Control obrero de los espacios FOTOGRAFÍA / Itsasne Ezkerro
2021/02/01

La libertad es una de las principales características que hacen al proletariado proletariado, lo que lo diferencia de las demás dominadas clases sociales del pasado. Al parecer, nadie lo obliga a nada. Pues es libre jurídicamente; nadie lo domina jurídicamente y está en su total derecho de participar a su gusto en la competitividad del mercado. Sin embargo, bajo esa supuesta libertad el proletariado comparte una condición con las demás clases sociales que han sido dominadas durante la historia: la falta de posesión de los medios de producción. El proletariado no puede adquirir los medios de vida que necesita si no se sumerge en el proceso del trabajo asalariado. Si quiere vivir, necesita del salario; y no importa si para ello tiene que perder la vida. De hecho, no tiene otra salida: si no entra en relación con los medios de producción que están bajo control del mando capitalista es la nada, nada más que la pobreza absoluta.

Sin embargo, bajo esa supuesta libertad el proletariado comparte una condición con las demás clases sociales que han sido dominadas durante la historia: la falta de posesión de los medios de producción

Empero, hay otra característica que hace al proletariado proletariado, la que lo diferencia de las demás mercancías: la capacidad que tiene de bloquear la dinámica de poder del mando capitalista y de defender sus intereses mediante la lucha obrera. De hecho, no se puede leer la historia del proletariado sin leer la del movimiento obrero. Han sido innumerables los intentos de levantamiento del proletariado contra el poder burgués, las luchas llevadas a cabo para romper las asfixiantes cadenas que lo atan al proceso de acumulación de capital. En esa tarea, históricamente ha sido un elemento central el establecimiento del control revolucionario de los procesos sociales y medios de producción, o, dicho de otro modo, establecer el control obrero sobre los procesos de producción y de la vida.

Y ahí se enmarca la existencia de los espacios bajo control obrero, en la permanente tensión entre la propiedad privada y la falta de propiedad. No obstante, el control sobre los espacios no es solo resultado del conflicto político entre las fuerzas organizadas, es un fenómeno que abarca una amplia realidad social. Los espacios bajo control obrero son espacios que están directamente al servicio de las necesidades sociales y políticas del proletariado, que a lo largo de la historia se han adquirido para realizar actividades de todo tipo: viviendas, fábricas, terrenos para la producción, centros sociales y culturales, sedes políticas de todo tipo… Podemos enumerar tantos ejemplos como necesidades, pero, en última instancia, todos son espacios que se han apropiado mediante la fuerza proletaria, en oposición a la propiedad privada y las leyes capitalistas de intercambio.

Por su parte, el poder capitalista no puede aceptar los espacios que dan pie a la autonomía del proletariado; aún menos en un contexto de crisis, donde la viabilidad del orden social pasa por asegurar la total sumisión del proletariado. Es esta, ciertamente, la actual situación. Nos encontramos en medio de una ofensiva que pretende acabar de una vez por todas con los espacios bajo control obrero, llevada a cabo bajo el intento de ilegalización absoluta de la ocupación. Así nos lo indican las propuestas de ley de los partidos políticos, el aumento de las empresas de desocupación, o el ideario criminal que los medios de comunicación de masas están creando sobre la ocupación, entre otros. De todos modos, solo con mirar la situación de los espacios bajo control obrero podemos percibir las consecuencias directas de esta ofensiva, para ver los síntomas más notables de este desamparo. Son cada vez más notables las dificultades para realizar nuevas ocupaciones, cada vez más comunes los ataques a los gaztetxes, cada vez más fácil expulsar a una familia sin ninguna otra alternativa, cada vez está más arraigado el principio clasista de propiedad privada y es cada vez más anecdótica la ayuda o solidaridad de los partidos progresistas de izquierda. Al fin, se torna cada vez más difícil la existencia misma de los espacios bajo control obrero, y en consecuencia, también la estabilización de los medios infraestructurales para desarrollar la política revolucionaria. Ciertamente, desde una óptica militante, si los espacios bajo control obrero son algo, son bastiones de la práctica revolucionaria. Creados en las llamas de la lucha obrera y, al mismo tiempo, creando y avivando esa lucha.

Nos encontramos en medio de una ofensiva que pretende acabar de una vez por todas con los espacios bajo control obrero, llevada a cabo bajo el intento de ilegalización absoluta de la ocupación

Tal y como hemos dicho, el mayor objetivo de esta ofensiva es acabar con los espacios que abren opciones al desarrollo de la independencia política del proletariado; esto es, eliminar los espacios que salen del control del mando capitalista. Por consiguiente, en esta situación donde el proletariado tiene poco que encontrar dentro del régimen salarial, fuera de él tampoco tendrá acceso a los espacios que necesita para vivir o para hacer política; no, a menos que se equipe con medios organizativos efectivos para ello.

La clave está, pues, en la definición de la cualidad de esa organización. Hasta ahora, han sido bastantes las dificultades que han atravesado la realidad de los espacios bajo control obrero. Destaquemos dos de ellas. Por un lado, en la época histórica que transcurre desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, la mayoría de los espacios bajo control obrero han sido espacios vacíos y deteriorados, espacios que dejaron de ser útiles para sus dueños. Por otro lado, a pesar de que se hayan realizado intentos de formar una red de solidaridad entre los espacios, nunca se ha consolidado ninguna institución que haya durado en el tiempo, y en ese sentido, dicho de algún modo, tampoco se ha logrado terminar con la vulnerabilidad y inestabilidad estructural de los espacios bajo control obrero. Los espacios ocupados hasta ahora, por lo general, han sido espacios viejos acechados permanentemente por la sombra del desalojo, los cuales han encontrado importantes límites en su desarrollo.

A pesar de que se hayan realizado intentos de formar una red de solidaridad entre los espacios, nunca se ha consolidado ninguna institución que haya durado en el tiempo, y en ese sentido, dicho de algún modo, tampoco se ha logrado terminar con la vulnerabilidad y inestabilidad estructural de los espacios bajo control obrero

Se puede afirmar que para el hasta ahora hegemónico modelo de ocupación nunca ha sido totalmente necesario acabar con los mencionados límites o dificultades. ¿Por qué decimos esto? Justamente porque esa cultura política basada en la ocupación de viviendas y espacios sociales nació de las condiciones que a continuación tachamos como dificultades: reciclar espacios vacíos que dejó la especulación urbanística, reconstruir pueblos que quedaron vacíos por la gentrificación, abrir espacios fuera de las influencias de opresión capitalistas, o tener experiencias vitales liberadoras en asambleas locales y horizontales… Un movimiento que tenga objetivos de tal tipo, puede sobrevivir en edificios periféricos abandonados, sin instituciones efectivas para la defensa.

La cuestión se presenta totalmente diferente para un movimiento político que tiene unos objetivos muy diferentes; para nosotros y nosotras es de suma importancia generar herramientas de trabajo para superar los límites con los que hasta ahora se han encontrado los espacios de control obrero, es decir, generar medios efectivos que estén a la altura de grandes retos. De hecho, el objetivo estratégico del proletariado revolucionario es establecer el control sobre todo el territorio, o, dicho de otro modo, que todo el territorio esté bajo control obrero. Su misión histórica consiste, pues, en reestructurar los procesos sociales de trabajo y los enormes recursos productivos, enmarcados en el estricto marco de las relaciones sociales capitalistas, de acuerdo con los principios socialistas; y eso pasa necesariamente por establecer una dirección revolucionaria sobre los procesos de producción y de vida que hoy día están bajo el control de mando capitalista, poniendo en marcha, para ello, procesos de lucha en cada lugar dependiendo de las capacidades. Desde un punto de vista político, los espacios bajo control obrero son infraestructuras fundamentales que hacen un aporte a ese proceso, es decir, los mayores bastiones de la política proletaria que se realiza en independencia de las instituciones burguesas.

El objetivo estratégico del proletariado revolucionario es establecer el control sobre todo el territorio, o, dicho de otro modo, que todo el territorio esté bajo control obrero. Su misión histórica consiste, pues, en reestructurar los procesos sociales de trabajo y los enormes recursos productivos, enmarcados en el estricto marco de las relaciones sociales capitalistas, de acuerdo con los principios socialistas

Desde un punto de vista político, los espacios bajo control obrero son infraestructuras fundamentales que hacen un aporte a ese proceso, es decir, los mayores bastiones de la política proletaria que se realiza en independencia de las instituciones burguesas

Reflexionemos, por lo tanto, sobre la defensa de los espacios bajo control obrero, sobre la ocupación, sobre los gaztetxes y, en esencia, sobre la falta de propiedad y la apropiación. Pues, el proletariado necesariamente tendrá que dominar los medios de producción y no al revés, al menos, si pretende poner fin a su condición social para siempre y alcanzar la libertad universal de la humanidad.

NO HAY COMENTARIOS