Aunque pueda parecerlo, nos enfrentamos a una crisis económica y financiera cuyo fundamento no tiene que ver con la pandemia de la COVID-19 en curso, aunque ésta sí ha tenido que ver con su desencadenamiento definitivo como crisis financiera y productiva. En este texto quisiera apuntar algunos elementos para comprender la coyuntura económica global, sin mayores pretensiones que favorecer la introducción a cuestiones de importancia estratégica a un público de militancia activa que debería de tener en cuenta y siempre presente el análisis económico. Los elementos aparecen en el texto a modo de resumen, para profundizar en ellos, invito al lector a hacerlo por su cuenta.
En general, puede decirse que a lo largo de todo el año 2019 los indicadores económicos estaban marcando el advenimiento inminente de una enorme recesión. Estos signos de alarma en los mercados, como la caída de los índices de comercio global, el acaparamiento de reservas de oro por parte de los bancos centrales, la crisis de las repos en septiembre de 2019, la inversión de la curva de tipos a lo largo de todo el año etc., constituían un signo evidente de que algo iba muy mal.
Si rasgamos el envoltorio de los índices económicos e indagamos en la estructura económica y en las grandes políticas financieras, veremos que el fenómeno que esconden estos signos de alarma es, en realidad, una crisis estructural de producción, acompañada de una agresiva política financiera para sostener el orden social capitalista y el poder de los grandes acumuladores. Este texto no se va a detener en lo más importante, que es exponer los elementos que apuntan a una crisis estructural de la producción, como son, por ejemplo, las tasas de interés negativas, la desinversión generalizada, la destrucción de los ahorros, el estancamiento del comercio global, o el desempleo crónico y creciente. Este texto quiere más bien describir las principales políticas que componen, vienen componiendo y han compuesto una ofensiva financiera contra el resto de clase sociales en ese contexto global, a lo largo de las últimas dos décadas.
(...) una crisis estructural de producción, acompañada de una agresiva política financiera para sostener el orden social capitalista y el poder de los grandes acumuladores.
La política financiera de ofensiva que se viene desarrollando durante los últimos diez, sino veinte años, se enmarca en la derivación de la crisis capitalista de producción en una transformación estructural de la economía hacia una nueva economía de distribución crecientemente desigual, de producción casi nula, y de centralización reaccionaria de capitales. Una economía de gestión de la escasez avant la lettre, que deja de lado ya la pretensión de fundamentarse en una economía de producción y crecimiento globales típicamente capitalista, ante la perspectiva de crecimiento nulo de la tasa de plusvalía desde la década de los 90.
Esa ofensiva financiera trata de diseñar un nuevo orden económico global mientras que gestiona la ya evidente e irrefutable caída crónica de la productividad de plusvalía global, con tasas de crecimiento cercanas al cero por ciento, o que llegan como mucho a un tres por ciento en la mayoría de los países industrialmente avanzados, a excepción de los países emergentes. Aun así, las esperanzas en que China pudiese suponer un nuevo modelo económico del capitalismo con tasas de crecimiento globales similares al ciclo fordista van desvaneciéndose ante la evidencia del congelamiento de la productividad del gigante asiático. Dicho sea de paso, esos tímidos brotes de crecimiento occidental al 2 o al 3 por ciento están en realidad representando más bien el consumo improductivo del ahorro, la centralización en manos de algunas empresas en forma de beneficios de capitales de quiebras y desvalorizaciones generales de otras, y la financiación y producción de ganancias virtuales de ciertas empresas a través del acceso al crédito financiado por políticas monetarias de expansión cuantitativa sin valor real.
Tras las tasas edulcoradas de crecimiento positivo se esconde, en definitiva, la absorción en la dinámica de ganancia no de nuevas plusvalías, sino de un expolio a los ahorros de las clases medias y a los trabajadores a través de una política monetaria, fiscal, laboral y financiera de ofensiva. Esta ofensiva financiera inyecta enormes cantidades de dinero crediticio creado ex nihilo por los bancos centrales, concentrándolas en pocas manos; aumenta la imposición fiscal sobre las clases bajas y recorta gastos del estado mediante gobiernos títeres y chantajes políticos a través de sus grupos de influencia; rebaja los salarios y las condiciones laborales; y penaliza el ahorro de las clases medias con tasas de interés negativas o cercanas al 0 por ciento pero con tasas de interés elevadas en los casos de los grandes prestamistas financieros, en un fenómeno que algunos están definiendo como ‘efecto Cantillon’, según el concepto elaborado en su día por Mises. Es decir, en un contexto de tasa de plusvalía decreciente y en picado, a costa de mantener la tasa de beneficio de unos pocos, se destruyen los fundamentos productivos del capitalismo, que son los activos, los ahorros, y sobre todo: la fuerza de trabajo. La consecuencia de esto es la destrucción imparable de las clases medias en Europa y Estados Unidos, que previsiblemente se generalizará en las siguientes décadas por todo el planeta de no ser que emerja un nuevo modelo productivo capaz de producir plusvalía en cantidad suficiente para relanzar la dinámica de acumulación. La producción al alza era la base económica del pacto social de clases, y ahora esa base económica ha desaparecido.
Tras las tasas edulcoradas de crecimiento positivo se esconde, en definitiva, la absorción en la dinámica de ganancia no de nuevas plusvalías, sino de un expolio a los ahorros de las clases medias y a los trabajadores a través de una política monetaria, fiscal, laboral y financiera de ofensiva
La consecuencia de esto es la destrucción imparable de las clases medias en Europa y Estados Unidos, que previsiblemente se generalizará en las siguientes décadas por todo el planeta de no ser que emerja un nuevo modelo productivo capaz de producir plusvalía en cantidad suficiente para relanzar la dinámica de acumulación
En su defecto, y al haberse cronificado ya el estancamiento, el capitalismo está mutando de una formación social ‘autónoma’, es decir, sostenida en sus propias leyes históricas, a una formación social en vías de transición, en la que el modo de producción capitalista no ha desaparecido, pero va perdiendo su papel hegemónico. El fundamento de este problema reside en la pérdida de centralidad del trabajo humano vivo en la esfera de la producción, en una fase del desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad en el que la tecnología tiene la centralidad absoluta. Una tecnología que se organiza ya no como industrias fragmentarias articuladas en torno al mercado global de la fuerza de trabajo, sino como totalidad tecnológica global integrada, como general intellect que articula distintos mercados laborales nacionales con exceso de oferta permanente. Que la robótica está en vías de sustituir entre un tercio y la mitad de los puestos de trabajo existentes en las siguientes dos décadas es un hecho que las facultades de economía y sociología de la academia burguesa observan con pavor. El Capital, entendido como relación social, como dinámica de acumulación global exponencial de poder de mando sobre el trabajo vivo, pierde fuelle a la hora de dinamizar el proceso histórico social. Su base económica, antaño basada en la producción de plusvalías, está desapareciendo; y su aparato de relaciones sociales ahora consiste más bien en una guerra de unidades empresariales y sobre todo financieras que aparentan ‘producir’, cuando en realidad sirven exclusivamente para participar en el reparto, en la distribución del producto social global, ahora principalmente tecnológico. Las fuerzas productivas, totalizadas en la forma de una inteligencia artificial con una estructura robótica multidisciplinar y una plataforma cibernética capaz de dinamizar la producción en todas partes de manera optimizada, chocan con el estrecho marco de relaciones sociales del capitalismo basadas en la fuerza de trabajo viva, propias de una sociedad industrial fabril. El Capital se encuentra en la tensión permanente de poner ante la sociedad global una tensión absoluta entre la opulencia de recursos materiales más bestial y la escasez social y miseria moral crecientes. Marx se reafirma en los albores del umbral de épocas con su ley general de la acumulación capitalista.
El fundamento de este problema reside en la pérdida de centralidad del trabajo humano vivo en la esfera de la producción, en una fase del desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad en el que la tecnología tiene la centralidad absoluta
Evidentemente, no estoy negando la necesidad aún existente de esta estructura tecnológica de consumir unidades de trabajo vivo bajo la relación de capital; sino que la pérdida de centralidad del trabajo vivo en el proceso del metabolismo social está creciendo exponencialmente y ya rebasa barreras históricas, poniendo en crisis sistémica a la moderna sociedad burguesa tal como esta se organiza a sí misma. Todo este proceso debería de ser estudiado, analizado y proyectado estratégicamente mediante las categorías críticas del marxismo, porque en su interior, en el núcleo de la crisis histórica social, del movimiento económico, pueden encontrarse los fundamentos políticos para la reactivación de una política comunista revolucionaria para este siglo de transición. Hoy, más que nunca, la crisis capitalista consiste en la base de granito para la revolución socialista internacional, con la siempre presente disyuntiva de la barbarie.
Todo este proceso debería de ser estudiado, analizado y proyectado estratégicamente mediante las categorías críticas del marxismo, porque en su interior, en el núcleo de la crisis histórica social, del movimiento económico, pueden encontrarse los fundamentos políticos para la reactivación de una política comunista revolucionaria para este siglo de transición
Ahora bien, la élite financiera es parcialmente consciente del proceso, y está implementando una serie de medidas de ofensiva muy agresivas, que aunque no necesariamente obedecen a un plan, son inevitables desde el punto de vista de sus intereses como clase que reúne toda la información y todo el poder de maniobra ante la coyuntura, mientras el espacio mediático proyecta una imagen de normalidad ante el resto de la sociedad. Añadiremos de pasada, apoyándonos en el excelente artículo de Carlos Michelena Ordoñez (Saqueo y Crisis del capital Financiero, disponible en rebelión), que la capa dirigente de la burguesía internacional, la élite financiera, está dividida hoy en una oligarquía multinacional (que depende del estado como herramienta imperialista a la hora de dinamizar sus negocios) y una oligarquía transnacional (que tiene distribuidos sus intereses por todo el globo.) La segunda vertiente es potencialmente la llamada a reorganizar el orden económico global en una nueva fase de imperialismo (esta vez reaccionario, pero con una notable pérdida de relevancia de los estados nacionales). En todo caso ambos sectores están en pugna por el control de las principales herramientas políticas y financieras, especialmente en Estados Unidos.
Entre las medidas de ofensiva de clase de la oligarquía financiera en su conjunto, cabe destacar las siguientes:
En primer lugar, tenemos las mastodónticas políticas de expansión monetaria, implementadas desde los bancos centrales. Los bancos centrales van ganando peso, y de factor sustituyen a los estados nacionales como principales elementos de la síntesis del poder de la burguesía para el nuevo ciclo turbulento, al controlar el flujo de poder central que es la emisión de moneda, que en las divisas fiat está totalmente desprovista de soporte material o control por parte del estado. La expansión cuantitativa ilimitada de la FED en Estados Unidos, o el Plan Draghi en Europa desde 2015 al 2018 o la nueva política de expansión cuantitativa del BCE a raíz del estancamiento total dela economía con el confinamiento, vienen inyectado billones de unidades monetarias en las esferas de la élite financiera, en los principales bancos y entidades financieras de Europa y Estados Unidos, a tasas de interés bajísimas o incluso negativas, para que estos las presten a empresas, estados y particulares a tasas de intereses mucho mayores, y para la compra sistemática y planificada de activos públicos y privados (lo cual no deja de ser una forma de blanquear, o ‘realizar’ esas gigantescas sumas creadas de la nada). En conjunto, la inyección de enormes cantidades de moneda desvaloriza la referencia monetaria nominal mientras que mediante la política crediticia piramidal en la que ganan más los más cercanos a la fuente de emisión, al banco central, aumenta el poder de mando de la élite financiera global. Esto proporciona a la élite financiera toda una gama de poderes de intervención dictatorial en la economía y en la política. Es decir, la estrategia de desvalorizar la economía es inversamente proporcional a la estrategia de aumentar el peso específico que en ella tiene la élite financiera, aumentando cuantitativamente su participación a través de compras fraudulentas de activos y mecanismos crediticios amañados.
Los bancos centrales van ganando peso, y de factor sustituyen a los estados nacionales como principales elementos de la síntesis del poder de la burguesía para el nuevo ciclo turbulento
En segundo lugar, tenemos las políticas de recompra de acciones de las principales empresas capitalistas mundiales. La misma élite financiera y directiva de las grandes multinacional y grandes empresas nacionales desarrolla una segunda estrategia en este ámbito, y para ello ha modificado incluso las leyes financieras, como es el caso de la ley de modernización de futuros en Estado Unidos. La recompra de acciones es un mecanismo de saqueo de los activos de las grandes empresas, según la cual la inversión productiva destinada a hacer rentable la empresa, o a aumentar la inversión en contratación de mano de obra cualificada se cancela y se deriva a recompras de acciones con el objetivo de aumentar el índice de beneficios de los directivos y mantener los valores de las acciones cotizando al alza en bolsa, generando así una demanda ficticia incluso en empresas con balances negativos descomunales. El objetivo es al fin y al cabo saquear la empresa y llevarla a la quiebra por parte de sus propios directivos, una práctica que estaba prohibida hasta finales de los años noventa, pero que las últimas dos décadas se ha generalizado en Europa y Estados Unidos. El motivo de esta generalización de saqueo de la burguesía financiera a la burguesía productiva, de los directivos a sus propias empresas, de los accionistas principales a los accionistas menores, y de los banqueros a los empresarios, es tan simple como que ya no renta la producción, que invertir en activos es simplemente no rentable para los grandes acumuladores, que es más rentable saquear su propia empresa a corto plazo, lo que no es más que retirar la inversión de manera agresiva y generalizada de la esfera de la producción. El Capital se recoge sobre sí mismo, como un enfermo ante dolores terminales. De esta manera, el capital presente en las grandes empresas estratégicas como petroleras, industria química, industrias pesadas, aerolíneas, incluso entidades financieras, es acumulado en pocas manos a la espera de un posible nuevo modelo productivo y una redistribución general de la economía productiva, e invertido en actividades especulativas separadas de la producción real para reproducir el mecanismo de centralización de capitales por otros medios, a través derivados, operaciones en corto, y demás. Estos procesos previsiblemente podrían desencadenar en la mayor cadena de quiebras, rescates, despidos masivos, bajada general de salarios y desestructuración social de la historia del capitalismo, que se podría dar de manera brusca e inmediata tras el catalizador para las quiebras que ha supuesto la pandemia, en los próximos dos o tres años.
La misma élite financiera y directiva de las grandes multinacional y grandes empresas nacionales desarrolla una segunda estrategia en este ámbito, y para ello ha modificado incluso las leyes financieras, como es el caso de la ley de modernización de futuros en Estado Unidos
Este proceso de zombificación de la economía viene además, y en tercer lugar, acompañado de lo que diversos analistas financieros, como es el caso del programa de reportaje financiero KeiserReport, han dado en denominar ‘la gran estafa Ponzi’. O dicho de otra manera, el sobreendeudamiento permanente, y el pago de los intereses mediante nuevo endeudamiento, estableciendo una estafa piramidal y depositando todo el capital riesgo sobre los hombros de los fondos de pensiones, del estado, y de los ahorros de las clases trabajadoras. Es un mecanismo fraudulento de utilizar la legislación financiera para mediante la deuda robar descaradamente los ahorros de la clase obrera y las clases medias, incluso de ciertos sectores de la burguesía, y colocarlos en manos de la élite financiera y después declarar las sociedades de saqueo que son ciertas empresas en bancarrota. Incluso industrias enteras, como es la del esquisto en Estados Unidos, existen única y exclusivamente para justificar el saqueo financiero a través del esquema Ponzi. Este mecanismo del endeudamiento permanente tiene el agravante estructural de que en ningún caso su objetivo es el relanzamiento de la producción capitalista, ya que en gran parte de los sectores productivos esta es poco o nada rentable, sino seguir acumulando ahorros, o cambiando de manos los ahorros, produciendo de cara al reseteo económico global una gigantesca base proletaria internacional totalmente saqueada y chantajeada, y frente a ella una alta burguesía financiera con todos los recursos económicos en sus manos y una amplia base tecnológica de dominación absoluta. Cabe añadir como apunte que en esta dinámica de reconfiguración social global el papel político de cada una de las clases sociales de la formación social burguesa va reconfigurándose a una nueva posición, y es una tarea urgente analizar desde un punto de vista sociológico y político sus consecuencias.
Este proceso de zombificación de la economía viene además, y en tercer lugar, acompañado de lo que diversos analistas financieros, como es el caso del programa de reportaje financiero KeiserReport, han dado en denominar ‘la gran estafa Ponzi’
En todo caso, y para terminar este punto, el sobreendeudamiento que lleve a graves procesos de impago se descargará parcial o casi totalmente sobre los hombros de los pequeños ahorros en la medida en que entidades públicas y privadas se declaren en bancarrota y tengan que negociar quitas de deuda por impago de intereses, lo cual no es más que una forma más de recentralización y expolio a través de contratos de deuda y bonos.
Para completar el artículo habría que exponer, aunque no voy a hacerlo pues doy por cumplido así el objetivo de resumir el contexto económico de ofensiva financiera, algunos elementos más, como el crecimiento inducido de una burbuja financiera previsiblemente mucho mayor que la de la Gran Recesión. Esta burbuja tiene su origen en la agresiva política de expolio en los mercados de valores, que incluye en cierta medida la intervención casi permanente en las cotizaciones a través de mecanismos financieros, trucando los mercados bursátiles para generar un nuevo foco de expolio y centralización de capitales, llevando a la ruina a inversores productivos y a distintas empresas.
CONCLUSIÓN
A modo de conclusión, quisiera enfatizar la importancia de entender los fundamentos de la crisis de producción global, la conexión histórica entre el estrechamiento relativo del marco de las relaciones de producción burguesas con respecto al nivel alcanzado por las fuerzas productivas, que deriva en procesos más o menos espontáneos de recentralización de poderes por parte de la clase dirigente, de redistribución a desigualdad creciente de los recursos, y de destrucción progresiva de la estructura social de producción del ciclo de acumulación anterior, del último gran ciclo económico y político capitalista.
La sociedad burguesa busca desesperadamente un nuevo modelo que sirva para relanzar la acumulación y el orden. Sin embargo, contradictoria consigo misma, chocando contra sus límites históricos, ya no tiene más que ofrecer que elementos de barbarie y destrucción. La crisis estructural de producción se transforma así en una crisis social de proletarización masiva, en una crisis geopolítica global que podría desencadenar en conflictos bélicos en gran escala, en una crisis general de sostenibilidad ecológica, en una crisis del modelo político y del orden democrático burgués, y en una crisis civilizatoria, cosmovisional y de modelo de humanidad.
La decadencia de la civilización burguesa coincide con su máximo apogeo tecnológico. Es papel de las fuerzas históricas de transformación, del proletariado revolucionario, de la actualización necesaria del Partido Comunista, dirimir el gran interrogante que plantean las gigantescas fuerzas productivas desbocadas, dirimir la forma que estas han de adoptar en la resolución de este umbral de épocas, proporcionando así un nuevo molde histórico a la humanidad. O bien el Comunismo, una sociedad universal de verdad, riqueza, felicidad y libertad, como culminación de la tarea histórica del proletariado; o bien la Barbarie, una sociedad basada en la falsedad, una sociedad totalmente desigual, en la que la riqueza, la felicidad y la libertad de unos pocos será a costa de la miseria, la degradación y la sumisión total de la mayoría, como derrota definitiva de la Historia como proyecto.
O bien el Comunismo, una sociedad universal de verdad, riqueza, felicidad y libertad, como culminación de la tarea histórica del proletariado; o bien la Barbarie, una sociedad basada en la falsedad, una sociedad totalmente desigual, en la que la riqueza, la felicidad y la libertad de unos pocos será a costa de la miseria, la degradación y la sumisión total de la mayoría, como derrota definitiva de la Historia como proyecto
Todo está en juego. Mientras tanto, el tren de la Historia sigue su curso.
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