FOTOGRAFÍA / Adam Kozinski
2023/09/01

El 10 de junio se presentó el Sindicato Socialista de Vivienda de Euskal Herria con el siguiente programa: 1) Abolición de los alquileres, las hipotecas y la deuda; 2) Fin de la especulación y el rentismo; 3) No a la vivienda social de miseria; 4) Expropiación de la vivienda de fondos buitre y bancos; 5) Contra el urbanismo capitalista y la segregación clasista del espacio; 6) Suspensión de todos los desahucios; 7) Supresión de los filtros racistas, burocráticos y económicos; 8) Vivienda segura; libre de agresores, caseros y policía; 9) No a la pérdida de calidad de la vivienda y la infravivienda; 10) Fin de los cortes de suministros; 11) Por un sistema de vivienda para el libre desarrollo personal; 12) Contra la impunidad de los propietarios; 13) Derecho a ocupar viviendas vacías; 14) No a la represión de la lucha por la vivienda.

En el programa se recogen los principios comunistas y los deberes relativos a la cuestión de la vivienda. Como todo programa, es una práctica de clarificación de principios ideológicos y de objetivos, que recoge las principales problemáticas bajo la forma de traducción política de la teoría comunista. En el programa –y en los programas– no se recoge, pues, en qué consisten los altibajos de la práctica revolucionaria, es decir, cuáles son los medios tácticos y las condiciones políticas necesarias para su ejecución. ¡Caramba! No se conoce ningún programa que lo recoja, ya que su objetivo no es, en absoluto, explicar cómo se lleva a cabo la expansión organizativa del comunismo, sino clarificar los principios políticos y lograr con ellos la unidad ideológica del proletariado, fundamental para conquistar la condición de sujeto y hacer posible una organización de clase centralizada.

En el programa se recogen los principios comunistas y los deberes relativos a la cuestión de la vivienda. Como todo programa, es una práctica de clarificación de principios ideológicos y de objetivos, que recoge las principales problemáticas bajo la forma de traducción política de la teoría comunista

Las reacciones, sin embargo, no fueron pocas, especialmente de parte de quienes desconocen en qué consiste la forma y el contenido de un programa –y la falta de conocimiento, como veremos, no es contingente, sino un mal endémico de una determinada estrategia política–. Especialmente destacable es la valoración que se hizo desde determinados sectores comunistas. Destacable, no porque sea nueva, sino porque, de nuevo, aplicaron la teoría, bajo la forma del dogma, como una receta memorizada, a la materialización social del programa del comunismo, es decir, a su traducción táctico-política, en este caso en la cuestión de la vivienda.

Las citadas valoraciones, sin embargo, no reconocen el menor espacio a la lucha por el comunismo. Y es que la misión de los comunistas no parece ser actuar en la realidad social, sino moverse en círculos en torno a ella o, mejor dicho, en torno a la teoría que la sintetiza. Al fin y al cabo, de facto hacen imposible el comunismo, porque no hay opción para el mismo si no se resuelve teóricamente.

Pero la resolución teórica, si no es el momento de la práctica comunista, ¿qué es sino el medio de hacerla imposible? O, dicho de otra manera: si la resolución teórica se anticipa absolutamente a la práctica, hasta el punto de que la propia resolución de la teoría elimina la posibilidad de la práctica –­al menos hasta que la teoría esté completamente completa; lo que es imposible, siempre y cuando la teoría sea el momento de la práctica y no el objeto que se opone a ella–, ¿cuál es, entonces, la relación entre la teoría y la práctica? ¿Cómo puede existir una teoría que renuncia a la práctica, si la principal característica de la teoría es ser síntesis de la práctica?

Si la resolución teórica se anticipa absolutamente a la práctica, hasta el punto de que la propia resolución de la teoría elimina la posibilidad de la práctica, ¿cuál es, entonces, la relación entre la teoría y la práctica? ¿Cómo puede existir una teoría que renuncia a la práctica, si la principal característica de la teoría es ser síntesis de la práctica?

Sin duda, son diferentes resolver una teoría y dar vueltas alrededor de ella. Esto último tiene más relación con el teoricismo burgués que con la teoría revolucionaria; es decir, las controversias en torno a la teoría sustituyen a las discusiones en torno a la realidad y a nuestra práctica social, transformando la necesidad de la teoría en una absurda voluntad de saber, y realizando las discusiones en torno a la misma en la forma de debates pseudocientíficos entre teóricos, en vez de entre militantes políticos.

Así las cosas, el programa presentado por el Sindicato Socialista de Vivienda de Euskal Herria fue objeto de dos tipos de críticas: la primera, una crítica basada en la forma; la segunda, una crítica al contenido. Ambas, sin embargo, se basan en una concepción o contenido idéntico, es decir, ofrecen una visión concreta del comunismo que, sin duda, es contradictoria con la del Movimiento Socialista, como acertadamente señalan los propios críticos.

La crítica a la forma dice que el programa toma la forma de programa, de un conjunto de recetas, y que por eso es reformista. Esta perspectiva, sin embargo, consiste en la negación de la práctica política. De hecho, una estrategia se desarrolla en base a programas tácticos, algo que hay que recoger necesariamente en puntos. Estos puntos, sin embargo, no son reformas, sino reclamos y medidas políticas que se establecen con el objetivo de clarificar la estrategia, primero; y después, y sólo cuando han sido un recurso para la acumulación de fuerzas, se convierten en medidas factibles, probablemente con otra visión más desarrollada y reordenadas según otra lógica.

En definitiva, el programa táctico comunista debe permitir la recomposición del proletariado revolucionario, y sus puntos deben ser los medios ideológicos de la táctica cultural que debe hacer posible esa conciencia, y ofrecer a la estrategia comunista una materialización social, al tiempo que se clarifican el programa táctico.

En definitiva, el programa táctico comunista debe permitir la recomposición del proletariado revolucionario, y sus puntos deben ser los medios ideológicos de la táctica cultural que debe hacer posible esa conciencia, y ofrecer a la estrategia comunista una materialización social, al tiempo que se clarifican el programa táctico

Las críticas centradas en el contenido, por su parte, ven el programa como imposible. Porque, al parecer, su contenido no puede desarrollarse y carece de sentido, siempre y cuando no exista el Partido Comunista. Esto, sin embargo, revela una contrariedad básica. Y es que, si la falta de Partido Comunista cierra las posibilidades a la táctica comunista, el Partido Comunista no será nunca un grado de desarrollo organizativo del proletariado revolucionario, sino la estructura burocrático-vertical que se impone previo a ese desarrollo, y por encima de él: este partido es el comienzo de la práctica y no la forma histórica de organización de la práctica comunista misma.

Llevando hasta el extremo esta concepción del Partido Comunista, el Partido se convierte en el espacio organizativo de los sabios, es decir, de aquellos que han adquirido el máximo conocimiento de la teoría convertida en dogma –y, por tanto, no de la realidad–, cuyo deber es insertar desde fuera la conciencia en los trabajadores. Y es que, la conciencia no puede ser el fruto de la práctica, sino su punto de partida, e implica el grado superior de conocimiento de la teoría que no guarda relación alguna con la práctica. Es decir, según este enfoque, el Partido Comunista es el resultado del más alto grado de conocimiento de una teoría "completa" –­digamos, convertida en dogma–, aunque el más alto grado de conocimiento, como concepto, solo sea posible en relación a un grado de desarrollo de la práctica social, y no absolutamente, como punto de partida de nada.

La visión del Movimiento Socialista, sin embargo, es otra: el Partido Comunista es el resultado del programa y la práctica/organización comunista, una vez que se han aclarado las tareas y adquirido los medios para la ofensiva. En definitiva, el Partido Comunista es la forma histórica del proceso de constitución en sujeto del proletariado revolucionario, es decir, el desarrollo organizativo de las tareas programáticas asociadas a la práctica comunista.

El programa del Sindicato Socialista de Vivienda de Euskal Herria tiene como principal objetivo recomponer como sujeto al proletariado revolucionario. Este programa no se dirige a la burguesía ni a sus instituciones, sino al proletariado. Y si se interpela a la burguesía y a sus instituciones, eso es porque de este modo se forma el proletariado como sujeto revolucionario, en lucha contra su enemigo. El programa ayuda a definir ese enemigo y a hacerlo de carne y hueso.

En definitiva, en la cuestión de la vivienda también es posible, e imprescindible, que el programa comunista construya medios para su expansión. Renunciar a eso, es renunciar al comunismo.

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