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"What have we here laddy, mysterious  scribbling's, a secret code?"

"No, poems, no less. Poems, everybody! [class laughs]"

"The lad recons himself a poet! [class laughs]"

"[Teacher recites" Money, get back, I'm alright Jack, keep your hands off my stack.[class laughs]"

"New car, caviar, four star day dream, I think I'll buy me a football team.[class laughs]"

Pink Floyd – The Wall

 

Para comprender nuestra sociedad, deberemos partir de la realidad concreta, de aquello que percibimos a simple vista, y así conoceremos el lugar que ocupa la educación en su seno. Sin embargo, el camino hacia ese conocimiento o comprensión no comenzará ni terminará en la mera observación de una realidad concreta, ya que lo que veremos será una representación caótica de lo que existe. Una imagen en la que se presentan mil aristas sin una clara interconexión.

            Tendremos que dividir los elementos que influyen en la realidad y analizar cada uno de ellos como momentos aislados de la realidad. Deberemos comprender en sí cada uno de los distintos momentos mencionados. Pero lejos de ser momentos aislados, tendremos que relacionar estas partes con la totalidad y analizarlas también en su interrelación.

            Podemos decir que la tarea de la teoría es partir de esa imagen caótica y trazar el camino hacia una realidad conocida. En esa realidad conocida serán visibles tanto el carácter de los distintos momentos de la sociedad como la relación entre ellas. Así, podremos identificar las vías para incidir en esa realidad, los cuales conformarán la base para hacer política.

            Me gustaría extraer dos conclusiones de las líneas anteriores, concretamente dos análisis erróneos que suelen encontrarse en la base de los errores cometidos a la hora de plantear la lucha política en cualquier ámbito. En lo que a mí respecta, en lo sucesivo abordaré el tema de la educación, aunque las conclusiones también son válidas en términos generales:

1)      Para conocer y transformar el ámbito de la educación, no es suficiente un análisis que empiece y termine en cierta realidad fenoménica (en lo que vemos, en la observación de lo dado y en las conclusiones espontáneas que sacamos de ello). Entrar a un colegio y dar respuestas espontáneas a los problemas que identificamos es en sí un ejercicio insuficiente.

2)      La institución educativa solo podrá entenderse en relación con las demás instituciones de formación social capitalista. Por consiguiente, solo en el marco de un análisis general de la sociedad podremos situar debidamente la educación.


              Si partimos desde estos dos puntos, sentaremos la base para un análisis fructífero de la educación. Probemos.

              Hoy en día, si analizamos el contexto de la institución educativa capitalista, veremos que esta se sitúa plenamente dentro del proceso capitalista de producción, y que, en concreto, la función principal de la educación capitalista es la formación y producción de la fuerza de trabajo. Esta formación tiene múltiples y distintas vertientes, desde la adquisición de determinados hábitos de vida e ideología hasta la transmisión del conocimiento técnico-científico. En conjunto, podemos decir que consiste en un mecanismo fundamental para la reproducción de la relación social capitalista para que esta se perpetúe año tras año y generación tras generación.

              Estas son algunas pinceladas para determinar el lugar que ocupa la educación en la totalidad; ahora vamos a centrarnos en el proceso educativo. Si dividiéramos el proceso educativo en dos, estas dos partes serían la educación no cualificada y la cualificada; la primera englobaría las fases educativas hasta terminar el instituto y la segunda estaría vinculada con la formación profesional o la universidad. En la primera fase, la clase trabajadora recibirá la base para adquirir competencias técnicas y cualificadas. Posteriormente, en la segunda fase, el objetivo principal de la educación será desarrollar unas competencias técnicas concretas a partir de esta base. También hay funciones comunes en las dos fases, entre las cuales las más importantes son la adquisición de los hábitos de vida capitalistas y la implantación de la ideología burguesa.

            Como se ha mencionado, el objeto de este ejercicio es sentar las bases para la práctica política, en este caso, para la actuación política en los centros educativos. A fin de dibujar el escenario en el que nos encontraremos, es fundamental relacionar el análisis de la educación con la dinámica económica con el fin de que tenga capacidad explicativa de la realidad actual; hoy por hoy, debemos relacionar ambos con la crisis capitalista.

            La crisis económica es evidente, como pocas personas se atreverán a negar. Aparentemente, parece haber sido causada por la pandemia. La emergencia sanitaria ha interrumpido el metabolismo social, lo que ha acarreado el hundimiento de la economía. Así, es previsible que al superar la emergencia sanitaria, el crecimiento económico será inmediato y que a corto plazo regresaremos a la situación de antes. Si identificamos la causa de la crisis en la coyuntura, esto nos permitirá también encontrar respuestas.

            La crisis que tenemos delante, por el contrario, parece ser una crisis de acumulación que estaba llamando a la puerta. La incapacidad de hacer frente a la tasa de beneficios decreciente ha exigido la realización un reajuste político, social y productivo. El objeto de esta transformación política, social y productiva es, en últimos términos, abrir un nuevo ciclo de acumulación de valor para hacer frente a la mencionada tasa decreciente de beneficios. La burguesía necesita extraer plusvalía cada vez de más ámbitos y de manera más eficaz para sobrevivir. Los cambios que se darán en la sociedad deberán generar condiciones para permitir estos cambios. Y ni en sueños encontrarían una situación más idónea que la que ha generado la pandemia para hacerlo.

La primera explicación de la crisis, la que encuentra las causas y las respuestas de la crisis en la coyuntura, no aporta una base adecuada para explicar los cambios que se están dando en la educación; tiene una escasa capacidad explicativa de la realidad. La segunda, por el contrario, es el marco adecuado para situar estos cambios. Las funciones de la educación se adecuarán al mencionado reajuste y para acercarse a la actual situación concreta, tenemos que ver cuáles son las formas específicas de dicho reajuste.

A estas alturas, aunque el primer curso tras la pandemia comenzó hace unos meses, ya apreciamos algunos indicios que apuntan en esta dirección. La importancia asignada a las competencias digitales en secundaria nos lleva a pensar que se está preparando el terreno para que el alumnado se especialice en el ámbito de las nuevas tecnologías. La nueva LOMLOE tiene como objetivo reforzar esta tendencia, por ejemplo.

Pero, esta vez, mi propósito no es tratar sobre las funciones que tienen como objetivo la transmisión de competencias técnico-científicas o directamente la extracción de la plusvalía, aunque es un debate pertinente e interesante, tal y como hemos visto. Me gustaría en general tratar sobre la función ideológica de la educación, la cual tiene como objeto establecer la ideología burguesa y hacer asimilar los hábitos de vida capitalistas. En concreto, quiero hablar sobre la forma que esta función va a tomar en un futuro próximo marcado por la crisis.

Para empezar, es necesario dar algunas pinceladas sobre a qué nos referimos cuando hablamos de ideología. En lenguaje común, según vote a este o aquel partido institucional, definimos cuál es la ideología de una u otra persona. Esta es de derechas; aquella otra independentista, o feminista.

Ese concepto no nos sirve al hablar sobre el sentido ideológico de la educación, ya que es un concepto reduccionista. A lo sumo, puede dar la impresión de que la ideologización en la educación solo se realiza de forma explícita o mediante la transmisión de determinados contenidos, lo cual limita la cuestión a la falsa conciencia. La burguesía difundiría estos contenidos concretos a través de sus medios de difusión ideológica (entre otros la educación), y serían o no o de su interés, pero, como se ha dicho, la cuestión no se limita a esto.

Es más adecuado, en mi opinión, tener en cuenta la dimensión de las ideologías como práctica material. Así, no sería tanto la burguesía el origen consciente de la ideología (creando una falsa conciencia, mediante la transmisión de contenidos falsos), sino la propia sociedad burguesa. La ideología sería un sistema de representación. Así, podemos concebir las ideas como una percepción de las «formas fenoménicas» o «apariencias» reales de las relaciones reales subyacentes, en lugar de ser un simple epifenómeno creado por las relaciones económicas. Provocan inversiones y distorsiones en la conciencia, pero la razón de ello es, en cierto modo, estar anclados en prácticas y rutinas sociales reales. En este sentido, la ideología está relacionada con la forma en que los individuos viven su relación con sus condiciones reales de existencia. Esta comprensión excluiría la ideología como mero pensamiento, y la acercaría más a la experiencia vivida.

Por ejemplo, las articulaciones más sistemáticas y coherentes de las formas de autorepresentación de la burguesía que podemos encontrar en la teoría social y política burguesa completan esta concepción, no la niegan.

Creo que la compresión de la ideología mencionada en las anteriores líneas puede dar mejor cuenta de la dimensión y el carácter real de la ideologización que se da en la educación, puesto que la propia naturaleza de la educación nos va a permitir entender cómo ideologiza al alumnado, y nos servirá para negar la aparente neutralidad de la educación.

Con lo mencionado hasta ahora, más que tratar la cuestión de las formas concretas que adoptarán las funciones educativas, he pretendido sentar una base para contextualizarlas. En el siguiente texto trataré sobre el reflejo que todo esto va a tener en los centros educativos, sobre el fenómeno que puede denominarse como la tendencia ascendente del autoritarismo y sobre las posiciones políticas que podemos encontrar en el ámbito político definido por él.