FOTOGRAFÍA / Zoe Martikorena
Garai Zabalza
2022/02/05

Drogas, analgésicos y antidepresivos. Esta parece ser la receta que nos ofrece la burguesía en estos tiempos de crisis. La intervención cultural sobre el proletariado se ha convertido en una necesidad de primer orden para la clase burguesa, siendo objetivo de esta generar una cultura de masas que normalice la deriva autoritaria de los estados, la pobreza estructural y los continuos ataques contra nuestros derechos civiles y libertades políticas. Una nueva cultura adecuada a los dictámenes de la esfera productiva, en un intento de relanzar un nuevo ciclo de acumulación.

El objetivo de este breve artículo es proponer una hipótesis sobre las razones y las consecuencias de la actual intervención cultural, subrayando la centralidad del consumo masivo de drogas en la formación de la renovada cultura proletaria.

Antes de desgranar las características de la incipiente nueva cultura proletaria, conviene analizar brevemente las numerosas actualizaciones que trae consigo este nuevo ciclo productivo.

El desarrollo de las fuerzas productivas, tales como la robotización o la implementación de la Inteligencia Artificial, han tenido como consecuencia la progresiva expulsión de la fuerza de trabajo del proceso productivo. Este desarrollo tecnológico altera de manera sustancial la composición orgánica del capital, dando pie a un aumento progresivo del capital constante frente al variable. Esto es, cada vez es necesario una cantidad menor de fuerza de trabajo muy cualificada para llevar a cabo el proceso de valorización [1].

Esta tendencia a generar una masa de población sobrante, obliga al capitalismo a implementar nuevos medios de subsistencia, tales como el controvertido Ingreso Mínimo Vital. En el pasado, estas capas fueron absorbidas en parte por el sector de los servicios. Este proceso de terciarización se desarrolló principalmente en los países del centro imperialista. Aunque existen hipótesis que defienden resultados similares en la actualidad, queda por observar la capacidad existente de introducir a estas capas superfluas en trabajos improductivos cada vez más precarizados [2].

Esta reestructuración económica provocada por la situación de crisis estructural, trae consigo cambios en el patrón cultural (entendido como marco de comprensión y actuación) de la cada vez más numerosa clase proletaria, siendo cada vez más difusa e insustancial la cultura propia de la clase media acomodada [3].

La reestructuración económica provocada por la situación de crisis estructural, trae consigo cambios en el patrón cultural de la cada vez más numerosa clase proletaria

La nueva cultura proletaria se caracteriza por la inestabilidad generada por las condiciones precarias a las que estamos condenados. Los trabajos temporales, el nulo acceso a una vivienda en propiedad o la atomización son ejemplos del violento modo de vida que nos vemos obligados a vivir. Todo esto en medio de un proceso de disciplinamiento social (véanse las medidas tomadas a raíz de la pandemia de la COVID-19) que está teniendo como consecuencia máximos históricos en la tasa de suicidios, drogadicción y en patologías mentales tales como la ansiedad o la depresión. Consecuencias directas del cambio de paradigma cultural que trae consigo el proceso de proletarización en el cual estamos inmersos.

La nueva cultura proletaria se caracteriza por la inestabilidad generada por las condiciones precarias a las que estamos condenados

Esta intervención cultural se está llevando a cabo en un momento histórico en el que aquel Estado de Bienestar que tuvo la capacidad de subsumir los últimos lazos comunitarios del proletariado bajo la forma de asistencia social estatal, se encuentra en descomposición. Las nuevas generaciones, ahora huérfanas tanto de subsidios y prestaciones sociales como de redes de ayuda espontáneas (familiares o vecinales), se enfrentan solas a una situación de barbarie generalizada [4].

No es casualidad que la vía de escape cada vez más recurrente ante esta situación sea el consumo masivo de drogas. Más aún en un contexto en el que la socialdemocracia ha tomado por bandera su legalización, bajo el pretexto de la férrea defensa de las libertades individuales de consumo.

La legalización de las consideradas drogas «blandas», principalmente la marihuana, es una medida que está resultando muy funcional para la oligarquía. De hecho, son ya muchos los estados que optan por esta vía, siendo los ejemplos más reconocibles Canadá, Holanda y ciertos estados de EEUU.

En Estados Unidos el negocio del cannabis generó en 2020 cerca de 18.300 millones de dólares, un 71 % más que en 2019 [5]. Trajo consigo también, la introducción de decenas de miles de trabajadores desempleados a este sector que se encuentra claramente al alza. Un negocio que resulta muy rentable para hacer frente a la necesidad de relanzar la acumulación de capital. Asimismo, permite la reintroducción en el mercado laboral de miles de trabajadores que se encontraban en situación inactiva.

En Estados Unidos el negocio del cannabis generó en 2020 cerca de 18.300 millones de dólares, un 71 % más que en 2019

A su vez, resulta efectiva para mantener sedada y controlada a la cada vez más cuantiosa clase proletaria. Hacen uso de la marihuana, junto a otras drogas consideradas ilegales actualmente, como herramienta para profundizar en la despolitización y el hedonismo, pilares fundamentales de la nueva cultura proletaria. Así, tratan de anular el potencial revolucionario que reside en la clase desposeída.

Esta ofensiva burguesa está teniendo ya resultados catastróficos en los barrios más proletarizados de todo el planeta. Ejemplo de ello son las últimas cifras dadas a conocer por la Universidad de Harvard, que cuantifican en 100.000 las muertes relacionadas por sobredosis de opioides en EEUU [6].

En sintonía con estas nuevas reformas aplicadas en diferentes países, diferentes partidos socialdemócratas (Más País, Podemos y ERC) han realizado proposiciones de ley en el Parlamento Español. Mediante estas se pretende la legalización de la marihuana para usos lúdicos y avanzar hacia la construcción de una industria cannábica. Un sector al cual pretenden imponer grandes impuestos con el objetivo de intentar sacar a flote a un Estado hundido por la deuda pública.

La más mediática hasta la fecha ha sido la propuesta de Más País, la cual abogaba por la legalización integral del cannabis. Una proposición que fue aplaudida por todos los sectores de la izquierda del capital, desde EH Bildu a la CUP. Dichos partidos, bajo el manto de valores progresistas y falsas ilusiones, tales como destinar ingresos a la sanidad pública o acabar con las mafias, pretenden hacer creer a toda la población que estas reformas se llevan a cabo bajo un interés común. En este proyecto de ley podemos encontrarnos propuestas de lo más irrisorias, como la que pretende no sancionar el consumo de cannabis en los tiempos de ocio del trabajador, pero sí cuando el consumo afecte de manera directa a la actividad laboral [7]. Este tipo de medidas concretas permiten desenmascarar más fácilmente la verdadera esencia de estas reformas, evidenciando su carácter burgués.

Debemos, pues, entender la legalización como una necesidad coyuntural de la burguesía. Una medida que favorece el intento de revitalización de la economía y que profundiza en la centralidad del consumo masivo de drogas como uno de los pilares de la nueva cultura proletaria.

Debemos entender la legalización como una necesidad coyuntural de la burguesía

Un uso de drogas dirigido, entre otras cosas, a poder soportar intensas jornadas de trabajo que llevan nuestros cuerpos al límite. Prácticas totalmente normalizadas en sectores como la hostelería o la industria, que generan y agravan multitud de patologías que nos vemos obligados a padecer. Estas generan consecuencias devastadoras en la salud de los miembros de la clase desposeída. Consecuencias psicológicas a las que tenemos que hacer frente solos, desatendidos por una sanidad pública bajo control burgués que es incapaz de dar salida a la creciente demanda de especialistas en salud mental. Es ahí donde la droga encuentra otra de sus principales funciones: esta vez como herramienta que permite convivir con las numerosas patologías mentales (ansiedad o depresión como ejemplos más habituales) que se encuentran al alza en este momento. Finalmente, la encontramos también como parte central del ocio, ahora en forma de modelo festivo capitalista. Este modelo permite una disciplina reproductiva de la fuerza de trabajo, encaminada a permitir al proletariado espacios de tiempo periódicos para evadirse de la realidad. Todo esto teniendo como fin que se pueda reincorporar a su trabajo, que admita acríticamente la reducción de sus derechos o que acuda a la cola del INEM al terminar ese momento de evasión.

Como podemos observar a través de estos ejemplos, el consumo de drogas se ha convertido en parte central del modo de vida de la clase trabajadora. Una cultura proletaria, que únicamente permite observar, analizar y comportarse en el mundo a través de la óptica y las categorías analíticas burguesas [8].

CONSECUENCIAS POLÍTICAS

Si queremos hacer frente al fenómeno del consumo masivo de drogas y a sus numerosas consecuencias, debemos comprender la complejidad del mismo. Resulta necesario evidenciar la incapacidad de los análisis que nos muestran este problema como una cuestión autónoma y ajena a los diferentes procesos sociales que transcurren hoy en día. De estos análisis superficiales son fruto las distintas propuestas políticas que centran todos sus esfuerzos en la responsabilidad individual, en la conducta de cada uno y en los inútiles sermones moralistas. Con ello no debe entenderse que realizar cambios en nuestras conductas es una cuestión totalmente inservible, todo lo contrario. Pero limitar la acción política a estos nos lleva a negar la necesidad de la organización. Estas propuestas parciales se lamentan por las consecuencias sin cuestionarse las causas. Es por ello que se topan rápidamente con sus propias limitaciones intrínsecas, siendo incapaces de revertir tendencias culturales a gran escala.

No debe entenderse que realizar cambios en nuestras conductas es una cuestión totalmente inservible, todo lo contrario. Pero limitar la acción política a estos nos lleva a negar la necesidad de la organización

En esta tesitura, emprender la guerra cultural se vuelve una necesidad imperiosa para el proletariado revolucionario. Esta es una condición imprescindible para revertir las nefastas consecuencias que está teniendo esta intervención cultural sobre nuestras vidas, incluidas las generadas por el consumo de drogas, y combatir la hegemonía de la cosmovisión burguesa en la cultura proletaria. En este proceso, resulta de vital importancia la creación de instituciones proletarias. Construir desde hoy un poder propio e independiente que nos permita autoorganizar todas las esferas vitales. Instituciones que bajo parámetros comunistas sirvan como escuela ética y política del proletariado, siendo estas un cimiento sobre el cual expandir la cosmovisión comunista y construir una cultura socialista que nos permita combatir el violento modo de vida al que quiere condenarnos la burguesía. Sólo mediante ellas seremos capaces de articular relaciones basadas en la solidaridad organizada que hagan frente a los modelos destructivos de ocio a los que nos inducen.

La guerra cultural es una condición imprescindible para revertir las nefastas consecuencias que está teniendo esta intervención cultural sobre nuestras vidas

Finalmente, me gustaría subrayar la importancia de combatir las tendencias que romantizan el consumo masivo de drogas y la decadente cultura proletaria. Estas tendencias no hacen sino reproducir y eternizar nuestra condición de desposesión. Nuestro objetivo debe ser la superación de nuestra condición proletaria, no una apología de la misma.

Hoy más que nunca, queda patente la necesidad de la organización comunista para hacer frente a la miseria a la que nos condena el capitalismo. Comencemos desde hoy a construir el socialismo. Socialismo o barbarie.

BIBLIOGRAFÍA

1 Frey, C. B., & Osborne, M. (2013). The future of employment.

2 Para profundizar en las hipótesis mencionadas véase: Smith, J. (2020). Smart Machines and Service Work.

3 Ekida (2021). Editoriala: Kultura eta klasea (I).

4 Hobsbawm, E. (1998). La historia del siglo XX. Crítica.

5 ElEconomista.es (2021). La industria del cannabis incorpora a más de 77.000 empleados en plena crisis de trabajadores en Estados Unidos. Recuperado de eleconomista.es.

6 Walsh, C. (2021). MGH expert calls for big changes to opioid strategy as fentanyl, COVID fuel escalation of crisis. Obtenido de news.harvard.edu.

7 122/000164 Proposición de Ley integral del cannabis. Obtenido de congreso.es.

8 Ekida (2021). Editoriala: Kultura eta klasea (II).

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