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(Traducción)

Ya han pasado unas semanas desde que empezaron a llegar imágenes inusuales de Estados Unidos. Y aunque nosotros no estemos acostumbrados, esas situaciones no son tan raras allí, ya que casi cada año surgen revueltas con la intención de responder a los asesinatos a manos de la policía. Esta vez también, el detonante ha sido el asesinato de un proletario negro. Sin embargo, en este caso, las protestas han tomado una dimensión mayor en comparación con las de las últimas décadas. Pero nos equivocaríamos si limitáramos las protestas al asesinato de George Floyd, y nos quedaríamos cortos si señalizáramos la cuestión de la raza como única responsable. De hecho, a parte de los obreros negros asesinados por la policía, la actual situación no es sencilla: según los datos oficiales la pandemia se ha llevado 115.000 vidas y ha afectado sobre todo en las zonas más proletarizadas, la tasa de desempleo en mayo ha superado el 25 %[i] y no son pocos los expertos que comparan la situación económica actual con la Gran Depresión de 1929 y la Gran Recesión de 2008. Estos son solo datos superficiales que nos sugieren que estamos ante una situación que no podemos limitar a la cuestión de la raza.

Aunque eso sea así, este artículo no tiene como objeto intentar sacar a la luz las razones de estas revueltas, pues, me gustaría tratar otros aspectos. Primero, es de subrayar de qué magnitud puede ser el odio y el dolor que tiene la clase obrera desde el momento en el que se expresan fuera del control burgués, sin un programa táctico unificado, sin unidad de acción, sin ningún recurso en particular, y, básicamente, sin organización ni disciplina colectiva para quemar coches policiales, para hacerse con productos de supermercado y repartirlos, ni para desobedecer los toques de queda; pero ha demostrado la capacidad de tener bajo su control seis  manzanas, haciéndole frente a la policía. Por lo tanto, ¿de qué será capaz la masa amplia organizada en el momento en el que el partido comunista la encamine con toda determinación a aplastar al enemigo?

No obstante, actualmente ese momento se encuentra lejos, y aunque estas revueltas tengan un resplandor de dignidad, lo que estamos viendo en EEU no es una revolución proletaria. Está siendo un estallido social para defenderse a sí mismos, y no la insurrección proletaria que algunos han idealizado y vulgarizado. O no está siendo, por lo menos, la rebelión o insurrección a la que en la literatura marxista se designa como el momento de la toma del poder. A pesar de que las diferencias entre la revuelta y la insurrección parezcan nominales, se diferencian por unas profundas implicaciones políticas, que a pesar de la sensación de justicia que produce ver al viejo mundo arder, nos permite pensar más allá. Lo que quiero decir es que nos ayuda a pulir nuestro objetivo político y a vislumbrar los puntos de vista estratégicos, porque cualquiera que trate con prudencia el arte de la insurrección y la guerra sabe que las revueltas y los alzamientos repentinos del proletariado no pueden hacer que caiga el poder del enemigo. Porque por mucho que quememos o destruyamos, el poder burgués renace desde sus cenizas, o así lo hace, por lo menos, hasta que el proletariado logre la capacidad de organizar, bajo principios socialistas, el territorio y los medios de producción. Pulir el objetivo político quiere decir lo siguiente: organizar en este preciso momento la insurrección proletaria exige llevar a cabo obligaciones políticas de mayor importancia, más que organizar las revueltas que fueran técnicamente las más efectivas posible.

Es completamente discutible hasta qué punto las revueltas que estamos viendo en EEUU tienen un sentido defensivo. Ciertamente, las luchas de carácter defensivo también responden al principio de la organización, sin embargo, lo sucedido en EEUU parece que tiene más que ver con un estallido social. Al final, Si las características de las revueltas son más las de un estallido social, es posible que se calmen de la misma manera que han surgido, y que vuelvan a surgir en un futuro. Es decir, en comparación con otras expresiones defensivas proletarias, tendrían más dificultades para institucionalizarse en la política burguesa, ya que no se trata de un movimiento que se ha organizado en base a unas reivindicaciones y denuncias concretas. Por eso, nos podríamos encontrar ante un fenómeno que aparece y desaparece.

A pesar de todo, es evidente que estas inercias y reivindicaciones serán instrumentalizadas con el objetivo de renovar el Estado como medio de dominación. No hay nada más que fijarse en el desplazamiento ideológico y propagandístico que la burguesía ha llevado a cabo, y ejemplo de ello son las declaraciones y las performances que los deportistas y famosos millonarios como Obama han hecho. Se quiere derivar el conflicto a los debates sobre la violencia desmesurada de la policía, sobre la cuestión de la raza o sobre si quitar o mantener monumentos y estatuas históricas. Puede que alguno consiga ganar algún voto más por el discurso pro los derechos de los negros, pero el problema seguirá ahí, y, probablemente, volverán a surgir nuevas revueltas. Al fin y al cabo, la revuelta es la única manera que hoy en día el proletariado tiene para responder ante la violencia de la sociedad burguesa. La revuelta también es una expresión de la impotencia del proletariado que ha sido igualmente desposeído de sus herramientas de lucha. Y al mismo tiempo, la revuelta condena al proletariado a la incapacidad de superar la tendencia que otros tienen de instrumentalizar su fuerza de lucha.

Aun y todo, el proletariado estadounidense les ha dado una gran lección a los supuestos comunistas y socialistas, ya que mientras en el congreso burgués votaban por leyes y reformas «a favor de los trabajadores», por un lado, han limpiado las tiendas de Estados Unidos de ricos como Louis Vuitton, han causado daños económicos a los propietarios y han aprovisionado el proletariado, - eso sí que es mejorar la calidad de vida de los trabajadores, y no el aceptar «el ingreso mínimo vital»-. Por otro lado, con las protestas en frente de la Casa Blanca han asustado al presidente de EEUU y han hecho que se esconda en su búnker- eso sí que es hacer política nacional e internacional, y no las cartas de felicitación que Trump ha recibido de Madrid-. Por último, parece ser que gracias a los manifestantes hay algún que otro policía menos- y eso sí que es poner en el centro las vidas y el cuidado del proletariado-. No sé si es mucho o si es poco, pero algo más que lo que la socialdemocracia ha hecho por el proletariado en estos últimos años sí que es. Sin embargo, eso no les ha avergonzado ni los ha incitado a una autocrítica: como sus intereses electorales no están en riesgo han aplaudido lo ocurrido, puesto que ellos mismos han demostrado que cuando lo que están en juego son los votos criminalizan a los manifestantes y no tienen ningún problema ético en tender la alfombra roja a la policía.

Por ahora, ni insurrección ni revolución por las Américas, solamente el querer y no poder del proletariado que quiere hacerle frente a la violencia de la sociedad burguesa, pero que desgraciadamente, se trata de un ejercicio político que reproduce el círculo de la impotencia. Nos compete a los comunistas romper ese círculo.

 

 


[i] Roberts, Michael (2020), Returning to normal?, recuperado de https://thenextrecession.wordpress.com/2020/06/06/returning-to-normal/