Lejos de suponer un mero debate sobre los límites de la libertad de expresión, las protestas en favor de la libertad de Hasél, al ser las primeras protestas considerables que se llevaron a cabo por todo el territorio del Estado español, nos muestran ciertas tendencias políticas que se profundizarán en la crisis capitalista postpandémica. Así mismo, dichas protestas muestran que el estado burgués no está dispuesto a aumentar los límites de la libertad de expresión, al contrario, vivimos una sistematización y extensión de la represión política.
Una elocuente campaña política de Gazte Koordinadora Sozialista (GKS), realizada en el contexto de la crisis de la COVID-19, advertía que «la falta de libertad es pobreza y la pobreza es falta de libertad». Aludiendo así a la inseparable relación que existe entre el derecho a ejercer las libertades político-civiles respecto a las posibilidades materiales-económicas de reproducir nuestra vida. No solamente el recorte de libertades políticas trae un menor derecho individual y colectivo, sino que la pobreza misma supone el primer freno material y efectivo al libre desarrollo de la vida de toda persona.
Tomando como punto de partida este lema de GKS, podríamos adaptarlo al tema de la libertad de expresión tan puesta en duda hoy día, y decir que «la imposibilidad de expresarse libremente es pobreza y, la pobreza, imposibilidad de expresarse libremente». Es decir, lo que ha de problematizarse y esclarecerse es la posición de poder desde la que se dictan los límites de la libertad de expresión, cuál es el poder de mando social de aquellos sujetos que ostentan el poder de decidir los límites de las libertades civiles y políticas, de las cuales algunas fueron conquistas de las primeras revoluciones burguesas.
La respuesta es clara, los grandes conglomerados comunicativos, que controlan la mayor parte del flujo de la información, se pueden permitir el derecho de expresar libremente su opinión sin ningún tipo de cortapisas. En el Estado español hemos visto periódicos y tertulianos que ridiculizaban, banalizaban e incluso fantaseaban con la muerte de políticos de la Izquierda Abertzale durante las últimas décadas o, más recientemente, todo tipo de banalizaciones y ataques personales hacia la figura de Pablo Iglesias. No porque necesariamente estos políticos izquierdistas supongan un peligro para el régimen de acumulación capitalista español. Sino porque son referentes que marcan en el imaginario social lo que más allá de estos límites no está permitido.
Del mismo modo podemos hablar de los delitos de odio, injurias o calumnias que han llevado al exilio o a la cárcel a distintos artistas disidentes en el Estado español, como es el caso de Valtònyc o el reciente encarcelamiento de Pablo Hasél. En cuanto a Hasél, lo que le ha llevado a la cárcel no son sus letras ni sus pequeños antecedentes penales, le ha llevado su condición de comunista y la voluntad política llevada hasta las últimas consecuencias de querer aportar mediante el ámbito cultural su apoyo al proyecto de superación del sistema capitalista. Así mismo, no es casual que, desde inicios de la crisis capitalista de 2008, hayan aumentado los delitos contra la libertad de expresión y en la amplia mayoría de veces estos se hayan realizado contra un espectro político concreto.
Como decíamos al principio, en épocas de empobrecimiento y proletarización masivas, como es la crisis capitalista, los límites a las libertades de expresión se vuelven más estrechas. No es de extrañar, ya que es cuando el aparato político que sostiene a la acumulación capitalista más débil se muestra. Por lo tanto, ni la encarcelación de Pablo Hasél, ni el momento en que ha sucedido, son casualidad. Así mismo, las protestas desencadenadas por su encarcelación y la respuesta represiva policial calculada muestran tendencias políticas a futuro que merecen ser objeto de análisis de todo militante político.
En épocas de empobrecimiento y proletarización masivas, como es la crisis capitalista, los límites a las libertades de expresión se vuelven más estrechas
En épocas de empobrecimiento y proletarización masivas, como es la crisis capitalista, los límites a las libertades de expresión se vuelven más estrechas
HASÉL Y EL INICIO DE UN CICLO
Por su intensidad, extensión territorial y duración en el tiempo, podemos afirmar que las protestas desencadenadas por el encarcelamiento de Pablo Hasél han supuesto la primera gran movilización política del tiempo del postconfinamiento. Es más, se puede decir que en el Estado español so se daba un ciclo de movilizaciones tan conjuntas y en territorios tan dispares casi desde la irrupción de lo que supuso el 15-M. En las protestas por Hasél, se mostró la ruptura generacional y política que viven las capas proletarias más juveniles. Pero, si queremos analizar en su conjunto, debemos primeramente abstraernos y analizar los ciclos políticos por los que a transcurrido la política española en su conjunto al menos durante las últimas tres décadas.
En las protestas por Hasél, se mostró la ruptura generacional y política que viven las capas proletarias más juveniles
1. La larga década de la ensoñación (1990-2008):
Para entender esta larga época ha de comprenderse el tipo específico de capitalismo español integrado en el conglomerado mayor de acumulación que es la Unión Europea. En esta división interna del trabajo a nivel europeo, el Estado español ocupa un lugar subsidiario frente a los estados centroeuropeos, siendo una economía claramente importadora y de sector servicios de bajo valor añadido. Con la desindustrialización de la década de los 80, podría haberse diluido la débil sociedad de clases medias que se construyó durante la época desarrollista del tardofranquismo.
Sin embargo, el capitalismo español pudo frenar esta debacle momentáneamente mediante dos palancas artificiales: el crédito y la especulación inmobiliaria. El régimen franquista, en su última época, abrió la oportunidad a amplias capas de la población obrera para que se incorporasen a la sociedad de consumo, teniendo como objetivo estrella convertir al Estado español en una sociedad de propietarios inmobiliarios. Es así, que cuando comenzó la desindustrialización y la homologación del capitalismo español a la Comunidad Económica Europea, una gran parte de la población ya tenía una vivienda en propiedad. Cuando los salarios empezaron a devaluarse, muchas familias empezaron a vivir de las rentas que les proporcionaba tener un inmueble o varios en propiedad, en un ciclo de precios al alza en el mercado inmobiliario: lo que se vino a llamar como burbuja inmobiliaria [1].
Desde finales de la década de los 90 y durante el inicio del nuevo siglo, las clases medias españolas ya no basaban su existencia en una alta remuneración vía rentas del trabajo. Al contrario, su posición se basaba en el fácil acceso al crédito. Por lo tanto, al endeudamiento familiar y a la renta extra que suponía para una familia proletaria el contar con una vivienda en propiedad en la época de su alza de precios totalmente artificial. Sin embargo, este modelo de crecimiento y acumulación capitalista tenía los días contados y estalló con la crisis capitalista internacional de 2008.
Mirándolo desde una óptica política, esta década de la ensoñación es la de mayor letargo político a nivel estatal —exceptuando el escenario político vasco inmerso aún en la conflictividad asociada a la actividad armada de ETA y la lucha por sentar al Estado a negociar un referéndum de autodeterminación—, ya que pese a que los principales sindicatos españoles (CCOO y UGT) convocaron varias huelgas a principios de la década de los 90, la estrategia fue la de concertación y negociación con la patronal para paliar los efectos de las reformas laborales que ya se empezaban a implementar para que España pudiese integrarse en el euro [2]. Por tanto, la devaluación de las condiciones laborales comenzó con anterioridad a la devaluación real de las condiciones de vida del proletariado.
En esta época los grandes ciclos de movilización —exceptuando de nuevo el caso de Euskal Herria que tenía su propio ciclo de movilización— corresponden a las grandes manifestaciones celebradas con motivo del rechazo a la guerra de Irak y las marchas de condena y pidiendo aclaración de lo ocurrido en los atentados yihadistas del 11-M en Madrid. En lo restante, la mayoría de reivindicaciones sociales se centraron en la extensión de los derechos civiles de ciertas capas sociales durante el primer periodo del Gobierno de Zapatero. En este tiempo se consiguieron ciertos cambios en el ordenamiento jurídico, como la aprobación del matrimonio homosexual o la ley de memoria histórica.
2. La década de la crisis (2008-2019):
La crisis que a nivel internacional tuvo su explosión en el mundo financiero estadounidense, en el Estado español tomó primero forma de estallido de la burbuja inmobiliaria y después forma de crisis de la deuda. Debido a que las entidades financieras que estuvieron involucradas en la vorágine crediticia de la burbuja tuvieron que ser rescatadas por el Estado.
Aquí llega el final de la ensoñación de las clases medias españolas. De alguna manera, esta crisis rompe la tendencia aspiracional tan típica de las clases medias que atribuye la capacidad de ascender siempre a los hijos de dichas clases mediante la formación académica. Sin embargo, en esta primera década de la crisis, la ruptura política de estas clases medias aún no se resolvió como ruptura total con el modo capitalista español. Ni mucho menos, ya que la principal consigna política de este ciclo fue el querer volver a la época anterior a la crisis, a la ensoñación anterior.
Este anhelo tomó forma en el ciclo de protestas del 15-M, donde el estrato social dominante pertenecía a los descendientes de esas autopercibidas clases medias que veían como el ascensor aspiracionista quedaba cerrado ante ellos. Sin embargo, conocían el mundo en el que sus padres, o incluso otros familiares y amigos cercanos, pudieron acceder a la compra de una vivienda en propiedad, un coche y un ocio continuo. Para este estrato social, la decadencia de las clases medias era una referencia cultural e ideológica. Eran jóvenes nacidos durante la última parte de la década de los 80 y prima mitad de los 90, cuyos primeros años en el mundo laboral coincidieron con el estallido de la crisis capitalista de 2008.
Esto se plasmó en las protestas que exigían volver a una «democracia real» y participativa que se imaginaba en el subconsciente como la época del esplendor del estado de bienestar. El ciclo de protestas iniciado en el 2011 con la ocupación de las plazas fue radicalizándose, incluso tomando distintas formas más interesantes, como la creación de diversas asambleas de vivienda auspiciadas por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que ejercían como mecanismo de autodefensa ante los desahucios que sufría mayormente la población más proletarizada.
Todo este ciclo fue, sin embargo, muy fácil de canalizar y neutralizar institucionalmente. Solo hizo falta que un nuevo partido político, denominado Podemos, abriese la posibilidad de representar parlamentariamente los anhelos de las clases medias en proletarización para que el ciclo de protesta bajase de intensidad. Sin embargo, realizando un análisis interesante, que aquí no podemos profundizar, la forma política nacional-populista que impulsó Podemos encontró su propio límite en la hipótesis que le dio nacimiento: nació de la crisis capitalista y, en su contexto, la propia crisis mostró los límites de las reformas económicas socialdemócratas [3].
Cabe reseñar que durante estos años también se produjo el llamado procés independentista catalán y el mayor periodo de institucionalización de la nueva Izquierda Abertzale de la mano de EH Bildu. Es por eso, que el ciclo de protesta en Euskal Herria fue ampliamente menos disruptivo que en el Estado español. Ya que se llegaba de un fin de ciclo. Y, en Cataluña, donde el 15-M se hizo su lugar, podemos trasladar, sin entrar en más detalles que serían necesarios, que el anhelo de volver al pasado estado de bienestar fue proyectado al proyecto de República Catalana independiente. Un proceso, sin embargo, que siempre mostró cotas de ser guiado por los representantes políticos de la pequeña y mediana burguesía catalana y que, en los momentos de llegar a la ruptura con el Estado, se dejó en manos de las élites políticas.
3. Profundización en la crisis y pandemia (2019-2021):
Este breve recorrido histórico efectuado nos ha servido para llegar al momento político actual. Un presente en el que la crisis capitalista que, lejos de mostrar signos de recuperación, ya mostraba signos de profundización, ha sido tremendamente agudizada por la irrupción de la pandemia de la COVID-19. Basten unos simples datos del último año de pandemia para darnos cuenta de la devaluación social que vivimos:
• Según datos de Eurostat, para el cierre del año 2020 un 20,7 % de la población española se encontraba en riesgo de pobreza.
• El dato aumenta considerablemente cuando nos referimos a los jóvenes menores de 25 años, de los cuales 48 % se encuentran en riesgo de pobreza. Mientras, la tasa de desempleo se mantiene constante en torno al 40 % de los jóvenes trabajadores.
• Según datos del mismo Eurostat, de todos los estados de la eurozona en el español fue en el que más cayó la renta media de los hogares durante el periodo de confinamiento de inicios de la pandemia. Cayendo la renta media a un porcentaje del 14 %.
Todos estos datos nos dejan una consecuencia especialmente acuciada en la psique colectiva de las nuevas generaciones proletarias: la gran mayoría de los jóvenes que nacieron a finales de los 90 o principios de los 2000 no han conocido en su edad madura y de politización más que los estragos de la crisis capitalista. Pero, es más, ya no tienen la referencia clara que tuvo su anterior generación de una vida solvente de clase media con empleo estable y posibilidad de temprana emancipación.
La gran mayoría de los jóvenes que nacieron a finales de los 90 o principios de los 2000 no han conocido en su edad madura y de politización más que los estragos de la crisis capitalista
Es más, muchos de estos jóvenes no se han politizado en el ciclo de protestas iniciado en el año 2011, ya que aún eran niños. Y en el momento de su politización actual, los partidos socialdemócratas que surgieron de la anterior ola de protestas del primer periodo de la crisis llegan a un fin de ciclo. Tal y como lo demuestra el desgaste electoral que sufre Podemos y la dimisión de su líder fundacional Pablo Iglesias. Lo mismo puede decirse de otros proyectos del mismo signo que, pese a que puedan tener variaciones electorales distintas, muestran un claro agotamiento de sus estrategias políticas institucionales.
A este contexto se le une la pérdida de derechos civiles y políticos recortados al albor de la pandemia. Donde toda sociabilidad al margen del consumo reglado es criminalizada y perseguida. Esto crea en las jóvenes capas proletarias una psique de ahogamiento y depresión que puede estallar en revueltas políticas espontaneas y de mayor intensidad a las acontecidas en el anterior ciclo de movilizaciones. Así ocurrió en las protestas por el encarcelamiento de Pablo Hasél. Su entorno político preparó una detención vistosa realizando un encierro en la universidad para que el estado mostrase su cara más represiva y la intensidad de las protestas fuese mayor. Y así fue, las protestas necesitaban un detonador que fue Hasél, pero el terreno ya estaba abonado de antes.
Las protestas necesitaban un detonador que fue Hasél, pero el terreno ya estaba abonado de antes
Es más, en las protestas por Hasél, se pudieron ver lo que puede ser una constante del próximo ciclo de movilización: la combinación de estratos de las capas más proletarias de la sociedad en connivencia con la presencia de segmentos de los sucesores de las clases medias en descomposición. Incluso, cabe reseñar la baja edad media de la mayoría de los asistentes y la nula militancia política de muchos de ellos. El de Hasél es un primer caso, solo falta esperar a ver cuál será la próxima chispa que encienda la mecha de la bomba que supone que durante una década entera la proletarización y devaluación de las condiciones de vida hayan sido constantes.
OPORTUNIDADES POLÍTICAS Y REPRESIÓN
En este contexto, se abre una vía muy interesante para el crecimiento cuantitativo y cualitativo de organizaciones políticas al margen de las dominantes socialdemócratas-populistas que hegemonizaron el ciclo político inicial de la crisis. Pero al mismo tiempo que decimos esto, hemos de alertar de las renovadas posibilidades de una derechización de la conciencia colectiva del proletariado a nivel general, y en particular de amplios espectros del proletariado juvenil.
Como menciona la analista política Nuria Alabao en un artículo sobre las condiciones materiales actuales de la juventud proletaria [4], hoy las condiciones de clase de los trabajadores están mucho más definidas por la propiedad —los activos financieros e inmobiliarios, el patrimonio familiar heredable— que por los salarios que se obtienen en la mayoría de empleos asalariados. Esto implica, según Alabao, que la familia, en tanto institución que acumula y transmite el patrimonio, se ha vuelto mucho más importante, también a la hora de determinar la posición social de los jóvenes trabajadores y sus formas y posibilidades de vida.
En un contexto donde a nivel general se puede decir que el precio de la fuerza de trabajo lleva pagándose por debajo de su precio de reproducción ya más de una década, el bienestar social depende en gran medida de cuánto poseen y cuánto están dispuestos a dar los padres a sus hijos y en qué momento. Es por lo que esta vuelta a la dependencia familiar niega la posibilidad de autonomía de los jóvenes, y sin autonomía también son dificultadas las posibilidades de que se inserten en círculos militantes durante su edad joven. Estas son las condiciones materiales para la vuelta a cierto conservadurismo.
Otro efecto que puede bloquear la politización de las capas proletarias juveniles en este nuevo ciclo político sería la sistematización de la represión. Aquí tenemos mucho que aprender de las tácticas empleadas durante las protestas por el encarcelamiento de Pablo Hasél. Ya que la policía empleo tácticas para que las protestas quedasen abortadas en un futuro por el miedo a la represión. Así, como ejemplo, tras los primeros disturbios en Barcelona y el resto de Cataluña, la Policía Nacional española empleó una táctica de amedrentamiento total en la protesta que se celebró en la Puerta del Sol madrileña.
Emplearon el conocido como método Kettling o encapsulamiento. El plan era claro, cercar todas las entradas a la céntrica Puerta del Sol y empezar a caldear el ambiente mediante humillantes cacheos a todas las personas que las fuerzas policiales pudiesen considerar manifestantes. Para luego encerrarlos en el lugar de la manifestación y cargar contra ellos impunemente ya que estos no tenían lugar ni salida de escape. Una paliza disciplinante en toda regla para frenar futuras movilizaciones [5]. Las siguientes protestas, pese a que fueron menos numerosas, contaron con una espectacular movilización de fuerza policial. Llegando a acumular hasta mil policías para una manifestación de quinientas personas.
A esto se le unieron las cargas indiscriminadas de Barcelona, donde una joven perdió el ojo por el uso de los proyectiles de foam por parte de los Mossos. También se vivieron redadas y detenciones preventivas en lugares como Iruñea o la propia Barcelona. Donde los Mossos desarticularon una supuesta organización anarquista que luego en instancias judiciales quedó en nada. En resumen, existe una juventud proletaria con mucha rabia acumulada, pero sin amplia experiencia militante ni proyecto político claro que articule las protestas. Así, esta es muy fácil de disuadir mediante la represión policial.
CONCLUSIONES POLÍTICAS
Para el espectro socialdemócrata-populista del Estado español, las protestas por Pablo Hasél podían ser solucionadas mediante una modificación del código penal respecto a los delitos de odio. De alguna manera, flexibilizando los límites legales de la libertad de expresión. Sin embargo, ahora que han pasado ya unos meses desde las protestas en favor de Hasél, sabemos que esto no fue sino un señuelo para intentar desmovilizar unas protestas que ya no controlan y ni siquiera podían entender. Ya que, desde aquel momento, Unidas Podemos, como miembro subsidiario del gobierno de coalición español, ya no ha vuelto a mencionar nunca más dicha reforma del código penal.
Ni la mencionará, ya que al igual que la llamada Ley Mordaza, el Estado va a necesitar de todos sus instrumentos represivos para el futuro más inmediato que se avecina. El FMI ha sido claro [6], se avecina una oleada de protestas que se pueden caracterizar por su forma insurreccional y espontanea. Estallan cuando nadie se lo espera y cualquier acontecimiento puede prender la mecha. Ante esto, el estado burgués ya ha comenzado a blindarse, ya que tanto el Gobierno central y el autonómico vasco han aumentado las partidas presupuestarias para la ampliación y mejoramiento de las fuerzas policiales.
El estado burgués ya ha comenzado a blindarse, ya que tanto el Gobierno central y el autonómico vasco han aumentado las partidas presupuestarias para la ampliación y mejoramiento de las fuerzas policiales
Por lo tanto, existen oportunidades para la politización de amplias capas del proletariado tanto juvenil como adulto. Sin embargo, al encontrarnos con capas poblacionales sin experiencia militante política previa, el estado burgués sabe de la disuasión que puede ejercer mediante el uso calculado de la represión y el recorte de libertades políticas. Por eso, el autodenominado «gobierno más progresista» no ha dado ningún paso para eliminar la ley mordaza, ni siquiera Podemos casi la menciona ya.
El autodenominado «gobierno más progresista» no ha dado ningún paso para eliminar la ley mordaza, ni siquiera Podemos casi la menciona ya
En este maremágnum de condiciones objetivas aceleradas, las organizaciones comunistas deben extender sus lazos de autodefensa y politización. Ejercer de alguna manera de campo protector para aquellas personas cuya indignación y rabia puede ser articulada políticamente. Demostrar que lejos del espontaneísmo estéril, la potencia de la organización aumenta las posibilidades de conseguir victorias políticas a corto y largo plazo. Existe un nuevo ciclo de movilización político en potencia, pero no puede saberse si llegará a realizarse. Sin embargo, es ya una oportunidad en juego.
NOTAS
1. Para entender la construcción del capitalismo español homologado a la UE se recomienda la lectura del ensayo de Emmanuel Rodríguez (2015): Por qué fracasó la democracia en España. La Transición y el Régimen del 78, Madrid, Traficantes de Sueños.
2. Para profundizar en la estrategia seguida por los grandes sindicatos UGT y CCOO se recomienda la lectura del artículo de Germán Setién Escamendi (2021): Mutación del corporativismo y surgimiento de narrativas populistas. Estudio comparado de los procesos de protesta en Portugal y España en los inicios de la ‘Gran Recesión’, Política y Sociedad, 58(1), pp. 1-16.
3. Merece la pena leer en modo crítico las memorias del exministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis (2017) para entender los límites de la política económica socialdemócrata en un contexto de crisis capitalista: Comportarse como adultos: Mi batalla contra el establishment europeo, Barcelona, Deusto Ediciones.
4. Artículo disponible de Nuria Alabao (2021): «Financiarización, mercado de la vivienda y el retorno a la familia», CTXT, 3 de mayo.
5. Se recomienda al respecto la lectura del Trabajo de Fin de Máster del que fue Comisario de los Mossos de Escuadra, Davis Piqué, titulado Síndrome de Sherwood, en la que se analizan desde la óptica policial distintas tácticas para frenar y reprimir las protestas callejeras.
6. Un resumen del informe más extenso del FMI sobre la oleada de protestas posterior a la pandemia de la COVID-19: La larga sombra de la COVID-19: Repercusiones sociales de las pandemias.
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