Borja Carretero
2024/01/05

"Al pasado no vas a buscar anécdotas para entretenerte, si no claves para entender lo que pasa hoy. Si el trabajo del historiador no sirve para entender el mundo en el que vives, no sirve para nada"Josep Fontana

En este texto veremos cómo el Estado moderno de Israel que nace en 1948 se crea en base a los intereses de los países occidentales para controlar (y a la vez desestabilizar) el mundo árabe. Los países occidentales, principalmente el Reino Unido y los Estados Unidos, veían como un peligro la posible unión de los países árabes en un Estado o confederación común que hiciese frente a Occidente. El temor a un resurgimiento del enfrentamiento Occidente-Oriente es lo que impulsará al imperialismo europeo a crear el Estado sionista, un Estado que, como veremos a continuación, tiene más en común con los europeos que con el mundo semita.

Como primera aproximación para comprender los orígenes del Estado de Israel, debemos remontarnos a la Europa de mediados del siglo XIX. El continente europeo se encuentra en este periodo, sumido en la efervescencia del romanticismo y el nacionalismo y, en este contexto ideológico, surgirán las identidades nacionales como las comprendemos a día de hoy. De la misma forma que los nacionalismos español, francés, griego, ruso, vasco o cualquier otro establecerán las bases identitarias de sus respectivas naciones en pasados mitificados y pseudohistóricos (generalmente, fundamentando esas bases en sus respectivos reinos medievales), el nacionalismo sionista hará lo suyo estableciendo su origen en el Eretz Israel o la Tierra de Israel. Este término hace alusión a la tierra ocupada por los reinos de Judá e Israel hace 3.000 años. 

El padre del sionismo será el húngaro Theodor Herzl (1860-1904), quien basándose en las ideas planteadas por Moses Hess (1812-1875) en su obra Roma y Jerusalén en la que se establece que la única solución para el antisemitismo que padece Europa es el retorno a la Tierra de Israel, desarrollará la idea de lo que hoy conocemos como sionismo. En efecto, el antisemitismo era algo común en Europa desde la Edad Media dado que desde la creencia cristiana habían sido los judíos quienes habían delatado a Jesucristo a los romanos, condenándolo así a la crucifixión. Es decir, los cristianos odiaban desde sus orígenes a los judíos porque los culpaban de la muerte de su mesías. Este es el origen del antisemitismo en Europa.

Desde el medievo y hasta el Holocausto nazi, que será el summum del antisemitismo más fanático, los judíos sufrían todo tipo de fechorías a manos de sus vecinos cristianos. Como ejemplo primigenio del antisemitismo europeo en la Edad Media encontramos las juderías, que eran barrios amurallados reservados dentro de las ciudades medievales para los judíos y que segregaban a estos de los cristianos. Cuando la sociedad sufría una mala cosecha, una peste o cualquier otro mal, los cristianos culpaban a los judíos de estar detrás de estas desdichas acusándolos de haber confabulado con el diablo. Estas acusaciones xenófobas infundadas daban pie a los pogromos o matanzas y saqueos indiscriminados contra la población judía, que totalmente indefensa padecía todo tipo de humillaciones y vejaciones imaginables en sus guetos. Estos pogromos eran una manera perfecta para la élite privilegiada (nobleza y clero) de dirigir el odio de la clase trabajadora campesina hacia el diferente, librándose así de cualquier culpa, al ser ellos realmente quienes robaban, con impuestos abusivos, gran parte de la cosecha que los campesinos producían.

Estos pogromos eran una manera perfecta para la élite privilegiada (nobleza y clero) de dirigir el odio de la clase trabajadora campesina hacia el diferente, librándose así de cualquier culpa, al ser ellos realmente quienes robaban, con impuestos abusivos, gran parte de la cosecha que los campesinos producían

Volviendo al sionismo, Theodor Herzl, para dar una solución al antisemitismo que llevaban sufriendo durante siglos los judíos, planteará en su libro Der Judenstaat (1896) la necesidad de un estado y un lugar donde desarrollarse espiritualmente para el pueblo judío. El libro animaba a los judíos a comprar tierras en Palestina con el objetivo de ir colonizando esta tierra progresivamente. Esta obra, originalmente, iba a ser llamada Rede an die Rothschilds o “Apelación a los Rothschild” haciendo referencia a la gran familia de banqueros con el fin de obtener así su ayuda para llevar a cabo el objetivo sionista. Finalmente, el barón Rothschild rechazó que se le diera tal nombre a la obra por las repercusiones que podía tener sobre sus negocios, pero aquí vemos, por primera vez, cómo el sionismo buscó apoyo de personas muy influyentes para llevar a término su proyecto nacional.

A las migraciones a la Tierra de Israel se les llamará aliyá (o aliot en plural) y serán el comienzo de la colonización de la tierra palestina por parte de los nacionalistas israelíes. Estas migraciones irán aumentando progresivamente con el paso de las décadas, disparándose tras la llegada al poder del nazismo en Alemania y la creación del Estado de Israel en 1948.

La primera aliyá, sin embargo, comenzará años antes de la publicación del libro Der Judenstaat de Herzl. Concretamente se iniciará en 1881 y acabará en 1903, y será impulsada por un movimiento popular judío llamado "Los Amantes de Sion". Estos provenían generalmente de Europa del Este y, principalmente, de los territorios por entonces dominados por el imperio ruso donde los pogromos y el antisemitismo eran especialmente feroces (mucho más que en el Occidente de Europa). Cabe destacar que la mayoría de los judíos europeos se concentraban en la parte oriental de este continente y que Hungría, Polonia, Ucrania o Rusia contaban con grandísimas poblaciones de esta comunidad. Esta primera migración a tierras palestinas estará presionada por una ola de antisemitismo que sacudirá el imperio zarista durante los primeros años de la década de 1880 a causa del asesinato por parte de la Narodnaya Volya (los narodniki) del zar Alejandro II, hecho tras el cual se culpará arbitrariamente a los judíos de inmediato. En esta primera migración los sionistas fundarán sus primeras ciudades: Rishón LeZion, Rosh Piná y Zichron Yaakov entre otras.

Uno de los principales argumentos para defender la colonización judía de tierras palestinas fue el de la "tierra deshabitada". Esto es, según los seguidores de Herzl, en Palestina no vivía nadie, con lo cual, era legítima la ocupación de estas tierras. Cabe señalar que este argumento es idéntico al que usaron los estadounidenses para expulsar y exterminar a las tribus indígenas de Norteamérica, y que unas décadas después usó Hitler para justificar su teoría del Lebensraum y la expulsión de los eslavos en Europa del Este. Todas estas ideologías nacionalistas comparten, pues, un mismo cariz racista y expansionista.

Entre 1880 y la primera década del siglo XX, los numerosos casos de antisemitismo en Europa entre los que caben destacar el Caso Dreyfus en Francia y la publicación del panfleto de Los protocolos de los sabios de Sion (que tendrá gran influencia en el pensamiento hitleriano) en el imperio ruso, estimularán estas aliot.

Centrándonos en el surgimiento del estado sionista como lo conocemos a día de hoy, habrá dos acontecimientos que establecerán las bases fundacionales del mismo. Hablamos del Acuerdo de Sykes-Picot (1916) y de la Declaración de Balfour (1917); ambos en el contexto de la Primera Guerra Mundial y el declive del Imperio Otomano. Durante la Primera Guerra Mundial los imperios francés y británico vieron la oportunidad de expandir su influencia al Levante mediterráneo.

El acuerdo de Sykes-Picot establecía el reparto de las esferas de influencia entre británicos y franceses traicionando, a su vez, a los árabes a quienes las potencias de la Entente habían prometido la independencia tras acabar la guerra. Los británicos se quedarán con Palestina, Transjordania e Irak; los franceses se quedarán con el Líbano y Siria.

En cuanto a la cuestión del estado judío, se llevaron a cabo las primeras conversaciones sobre este asunto, y aunque es cierto que tras la guerra no se les concedió el estado que los sionistas anhelaban, sí que empezaron a verse las primeras posturas favorables, por ejemplo, por parte del Canciller de Hacienda británico David Lloyd George.

Esta declaración fue una promesa sin ningún valor jurídico real y que, por supuesto, no fue consultada con la población árabe local, a la cual desde el prisma racista europeo (y también sionista) se consideraba salvaje e incivilizada

Un año más tarde, la Declaración de Balfour, redactada por Lionel Walter Rothschild (magnate judío perteneciente a la notable dinastía de banqueros Rothschild) y Arthur James Balfour (ministro de exteriores británico), sería la primera manifestación pública por parte de un gobierno sobre la creación deun estado en base a las ideas del sionismo en Palestina. Esta decisión de Londres demostraba inequívocamente la voluntad imperialista británica de crear un estado que fuese aliado a sus intereses en el Levante mediterráneo. Esta declaración fue una promesa sin ningún valor jurídico real y que, por supuesto, no fue consultada con la población árabe local, a la cual desde el prisma racista europeo (y también sionista) se consideraba salvaje e incivilizada. En este documento se manifestaba, lo siguiente:

“(...) El gobierno de su majestad ve con agrado el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío […], no se hará nada que perjudique los derechos civiles, religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos cívicos y la situación política de los judíos en cualquier otro país.”

Aun así, a estos dos acuerdos y declaraciones se le puede sumar otro documento anterior, el llamado Campbell-Bannerman de 1907, que dice lo siguiente:

“(...) Hay pueblos (los árabes) que controlan grandes extensiones de territorios con abundantes recursos al descubierto y ocultos. Dominan las intersecciones de las rutas del mundo. Sus tierras fueron la cuna de las civilizaciones y religiones humanas. Este pueblo tiene una sola fe, una lengua, una historia y las mismas aspiraciones. Ninguna barrera natural puede aislar a este pueblo, a los unos y a los otros [...] si, por casualidad, esta nación se unificara en un Estado, tomaría los destinos del mundo en sus manos y separaría a Europa del resto del mundo. Tomando estas consideraciones seriamente, un cuerpo extranjero debe ser plantado en el corazón de esta nación para prevenir la integración de sus extremos de tal manera que desgaste sus poderes en guerras sin fin. También podría servir a Occidente como trampolín para obtener sus objetivos encubiertos.”

Como podemos constatar en el presente, ese "trampolín" será el estado sionista.

Tras el final de la Primera Guerra Mundial en 1918, y el establecimiento del Mandato Británico en Palestina que durará desde 1920 hasta 1948, el hecho de que las potencias ganadoras de la Entente no cumplan sus tratos ni con los árabes ni con los sionistas (a ambos se les habían prometido estados independientes para cuando finalizara la guerra), conllevará a la ira de estos, desencadenando así una época de turbulenta administración sobre Palestina para Londres. Sea como fuere, la migración de judíos a Palestina se reanudará tras el final de la conflagración, llegando en la década de 1920 más de 100.000 nuevos judíos a la recién creada administración británica. Los británicos mataban de esta forma dos pájaros de un tiro, puesto que alimentaban el proyecto de un futuro estado judío que iba a ser su aliado y que funcionaría como punta de lanza para controlar al mundo árabe y sus principales vías comerciales y, por otro lado, estimulaba la expulsión de los judíos del Reino Unido (recordemos que en esta época la mayoría de la población europea era profundamente antisemita).

Los británicos mataban de esta forma dos pájaros de un tiro, puesto que alimentaban el proyecto de un futuro estado judío que iba a ser su aliado y que funcionaría como punta de lanza para controlar al mundo árabe y sus principales vías comerciales y, por otro lado, estimulaba la expulsión de los judíos del Reino Unido

Los primeros destellos de inestabilidad en el mandato llegaron en los años 1920 y 1921, cuando en las ciudades de Jaffa y Jerusalén los árabes atentaron contra los judíos en sendos atentados. Estos atentados eran fruto de la ira de los palestinos que veían cómo una potencia europea impuesta arbitrariamente daba sus tierras a unos colonos europeos recién llegados. En 1929, otro atentado mataría a 18 colonos judíos en Safed; ese mismo año, en Hebrón, otros 67 judíos serían asesinados en otro atentado contra los colonos sionistas. En los siguientes años los atentados de los palestinos hacia los británicos y los judíos continuarían cobrándose la vida de decenas de burócratas ingleses y colonos.

Será también este el momento en el que se creen las fuerzas paramilitares sionistas como la Haganá (en 1920) o el Irgún (en 1931), que actuaron hasta comienzos de la década de 1940 prácticamente como aliados de los británicos. El atentado más destacable por parte de estos grupos durante estas décadas fue, quizás, el del poeta judío antisionista Jacob Israel de Haan por parte de la Haganá a causa de las críticas de este a la ideología sionista.

En 1936 se inició una huelga general árabe en el mandato que duraría más de un año y que alcanzará su punto álgido cuando escale en la Gran Revuelta Árabe que duró desde abril de 1936 hasta agosto de 1939. La revuelta pondrá en un bando a los palestinos y, por el otro, a una alianza judeo-británica. El alzamiento se saldará con la muerte de 429 judíos, 143 británicos y entre 2.500 y 5.000 palestinos (además de 14.000 heridos; en total, un 10% de la población palestina sufrirá de una manera u otra la dura represión judeo-británica). A consecuencia de esta revuelta, se redactará el Libro Blanco de 1939 que sin contentar ni a judíos ni a árabes establecía que la migración judía a Palestina se limitaría a 75.000 judíos anuales, a la vez que se les prohibía la adquisición de nuevas tierras (a todos los judíos). Sea como fuere, la década de 1930 será la que más colonos judíos reciba superándose los 200.000, la cifra más elevada hasta el momento.

Durante la dictadura fascista alemana, a pesar de los durísimos padecimientos de la población judía durante este periodo, no faltaron tampoco los acuerdos entre sionistas y nazis. En el llamado Acuerdo de Haavara, firmado en agosto de 1933 entre la Federación Sionista Alemana, el Banco Leumi y el Ministerio de Economía de Alemania, acordaron un plan para estimular la migración judía alemana a Palestina. El objetivo de los nazis era, por un lado, expulsar a los judíos de Alemania y, por otro lado, que estos judíos abriesen fábricas en Palestina cuyas manufacturas serían exportadas al país germano. Aparentemente, durante la duración de este acuerdo, en 1937, la Gestapo también transfirió armas a la Haganá para que fueran usadas contra los árabes durante la Gran Revuelta. El Acuerdo de Haavara se mantendría hasta 1938. Esta información fue confirmada nuevamente en 1957 en una entrevista al presidente de la Federación Sionista Alemana Hans Friedenthal:

“La Gestapo hizo todo lo posible en aquellos días para promover la emigración, en particular a Palestina. A menudo recibíamos su ayuda cuando necesitábamos algo de otras autoridades en relación con los preparativos para la emigración. Esta posición se mantuvo constante y uniforme todo el tiempo, hasta el año 1938.”

Tras acabar la Segunda Guerra Mundial y hacerse públicos los horribles crímenes nazis sobre la comunidad judía, la opinión pública occidental quedará traumatizada. Esto, sin embargo, será usado por el sionismo para reforzar su argumento para reclamar un estado propio. Los atentados sionistas en el mandato británico surgirán al final de la contienda con el fin de presionar la creación de su estado. El atentado más relevante será el perpetrado por el Irgún (del que después nacerá el partido hoy gobernante en Israel, el Likud) contra el Hotel Rey David y que causará la muerte de 91 personas.

Las dos principales potencias vencedoras de la guerra, la Unión Soviética y los Estados Unidos, apoyaban la creación de un estado judío, puesto que veían en este un potencial aliado para sus intereses geopolíticos. Por un lado, los soviéticos albergaban la esperanza de crear una alianza con este futuro estado porque centenares de miles de judíos emigrados a Palestina procedían de la propia URSS. Además, muchos de estos judíos habían participado en la Revolución Bolchevique y eran socialistas; Stalin veía la posibilidad de expandir la esfera comunista al Levante mediterráneo de esta forma. Por otro lado, Washington pretendía continuar la estrategia británica de conseguir un estado fiel a los intereses del capitalismo imperialista occidental que desestabilizase el mundo árabe.

La ONU creada en 1945 y cuyo Consejo de Seguridad estará integrado por los cinco ganadores (más relevantes) de la Segunda Guerra Mundial -URSS, EEUU, Reino Unido, Francia y China- resolverá en 1947 la partición del Mandato Británico de Palestina en dos estados que en relación de población y territorio será ampliamente desigual: un 43% del territorio fue entregado a los palestinos y un 57% a los sionistas, mientras que cerca de dos tercios de la población de este territorio era árabe y cerca de un tercio era judía.

La ONU creada en 1945 y cuyo Consejo de Seguridad resolverá en 1947 la partición del Mandato Británico de Palestina en dos estados que en relación de población y territorio será ampliamente desigual: un 43% del territorio fue entregado a los palestinos y un 57% a los sionistas, mientras que cerca de dos tercios de la población de este territorio era árabe y cerca de un tercio era judía

Esta división, si bien alegrará profundamente a los sionistas, derivará en la ira de los árabes que la considerarán un agravio. De esta forma, estallará la guerra palestino-sionista al día siguiente de la firma del tratado de partición el 30 de noviembre de 1947 y que durará seis meses. Durante la contienda los sionistas recibieron el apoyo tanto de EEUU como de la URSS. Pese a que en un primer momento los palestinos llevaron la delantera en la guerra, en una segunda fase y tras la reorganización de los grupos armados sionistas por parte de David Ben Gurión, los israelíes tomaron la delantera declarando la independencia del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948.

La Liga Árabe reaccionó de inmediato interviniendo en la guerra en favor de Palestina, pero la falta de unidad táctica, los conflictos entre los propios países árabes y las ambiciones ocultas del rey jordano de anexionarse los territorios palestinos, conllevaron a la amarga derrota palestina el 20 de julio de 1949. La paz, que debía establecerse en las conversaciones iniciadas en Lausana en abril de 1949, y en la que los palestinos no estaban presentes, no llegó a firmarse, ante la negativa de los israelíes a aceptar ninguna concesión.

Los árabes, por su parte, conocen esta guerra como al-Naqba o "el Desastre", no únicamente por la pérdida del territorio, sino también por las masacres llevadas a cabo por el centralizado ejército israelí que, en todo territorio que ganaba a los palestinos, arrasaba las aldeas y ejecutaba sumariamente a la población árabe. En total unos 750.000 palestinos fueron expulsados de sus tierras por la violencia de la limpieza étnica. En los 50 años siguientes Israel acogió a cinco millones de inmigrantes judíos en un estado en armas, con el mayor porcentaje de gasto militar del mundo que pudo subsistir económicamente gracias a las ayudas de todo tipo de los Estados Unidos: las mayores que cualquier país haya recibido de otro a lo largo de la historia.

BIBLIOGRAFÍA

Finkelstein, N. (2003). Imagen y Realidad del Conflicto palestino-israelí, Ediciones Akal.

Fontana, J. (2011). Por el Bien del Imperio: Una Historia del Mundo desde 1945. Pasado & Presente.

Martinelli, M. A. (2022). Palestina (e Israel): Entre intifadas, revoluciones y resistencias. Universidad Nacional de Luján.

Pappé, I. (2015). La Idea de Israel. Una Historia de Poder y Conocimiento, Ediciones Akal.

Sand, S. (2013). La Invención de la Tierra de Israel, Ediciones Akal.

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