FOTOGRAFÍA / Hasier Larrea
Jose Castillo
@josecast23
2023/02/02

Sin duda, hablar de la Corporación Cooperativa Mondragón es hablar de uno de los modelos industriales con más arraigo y trayectoria durante la etapa industrializadora vasca y que, a día de hoy, ha dado el salto al capitalismo de las finanzas y del conocimiento. Si bien, su principal particularidad reside en la apuesta por lo que quería ser un modelo de «capitalismo democrático», basado en la democracia interna de los trabajadores sobre cierto control de los procesos productivos y las ganancias empresariales.

Sin embargo, este modelo se basó siempre en el desarrollo desigual auspiciado por las relaciones sociales capitalistas a nivel global, que hacen a Euskal Herria y a la cuenca del río Deba en particular un polo de acumulación de capital privilegiado, pero que basa su preponderancia en la mayor explotación de otras regiones periféricas globales. Asimismo, el ejemplo cooperativista vasco encuentra  su límite en la propia competencia entre los distintos capitales, reduciéndose la participación de los socios cooperativistas en las ganancias y socializando las perdidas en épocas de crisis, tal y como demostró la quiebra de Fagor en el año 2013.

La apuesta por el cooperativismo encuentra sus raíces en el pensamiento de los socialistas utópicos del siglo XIX, queriendo instaurar ciertas unidades productivas y de consumo basadas en la democracia interna entre trabajadores y capitalistas, así el modelo de falansterios del socialista utópico Charles Fourier es un modelo clásico del proyecto cooperativista. Pero el modelo pronto sería cooptado por otros proyectos que no buscaban crear una especie de «islas dentro del sistema», sino que entendiendo que la producción capitalista necesitaba de cierta cooperación de sus propios trabajadores, intentaban abrir vías a la participación en la gestión de empresa a los empleados para así ganar en competitividad. 

Este proyecto con visos igualitarios ha generado múltiples experiencias a lo largo y ancho del planeta, incluso la extinta República Federativa Socialista de Yugoslavia basaba su modelo económico en un modelo cooperativo, en clara oposición al modelo de propiedad estatal de la URSS. Sin embargo, nos resulta interesante analizar la experiencia cooperativista de Mondragón, no solo por ser unos de los pilares que consolidaron la creación y mantenimiento de una clase media vasca durante el desarrollo industrial de Euskal Herria, sino porque para el proyecto nacionalista vasco de clases medias, representado en su ala conservadora por el PNV y en la progresista por EH Bildu, el modelo cooperativo de Mondragón representa una especie de esencia industrial vasca. Un proyecto que demuestra que los vascos tenemos en nuestro ADN otra manera de hacer empresa basada en visiones solidarias y el llamado «auzolan».

Resulta interesante analizar la experiencia cooperativista de Mondragón, no solo por ser unos de los pilares que consolidaron la creación y mantenimiento de una clase media vasca durante el desarrollo industrial de Euskal Herria, sino porque para el proyecto nacionalista vasco de clases medias, representado en su ala conservadora por el PNV y en la progresista por EH Bildu, el modelo cooperativo de Mondragón representa una especie de esencia industrial vasca

El objetivo de este texto es efectuar un recorrido crítico de la historia de la Corporación Mondragón para entenderla en su contexto geoeconómico concreto y a qué desarrollo de acumulación capitalista pertenece, para así desmentir las visiones nacionalistas basadas en una visión apologética de los «socialmente comprometidos» capitalistas vascos. En resumen, la experiencia cooperativista de Mondragón basa su éxito, entendido este en cierta participación de los trabajadores en los procesos productivos y cierta elevación salarial, en la ubicación de centro-imperialista que corresponde a Euskal Herria y en los mecanismos que la Corporación tiene para eliminar ciertos procesos propiamente cooperativistas en épocas de crisis capitalista. 

LOS LÍMITES DEL COOPERATIVISMO

Antes de entrar en el caso expreso de las cooperativas del Grupo Mondragón, se debe realizar un breve repaso teórico desde la óptica de la crítica de la economía política a los procesos de competencia y de desarrollo geográfico desigual para entender la condición de posibilidad y límites de las experiencias cooperativistas. 

Se ha discutido mucho en las distintas escuelas de la geografía política crítica y marxista sobre los conceptos de centro y periferia, incluso dentro de la escuela de los sistemas-mundo, inaugurada por Wallerstein, han existido múltiples definiciones respecto a estos conceptos. En este trabajo de investigación no se usarán dichos conceptos como si fueran meros marcos geográficos o económicos estables. El uso de los términos centro y periferia se referirá a procesos complejos y no a zonas, regiones o estados. Un estado, zona o región se convierte en central o periférica porque en ella predominan los procesos y relaciones de centro o periferia, no por un puro determinismo geográfico.

El espacio por sí mismo no puede tener un carácter de centro o de periferia. El análisis de la economía-mundo capitalista de Wallerstein [1] se caracterizaba por la división del trabajo en procesos productivos centrales y procesos productivos periféricos, lo que generaba un desarrollo económico asimétrico a favor de los países involucrados en los procesos de centro. Esto significa que la distinción que hace la teoría de los sistemas-mundo es sobre los procesos de producción y no de los estados, es decir, lo que es central o periférico es el proceso productivo. En este sentido, el carácter central o periférico está relacionado con el grado de centralización del proceso productivo en ciertos estados, por lo que el estado o la región dentro de ese estado que acaparasen una mayor proporción de procesos productivos centrales se verán beneficiados. Todo basándose en que la mayor presencia de procesos productivos complejos repercutiría en unos mayores ingresos de dicho estado vía exportaciones y un poder mayor de financiación.

Siguiendo las tesis del geógrafo marxista David Harvey [2], la ventaja en la localización debería ser considerada, al igual que la innovación tecnológica, como una fuente de valor de plusvalía relativa. Los capitalistas individuales son perpetuamente empujados a buscar las ubicaciones más ventajosas, igual que los capitalistas actuando en su forma de cooperativa. Ya que las cooperativas no pueden desligarse del marco del mercado mundial capitalista, las cooperativas basan su modelo de distribución más democrático en la ubicación geográfica central en la escala del capitalismo mundial. Una cooperativa no funcionará de la misma manera en Euskal Herria que en Uganda, ya que en la primera ubicación existen las condiciones sistémicas para que cierto proceso de acumulación capitalista (mano de obra cualificada, apuesta institucional por el desarrollo industrial, integración en un mercado supranacional como el europeo etc.) sea triunfante, en su modelo cooperativo o de capitalismo puramente privado. 

Una cooperativa no funcionará de la misma manera en Euskal Herria que en Uganda, ya que en la primera ubicación existen las condiciones sistémicas para que cierto proceso de acumulación capitalista (mano de obra cualificada, apuesta institucional por el desarrollo industrial, integración en un mercado supranacional como el europeo etc.) sea triunfante, en su modelo cooperativo o de capitalismo puramente privado

En segundo lugar, el modelo cooperativo encuentra sus límites en la propia dinámica del sistema capitalista y en las condiciones de su mercado, regulado nacional e internacionalmente. Por ejemplo, como veremos más adelante, las cooperativas de Mondragón, y en especial el Grupo Fagor, crecieron bajo el amparo de la regulación económica del régimen franquista, que regulaba el crédito y las concesiones empresariales hacia sus proyectos. Actualmente, la generalización de las cadenas de valor y mercantiles capitalistas a nivel global dejan cada vez menos espacio a las experimentaciones de la gestión autónoma al margen del sistema, cosa, por otra parte, que Mondragón nunca tuvo entre sus objetivos.

Pero es que el margen no es estrecho solamente para las cooperativas con objetivos de autogestión obrera real, es que el propio modelo de coopitalismo propuesto por Mondragón sucumbe ante la mayor internacionalización e interconexión de las crisis capitalistas, como pasó con Fagor tras el estallido de la crisis financiera del 2008. Por tanto, incluso las cooperativas que claman por el control democrático y redistribución de la riqueza producida se ven en la obligación de llevar a cabo prácticas tales como la externalización de procesos productivos a empresas con empleados peor pagados y que no son socios cooperativos o la deslocalización directa hacia regiones de menor coste de la mano de obra. En definitiva, se impone por férrea necesidad lo que el autor marxista francés Daniel Bensaïd [3] denominaba como realismo gestionario, el deber terminar gestionando igual que las demás empresas capitalistas para mantener la rentabilidad. 

El propio modelo de coopitalismo propuesto por Mondragón sucumbe ante la mayor internacionalización e interconexión de las crisis capitalistas, como pasó con Fagor tras el estallido de la crisis financiera del 2008

MONDRAGÓN: DEL FRANQUISMO A LA INTERNACIONALIZACIÓN

Los inicios de la experiencia cooperativa de Mondragón se sitúan a mediados de la década de 1950, en el final de la época autárquica franquista. El proyecto Mondragón se inició en el año 1955 en Gasteiz, cuando cinco jóvenes trabajadores compraron un pequeño taller de construcción de aparatos domésticos, empezando a producir cocinas y maquinaria electrodoméstica. La empresa se denominó ULGOR, embrión de Fagor, y en el año 1956 se instaló ya en la propia Mondragón. Estos jóvenes eran trabajadores de la empresa Unión Cerrajera y habían recibido las enseñanzas morales y sociales del clérigo Jose Mari Arizmendiarrieta.

La autarquía económica en la que vivía el Estado español fue un factor determinante del rápido crecimiento logrado por las cooperativas, favorecidas por las condiciones económicas internas, caracterizadas por un mercado cerrado al exterior, el cual absorbía todo lo que la maquinaria productiva pudiera ofertar. Estas ventas al mercado interno español estaban favorecidas por la política industrial del régimen franquista, que apostaba claramente por las provincias vascas como motor de la reindustrialización de postguerra. Además, el mismo régimen no vio un riesgo político en el proyecto cooperativo propuesto por Arizmendiarrieta. 

En este sentido, el propio fundador del pensamiento cooperativo de Mondragón dejó claro que su proyecto poco o nada tenía que ver con el socialismo o con un vuelco total de las relaciones de producción capitalistas. Arizmendiarrieta asumía la mayor eficiencia organizacional y social del capitalismo, por lo tanto, en sus palabras, el cooperativismo debía «asumir sus métodos y resortes con la limitación de ciertos valores humanos» [4]. Así, podemos asemejar el pensamiento de Arizmendiarrieta al de la democracia cristiana clásica, y por eso mismo el régimen no vio ningún riesgo de carácter socialista u obrerista en el proyecto cooperativo de Mondragón. Así lo admitía el que fuese uno de los directores históricos del Grupo Fagor, Javier Salaberria, en una entrevista: «El Estado franquista también nos ayudó, porque nos permitió emprender la acumulación primitiva de capital, copiar la tecnología de otros y luego innovar»[5].

El grupo cooperativo tuvo un impresionante crecimiento a la par que la economía española se liberalizaba a partir de la elaboración del Plan de Estabilización Económica (1959-1961) impulsado por los miembros del Opus Dei incorporados al Gobierno en sustitución de miembros falangistas. El primer empujón fue el del mercado interno, pero para cuando la economía española comenzó su liberalización, las cooperativas de Mondragón centradas en la máquina-herramienta y aparatos de cocina ya tenían una posición privilegiada, y para 1970 ya existían 41 cooperativas con más de 8.000 trabajadores. Para ese mismo año, el conjunto de las empresas cooperativas alcanzó un nivel de ventas de 7.059 millones de pesetas, de las cuales algo más del 11 % correspondía a exportaciones. 

En paralelo, el cooperativismo pronto dio el salto a las finanzas como resorte que impulsará la acumulación de capital e inversión de las que dependía el modelo cooperativo de la cuenca del Alto Deba. La entidad financiera Laboral Kutxa y la entidad de previsión social Lagun Aro se fundaron en 1959, y para 1970, los recursos intermediados por Caja Laboral ascendían a 3.204 millones de pesetas y el fondo patrimonial de Lagun Aro reunía otros 147 millones.

Durante todo el desarrollo de las cooperativas de Mondragón, el modelo fue el de mantener ciertas asambleas y gran parte de los trabajadores con derecho a voto, pero con direcciones fuertes y semiautónomas de las asambleas de trabajadores. Pero en cuanto la crisis de la década de los ochenta golpeó la industria de Mondragón, el modelo de cooperativas se centralizó todavía más, acercándose más al de una empresa al uso. En Mondragón desde el principio dominaron las típicas relaciones de carácter autoritario-paternalista, donde imperaban las lógicas tayloristas y los modos de producción fordistas.

El gran avance social que supuso Mondragón fue la relativamente equitativa redistribución salarial y el rango de salarios altos que contribuyó a la formación de una clase media industrial vasca. Pero con el tiempo, el rango salarial que existía entre trabajadores y directivos fue también aumentándose. Si en el comienzo de la experiencia cooperativa la diferencia salarial entre trabajadores y directivos no podía ser superior a una escala de 1 a 3, actualmente la diferencia es de 1 a 12,5. Esa brecha salarial es ya pareja a la de muchas empresas capitalistas, donde los beneficios de los directivos multiplican por más de diez los salarios medios de los trabajadores. 

En la actualidad, la Corporación Mondragón es ya el primer grupo empresarial de la Comunidad Autónoma Vasca, suponiendo un 12 % de su PIB, y el décimo grupo por peso económico del Estado español. La Corporación Mondragón está formada actualmente por más de 240 empresas, de las que realmente 83 son las que funcionan como cooperativas, y a finales de 2020 contaba con un total de 79.931 trabajadores y trabajadoras, de los que los socios cooperativos son en torno al 50 % Pese a que la corporación aún tiene su rama más importante en la industria, está de lleno involucrada en el mundo de las finanzas, vía Caja Laboral; en el de la distribución, vía Eroski; y en el de la educación mediante su propia universidad privada de Mondragón. Esta última es la universidad privada que, en proporción, más financiación pública recibe de todo el Estado español. 

La Corporación Mondragón está formada actualmente por más de 240 empresas, de las que realmente 83 son las que funcionan como cooperativas, y a finales de 2020 contaba con un total de 79.931 trabajadores y trabajadoras, de los que los socios cooperativos son en torno al 50 %

COOPERATIVISMO EN CASA, EXPLOTACIÓN FUERA

En la actualidad, un tercio de las ventas de la Corporación Mondragón se producen en el exterior, donde esta emplea a más de 10.304 personas en 80 centros repartidos por todo el mundo. La mayoría de plantas con las que cuenta Mondragón en el extranjero son subsidiarias y filiales de los procesos industriales locales, lo que ha hecho alargar su cadena mercantil de valor, una realidad típica del capitalismo actual. 

La mayoría de plantas con las que cuenta Mondragón en el extranjero son subsidiarias y filiales de los procesos industriales locales, lo que ha hecho alargar su cadena mercantil de valor, una realidad típica del capitalismo actual

La actual política de internacionalización de la Corporación Mondragón, que fue establecida en el plan estratégico de los años 2004-2008 bajo la dirigencia de Jesús Catania, se basa en trasladar la producción de productos de menor valor añadido a terceros países de menores costos de trabajo, en una política de deslocalización vía implantaciones fabriles y compra de materias primas y productos semiacabados. Las zonas clave elegidas por la Corporación para incrementar su presencia productiva en el exterior han sido fundamentalmente China, aunque también el Este de Europa, incluida Rusia, México, Brasil e India. Por ejemplo, antes de su quiebra, Fagor producía todas sus ollas a presión en China, país en el que en la actualidad la Corporación Mondragón tiene 20 plantas. 

Recordemos, que los trabajadores de las filiales en el extranjero no participan en el capital, el reparto de beneficios, la elección de los órganos de gobierno, ni en la gestión general de la empresa, como sí hacen los socios cooperativistas de la matriz en tierras vascas. Por eso diversos autores hablan del proceso de internacionalización de la Corporación Mondragón como la creación de una estructura «coopitalista», basada en un núcleo donde los valores cooperativos persisten para cierta capa de los trabajadores (matriz) y una periferia puramente capitalista (filiales) [6].

El modelo de empresa transnacional al uso queda patente en la vulneración de derechos sindicales y laborales ejercido por la Corporación en sus filiales extranjeras. El caso más paradigmático es el de la planta de Fagor Mastercook en la localidad polaca de Breslavia, donde en el verano de 2008, cinco años antes de la quiebra de la propia Fagor, la filial cooperativa mantenía a más de 2.000 trabajadores cobrando muy por debajo de la media salarial polaca y con intensas jornadas laborales. Esta situación desembocó en una huelga indefinida por parte de los trabajadores, que fue saldada con represión sindical y diversos despidos.

Ante la huelga, la dirección del centro amenazó con deslocalizar su planta a Ucrania, si los trabajadores no se atenían a las condiciones laborales que Fagor exigía, que se encontraban muy lejos de las condiciones que daría a sus socios cooperativistas en tierras vascas. Las multinacionales, como hizo Fagor, operan en Polonia en las «zonas económicas especiales», donde gozan de ayudas públicas, exenciones fiscales y alivios impositivos de miles de euros. Pero estas ventajas no les impiden maximizar sus ganancias mediante una mayor explotación del trabajo y una violación brutal de los derechos laborales y sindicales. Finalmente, y tras la quiebra de Fagor, la Corporación sacó su planta polaca a subasta en el año 2014 por un valor de más de 60 millones de euros. La deslocalización y explotación no impidieron la quiebra; es el capitalismo (en crisis) amigos y amigas. 

FAGOR, O LA QUIEBRA DEL MODELO COOPERATIVO

Si bien Fagor mostró una actitud muy alejada de los supuestos valores cooperativistas en sus filiales extranjeras, no fue muy distinto el papel que jugó la dirección tras quiebra del fabricante de electrodomésticos cuando la crisis la llevó al concurso de acreedores. Entonces, sus hasta entonces socios cooperativos asumieron una socialización de las pérdidas y Fagor se hizo con una ingente cantidad de dinero público, cosa que no evitó su quiebra. 

El principal problema de Fagor fue justamente el que pretendía ser su solución, la apuesta por la internacionalización de los costes. La apuesta por el dimensionamiento generó una serie de contrapartidas, ya que las exigencias de capital, dadas las fuertes inversiones que exigía esta estrategia, empezaban a chocar con las limitaciones de Fagor para la captación de capitales externos y con los problemas de la cooperativa para generar suficientes reservas. Así, antes incluso de la crisis del 2008, empezaba a ser evidente que no era rentable producir algunas secciones, como lavavajillas, lavadoras y frigoríficos en las plantas vascas. 

La expansión de Fagor de finales de los noventa se llevará a cabo, por tanto, sin bases financieras sólidas y, sobre todo, mediante el recurso de la deuda crediticia, lo que marcaría su sentencia tras la crisis del 2008, ya que el crédito se encareció de manera generalizada y todo el sobredimensionamiento de Fagor no era compensado por sus condiciones de menores costes laborales en sus filiales extranjeras. Además, las ansias de grandeza de los propios directivos cooperativos terminaron por hundir una de las firmas industriales clave sobre la que se sostenía el modelo laboral vasco de clases medias, con la compra en el año 2004 por 162,5 millones de euros de la empresa de electrodomésticos francesa Brandt, una firma de peso similar a la propia Fagor a la hora de su compra, lo que aumentó todavía más la deuda y la necesidad de crédito. 

Finalmente, tras amasar varios cursos seguidos de perdidas insalvables y tras recibir de manera irregular una ayuda de 40 millones de euros de dinero público por parte del Gobierno Vasco, la crisis se saldó con la liquidación temporánea de Fagor y su salida a concurso de acreedores en octubre de 2013. El impacto social de la quiebra de esta cooperativa fue uno de los mayores vividos durante la crisis del euro en Euskal Herria, sin comparación con cualquier otro precedente: la liquidación de la cooperativa con 1.865 socios/as; la pérdida del capital social y demás ahorro invertido por parte de los/as socios/as en forma de aportaciones voluntarias o en forma de préstamos de socios inactivos; la desaparición del ahorro de pequeños inversores ajenos a la cooperativa; y la destrucción del empleo directo e indirecto en la comarca del Deba son, entre otras, las consecuencias más directas ocasionadas por la crisis de esta cooperativa [7].

Otra crisis en el modelo cooperativo de Mondragón se vivió en el 2020, cuando Araluce, cooperativa perteneciente al grupo Batz con sede en Igorre, que se dedicaba a la fabricación de troqueles para la estampación de piezas metálicas para el sector del automóvil, entró en concurso de acreedores a finales de 2019. El tema se saldó al igual que en el cierre de Fagor con despidos, 135 trabajadores en este caso, y socialización de las pérdidas que anteriormente se supone se gestionaban de una manera cooperativa. 

Finalmente, y ya una vez transcurrida la crisis de la pandemia, esta también ha tenido su correlato en la salida de dos de las más importantes firmas cooperativas del grupo Mondragón: Ulma y Orona. Mondragón pierde así el 15 % de las ventas del grupo, ya que entre las dos empresas salientes suman más de 1.700 millones de facturación, y un 13 % en puestos de trabajo. Pese a las llamadas a la calma por parte de la directiva de Mondragón, la verdad es que la salida de estas dos importantes firmas no supone únicamente un varapalo económico, sino que pone en cuestión el modelo de gestión de las crisis cooperativistas. Ya que los socios de Ulma y Orona votaron mayoritariamente por la salida de la Corporación Mondragón, no para dejar de ser cooperativas, sino que para dejar de aportar parte de sus ganancias al fondo común cooperativo de Mondragón. Es decir, se salen porque no quieren financiar mediante sus ganancias a las empresas menos competitivas del Grupo Mondragón. 

Los socios de Ulma y Orona votaron mayoritariamente por la salida de la Corporación Mondragón, no para dejar de ser cooperativas, sino que para dejar de aportar parte de sus ganancias al fondo común cooperativo de Mondragón. Es decir, se salen porque no quieren financiar mediante sus ganancias a las empresas menos competitivas del Grupo Mondragón

CONCLUSIONES

La nueva estrategia adoptada por la socialdemocracia vasca consiste en repetir que se ha abierto una nueva etapa de neokeynesianismo en Europa que permite otro tipo de políticas sociales por las administraciones públicas. El segundo argumento consiste en la necesidad de crear una red de políticas proteccionistas (aunque esto no lo digan abiertamente, es a lo que se refieren) que defiendan al capital autóctono vasco frente al gran capital financiero internacional. Ya que el capital vasco sería por su propia naturaleza, en su visión puramente nacionalista que elimina las contradicciones de clase, más solidario que el capital foráneo[8]. 

Sin duda, cuando se refieren a esa «otra forma de gestionar» de los capitalistas vascos se refieren principalmente al ejemplo cooperativo, o más bien coopitalista como hemos argumentado aquí, de la Corporación Mondragón. La pregunta a la que nos lleva el análisis sobre el gran grupo cooperativo vasco es la siguiente: ¿Cuáles son esos valores de la empresa vasca? ¿Los valores de externalizar costes a áreas geográficas de menos coste de trabajo para mantener la posición relativamente privilegiada de los trabajadores autóctonos? ¿Hasta cuándo los van a mantener? ¿Hasta que el modelo se vuelva insostenible y la única alternativa sea la socialización de pérdidas y ejecutar despidos masivos como en el caso Fagor?

La realidad es que las leyes sociales del capitalismo son tozudas y terminan imponiéndose por férrea necesidad. El paradigma Mondragón es el del intento relativamente exitoso de generar las condiciones para la emergencia de una clase media vasca basada en un modelo laboral industrial «más ético». Pero el modelo se basa en la privilegiada ubicación geoestratégica de Euskal Herria respecto a ciertos circuitos de capital y explotación de la periferia global. Finalmente, el propio modelo se vuelve insostenible cuando la crisis capitalista obliga a los directivos cooperativos a volver al realismo gestionario.

BIBLIOGRAFÍA

[1] Véase Wallerstein, I. (2005): Análisis del Sistema-Mundo. Una introducción, México, Siglo XXI.

[2] Véase Harvey, D. (2007): Espacios del capital. hacia una geografía crítica, Madrid, Akal. También sobre geografía económica y desarrollo desigual puede consultarse Smith, N. (2020): Desarrollo desigual. Naturaleza, capital y la producción espacial, Madrid, Traficantes de Sueños. 

[3] Véase Bensaïd, D. (2017): Estrategia y partido, Madrid, Sylone. Para una crítica más a fondo del concepto socialista de cooperativismo, véase Mandel, E. (2022): Autogestión, planificación y democracia socialista, Madrid, Sylone y Viento Sur. 

[4] Sobre el pensamiento de Arizmendiarrieta, véase Azurmendi, J. (1984): El hombre cooperativo: pensamiento de Arizmendiarrieta, Donostia, Caja Laboral Popular publicaciones. 

[5] Véase Sánchez Bajo, C. y Roelants, B. (2011): Capital and the Debt Trap. Learning from cooperatives in the global crisis, Londres, Palgrave Macmillan, p. 211.

[6] Véase Bretos, I. y Errasti, A. (2018): «La transmisión de los valores y prácticas organizacionales cooperativas en las filiales extranjeras: El caso de la cooperativa multinacional Fagor Ederlan», REVESCO. Revista de Estudios Cooperativos, Primer Cuatrimestre, Nº 127, pp. 45-69.

[7] Sobre la quiebra de Fagior véase Errrasti A. (2013): «Tensiones y oportunidades en las multinacionales coopitalistas de Mondragón: el caso de Fagor Electrodomésticos, sdad. coop», REVESCO. Revista de Estudios Cooperativos, 113, 30-60.

[8] Véase Otxandiano, P. (2022): «Actualizar el sistema operativo», Naiz, 4 de agosto del 2022.


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