Desde que en enero Donald Trump presentó el plan de paz para Oriente Próximo que denominó como el ‘Acuerdo del Siglo’, diseñado de manera unilateral por la Casa Blanca e Israel en el que no existió representación palestina, el futuro de un estado árabe se concibe cada vez más lejano. El nuevo mapa conceptual del proyecto actúa como punto de partida y redibuja el territorio: Jerusalén se convierte en la capital indivisible del estado israelí y permite anexar las colonias judías de Cisjordania consideradas ilegales por el derecho internacional. Actualmente viven más de 600.000 colonos israelíes repartidos en 250 asentamientos ilegales. Para darles lugar, 500.000 casas y estructuras palestinas han sido demolidas desde la invasión militar de 1967.
Las colonias se encuentran dentro de la denominada área C, bajo control militar israelí, que conforma el 60 % de toda Cisjordania. Esta área confirma que el proyecto israelí no es una ocupación militar, sino que conforma un sistema colonial y étnico permanente, el resultado de la ideología y práctica sionistas que aspira a establecer un estado exclusivamente judío desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo. Así, el nuevo plan impone la soberanía de Israel hasta el valle de Jordán, una zona estratégica para Israel y con gran presencia militar con la que podría crear frontera colindando con Jordania.
[...] el proyecto israelí no es una ocupación militar, sino que conforma un sistema colonial y étnico permanente, el resultado de la ideología y práctica sionistas que aspira a establecer un estado exclusivamente judío desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo
A los palestinos se les otorgaría una entidad soberana pero sin contigüidad territorial junto con promesas de grandes inversiones por valor de 50.000 dólares. La capital del estado palestino estaría en las afueras de Jerusalén, la ciudad santa que permanecería totalmente bajo la soberanía israelí. Según Donald Trump, su propuesta es una «oportunidad histórica para que los palestinos consigan un estado independiente; podría ser la última para que los palestinos tengan paz». La respuesta por parte de las autoridades y del pueblo palestino ante el ‘Acuerdo del Siglo’ ha sido clara y contundente tanto en comunicados oficiales como en las manifestaciones que han estallado a partir del anuncio de la anexión: «Palestina no se vende».
El estado sionista ha anexado de facto las tierras palestinas y ha implementado gradualmente una limpieza étnica con total impunidad ante la pasividad de la comunidad internacional, que nunca ha llevado a cabo ninguna acción vinculante contra el estado sionista, tampoco ante el anuncio de la anexión, más allá de varias condenas mediante comunicados por violar los «principios fundamentales del derecho internacional». El apoyo de la Administración Trump a la anexión israelí es evidente. Después de la guerra de 1967, Israel afianzó su anexión formal de Jerusalén Este, y en 1981, anexionó los Altos del Golán sirio. Estados Unidos, bajo la Administración Trump, es el único país que reconoció estos actos tildados de ilegales por el resto de la comunidad internacional.
«La anexión desvía la atención de todos los crímenes anteriores de Israel», denuncia Jaldía Abubakra, gazatí afincada en Madrid y miembro del movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones). En este sentido, no es posible hablar de la anexión como un hecho aislado, es un proceso continuo, una estrategia de hechos consumados y adquisición progresiva del territorio desde hace décadas. Los palestinos coinciden en definirla como la formalización de décadas de ocupación y colonización israelí; «independientemente de si Israel procede o no con anexiones formales o de iure adicionales, la realidad sobre la base de que los palestinos se enfrentan en todas partes es el régimen israelí de colonización, ocupación y apartheid que nos niega nuestra libertad y nuestro derecho a la autodeterminación», expresa Abdulrahman Abunahel, coordinador del Comité Nacional Palestino de BDS en Gaza.
[...] no es posible hablar de la anexión como un hecho aislado, es un proceso continuo, una estrategia de hechos consumados y adquisición progresiva del territorio desde hace décadas [...] la formalización de décadas de ocupación y colonización israelí
Palestina ha sido colonizada desde la creación del estado de Israel en 1948- tras el plan de partición de Palestina llevado a cabo por la ONU- convirtiendo el territorio en 165 unidades territoriales o enclaves separados entre sí, rodeados por asentamientos ilegales, carreteras de uso restringido para colonos, checkpoints y el Muro de separación; con sistemas legales diferenciados a palestinos y a colonos israelíes en el Territorio Palestino Ocupado; y manteniendo el control sobre los recursos naturales palestinos. Todo ello estructurado bajo un paraguas de control y represión articulado por un sistema de permisos que autoricen cualquier movimiento, violencia directa y hostigamiento continuo, derribo de casas, detenciones arbitrarias y administrativas incluso a menores, torturas, y un largo etc. de violaciones de los derechos fundamentales. Un sistema de apartheid que se aplica incluso en aquellas zonas que deberían estar bajo control palestino según los Acuerdos de Oslo de 1993.
[...] con sistemas legales diferenciados a palestinos y a colonos israelíes en el Territorio Palestino Ocupado; y manteniendo el control sobre los recursos naturales palestinos. Todo ello estructurado bajo un paraguas de control y represión articulado por un sistema de permisos [...]
Oslo marcó la ruta a un plan de paz basado en «la solución de dos estados», prometiendo la creación de un estado palestino. «El sistema de segregación condena a Palestina a una bantustanización, a la imposibilidad de contigüidad territorial entre áreas de supuesta soberanía palestina, en un marco de vulneración del Derecho Internacional Humanitario» explica Itxaso Domínguez, analista especializada en Oriente Próximo en su estudio Las 5Ws de la anexión. La inviabilidad de un futuro estado palestino no está únicamente ligada a la ausencia de contigüidad territorial, sino también a una economía pauperizada y dependiente de Israel. La ocupación socava cualquier perspectiva de una economía palestina próspera y lanza a millones de trabajadores palestinos a la precariedad, al desempleo y al subempleo en Israel o en los asentamientos ilegales.
La inviabilidad de un futuro estado palestino no está únicamente ligada a la ausencia de contigüidad territorial, sino también a una economía pauperizada y dependiente de Israel
Infraestructuras de segregación
Las autoridades israelíes han afirmado que la mayoría de palestinos afectados por la extensión de soberanía no tendría ciudadanía israelí, es por ello que la analista Itxaso Domínguez cree que Israel podría limitar la anexión a áreas donde no habiten comunidades palestinas mediante acciones de ingeniería demográfica, por lo que Israel tendrá que reforzar sus infraestructuras sobre el terreno.
El sistema de carreteras solo para colonos, barreras alrededor de asentamientos, zonas de tiro y más de 500 obstáculos de cierre y checkpoints restringen la libertad de movimiento en Palestina actualmente. A la mayoría de los palestinos se les niega el acceso a Jerusalén Este, y cada vez es más difícil viajar dentro de Cisjordania, particularmente de norte a sur y entre las áreas A, B y C.
El ‘Acuerdo del Siglo’ prevé la construcción de «vías rápidas» separadas y de infraestructuras como «túneles y pasos elevados» entre los enclaves que, a modo de islotes o bantustanes, conformarán el territorio palestino entre áreas y asentamientos absorbidos por Israel. Asimismo, se prevé la construcción de un túnel subterráneo que unirá la Franja de Gaza y Cisjordania que hasta ahora no están conectadas entre sí.
La construcción del tranvía que conectará y afianzará los asentamientos ilegales con Jerusalén forma parte de la consolidación de la anexión. Jaldía Abubakra lo explica así: «El proyecto pretende separar Jerusalén con Cisjordania para dar pie al ‘Acuerdo del Siglo’. El objetivo es vaciar Jerusalén de población palestina». Abdulrahman Abunahel, coordinador del Comité Nacional Palestino del BDS en Gaza, hace un llamamiento a «intensificar las campañas contra las corporaciones cómplices, incluida la campaña que llama a la compañía vasca CAF a poner fin a su participación en la expansión del tren ligero de Jerusalén de Israel, que viola el derecho internacional».
La trampa de la solución de dos estados
Los Acuerdos de Oslo firmados en 1993 abrían la puerta a la «solución de los dos estados». El texto prohibía explícitamente acciones unilaterales por parte de uno de los actores firmantes, aunque Israel multiplicó la construcción de asentamientos ilegales. Los palestinos lo recuerdan como «la trampa de Oslo», ya que muy lejos de lo prometido, la ocupación y colonización sionista no han cesado desde entonces. «A los palestinos se les ha obligado hasta ahora a mantenerse abiertos a negociaciones para demostrar su buena fe y disposición, mientras el territorio destinado a convertirse en su estado es progresivamente devorado», apunta Itxaso Domínguez.
Los Acuerdos de Oslo [...] abrían la puerta a la «solución de los dos estados». El texto prohibía explícitamente acciones unilaterales por parte de uno de los actores firmantes, aunque Israel multiplicó la construcción de asentamientos ilegales
En cualquier caso, es el pueblo palestino quien debería debatir y decidir qué futuro quiere en próximas negociaciones que se celebren en igualdad de condiciones y no de manera unilateral como hasta ahora. «Reclamamos un estado con los mismos derechos para los judíos, cristianos y los musulmanes palestinos. Este país se llamaba Palestina, ahora se llama Palestina y se llamará Palestina, como dijo el poeta Mohamoud Darweish», sentencia Jamil Al-Bargouti, defensor de derechos humanos en Front Line Defenders. «Cualquier solución justa y pacífica debe respetar y proteger los derechos de todo el pueblo palestino: en la diáspora, en el territorio ocupado en 1967 y para los ciudadanos palestinos de Israel. La mejor solución para lograr nuestra libertad y nuestros derechos solo puede ser decidida democráticamente por todos los palestinos», afirma Abdulrahman Abunahel.
El plan de anexión, en el aire
Aunque el plan de anexionar el 30% de Cisjordania iba a materializarse el primero de julio, finalmente y de momento, Netanyahu no obtiene el visto bueno de Donald Trump para llevarlo a cabo. Existen discrepancias sobre el mapa dibujado por la Casa Blanca. Netanyahu desearía incorporar más lugares trascendentales para los judíos que ahora se quedan fuera, como Bet El de la antigua región de Samaria y Silo, la primera capital del Israel bíblico. En todo caso, a Estados Unidos le preocupa la falta de apoyos en la región; Jordania y Egipto, así como las monarquías del golfo Pérsico no han dado su visto bueno. Netanyahu, sin embargo, tiene prisa. Si Trump pierde la reelección en noviembre se le cerrará la opción de la anexión, ya que, según declaraciones, su rival Joe Biden se opondría.
«Si la anexión se retoma, habrá un momento en que la gente ocupará las calles. Aparecerá un nuevo liderazgo palestino desde las bases populares que guiará la nueva Intidada», especula Jamil Al-Barghouti, miembro de Front Line Defenders. Una declaración emitida recientemente por la sociedad civil palestina exige que la comunidad internacional imponga sanciones legales, específicas e inmediatas a Israel en respuesta a su anexión en curso, ocupación militar ilegal y régimen de apartheid de discriminación racial, segregación y expansión territorial. «El movimiento global BDS ha demostrado ser uno de los medios más efectivos de resistencia contra Israel y la forma más efectiva de solidaridad internacional», defiende Abdulrahman Abunahel.
En cambio, si finalmente la anexión no llega a materializarse, «la comunidad internacional no debería considerar la inacción como una victoria», recalca Itxaso Domínguez, en la línea de considerar la anexión como la formalización de décadas de ocupación, crímenes de lesa humanidad y de vulneraciones del derecho internacional. Del mismo modo, la responsabilidad de la comunidad internacional debería impulsar, dice Domínguez, la investigación por crímenes de guerra en la Palestina histórica ante la Corte Penal Internacional, así como un posible reconocimiento del estado de Palestina que no sea meramente simbólico. Desde el movimiento BDS, Abdulrahman Abunahel recalca la necesidad de llevar a cabo un embargo militar y el boicot no sólo en el ámbito económico, sino también en el académico, cultural, deportivo y político del país.
—
LA GEOPOLÍTICA DEL SIONISMO
Desde el surgimiento del sionismo en el siglo XIX y sus bases asentadas gracias al apoyo del Mandato británico de Palestina en 1916, mediante la Declaración de Balfour, comienza el plan de establecer un «hogar nacional» para el pueblo judío en la Palestina histórica que a día de hoy no cesa. El principal objetivo del plan sionista es colonizar y reclamar la soberanía total del ‘Gran Israel’, desde el mar Mediterráneo hasta el río Jordán primero, y que se extendería más allá del territorio palestino, desde el Éufrates hasta el Nilo, según la Biblia.
En mitad de la convulsa II. Guerra Mundial, Reino Unido decide abandonar Palestina y delega a la ONU la labor de esgrimir un acuerdo sobre el territorio para resolver, de esta manera, un conflicto en el cual las consecuencias de la escalada de tensión eran inminentes. En este momento y según los datos de la Administración Británica, la población judía en Palestina era aproximadamente del 30 %.
El Plan de las Naciones Unidas para la partición en 1947 dictaminó, en cambio, que el 55 % del territorio de la Palestina histórica se convirtiera en territorio judío. Así comenzó una operación de limpieza étnica de miles de palestinos, donde alrededor de 750.000 fueron condenados al exilio de por vida; nacía el estado de Israel y comenzaba el sueño sionista, que definía poco después la estrategia militar para «vaciar» de población árabe el territorio. La victoria israelí en la Guerra de los Seis Días en 1967 tuvo como resultado el control de la Franja de Gaza y Cisjordania, acelerando aún más el proceso de colonización.
Tras años de políticas de apartheid y colonización sionistas y para poner fin a la primera Intifada, en 1993 se firman los Acuerdos de Oslo, un supuesto proceso de paz que dictaminó la división de Cisjordania en tres sectores administrativos: las áreas A (con pleno control civil y policial de la Autoridad Nacional Palestina), B (bajo control civil palestino y control militar israelí) y C (pleno control civil y militar israelí). Un sistema en el que los habitantes tienen diferentes derechos o carecen de ellos dependiendo de su ciudadanía, lugar de residencia y afiliación étnico-religiosa. De acuerdo con Oslo, Israel debía ceder lentamente su control del área C a los palestinos, mientras que éstos avanzaban en la construcción de un estado. Nada de eso ocurrió. En cambio, el proyecto sionista siguió su curso mediante políticas de apartheid que han convertido ciudades y aldeas de Cisjordania en islotes aislados entre sí, imposibilitando la contigüidad territorial, y por tanto, la viabilidad de un futuro estado palestino.
[...] en 1993 se firman los Acuerdos de Oslo, un supuesto proceso de paz que dictaminó la división de Cisjordania en tres sectores administrativos [...] los habitantes tienen diferentes derechos o carecen de ellos dependiendo de su ciudadanía, lugar de residencia y afiliación étnico-religiosa
En Gaza, el gobierno de Israel dirigido por Ariel Sharon cambió su estrategia en 2005 al desmantelar las colonias y desplegar las fuerzas de ocupación israelíes alrededor de la Franja. Según el profesor Ilan Pappe, Israel «guetizó» Gaza imponiendo un asedio medieval completo. Desde 2005, Israel ha lanzado decenas de ataques militares contra los 2 millones de palestinos asediados de Gaza, incluidos tres ataques militares masivos en el invierno de 2008-2009, otoño de 2012 y verano de 2014, que fueron crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.
Desde 2005, Israel ha lanzado decenas de ataques militares contra los 2 millones de palestinos asediados de Gaza, incluidos tres ataques militares masivos
PUBLICADO AQUÍ