(Traducción)
En conjunto, el papel de la educación es capacitar al alumnado para el trabajo asalariado mediante la transmisión de conocimientos técnicos y la introducción de hábitos de vida e ideología. Es verdad que este resultado no es solo consecuencia de la educación; al contrario, no se puede menospreciar el impacto que tienen los distintos ámbitos de la vida en el alumnado, por ejemplo, el que tiene la cultura juvenil de masas.
Estas capacidades técnicas a las que nos referimos una y otra vez, en cambio, no valen sino para producir valor. Es decir, desde un punto de vista productivo capitalista, cualquier capacidad adquirida será inútil si no puede ser explotada después en la disciplina del trabajo asalariado. Como ejemplo, el caso que se da frecuentemente en las empresas: contratarán a nuevos titulados y les proporcionarán una formación adecuada a las necesidades de la empresa para que comiencen a trabajar, a menudo en alguna tarea que no tiene nada que ver con lo aprendido hasta entonces. Para la empresa, el haber completado el proceso de aprendizaje es garantía suficiente para saber que ese trabajador va a trabajar debidamente para ella; de alguna manera, quiere asegurarse de que hemos sido capaces de enfrentarnos a las pruebas que nos han puesto a lo largo del camino, que somos capaces de trabajar durante largas horas, que somos dóciles y obedientes, que hemos sido capaces de adquirir conocimientos técnicos complejos…
En efecto, el trabajador tendrá que está acostumbrado a la jornada laboral, ser capaz de trabajar durante 8 horas casi ininterrumpidamente, y dedicarse a una actividad ajena y poco agradable durante tantas horas. Y habrá de ser sumiso, acostumbrado a ser súbdito de las leyes de la empresa que él no ha puesto y de sus jefes, consciente de que, si no se ciñe bien, será castigado. Las horas diarias en el centro de estudio y las posteriores horas de estudio en casa, así como el hecho de que la legislación del centro sea frecuentemente arbitraria y llevar tantos años de sumisión frente al profesorado, lograrán que se adapte fácilmente a la intensa jornada laboral.
Además, el alumnado será consciente de que si opta por organizarse, se incrementará el control al que está sometido. Pero, sobre todo, no sentirá la necesidad de organizarse; tendrá metido hasta los huesos el individualismo que le dice que debe recorrer solo el camino. Le parecerá que no hay nada más allá del capitalismo y del trabajo asalariado y que el orden actual no es perfecto pero sí natural e inmutable. Decimos que se le han impuesto los hábitos de vida capitalistas y la ideología burguesa, pero, como se ha dicho, esta no es (solo) una ideologización que se dé explícitamente. Para comprender en qué medida y de qué manera es el sistema educativo ideologizante, creo que es necesario tener en cuenta la dimensión que tiene la ideología como práctica material, como intenté explicar en el artículo anterior. La propia experiencia del proceso educativo convierte la educación en ideologizante, garante del orden capitalista y, por tanto, no neutral.
Decimos que el proceso educativo que produce a los individuos descritos es autoritario y podemos distinguir en él cuatro elementos principales: la infantilización, la tendencia a vaciar de contenidos el proceso educativo y convertirlo en un simple proceso disciplinario, el control social y la violación de las libertades políticas. De un modo u otro, el objetivo común que persiguen es lo que une estos cuatro elementos: tienen como fin que el proceso educativo cumpla sus objetivos lo más adecuadamente posible y que el proceso donde el niño mocoso se convierte en un trabajador listo para ser explotado sea lo más eficaz posible.
En cuanto a la infantilización, no nos referimos solamente al menosprecio por parte del profesorado, progenitores u otras figuras autoritarias; debemos entender la infantilización como una situación caracterizada por la incapacidad para responsabilizarse y la falta de capacidad de decisión. Tiene un sentido cultural importante y no es solo exclusivo entre el alumnado, ya que se puede decir que toda la sociedad está infantilizada, aunque el fenómeno se da aún más de manifiesto en el ámbito juvenil y en el marco del proceso educativo. La dependencia es la consecuencia de la imposibilidad de asumir responsabilidades, que condicionará totalmente toda decisión tomada.
Por otro lado, podemos ver que se está educando a alumnos sin capacidad o recursos para pensar críticamente. Aunque cualquier profesor haga continuamente reivindicaciones abstractas a favor de la criticidad, la realidad es la siguiente: el proceso educativo se está vaciando de contenido y tiene cada vez más de simple proceso disciplinario que de aprendizaje real. Es necesario trabajar el contenido en profundidad para desarrollar una opinión crítica, y en ese sentido, la educación hoy no es más que un simple proceso formal de evaluación y clasificación. Aprenderemos miles de datos, miles de detalles y fórmulas, pero sin la capacidad para relacionar los conceptos, seremos incapaces de identificar las causas y los objetivos de determinados hechos. El día siguiente al examen, cuando se haya vomitado una vez más todo lo memorizado, solo quedará la prueba de la capacidad de memorizar un gran volumen de información durante un corto periodo de tiempo; el certificado de haber aprobado el examen. Todo ello, sin embargo, es necesario para que funcione la enorme maquinaria de filtro y clasificación del alumnado.
A pesar de todo lo mencionado, no es tan fácil mantener dócil al alumnado, y el control social también juega su papel en la educación. El control social es, en síntesis, un conjunto de mecanismos limitativos y represivos que garantizan que realicemos el camino marcado sin salirnos de él. Cámaras, control de la asistencia, plataformas digitales… y castigos.
Para terminar con la caracterización del autoritarismo nos encontramos con la violación de las libertades políticas. De otra manera también es difícil optar por la organización política a causa de la infantilización y la cultura individualista, pero la dificultad de reunirse y la falta de un espacio físico para la actividad política, las limitaciones para hacer propaganda y las dificultades para sacar adelante iniciativas, el control y las sanciones que se intensifican, entre otros, buscan hacer imposible la organización política.
Es evidente que bajo el pretexto de la pandemia se ha reforzado el carácter autoritario de la educación, y son múltiples los ejemplos, de manera que son visibles para cualquiera. En los próximos años, en un contexto de crisis, el aumento del riesgo de ruptura de la paz social -dos de las razones posibles, la miseria que está en vías de generalizarse con el proceso de proletarización y la grieta en la falsa conciencia al acentuarse las contradicciones- y el aumento del interés para que se mantenga la paz social –para que el proceso de reajuste se efectúe de la mejor manera posible- pueden explicar este fenómeno. Sin embargo, debe mencionarse la puerta que ha abierto la histeria colectiva para adoptar medidas arbitrarias, puesto que ha permitido tomar medidas que en lo demás serían impensables.
Ante este fenómeno, IKAS ha iniciado una campaña contra el autoritarismo. IKAS es un agente estudiantil de nueva creación. No ha surgido, sin embargo, de la nada. IKAS es un punto de encuentro de las Autodefentsa Sareak o Redes de Autodefensa desarrolladas gracias al trabajo de los últimos cursos en distintas comarcas de Euskal Herria. Conocemos, por lo tanto, en qué consiste su trabajo: IKAS es un espacio en los centros educativos para acumular fuerzas en torno a determinados procesos de lucha para mejorar las condiciones del alumnado trabajador en los centros. Sin embargo, la lucha a favor de esas condiciones no se limita a los logros materiales, sino que tiene como objetivo educar al alumnado en el seno de la organización política.
IKAS se ha formado después de demostrar en los centros educativos a pequeña escala la hipótesis del trabajo y de encontrarse con ciertos límites. La unión puede servir, entre otros, para coordinar fuerzas y mejorar las capacidades. Así, gracias a la unión de las Redes de Autodefensa se han creado las condiciones para realizar un análisis más detallado y para mejorar las capacidades para plantear una lucha estratégica. Ya que, la acumulación de fuerzas no solo consiste en hacer mayores movilizaciones o realizar un crecimiento cuantitativo, sino también en el desarrollo cualitativo de la lucha.
La unión de las Redes de Autodefensas en IKAS ha permitido poner en marcha una campaña contra el autoritarismo. El trabajo coordinado que se ha llevado a cabo a nivel de Euskal Herria reforzará, por un lado, cada lucha local, y por otro lado, permitirá también actuar más allá de la escala local; por ejemplo, a nivel cultural-ideológico, lo hará inmediatamente, denunciando el carácter y el auge del autoritarismo. Vistas las dificultades para la organización política en secundaria, por otra parte, parece una apuesta valiente e inteligente, tanto en el sentido estratégico, como en el táctico. Tiene como objeto golpear el núcleo de la educación capitalista, y, así, deshacerlo gradualmente, pero también mejorar las condiciones materiales y morales para la militancia, dando pasos hacia delante en la lucha contra el control social y a favor de las libertades políticas. Contraponiendo el compromiso y la militancia política a la infantilización.