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«Por eso, cuando se habla de producción, se está hablando siempre de producción en un estadio determinado del desarrollo social, de la producción de individuos en sociedad. (…) Pero todas las épocas de la producción tienen ciertos rasgos en común, ciertas determinaciones comunes. (…) Sin ellas no podría concebirse ninguna producción, pues si los idiomas más evolucionados tienen leyes y determinaciones que son comunes a los menos desarrollados lo que constituye su desarrollo es precisamente aquello que los diferencia de estos elementos generales y comunes. Las determinaciones que valen para la producción en general son precisamente las que deben ser separadas, a fin de que no se olvide la diferencia esencial por atender solo a la unidad.» Karl Marx, Grundrisse.

Existen ciertos temas, que, a raíz bien de su interés o de su complejidad, han llenado las páginas de la tradición marxista. El lugar de la historia en Marx ocupa sin duda alguna un lugar importante en el Olimpo de esas discusiones. Claro que el tema da para largo y el número de caracteres que me ha sido concedido es limitado. Por ello, y por honestidad científica, trataré ser breve. Además, en última instancia, tampoco es este el objeto de mi publicación.

Es de conocimiento público el hecho de que el pensamiento de Marx, las coordenadas generales de su cartografía mental, evolucionaron a lo largo de su vida. Pese a que esta afirmación general pueda parecer tan lógica que absurda, los pormenores de esta evolución han sido objeto de largos análisis y reflexiones a lo largo de la tradición que nos ocupa. Ya que, a diferencia de los mapas cartográficos a los que los alumnos de Historia, entre otros, somos sometidos a lo largo de los años destinados en el grado, en los que se capta la realidad con la facilidad/claridad con la que se aprecia en una foto, la manera en la que se interpretan las coordenadas mentales suele tener consecuencias del todo dispares. A riesgo de que la formulación sea un poco enrevesada, la manera en la que se interpreta una manera de interpretar la realidad le lleva a uno a entender las cosas de una forma determinada, lo que en política significa actuar en una dirección u otra.

En el recorrido al que me estoy refiriendo, Marx parte de unas posiciones vinculadas al ambiente hegeliano del que provenía y que empapaba el contexto histórico-filosófico de la Alemania del siglo XIX. Estas, se desarrollarán o estructurarán a partir de ciertas categorías centrales (esencia genérica humana o enajenación), que determinan la potencialidad y los límites de dicho pensamiento, muy apegado a las generalidades y abstracciones. A medida que sus postulados maduren, estas coordenadas serán abandonadas y criticadas, a través de un giro efectuado en el enfoque o el marco teórico desde el que aborda el objeto de estudio. El desarrollo de la «esencia humana» como hilo conductor de la historia se descartará y el foco se desplazará hacia el análisis de las relaciones sociales, determinadas históricamente y determinantes a la hora de explicar o entender la historia. 

La historia dejará de ser un relato del camino que recorre la esencia del ser humano para poder ser ella misma o liberarse, para empezar a ser el relato de las condiciones en las que el ser humano produce e intercambia. Condiciones heredadas del transcurso histórico precedente (fruto de la acción de las personas), y en constante transformación por las fuerzas que se debaten en el escenario de la historia. El objetivo, de esa manera, se traslada al análisis de las condiciones concretas en las que el ser humano vive, al movimiento histórico de las relaciones sociales, a la captación de la differentia specifica. Fruto de este giro, Marx dedicará una gran parte de su vida a analizar, interpretar y entender el modo de producción capitalista, como producto histórico específico, como marco que limita la potencialidad de la sociedad capitalista y las condiciones en las que se desarrolla. En ese sentido podríamos plantear que entender, en este caso, podría identificarse con diferenciar, dado que, «todas las épocas de la producción tienen unas características en común» y, por lo tanto, tratar de entender una época en concreto pasa por identificar los elementos que la hacen diferente. Identificar los elementos constitutivos fundamentales que hacen del modo de producción capitalista modo de producción capitalista.

De esa manera se invierte el orden de los factores en el análisis histórico, inversión que no solo afecta a la manera en la que se explica la historia, sino que influye con profundidad en la manera en la que se entiende la misma. El procedimiento deja de consistir en establecer esquemas generales y suprahistóricos en los que se difumine la realidad concreta, para pasar a captar y desarrollar ciertos elementos fundamentales que ordenen la realidad que de otra manera aparece caóticamente representada ante nuestros ojos. La realidad deja de ser arbitraria y eterna. Todo comienza a tener un principio y un fin. A su vez, se establecen una serie de criterios para analizar la historia a partir de las transformaciones de carácter estructural que la desarrollan, situando en el lugar que les pertenece a los agentes que intervienen en el proceso, también determinados y determinantes. Una serie de preceptos para dejar atrás la narrativa hollywoodiense en la que las revueltas se originan a partir de algún capricho matutino de cierto estrato social o los engranajes de la historia se mueven al son de un personaje histórico de voluntad fulgurante.

Pese a que a lo largo de su obra la historia ocupa un lugar subordinado y complementario al plano lógico (aunque también se encargase de trabajos de carácter historiográfico con fines políticos más coyunturales o inmediatos), en el acontecer histórico, lo que había sido desnudado en el plano lógico se viste de procesos y formas históricas concretas. En ese sentido, el modo de producción capitalista, que en su estructura interna responde a un orden categorial concreto, se ha ido desarrollando a través de procesos históricos específicos que no tienen por qué coincidir (de hecho, es habitual que no coincidan) con el orden categorial, que en su diseño responde a unos criterios analíticos y no históricos (estableciendo un recorrido explicativo que permita entender la realidad de manera ordenada).

Y ahí, en los márgenes del análisis de la formación social capitalista aparece el historiador, que al amparo de su pírrico título empuña un bolígrafo para tratar de desarrollar algo, a poder ser correcto, y a poder ser a tiempo.

En realidad, hoy, venía a presentar lo que a lo largo de las próximas publicaciones ocupará el número de caracteres que me ha sido concedido, pero parece que me he terminado enrollando. En cualquier caso, valga a modo de introducción de la serie que me propongo desarrollar. Una serie en la que trataré de exponer algunos de los procesos históricos que intervienen en la formación de la especificidad capitalista, ciertos procesos históricos determinantes para entender el capitalismo como posibilidad histórica. La manera en la que el modo de producción capitalista vino al mundo. Porque, aunque intenten convencernos de lo contrario, las cosas no han sido siempre así.

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