Se ha hablado mucho sobre la Unión Soviética en esta edición de Arteka. Sin embargo, los impactos de la URSS fuera de sus fronteras son tan interesantes como sus cuestiones internas. En la reconstrucción de los países que quedaron fuera del pacto de Varsovia en la posguerra de la 2ª Guerra Mundial tuvieron vital importancia los partidos comunistas que antes del fin de la guerra eran miembros de la III Internacional (especialmente el PCF en Francia y el PCI en Italia). Aun tras la desintegración de la internacional o Komintern, la relación entre estos partidos y el Partido Comunista de la Union Soviética perduró hasta que, en la década de los 70, los primeros se declararon Eurocomunistas. Por ello, cabe decir que estos partidos y la URSS jugaron un papel importante en la gesta del pacto que sostendría el Estado de Bienestar.
Siendo hoy en día la recuperación del Estado de Bienestar el programa político de la aristocracia obrera y, en general, de la clase media, al movimiento socialista le es imprescindible determinar el carácter histórico de ese Estado de Bienestar, si es que quiere resultar victorioso en la disputa con la socialdemocracia. ¿Fue el Estado de Bienestar alcanzado gracias a la fuerza del movimiento comunista, o fue una jugada de la burguesía para ganar estabilidad en el centro imperialista? La respuesta a esta pregunta trasciende los límites de este artículo; de todas formas, la hipótesis aquí presente es que el paradigma del Estado de Bienestar implica un consenso y un pacto social, y que los partidos que luego serían eurocomunistas jugaron en ese pacto el papel de vigilantes del movimiento obrero. Este artículo no permite desarrollar debidamente la argumentación de esta cuestión, ya que en ella influyen muchos factores, por lo que puede resultar confuso. Por ello, se le requiere un esfuerzo al lector para seguir el hilo argumentativo (habrá referencias que no constarán, razonamientos sin profundizar…).
La hipótesis es que el paradigma del Estado de Bienestar implica un consenso y un pacto social, y que los partidos que luego serían eurocomunistas, jugaron en ese pacto el papel de vigilantes del movimiento obrero
EUROCOMUNISMO
En 1977, los dirigentes de los partidos socialistas del sur de Europa (Francois Mitterrand en Francia, Bettino Craxi en Italia, Felipe González en España y Mario Soares en Portugal) expresaron cierta cercanía a la nueva dirección política de los partidos eurocomunistas (contra los socialistas de los países del norte): «Respetamos el eurocomunismo. Es la corriente ideológica más importante que ha surgido en Europa después de la Segunda Guerra Mundial». El socialista sueco Olof Palme sintetizó bien ese acercamiento a los partidos comunistas: «Estimo que es difícil entender a aquellos que solo muestran desconfianza ante las reevaluaciones ideológicas que se están haciendo al interior de los partidos comunistas. Debe considerarse como un beneficio el que estos partidos empiecen a manifestar su creencia en los derechos y libertades democráticos, que deseen defender los derechos fundamentales, que comiencen a darse cuenta de la fuerza que tiene el reformismo para el cambio de la sociedad». Estos socialistas que apostaron por acercarse a los partidos comunistas tenían razón, ya que la influencia del eurocomunismo fue la purga de los elementos comunistas y la aceptación de las normas fundamentales de la democracia burguesa. Así, estos partidos que estaban aislados en el parlamentarismo burgués, pudieron integrarse en el estado capitalista. Como manifestó el miembro del partido socialdemócrata austríaco Bruno Kreisky, «Si los comunistas realmente desean llegar a ser demócratas, deberían descartar mucho más que la simple concepción de la dictadura del proletariado. Si se hiciera lo anterior, desaparecería entonces todo un credo político. Nada quedaría de lo que es especifico del comunismo y se transformarían en socialdemócratas, pero con un lenguaje ligeramente más revolucionario».
Aunque en el discurso se manifestaban en contra del gobierno parlamentario, estos eurocomunistas se movían cómodamente entre las fuerzas parlamentarias. El socialista Gino Bianco explica el cambio: «Ronald Tiersky refleja bastante bien el problema cuando anota respecto al partido francés que su "aceptación del pluralismo político es un hecho consumado dado que el partido quizás no será nunca lo suficientemente fuerte como para alcanzar sus metas solo". (…) Los franceses han reemplazado el concepto de dictadura del proletariado por una nueva noción, la de "hegemonía de la clase obrera". Los italianos proclaman también la importancia del concepto Gramsciano de hegemonía (…) y han afirmado su fidelidad al pluralismo. Sobre todo, los comunistas occidentales han puesto gran énfasis en su devoción a los valores democráticos». René Andrieu, miembro del comité central del PCF, profundiza: «La idea central de la política comunista es que Francia para salir de esta crisis debe experimentar una transformación democrática de sus estructuras de organización. Es la ampliación continua de la democracia la que conducirá al país a un socialismo que deberá ser en sí mismo auténticamente democrático».
En una reunión llevada a cabo en Madrid en 1977 por Berlinguer (PCI), Marchais (PCF) y Carrillo (PCE), estos formalizaron en una declaración los cambios políticos antes mencionados. Para el comienzo de la década de los 80, ya había acabado el proceso de transformación de estos partidos (la trayectoria del PCE fue diferente, pero el resultado el mismo). ¿Pero cuándo comenzó el proceso que tuvo estas consecuencias en la década de los 70? ¿Qué relación tuvo con el Estado de Bienestar?
EL FENÓMENO DEL ESTADO DE BIENESTAR
Aunque el Estado de Bienestar tenga numerosos antecedentes (la constitución de la República de Weimar, el reformismo sueco, el New Deal de Roosevelt…), fue en la posguerra de la 2ª Guerra Mundial cuando se dio sistemáticamente este fenómeno dentro del Estado capitalista. Esta generalización de las políticas de protección es inexplicable mediante una sola causa; sin embargo, las declaraciones y teorías de la época relacionan el crecimiento económico con una redistribución de la riqueza producida. El Estado de Bienestar nace ligado a las condiciones especiales del ciclo de acumulación del capital creadas en la posguerra en Europa. Estas condiciones fueron las que permitieron un alto y constante crecimiento hasta la década de los 70. Para los años 1949-50, la mayoría de los países ya había recuperado el nivel de producción anterior a la guerra y entre 1950 y 1970 el PIB europeo creció el 5,5% al año como media (doblando el índice de EEUU), con la industria como punta de lanza.
Al terminar la guerra, dado que el capital constante estaba destruido y el ejército industrial de reserva (el desempleo) era inmenso, lo que impedía reiniciar la acumulación era más un estado de «shock» que la falta de plusvalor. Esa situación generó una escasez y pobreza tanto en los países vencedores como en los derrotados, pero una vez de que se había conseguido la liquidez para realizar los pagos internacionales (divisas, en este caso dólares por el plan Marshall) la acumulación se reanudó rápidamente. Es más, se establecieron grandes tasas de plusvalor y unas condiciones óptimas para la renovación del capital completo con el objetivo de atraer la inversión extranjera. Finalmente, la hegemonía estadounidense cortó los ciclos comerciales (entre el librecambio y el proteccionismo) mediante GATT y ordenó el sistema financiero y monetario de Bretton Woods (FMI, para evitar devaluaciones competitivas e inflación descontrolada) e institucionalizó el control del crecimiento (Banco Mundial). En esta dinámica de crecimiento, el ciclo económico (por ejemplo, el decrecimiento tras la guerra de Corea) se dio en el seno de una tendencia de crecimiento constante, que difuminó por completo su presencia. Gracias a todo ello, Europa recuperó el peso que había perdido a nivel mundial durante las dos guerras mundiales: mientras se redujo el crecimiento demográfico, su producción industrial pasó del 38% de la producción mundial al 49% de 1950 a 1970.
Este crecimiento era una condición necesaria para el Estado de Bienestar (ya que al desaparecer el crecimiento en los años 70-80, el propio Estado de Bienestar comenzó a disolverse), pero no suficiente. Fue necesario un consenso político para orientar hacia políticas de protección social esa acumulación masiva de plusvalías que se puso en marcha en Europa. Más allá del consenso parlamentario para la producción de una o varias leyes determinadas, el Estado de Bienestar pretendía alcanzar una paz social en Europa en el contexto de la Guerra Fría tras dos guerras mundiales (siendo la URSS y el tratado de Varsovia enemigos cara a cara). Básicamente, se negoció parte de ese gran crecimiento para garantizar el resto del crecimiento en manos del capital. El proceso eurocomunista se dio precisamente como consecuencia de este consenso o pacto.
El crecimiento era condición necesaria para el Estado de Bienestar, pero no suficiente. Fue necesario un consenso político para dirigir esa formidable acumulación de plusvalor puesta en marcha en Europa a políticas de protección. Fundamentalmente, se negoció una parte de ese gran crecimiento para asegurar que lo demás siguiera en posesión del capital. El proceso eurocomunista se dio, precisamente, a raíz de ese consenso o pacto
ORIGEN HISTÓRICO DEL EUROCOMUNISMO: LOS PACTOS SOCIALES TRAS LA GUERRA
En la mayoría de los casos se establecen como antecedentes del eurocomunismo la desestalinización de Jrushchov iniciada en el XX Congreso del PCUS y la invasión de Hungría de 1956. Se supone que este tipo de sucesos provocaron una división entre el PCUS y los partidos europeos occidentales, siendo el posicionamiento en la Guerra Fría el centro del debate. Estos posicionamientos tuvieron un desarrollo complejo; por ejemplo, al finalizar el XX Congreso, Thorez (PCF) perteneció al sector que defendió la figura de Stalin, pero en la década de los 70, las declaraciones de Carrillo (PCE) eran las siguientes: «No estoy más a favor de la OTAN que de lo que estoy en favor del Pacto de Varsovia». Sin embargo, más allá de estos posicionamientos, nos centraremos en las posiciones políticas que tomaron los partidos en sus países para analizar cómo llegaron a las tesis de los años 70, en el tramo en el que se otorgaba el pacto del Estado de Bienestar.
Probablemente entre los partidos eurocomunistas el caso más estudiado es el del PCI. Lo vivido en Italia entre 1943 y 1945 ha sido definido como guerra civil. En esta situación se buscó un pacto de estabilidad que se materializó en 1946 en la nueva república y constitución. Había muchos factores que provocaban el desequilibrio de este pacto de posguerra: la intervención de los Estados Unidos (por ejemplo a través de la CIA), la influencia del Vaticano, la proximidad del muro de acero… Sin embargo, la nueva Italia quedó en equilibrio entre dos grandes fuerzas: el Partido Demócrata Cristiano (DC) y el PCI. Togliatti, líder del PCI en aquellos tiempos, partió de una responsabilidad histórica del partido en la llamada gira de Salerno (Svolta di Salerno) para renunciar a la revolución en Italia y apostar por las necesidades de reformas democráticas. En esta dirección, desarmó la milicia partisana y entró en el gobierno junto con el partido DC como ministro de justicia.
A pesar de que la figura militante de Togliatti estuvo posteriormente por encima de la de eurocomunistas como Carrillo, él sentó las primeras bases del giro político. Labriola y Gramsci se toman como referencia en el partido durante estos años (o al menos una lectura determinada de Gramsci), apologizando este último simbólicamente más que políticamente. Togliatti juega a favor de la «responsabilidad» y la «estabilidad» frente a una Italia que ha salido dividida de la guerra, la civil y la mundial. Esto puede destacarse en 1948, cuando por un lado hace un llamamiento a mantener la paz en la huelga llamada tras un atentado contra él y por otro el PCI se presenta a las elecciones junto al partido socialista bajo el nombre de frente democrático. Esta última tendencia tiene su precedente en la estrategia de Frente Popular ante el fascismo marcada por la III Internacional (Komintern). Viendo que la 1ª Guerra Mundial había agotado y dividido la II Internacional, cuando la URSS fundó Komintern pidió a sus miembros una gran disciplina para marcar una posición común a los partidos de las potencias capitalistas. Durante la segunda guerra, todos estos partidos (entre ellos el PCI) se unieron a diferentes partidos socialistas y demócratas para combatir el fascismo. Esto hizo que no solo se aprobara un programa de mínimos democráticos, sino que se modificara la propia composición de los partidos comunistas miembros de los frentes, facilitando la incorporación de las corrientes de la clase media.
El desarrollo pormenorizado del caso italiano hasta la década de los 70 podría detallarse mucho más, pero si en resumen hemos demostrado que el PCI se puso del lado del orden burgués-democrático en la débil situación de los años posteriores al final de la guerra (años entre revolución y reforma, por así decirlo), podemos decir que siguió la misma línea durante las dos décadas siguientes. Así, el histórico acuerdo entre Togliatti (PCI) y De Gasperi (DC) se repitió entre Berlinguer (PCI) y Aldo Moro (DC), el cual se convirtió en la base de la nueva Italia. No obstante, este equilibrio hay que tomarlo con pinzas; aunque estabilizó las bases del nuevo régimen, la década fue muy inestable en Italia (allí hubo años de plomo; el propio Aldo Moro fue secuestrado y asesinado por las brigadas rojas).
Hay menos bibliografía y no podemos extendernos mucho, pero siendo más cercano también tenemos que tocar el caso del PCF francés, aunque sea por encima. La ocupación nazi cambió radicalmente el paradigma de la III República. El PCF, que en 1920 contaba con solo 50.000 afiliados, salió de la guerra con más de 300.000 afiliados gracias a su protagonismo en la resistencia. Como en Italia, el PCF tenía una fuerza gigantesca, pero en la creación de la IV República asumió el papel de estabilizador. Aunque, al finalizar la guerra, algunos sectores dentro del partido pretendían tomar las armas contra el gobierno (considerándolo como marioneta de los Estados Unidos), el partido rechazó esta pretensión por orden del PCUS. Al igual que hizo el PCI, recuperó la política del frente popular antes de la guerra y entraron en el gobierno de De Gaulle. Al igual que en Italia, en 1947 los comunistas tuvieron que abandonar el gobierno para que el país recibiera ayudas de los Estados Unidos. Como podemos ver, ambos casos se parecen mucho.
El PCF tuvo una vinculación más estrecha que el PCI con el PCUS (Thorez se mantuvo firme con el sector más duro, por ejemplo, tanto en el XX Congreso del PCUS como en la invasión de Hungría), pero aceptó una integración similar en la construcción de posguerra de los regímenes. Con el tiempo, sostuvo una confluencia con las posiciones del PCI en el ámbito internacional hasta el punto de unirse al resto de partidos eurocomunistas en los años 70. Aquí tampoco podemos explicar con todo detalle el desarrollo del PCF, pero como en el caso italiano, las decisiones de posguerra fueron, más que una posición táctica, un posicionamiento estable. Así lo demuestra la actitud pasiva del partido durante las aventuras imperialistas de Francia (Indochina y Argelia) en las décadas posteriores.
Por último, podemos ver la madurez de estas desviaciones políticas (antes de la formalización eurocomunista de los años 70) más claramente en su disidencia. La primera oposición en la dirección política se da desde posturas prosoviéticas, a favor del llamado marxismo-leninismo del viejo PCUS (por ejemplo, el propio Thorez). La expresión más tardía de esto con respecto al relato que hemos hecho aquí podría ser el libro Eurocomunismo es anticomunismo (Eurocommunism is anti-communism) de Hoxha, o los partidos disidentes como el PCPE. Sin embargo, sin duda el PCI y el PCF vieron a finales de los 60 el nacimiento de la mayor disidencia de su izquierda. El primero fue el año 67 de Italia, seguido del 68 francés. Estos sectores nacidos en la universidad criticaron en general las políticas moderadas de los partidos. En los posicionamientos de la Guerra Fría también nacieron otras posiciones entre el eurocomunismo ambiguo y la ardiente Defensa de la URSS, como el maoísmo a favor de China que acababa de alejarse de la URSS, o incluso el trotskismo. Sin embargo, esta oposición a los partidos se desarrolló mucho más allá, desde posiciones intelectuales en torno al PCF (J. P. Sartre) hasta movimientos organizados fuera del PCI (brigadas rojas o más tarde Autonomía Operaia).
CONCLUSIONES
El objeto de este relato (ni de ningún otroanálisis histórico) no es juzgar las decisiones que se tomaron en un momento u otro. Después de la guerra, el capital inició un nuevo ciclo de acumulación, y para garantizarlo, los nuevos regímenes de posguerra (como todos los nuevos regímenes) necesitaron un pacto entre las distintas fuerzas políticas. La Guerra Fría convirtió esta necesidad de consenso en una cuestión de vida o muerte; además de los acontecimientos mencionados, habría que tener en cuenta la crisis de los misiles de Cuba, el golpe de estado de Chile y mil factores más en este sentido. Por eso hemos explicado la trayectoria de los partidos comunistas como un simple ejemplo, ya que las fuerzas políticas de todos los estratos de clase tuvieron su proceso de integración. Si hemos explicado el caso de estos partidos ha sido porque eran los que más dificultades tenían para integrarse. El eurocomunismo de los años 70 sería, pues, el destino de esta trayectoria: el fruto del reformismo y no su origen.
Tras la guerra, el capital inició un nuevo ciclo de acumulación, y, para garantizarlo, los nuevos regímenes de la posguerra (como todo nuevo régimen) necesitaron un pacto entre las distintas fuerzas existentes. La Guerra Fría convirtió esa necesidad de consenso en una cuestión de vida o muerte. Por eso hemos expuesto la trayectoria de los partidos comunistas como simple ejemplo, pues las fuerzas políticas de todos los estratos de clase tuvieron su proceso de integración. Si hemos expuesto el caso de estos partidos, es porque fueron los más difíciles para integrar. El eurocomunismo de los años 70 sería, pues, la meta de esa trayectoria; fruto (y no origen) del reformismo
Debemos analizar el Estado del Bienestar como pilar de este consenso. El tramo 1945-1971 (llamados los años dorados del capitalismo) es, en estos países, el del consenso basado en la redistribución del producto de crecimiento atípico (plusvalor) que hemos explicado más arriba. Precisamente, el descenso de la tasa de ganancia de los años 60 se expresará a principios de los 70 con la crisis del petróleo y acabará con este consenso keynesiano.
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