Vacío que se traslada a la estrategia política de totalidad, en la que la cárcel no encuentra un lugar consensuado. Perpetuación de la cárcel, reforma de la misma o su total abolición son planteamientos inquebrantables de diferentes tradiciones políticas, que lejos de encajar en una concreción estratégica forman parte de una lejana literatura utópica, en desconexión total con las condiciones objetivas e históricas de la sociedad capitalista, frecuentemente reducidas a deberes morales más que a objetivos políticos racionales.
Incluso allí donde la cárcel ha adquirido una realidad material imponente, por lo general, esta ha sido abordada, en lo que concierne a los movimientos políticos de izquierda, siempre en estrecha unidad con su lucha y la coyuntura táctica en la que esta se desplegaba. No creemos que esto sea inconveniente alguno, ni siquiera que ello justifique una estrechez de miras con respecto al tema que abordamos; al contrario, no concebimos otra manera de hacer frente a la problemática de la cárcel, ni a ninguna otra problemática social, que no sea partiendo de una subjetividad política, de una estrategia y de una posición de clase frente a la realidad social. Ahora bien, si bien esa unidad al interior del sujeto no es válida para explicar las carencias de una óptica, en cambio sí que es imprescindible para resolver que una insuficiencia real parte de una carencia del sujeto.
Evitemos los malentendidos: un sujeto solo es tal en tanto que niega a otros esa cualidad. O: el sujeto solo se constituye en la medida en que excluye a otros de esa posibilidad. Así pues, el sujeto nunca es un todo al interior, y siempre tiene una exterioridad. Es por ello que una posición frente a la cárcel, como frente a todo lo demás, exige imponer límites políticos, entre el adentro y el afuera de la estrategia. Ese es el caso cuando se delimita la línea que diferencia al preso político del preso común o social. Los primeros se caracterizan por ser parte de una estrategia política, mientras que los segundos suelen ser reducidos a mero resultado de la contradicción social. Conciencia frente a espontaneidad es otra manera habitual de caracterizar, en la que la segunda siempre pierde y nunca merece ser analizada.
En cierta manera hemos tenido como objetivo, mediante el tratamiento de la temática de la cárcel, disolver esa división o, más justamente, constituirla a otro nivel. Primero, porque ya no se trata de una estrategia que ofrezca una exclusión que no esté delimitada por la clase social, la cual genera una visión particular respecto a la cárcel a nivel táctico, como respuesta al aparato represivo del estado capitalista. Y segundo, porque mediante la disolución de la línea buscamos la inclusión de grandes capas del proletariado a la lucha política por la emancipación social. No todas, en cambio. Así como la cárcel es un centro de exterminio para el proletariado, también hay en ella colaboradores obsoletos del enemigo de clase.
De esta manera, establecemos un punto de partida en el que la lectura política de la cárcel no queda supeditada al hecho directo de organizarse políticamente, sino que esta existe también como anulación de esa posibilidad. Se trata de establecer el nexo entre emancipación social de clase -y emancipación de la humanidad-, la condición objetiva de existencia de la clase proletaria y la estrategia política a desarrollar.
No se trata de igualar al preso político y al social, ni siquiera de quitarle valor a la militancia y al compromiso político. Tampoco de relegar a un segundo plano al proletariado encarcelado. Se trata, muy al contrario, de delimitar lo político desde la posición del proletariado, para evitar todo tipo de arbitrariedad a la hora de definir un preso político. Esto nos permite, asimismo, forjar un punto de vista de clase frente a la cárcel, que no se agota en un punto de vista limitado y temporal sobre lo político -y en una solución delimitada a esa expresión política, cuyo final implica la anulación de la problemática de la cárcel-, sino que va más allá, hasta abolir la cárcel capitalista junto al sistema capitalista que le da forma.
Es por eso que es de vital importancia la redefinición de la cárcel y de su función política, como órgano institucional del dominio de clase sobre el conjunto del proletariado, y no solo como mecanismo de respuesta a una estrategia política más o menos acertada. Nos preguntamos: ¿Cuál es la estrategia que puede llevar una lectura política de clase hasta sus últimos fundamentos? ¿Cuál es la función que cumple la cárcel capitalista?
Es de vital importancia la redefinición de la cárcel y de su función política, como órgano institucional del dominio de clase sobre el conjunto del proletariado, y no solo como mecanismo de respuesta a una estrategia política más o menos acertada
A la primera pregunta la respuesta es evidente: solo una estrategia proletaria de construcción del socialismo confronta hasta el final al poder institucionalizado de la burguesía. En su ausencia, desaparecen tanto el preso político como la posición política frente a la cárcel, surgidas al calor de un desarrollo táctico-coyuntural ya agotado. Así pues, lo político, como lo inherente a la lucha de clases del proletariado, exige de la renovación constante de la lucha de clases y de la estrategia socialista. En el momento en que eso no se da, la cualidad de lo político se desvanece, y el preso queda asimilado a la normalidad capitalista. Es por ello que la extensión del sujeto a los límites de la lucha de clases permite una posición de la clase proletaria frente a la cárcel que no es contradictoria con la posición frente a la sociedad capitalista.
En cuanto a la segunda pregunta, es un lugar común de la sociedad capitalista identificar a la cárcel como herramienta para la reinserción social, al tiempo que se reconoce la imposibilidad de realizar tal tarea. La imposibilidad es tal porque en realidad no hay nada que reinsertar: el preso nunca ha estado fuera de esta sociedad. Quien lucha por unos objetivos políticos lucha en esta sociedad. Quien infringe las leyes de la propiedad privada capitalista, es parte de la sociedad y solo porque es parte de la misma, producto de la contradicción social, puede infringir su ley. Pero es que incluso el que ejerce una función del enemigo de clase, como el violador, no puede ser directamente expulsado de la sociedad capitalista, como frecuentemente ocurre –“es inhumano, un animal…”- con el fin de salvaguardar las relaciones sociales capitalistas, limpiarse las manos y evadir responsabilidades políticas colectivas para con el engendro social que nos domina. La contradicción en el seno de la sociedad no es exterior, sino que la hace a ella misma; y su resolución solo puede darse como práctica revolucionaria por la transformación social.
La cárcel es el catalizador social del sistema capitalista, donde se contrabalancean los desequilibrios inherentes a la contradicción sistémica, cuyo máximo exponente es el proletariado. Es, en definitiva, una herramienta de clase que tiene como objetivo impedir la transformación social mencionada, perpetuando un sistema de dominación que reproduce necesariamente a la cárcel junto con todos los delitos tipificados, que son, en su mayoría, delitos históricos y característicos de una sociedad divida en clases y sostenida sobre la explotación del trabajo ajeno.
No es menos histórica y clasista la forma del castigo y la privación de libertad, que está estrechamente relacionada con el concepto de libertad capitalista, del individuo libre interconectado socialmente por la mediación y bajo el mandato de la circulación mercantil capitalista. ¿Qué otra opción de ordenamiento social le queda a una forma social anárquica si no es la desconexión física parcial del individuo para con su dinámica productora de individuos libres y desposeídos? Ese es a lo sumo el compromiso del individuo para con la sociedad, y así es la única vía que encuentra la sociedad capitalista para hacerle pagar por su desobediencia.
Que sean las siguientes páginas un elemento para profundizar en nuestro compromiso para con los presos y para con el conjunto de la sociedad.
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