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No les falta ni gula ni avaricia a los buitres carroñeros del capital. No se quedan satisfechos con nuestras carnes, y ya no se apiadan de los esqueletos a los que han chupado hasta el tuétano.

Pero, ¿quiénes son los que hincan el diente, y quiénes los que son fagocitados hasta el último rastro?

Vivimos en tiempos de miseria, y ésta ha venido para quedarse. «Crisis» es el nombre y el apellido de todos los protagonistas actuales. La crisis es la causa y la justificación de toda la violencia actual. Estamos en crisis, y tenemos que apretar los dientes. Pero, ¿qué es lo que se oculta tras la crisis capitalista?

No es la crisis la que es insaciable, la que nos lame hasta la última pieza de nuestros huesos. La crisis no es la causa; al contrario, es la consecuencia. Es la ofensiva económica y política que se aplica sobre la clase trabajadora, para que no disminuyan los beneficios de los grandes empresarios, insaciables de dinero. En esta crisis hay vencedores y vencidos, y nosotras, la juventud trabajadora, junto con el resto del proletariado, nos encontramos en el segundo equipo.

La juventud trabajadora es la que tiene que adaptarse a esa tesitura en la que «no hay más alternativa que la miseria». La juventud trabajadora es la que, a cambio de 2 canicas, tiene que enfrentarse a una vida que en realidad le pide 8, y, en la que, además, se juega también esas 2 que recibe, a cambio de un único en el futuro. La juventud trabajadora es esa que no ha podido terminar sus estudios por no pertenecer a la élite, siendo expulsada de la educación. La juventud trabajadora es la que va callando sus tripas a través de los ahorros de sus padres (en el caso de las que sí tenemos esa opción); ésa que no se puede emancipar de las paredes de la casa de su madre o de su padre. Y, a veces, aun así, la juventud trabajadora es la única responsable de su misma miseria. Esa que no sabe aprovechar las oportunidades de emancipación y las ayudas de los políticos que aparecen comprometidos con ese sujeto de futuro.

Es por ello que la juventud trabajadora tiene que ser la que lea la letra pequeña de esa «ayuda». Para no aceptar los ansiolíticos que nos ofrecen, para que sintamos menos el dolor provocado por las dentelladas con las que nos muerden. Para negarnos a ese calmante que nos ofrecen envuelto en regalo.   

La juventud trabajadora en esta sociedad es pobre, y no puede guardar ni una chispa de esperanza en la voluntad de los mandatarios.

Por el contrario, la juventud trabajadora tiene que ser una fuerza organizada que sea capaz de enfrentarse a ese ataque de los empresarios y los mandatarios, organizada de manera independiente, fuera de la farsa de aquellos.

En ese camino, las y los jóvenes trabajadores, el 28 de enero nos veremos en Iruñea y Bilbo.