FOTOGRAFÍA / Jk Odolgabe
Jose Castillo
@josecast23
2024/06/03

Si algo está caracterizando a las elecciones de 2024 es que están pasando sin pena ni gloria por la actualidad informativa y social, fuera del territorio propio, pocas personas que siguen la actualidad política han mostrado especial interés por las elecciones de la Comunidad Autónoma Vasca o las elecciones de Catalunya. Ciclos electorales que hasta hace pocos años se vivían como citas casi históricas y con partidos de izquierdas que desafiaban con romper los sistemas del bipartidismo, ahora solamente proponen ser mejores gestores de “lo que hay”. ¿Qué ha pasado para que en una década se haya pasado de querer romper el bipartidismo y asaltar los cielos a que se termine nada más que proponiendo una mejor gestión de lo ya dado o chantajeando al elector con el voto del miedo frente al auge de la extrema derecha?

La generación que se politizó en los años posteriores a la crisis económica capitalista del 2008 no solamente vivió una época en la que sus proyectos vitales se vieron trastocados por la ruptura de las posibilidades que ofrece el sistema, también vivió una época álgida de movilizaciones sociales y laborales. Quizás, junto con el proceso independentista catalán, las manifestaciones y movilizaciones que van desde 2010 hasta 2015 constituyan en Europa el último movimiento de protesta de masas. Asimismo, estos años también vieron surgir a partidos que vinieron a ser denominados como de “nueva izquierda” o populistas a secas, que buscaban quebrar los sistemas electorales nacionales europeos, mayormente dominados por un partido socialdemócrata clásico, ya convertido al socioliberalismo, y un partido de derecha conservadora o liberal.

La irrupción de Podemos, la llegada de Syriza al poder, las candidaturas municipalistas que ganaron en grandes capitales como Madrid o Barcelona, el liderazgo de Jeremy Corbyn del Partido Laborista británico o los dos referéndums de autodeterminación en Catalunya apoyados por los partidos institucionales independentistas son fenómenos de la década del 2010 que, aunque parecen distantes, comparten una motriz común: que toda la energía creada por la movilización contra los efectos de la crisis y el desvanecer de las expectativas podía ser en última instancia siempre encauzada por vías institucionales para realizar grandes cambios sociales [1]. 

La irrupción de Podemos, el liderazgo de Jeremy Corbyn o los referéndums de autodeterminación en Catalunya comparten una motriz común: toda la energía creada por la movilización contra los efectos de la crisis y el desvanecer de las expectativas podía ser en última instancia siempre encauzada por vías institucionales para realizar grandes cambios sociales

Así, Syriza prometió romper con la rueda de austeridad que le imponían las autoridades europeas mediante el control de su deuda, y fracasó; Podemos ha quedado reducido un pequeño grupo de dirigentes que quiere mostrar cierta radicalidad frente a la integración total de Sumar en los parámetros políticos del PSOE; y, finalmente, el proceso independentista catalán ha terminado en un pacto de no agresión entre élites políticas autonómicas y estatales que ha terminado quemando a toda una generación que creyó que la República Catalana estaba a la vuelta de la esquina. En el mismo sentido, las últimas elecciones vascas han constatado la conversión total de EH Bildu en el actor progresista de un sistema bipartidista en el que la alternancia y llegada al poder de la formación que integra a la Izquierda Abertzale ya no trastocaría los equilibrios de poder del sistema político vasco. Más bien, en palabras del candidato a Lehendakari Pello Otxandiano, se buscaría “actualizar el sistema operativo” pero en ningún caso ponerlo en cuestión [2]. 

Este artículo pretende realizar un resumen de la evolución política y programática de los partidos que irrumpieron tras la crisis del 2008, centrándose ante todo en aquellos más cercanos, comenzando por los que son parte del sistema de partidos vasco y continuando por los del conjunto del Estado español o de otros Estados de Europa, ya que muchos tuvieron especial influencia en el ecosistema político institucional europeo, como el caso de Syriza en Grecia. 

Además, también se tratarán resumidamente la evolución de la derecha conservadora tradicional y la irrupción de nuevos partidos de extrema derecha xenófobos a lo largo de todo el continente. Se pretenden dar así unas pinceladas teóricas e históricas a lo que es ya una sensación extendida entre grandes capas de la población: que cada vez en las elecciones se juega menos y que el partido está decidido de antemano.

AUGE Y CAÍDA DE LA NUEVA IZQUIERDA

Si hay una frase que quedó en el imaginario colectivo como representación de los nuevos partidos de izquierda surgidos tras la crisis es aquella que pronunció Pablo Iglesias en el cierre de la primera asamblea política de Podemos: “El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”. Esta frase resume a la perfección lo que buscaban transmitir estos partidos allá por el 2014 y 2015: trastocar los sistemas políticos parlamentarios dados con la irrupción de una nueva generación de políticos que pretendía terminar con los equilibrios de poder que hasta entonces representaban los partidos clásicos del bipartidismo. 

Una década después el cielo sigue sin tomarse y parece que el ciclo político de estos partidos ha terminado en convertirse en un medio de comunicación de nicho. O, peor aún, con la conversión de partidos como Syriza y EH Bildu en partidos tecnocráticos de izquierdas, que solamente proponen una mejor gestión y modernización del capital local, para a posteriori acometer una redistribución un poco más justa. Algunos incluso han terminado fuera de la izquierda siendo extensiones del Parido Verde alemán, como es el caso de Sumar.

Comencemos por los casos de Syriza y EH Bildu. La llegada de Syriza al poder gubernamental en Grecia en el año 2015 representa, a mi parecer, el punto álgido del ciclo político de los partidos de la nueva izquierda europea, que tiene bastante más relevancia que la llegada de Podemos –ya enormemente desgastado– al Gobierno español a inicios del 2020. Para enero de 2015 estaban previstas elecciones parlamentarias en Grecia, comicios en los que la mayoría de encuestas pronosticaban la llegada de Syriza y Alexis Tsipras al Gobierno del país heleno. Syriza hizo público su programa político para estas elecciones en verano de 2014, y seguramente este represente el mayor punto de radicalidad frente a las instituciones europeas lanzado por un partido institucional. También el mayor incumplimiento programático y político que a un partido de izquierdas se le recuerde. Recordemos que Syriza no meramente traicionó su programa electoral, cosa que es habitual en los sistemas parlamentarios capitalistas, sino que lo incumplió tras realizar un referéndum en el que se desafiaba el programa de austeridad propuesto por las instituciones de la UE, que apoyado por una amplia mayoría del pueblo griego. 

Pero vayamos por partes: el programa de Syriza, que tomó nombre del programa de Tesalónica, proponía medidas tales como cancelar una parte del valor nominal de la deuda pública para que fuese sostenible y renegociada en una “Conferencia europea de la deuda”; incluir un período significativo de gracia (una moratoria) en el pago de la deuda pública griega para realizar inversiones públicas de urgencia; y, por último, desafiar las reglas fiscales europeas y excluir el gasto público de la contabilidad del déficit impuesto por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE. Intenciones que suponían un misil en la línea de flotación de las élites europeas, que estaban imponiendo a la clase trabajadora griega unos recortes y ajustes nunca antes vistos en un país occidental. 

Sin embargo, como a posteriori admitiría el que fue ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, este programa no suponía más que un lavado de cara al público y a la base social de Syriza. El programa de gobierno verdadero, el que se trató de implementar en las negociaciones con la UE, se elaboró en secreto por la ejecutiva y miembros más cercanos de Syriza. Pese a la retórica antiausteridad y de confrontación con la Comisión Europea, el BCE y el FMI, el plan que se negoció con Varoufakis fue el de mantenerse siempre dentro de los parámetros del euro y mantener la liquidez que el BCE inyectaba a la economía griega. Para ello, se aceptaba que el Estado griego debía implementar recortes, pero proponiendo que estos le permitiesen la solvencia del Estado y hacer frente a los pagos de una deuda mínimamente renegociada. Por tanto, se jugaba todo a la carta de que las instituciones europeas aflojarían y finalmente existiría una negociación de reestructuración, aunque pequeña, de la deuda pública griega. 

Yanis Varoufakis, ministro de Finanzas griego, admitía que este programa no suponía más que un lavado de cara al público y a la base social de Syriza. El programa de gobierno verdadero, el que se trató de implementar en las negociaciones con la UE, se elaboró en secreto por la ejecutiva y miembros más cercanos de Syriza

Esta moderación del programa se constató nada más llegar Syriza al Gobierno heleno, ya que en la primera reunión del Eurogrupo a la que Varoufakis asistió como ministro de Finanzas, se aceptó pagar íntegramente en los plazos y con los intereses debidos toda la deuda comprometida por Grecia con sus acreedores. También se comprometieron a no implementar políticas fuera de la supervisión y visto bueno de las instituciones acreedoras europeas que permitían financiarse a Grecia. Aun así, Syriza, en parte forzada por una importante movilización en las calles de su base social, tensionó las negociaciones con la UE hasta el punto de convocar un referéndum sobre el cumplimiento de las medidas de austeridad propuestas por Bruselas. 

Este referéndum, realizado tras el corte de liquidez del BCE a Grecia y en medio de un corralito bancario con los bancos cerrados y con restricciones de retirada de dinero, resultó en una victoria amplia del no a aceptar las medidas de austeridad. A posteriori, Syriza aceptó un programa de austeridad más estricto que el votado en el referéndum y marcó la primera gran derrota de la nueva izquierda europea. Varoufakis admite que tenían un arma que nunca se activó para poder implementar el resultado del referéndum, realizar una quita unilateral de los bonos del Estado griego que estaban en manos del BCE. De esta manera, y viendo que un Estado miembro podía dejar de pagar por los bonos de deuda, el BCE no hubiera estado autorizado (por el Tribunal Constitucional alemán) para salvar a los Estados italiano y español comprando su deuda mediante las políticas monetarias de expansión cuantitativa [3]. 

Nada de esto se materializó y lo que pasó es que tras cuatro años de legislatura implementado recortes sociales y salariales, es que en las elecciones de 2019 llegó nuevamente la derecha conservadora al poder gubernamental. Por el camino quedó desarticulado gran parte del tejido militante griego, que se vio devorado por la vorágine de los ciclos electorales. Syriza, tras el fin de su ciclo gobernando, actualmente está siendo reorientada por un joven líder proveniente del mundo de las finanzas de Wall Street. El exmiembro de Goldman Sachs, Stefanos Kasselakis, que también participó de la campaña de Joe Biden en Estados Unidos. Este joven líder está reorientando a la coalición de izquierdas hacia un discurso y praxis en el que se deja atrás todo conato de confrontación, para centrarse en un discurso tecnocrático de mejora de la eficiencia y ubicación del capitalismo griego en el contexto europeo como clave para a posteriori realizar ciertas mejoras sociales. 

Pese a que en política las comparaciones siempre han de tomarse con cautela, se podría decir que algo parecido le está ocurriendo a EH Bildu en el contexto político vasco con la elección de Pello Otxandiano a candidato a Lehendakari de la CAV. La escenografía y programa presentados en las últimas elecciones al Parlamento Vasco muestran un definitivo giro y abandono de todo proyecto de radicalidad en favor de una gestión de lo ya dado de una manera más eficiente que la derecha tradicional representada por el PNV. 

El panorama institucional actual es desolador, con una extrema derecha ganando impulso y siendo homologada a escala europea. La izquierda ha vivido cierto avance tras moderar su programa y presentar un programa económico-político casi indistinguible del de la derecha tradicional

El programa presentado por EH Bildu busca dar un reimpulso al tejido industrial vasco y poder ejecutar una modernización de este ubicándolo estratégicamente en las principales cadenas de valor europeas y globales, para a continuación poder realizar cierta redistribución de estas ganancias empresariales. El plan industrial presentado por EH Bildu habla un lenguaje claramente empresarial, ajeno al de campañas anteriores, y que marca como primer objetivo el posicionamiento internacional de las empresas vascas y generar inversiones públicas clave para el tejido industrial autóctono. 

Por tanto, el mismo orden prioritario de la política socialdemócrata histórica queda alterado en el último programa del mayor partido de la izquierda vasca. En efecto, ya no se trata de ejecutar cierta redistribución lastrando al capital con mayores tasas impositivas, sino que el primer objetivo es atraer al capital, para a posteriori ver cómo se pueden usar estas ganancias de un capital más tecnologizado y con una ubicación clave en el mercado mundial. Para ello, si el dinero público debe ser usado para atraer inversiones de capital privado, EH Bildu no vería ningún problema en esto, pues su programa ubica a las instituciones públicas como las garantes de crear mejores condiciones de valorización al Capital, pese a que esto pueda suponer retraer dinero de otras partidas sociales. 

El mismo orden prioritario de la política socialdemócrata histórica queda alterado en el último programa del mayor partido de la izquierda vasca. Puesto que ya no se trata de ejecutar cierta redistribución lastrando al capital con mayores tasas impositivas, sino que el primer objetivo es atraer al capital

Obviamente ejecutar estas políticas de atracción y posicionamiento del capital requiere de una proyección geopolítica clave para el territorio propio, asegurándose un acceso preferente a materias primas y diversas cadenas de suministro. Por ello también existe una clara moderación en las propuestas de política internacional que EH Bildu, y los partidos de la izquierda institucional en general, presentan en su programa, sin ninguna mención a la salida de la OTAN o con el abandonando toda crítica a las instituciones de la UE. En el caso de EH Bildu, en el programa de las elecciones vascas no existía casi crítica alguna a las instituciones europeas, y solamente se llamaba a mejorar la representación política que la CAV tiene en ellas. Recordemos que, solamente diez años antes, en la campaña de Syriza, esta crítica a las instituciones supranacionales estaba muy presente. Por lo tanto, en este ámbito ha existido una clara moderación y asimilación. 

Por su parte, en el Estado español la izquierda a la izquierda del PSOE ha sido neutralizada ya completamente en la órbita de este. Lo que empezó con la irrupción de Podemos como partido que quería cooptar el movimiento de protesta que buscaba impugnar el bipartidismo español ha quedado reducido a un apéndice del PSOE, partido que, recordemos, es el que dirige y cohesiona lo que se conoce como régimen del 78. En este sentido, la operación Sumar, que beneficia enormemente a los intereses de la actual dirección del PSOE, permite a la socialdemocracia clásica tener a su izquierda un partido que no le presenta demasiada batalla en la gobernanza, pero que sí le permite aglutinar el voto necesario para alcanzar la gobernabilidad que el partido de Pedro Sánchez no puede alcanzar por sí mismo. 

De hecho, los grandes hitos programáticos y de gobernanza atribuidos por el partido de Yolanda Díaz son los de haber consolidado la reforma laboral del PP y conseguir unas subidas del salario mínimo muy lejanas de lo que lo hace el coste de vida debido a la crisis inflacionaria. Sin embargo, todas las grandes políticas de Estado las ha dirigido el PSOE y, pese a la radicalidad que muestra Podemos estando ya en la oposición, no han podido ser contrarrestadas ni por el partido morado ni por su sucedáneo descafeinado de Sumar. Aun así, este último ya ni siquiera parece hacer ruido porque se mantenga el gasto militar más alto de la historia del Estado español o que la Ley Mordaza siga en vigor tal cual la dejó el PP. 

Al respecto, se ve una clara asimilación de esta izquierda a lo que en el ámbito europeo son los partidos verdes. En concreto a lo que es el Partido Verde alemán, cuya oposición a las políticas de guerras es nula, cuando no las promueve directamente, y el cual abraza una especie de socioliberalismo con tintes ecologistas en su programa económico. Prueba de ello es que, tras las elecciones europeas de este 2024, todos los eurodiputados obtenidos por Sumar ya no se integrarán en el grupo de la Izquierda Europea (GUE/NGL), sino que buscarán acomodo en el Grupo de Los Verdes/Alianza Libre Europea [4].

LA DERECHA EN LA DISYUNTIVA

El tablero político institucional vasco, al menos el de la CAV, presenta una particularidad que cada vez es más extraña en Europa, y es que a la derecha del PNV aún no existe una derecha más radical y claramente xenófoba que pueda influir en la gobernabilidad. PP y VOX, sobre todo este último, siguen siendo testimoniales en el Parlamento de Gasteiz, y de momento no ha surgido una extrema derecha nacionalista vasca como sí lo ha hecho en el caso catalán. En este sentido, el programa del PNV sigue sus líneas históricas, pero ahora con un liderazgo rejuvenecido bajo el mandato de Imanol Pradales. Los jeltzales son conscientes de que la sociología de la CAV está girando hacia un sentido común progresista, al contrario de lo que está sucediendo en muchos lugares de Europa, por lo que su partido busca aparentar una imagen lejos de la derecha más conservadora y de alguna manera mantener ciertas cuotas del sistema de bienestar y clases medias vascas. 

Pero no debe olvidarse que en el PNV también se expresan las pulsiones autoritarias a las que están girando la mayoría de partidos, a izquierda y derecha. El problema que el PNV tiene en la Ertzaintza es prueba de ello, ya que últimamente la policía vasca se ha caracterizado por efectuar actuaciones de gran brutalidad y por un aumento de la represión en eventos lúdicos como partidos de fútbol, que han podido incluso perjudicar a la propia imagen del partido que controla la policía de la CAV. En lo demás, el PNV presenta en líneas generales un programa que busca mantener un entorno de producción vasco de alta-media tecnologización y atraer inversiones extranjeras que permitan luego salvar ciertas cuotas del sistema de bienestar vasco. Para conseguir esto, proponen un fondo de inversión de ayudas públicas a las empresas , mostrando así que la derecha no está en contra de la utilización de los mecanismos estatales para conseguir sus objetivos de gobernanza económica. Se diferencia del programa económico de EH Bildu en lo que respecta a su proyección internacional y actitud frente a ciertos proyectos de infraestructura se refiere. Por ejemplo, el PNV no muestra oposición alguna a las políticas de guerra atlantistas y dirige ciertos megaproyectos como el Tren de Alta Velocidad (TAV o Y vasca) de los que EH Bildu aún dice oponerse. 

Si nos trasladamos al conjunto de los estados europeos, vemos que la brújula política marca más hacia la derecha, necesitando la derecha liberal o conservadora tradicional el pacto y homologación de parte de la extrema derecha para incorporarla a la gobernabilidad. En Italia gobierna el partido de tradición neofascista Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, y en Portugal, país de sociología marcadamente de izquierdas durante las últimas décadas, el partido Socialista y los partidos a su izquierda han perdido la mayoría parlamentaria en favor de la derecha tradicional, y con la extrema derecha de Chega(!) como tercera fuerza política en auge. Estos dos son ejemplos paradigmáticos.

Si nos trasladamos al conjunto de los Estados europeos, vemos que la brújula política marca más hacia la derecha, necesitando la derecha liberal o conservadora tradicional el pacto y homologación de parte de la extrema derecha para incorporarla a la gobernabilidad

Como señala en uno de sus últimos análisis políticos Enric Juliana [5], director adjunto del periódico La Vanguardia y uno de los mejores analistas de la coyuntura política europea, en la actual situación de escalada bélica a las instituciones de poder de la UE les es más funcional que la derecha gobierne en los gobiernos nacionales y en las instituciones europeas clave. Durante la crisis pandémica, en la que se impusieron respuestas de expansión monetaria y gasto público, al poder europeo le era más fácil legitimar estas políticas mediante los partidos de izquierda, que vendían los fondos europeos de recuperación como “una vuelta del Estado” y “el fin de las políticas de austeridad”. Al contrario, en los próximos años, la derecha va a ser más funcional para legitimar las grandes políticas comunitarias, que se van a fundamentar en aumentar el gasto público, sí, pero el gasto público dirigido a modernizar la industria de la guerra. Además de que se deberán aplicarse políticas de austeridad para equilibrar presupuestos. 

Por ello, en el contexto de las elecciones al Parlamento Europeo, la derecha conservadora y liberal tradicional está intentando dar acomodo político y programático a cierta parte de la nueva extrema derecha europea. En concreto, el Partido Popular Europeo, primera fuerza política a nivel de la UE y de la que forma parte la actual presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen, va a asumir ciertas propuestas programáticas de la extrema derecha, como una mayor militarización de las fronteras o control de la inmigración. A cambio, se espera que parte de estos partidos xenófobos acepten la legitimidad político-económica de la UE y la militar de la OTAN.

LA INTEGRACIÓN DE LA EXTREMA DERECHA

Si en los primeros años de la década del 2010 los partidos de la nueva izquierda fueron los que irrumpieron en el panorama político europeo, se puede decir que estos ya no son los outsiders del panorama institucional, más bien están en claro retroceso. Los nuevos partidos de extrema derecha nacionalista han aprovechado esa retirada aprovechado para asaltar la primera línea política europea, ganando en varios países elecciones y ubicándose como partidos clave para influenciar la próxima legislatura de la UE. 

Los partidos de la nueva izquierda están en claro retroceso. Retirada que han aprovechado los nuevos partidos de extrema derecha nacionalista para asaltar la primera línea política europea, ganando en varios países elecciones y ubicándose como partidos clave para influenciar la próxima legislatura de la UE

Así, lo que planean las élites de Bruselas es normalizar a aquellos partidos de extrema derecha que rebajen su euroescepticismo en el programa y acaten la política de militarización y subordinación a la OTAN. Existen dos grandes bloques de extrema derecha en el ámbito europeo, el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) y el de Identidad y Democracia (ID). Al primero de estos, al ECR, es al que se busca normalizar y asimilar completamente para hacerlo homologable a las dinámicas de la gobernanza europea. 

El ECR, pese a las frecuentes salidas de tono de sus líderes, defiende una reforma de la UE más que su desmantelamiento, promoviendo una “Europa de las naciones” donde los Estados miembro tengan más soberanía y menos centralización en Bruselas. Defienden valores conservadores tradicionales, como la familia, la religión y la identidad nacional, aunque suelen ser menos radicales en su retórica. Apoyan una economía de mercado con menos regulación y una reducción de impuestos, siendo claramente proempresariales y promoviendo la austeridad fiscal. Enfatizan la importancia de la seguridad nacional y la defensa de la nación, abogando por un aumento en el gasto militar y políticas firmes contra la inmigración magrebí. Tienen posturas conservadoras en temas sociales, aunque no suelen ser tan extremistas como los de ID. Entre sus miembros clave se encuentran VOX en España, Hermanos de Italia en Italia y Ley y Justicia (PiS) en Polonia.

Los partidos del grupo ID son mucho más críticos con la UE, con algunos abogando directamente por la salida de sus países de la Unión o por una drástica reducción de sus competencias. Promueven un fuerte nacionalismo, poniendo un gran énfasis en la soberanía nacional, la identidad cultural y la oposición a la inmigración. Utilizan una retórica más populista el ERC, presentándose como defensores del “pueblo” contra las élites políticas y económicas. Aunque apoyan el libre mercado en algunos aspectos, también promueven políticas proteccionistas para proteger la economía nacional y los empleos locales. Adoptan posturas muy duras contra la inmigración, ya que enfatizan constantemente el carácter racial y cristiano de Europa, abogando por políticas estrictas de control fronterizo y deportación de inmigrantes ilegales. Entre sus miembros clave se encuentran la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia, Alternativa para Alemania (AfD) en Alemania y La Liga en Italia.

En resumen, se podría decir que el ECR adopta un nacionalismo conservador moderado, mientras que ID mantiene un nacionalismo xenófobo más radical, con una fuerte retórica antiinmigración y proteccionista. En economía, el ECR es promercado, con menos regulaciones y un enfoque en la austeridad, mientras que ID promueve el proteccionismo, aunque con elementos de libre mercado. Finalmente, en cuanto al populismo, el ECR utiliza menos la retórica populista, mientras que ID tiene una fuerte retórica populista, antiélites y antiestablishment. En un papel de actor de unión entre estos dos grupos se encuentra actualmente VOX, por ser el partido liderado por Santiago Abascal aquel que mantiene relaciones con partidos de ambos grupos y tiende puentes con los nuevos partidos de derecha populista o neoliberal en Latinoamérica, como es la estrecha relación que mantienen con el presidente argentino Javier Milei [6]. 

En este sentido, cabe destacar la importancia que le dan a las relaciones supranacionales los nuevos partidos de extrema derecha, convocando constantemente foros que permitan una relación directa y coordinación de sus políticas. Como ejemplo, el último gran congreso auspiciado por VOX en el mes de mayo Madrid, al que acudieron líderes de la extrema derecha tanto populista como más atlantista y neoliberal. La izquierda en la década pasada nunca mostró este grado de coordinación internacional, y ha sido, por ejemplo, incapaz de montar una campaña de apoyo a escala europea al Gobierno de Syriza cuando este estaba siendo claramente chantajeado por las instituciones de la UE.

CONCLUSIONES

El panorama institucional actual es desolador; con una extrema derecha ganando impulso y siendo homologada a escala europea, no existe ningún partido que pretenda plantar cara a la vez al neofascismo y a las políticas belicistas que están promoviendo las instituciones de la UE. Pese a que la izquierda en ciertos territorios del Estado español, como en Hego Euskal Herria o Galicia, ha vivido cierto avance, la verdad es que lo ha hecho tras moderar su programa y presentar un programa económico-político casi indistinguible del de la derecha tradicional, al menos en los puntos clave que pueden suponer una confrontación con las élites empresariales y políticas. 

Obviamente, la extrema derecha, como muestra el caso de Meloni al frente del Gobierno italiano, tampoco cumple todas sus promesas al llegar al poder institucional, y no alteran en lo sustancial el rumbo y las políticas clave del bloque de poder europeo. Pero no se debe subestimar el peligro que supone una extrema derecha copando cada vez más puestos de poder institucionales para grandes capas de la clase trabajadora migrante, las mujeres o para el colectivo LGTBI. 

La disyuntiva actual pasa por construir un bloque a escala internacional que frene el auge del neofascismo, que es a la vez capaz de no caer en el chantaje del mal menor para frenar al fascismo –lo que propone la socialdemocracia de distinto pelaje– y asumir un programa de ruptura con la actual tendencia belicista que propone la UE y acatan todos sus gobiernos nacionales. Ante la asimilación cada vez mayor de los programas de lo que una vez se llamó izquierda rupturista, la alternativa pasa por dar forma organizativa y política a una organización política a gran escala que haga suyo el programa del doble no: no al fascismo y no al chantaje del mal menor.

Ante la asimilación, cada vez mayor, de los programas de lo que una vez se llamó izquierda rupturista, la alternativa pasa por dar forma organizativa y política a una organización política a gran escala que haga suyo el programa del doble no: no al fascismo y no al chantaje del mal menor

NOTAS

[1] Uno de los mejores resúmenes de este ciclo político para el caso del Estado español se encuentra en La política en el ocaso de la clase media: el ciclo 15M-Podemos (2016) de Emmanuel Rodríguez.

[2] El caso de Pello Otxandiano y la última campaña electoral de EH Bildu es relevante, ya que han publicado numerosos documentos de lo que podría denominarse como un programa socialdemócrata claro, en el que se exponen sin falsos radicalismos (que dejan para los mítines) las líneas maestras de lo que es un plan de regeneración y modernización del capitalismo vasco. El programa de EH Bildu liderado por Otxandiano puede consultarse en su obra publicada online: Begirada, una mirada al país para el futuro.

[3] Varoufakis cuenta en sus memorias políticas, Comportarse como adultos: Mi batalla contra el establishment europeo (2017), todos estos planes y negociaciones secretas con las instituciones europeas. Sin embargo, recomiendo su lectura junto con la obra más crítica con Syriza y Varoufakis del historiador y colaborador del Gobierno de Syriza, Eric Toussaint: Capitulación entre adultos, Grecia 2015: Una alternativa era posible (2020).

[4] Sobre el programa y políticas de los partidos verdes puede consultarse el artículo publicado en el número 11 de Arteka: Explotación blanqueada de verde

[5] Video-análisis publicado en el canal de YouTube de La Vanguardia titulado Más armas, menos normas verdes

[6] Aunque un poco desactualizado, sobre el programa político-económico de la nueva extrema derecha puede consultarse la obra de Enzo Traverso, Las nuevas caras de la derecha: ¿Por qué funcionan las propuestas vacías y el discurso enfurecido de los antisistema y cuál es su potencial político real? (2019).

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