizan los capitalistas para sus tareas comunes, el marco de los intereses compartidos, en el que la prioridad es reducir los costes de producción de la fuerza de trabajo y ocuparse entre todos de ello, mientras no sea un campo rentable para la explotación de capitales privados.

Ahora bien, cuando la situación cambia, es decir, cuando el valor de la fuerza de trabajo disminuye hasta cierto punto en que la rama que antes no era rentable se convierte en rentable para la explotación privada, es decir, para la valorización del capital, es entonces cuando se disuelven los servicios públicos, convirtiendo estos ámbitos en espacios de acumulación de capital. Esta situación se hace palpable y se agrava con la crisis capitalista, donde el gasto público se reduce y las necesidades de ganancia del capital se hacen más desesperadas

Cuando la situación cambia, se disuelven los servicios públicos, convirtiendo estos ámbitos en espacios de acumulación de capital. Esta situación se hace palpable y se agrava con la crisis capitalista

La crisis capitalista implica, por un lado, la destrucción generalizada del capital. Por otro lado, en el papel común de los capitales privados, es decir, en el Estado, surgen conflictos por los elevados costes que el propio Estado supone para el capital en crisis en el contexto de una menor rentabilidad. Por último, la crisis capitalista supone una disminución generalizada del precio de la fuerza de trabajo. Todo ello abre una nueva oportunidad para que los capitales privados organicen el control sobre la educación. En efecto, la reducción del gasto público y la disminución del precio de la fuerza de trabajo –­cuyo alto precio relativo era razón para organizar la educación pública– abre la posibilidad de organizar una nueva rama productiva del capital en el ámbito de los servicios sociales, que encuentra el origen de sus fuentes de dinero en los ahorros de la clase media y en las inversiones de capitales privados.

Pues bien, de este modo, la educación pública se convierte en un instrumento estatal de proletarización: reduce los costes de la educación en concordancia con la reorganización productiva del capital, convirtiéndola en un marco rentable para que luego los capitales privados, en tiempos de crisis, extraigan plusvalía, materializando el empobrecimiento por desposesión de ahorros y patrimonio de la clase media. Es decir, la educación pública, o educación estatal, mediante reformas en beneficio de los capitalistas, prepara el terreno para la expansión de la explotación capitalista. Y esta es la principal tarea de la educación pública, la de servir de medio para la explotación de los capitales privados, tanto cuando se organiza la esfera pública misma como cuando, necesariamente, por ser la forma concreta del movimiento del capital, se disuelve en beneficio de la esfera privada. Este proceso, en una u otra dirección, no es, sin embargo, una decisión del Estado, ya que tampoco este es más que un instrumento político-administrativo que se adapta a las necesidades de acumulación de capital. La cualidad de este proceso viene determinada por la organización técnico-productiva del modo capitalista de producción, y no es más que su expresión.

La educación pública, o educación estatal, mediante reformas en beneficio de los capitalistas, prepara el terreno para la expansión de la explotación capitalista

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