Explotación blanqueada de verde FOTOGRAFÍA / Arteka
2020/11/18

Antes de la pandemia de la COVID-19, el cambio climático fue durante meses la cuestión principal del debate público. Sin embargo, la coyuntura de crisis, tanto económica como sanitaria, ha dejado atrás el ciclo de las espontáneas y multitudinarias movilizaciones y la urgencia de aquella «Green New Deal» tan fomentada por parte de los medios de masas. Echemos un vistazo a los partidos que representan la voluntad ecologista en Europa, a su composición de clase y al programa que sostienen. ¿Será la crítica a la gestión medioambiental del sistema productivo capitalista o el enésimo intento de legitimar a este último?

El desastre que provoca el sistema capitalista de producción en el planeta tierra es un fenómeno notable a principios del siglo XXI, aunque los límites absolutos de destrucción física y los posibles escenarios futuros están aún por resolver. La viabilidad a largo plazo de las condiciones ambientales es cada vez más incierta por la forma en que esta formación histórica explota los recursos naturales. Así, poco a poco, la idea de «sostenibilidad» se ha ido incorporando a la conciencia de diferentes capas de la sociedad. Estados, organismos internacionales, ONGs y organizaciones ecologistas insisten cada vez con más seriedad en que este modo de producción debe seguir creciendo de forma «más racional» si quiere sobrevivir. La candidata alemana de los Verdes, Ska Keller, fue clara al preguntarle sobre el futuro de los mineros: «Provengo de una región minera con muchos trabajadores dedicados al carbón. Hoy son menos porque todo está más automatizado. Necesitamos hacer una transición justa. El carbón está destinado a agotarse, así que hay que evolucionar sí o sí. Mejor temprano que tarde si queremos tener un planeta habitable» (1).

El clásico ejercicio de depuración de ramas ya no productivas para el sistema de producción capitalista ha buscado esta vez la justificación ideológica en los significantes de «planeta habitable» y «transición ecológica». Mientras, la cuestión del paro del proletariado que la reforma industrial dejará como daño colateral se ha convertido en cuestión de vida o muerte en algunas regiones europeas. Trabajadores que han trabajado durante años en otras estructuras productivas tienen dificultades para adaptarse a la configuración actual del mercado laboral, por lo que muchos de ellos quedan encadenados al paro con más o menos 50 años. Por su parte, los trabajadores más jóvenes no consiguen encontrar un empleo estable en sus territorios desindustrializados y están obligados a emigrar. Cuando les preguntan por las soluciones para el cada vez más amplio Ejercito de Reserva Industrial, los Verdes recurren a la clásica respuesta de la socialdemocracia del endeudamiento público: «Solo tienen el carbón. Y necesitan Internet, conexiones telefónicas... infraestructura para que las empresas lleguen. Inversiones. Por eso proponemos enviar más fondos estructurales a estas zonas, que suelen estar entre las más pobres en Grecia, Alemania, Polonia o España» (2).

El clásico ejercicio de depuración de ramas ya no productivas para el sistema de producción capitalista ha buscado esta vez la justificación ideológica en los significantes de «planeta habitable» y «transición ecológica»

La Unión Europea, en el contexto de la crisis económica acelerada por la COVID-19, ha optado por el endeudamiento colectivo entre todos los estados. Sólo así son posibles los expedientes de regulación de empleo temporal, las llamadas «rentas universales», salarios indirectos de otros tipos y la financiación general de las instituciones públicas. Todos están unidos por un hilo estrecho: la liquidez que (por ahora) emite el Banco Central Europeo. Pero ni siquiera los más optimistas entre los economistas se atreven a afirmar que eso podrá seguir siendo así. Si Europa empieza a endurecer la política fiscal, la «transición justa» puede dejar en la calle a miles de trabajadores de actividades que no se ajustan a las nuevas exigencias productivas, en el contexto industrial en el que se está imponiendo la automatización, y sin subvenciones públicas del Estado.

Si Europa empieza a endurecer la política fiscal, la «transición justa» puede dejar en la calle a miles de trabajadores de actividades que no se ajustan a las nuevas exigencias productivas, en el contexto industrial en el que se está imponiendo la automatización, y sin subvenciones públicas del Estado

A LA CABEZA DE INTERVENCIONES IMPERIALISTAS

Además de tomar la iniciativa en la ofensiva económica contra las condiciones de vida de los trabajadores europeos, los Verdes alemanes también llevan la responsabilidad de varias intervenciones militares que se han llevado a cabo fuera del centro imperialista. Apoyan las operaciones del Bundeswehr en Yugoslavia, Afganistán, la costa de África Oriental y Libia, del mismo modo que el SPD apoyó la participación en la 1ª Guerra Mundial. El desprestigio de la justificación nacionalista del belicismo tras las dos guerras mundiales ha hecho de la «ayuda humanitaria» el argumento de los Verdes en la guerra de depredación; para hacerse con el control sobre las materias primas, las posiciones geopolíticas y la barata fuerza de trabajo. A raíz de ello, han sido objeto de duras críticas por parte de otros partidos ecologistas, entre ellos, sus homólogos estadounidenses: «Su afirmación de que deben participar en el esfuerzo de la guerra para hacer que sea más humana es obscena. Parecen estar diciendo que, siendo parte del gobierno, pueden hacer bombas de racimo “humanitarias” o carcasas de uranio empobrecido libres de cáncer. Eso es absurdo» (3).

La iniciativa belicista del partido no se limita además a la voluntad de la dirección; según los datos arrojados por el diario Leipziger Volkszeitung en 2011, ningún segmento de la población alemana apoya el compromiso militar con más entusiasmo que los electores verdes (4). La sólida aceptación militarista de la base social del partido pone de manifiesto los intereses objetivos que el estrato social que lo sustenta tiene en estos conflictos armados.

Ningún segmento de la población alemana apoya el compromiso militar con más entusiasmo que los electores verdes

SELLO DE CLASE

Varios estudios afirman que los partidos verdes triunfan en los países con mayor desarrollo económico y nivel de producción de energía nuclear, mientras que son marginales en los que la tasa de paro es más alta (5). Es evidente que el éxito de las formaciones verdes exige la existencia de una amplia clase media económicamente estabilizada y políticamente desarrollada, y por tanto se dedican a la defensa de los intereses particulares de estos estratos sociales. Ejemplo de ello es la apuesta estratégica por la liquidación de la minería y otras ramas de la antigua industria y su falta de vinculación orgánica con los sectores más empobrecidos de la población.

Es evidente que el éxito de las formaciones verdes exige la existencia de una amplia clase media económicamente estabilizada y políticamente desarrollada, y por tanto se dedican a la defensa de los intereses particulares de estos estratos sociales

Por otro lado, desde el punto de vista de las características institucionales, se observa una preferencia por modelos de gobernanza descentralizados. Y es que, antes que nada, el punto de partida de su estrategia política se basa en aprovechar las elecciones locales para dar a conocer el programa. Después se presentan a las elecciones a nivel nacional con mayor credibilidad. Por otra parte, la suya es una elección política por la descentralización del poder estatal, porque saben que hoy por hoy sin el apoyo directo de la burguesía monopolista nacional y por cuestiones sociopolíticas, para ellos es casi imposible ganar las elecciones generales. Así pues, su capacidad institucional se concentra en regiones que cumplen determinadas características. Por poner un ejemplo, lo tienen más difícil para ganar donde históricamente la socialdemocracia ha sido hegemónica, porque compiten por una base social similar, comparten programas y la oligarquía prefiere anteponer la experiencia en gestión que tiene la socialdemocracia.

La suya es una elección política por la descentralización del poder estatal, porque saben que hoy por hoy sin el apoyo directo de la burguesía monopolista nacional y por cuestiones sociopolíticas, para ellos es casi imposible ganar las elecciones generales

LA PERESTROIKA ECOLÓGICA

La situación del modelo productivo y la conciencia política derivada del mismo se han transformado radicalmente desde el inicio de los movimientos ecologistas, desde finales de los años 60 y principios de los 70. Fue entonces cuando el ciclo de acumulación de capital desplegado después de la 2ª Guerra Mundial expuso los primeros indicios de agotamiento de su capacidad para llevar a cabo la producción de valor en gran escala. Ese momento histórico permitió crear en el plano político nuevas subjetividades, que aún parecían muy marginales y contraculturales, críticas con el modelo de producción y el sistema mundial que sustentaba el Estado de Bienestar del occidente imperialista. Aquella estructura productiva no había agotado aún todo su potencial en la escala planetaria mundial, y otras crisis sistémicas tendrían que pasar para que la burguesía monopolista se sintiera obligada a tomar medidas reformadoras de urgencia.

Hoy, sin embargo, es un fenómeno evidente que el «desarrollo sostenible» no es un concepto que se limite a los círculos activistas minoritarios de los ecologistas. Al contrario, los representantes de la burguesía monopolista internacional también insisten constantemente en la necesidad de tomar medidas drásticas, y no por fines puramente propagandísticos o estéticos, sino porque prevén que les será necesario para mantener las ganancias a largo plazo. BlackRock, el mayor fondo de inversión del mundo, expresa claramente sus intenciones respecto a esta cuestión: «El año pasado, BlackRock frenó los votos de 4.800 directivos de 2.700 empresas diferentes o votó directamente en contra de ellos. Cuando veamos que las empresas y los consejos de administración no están haciendo divulgaciones efectivas de la sostenibilidad o evitan establecer ámbitos de gestión de estas cuestiones, haremos responsables a los miembros del consejo de administración» (6).

Como saben que el cambio climático puede suponer un riesgo para los beneficios a largo plazo, aplican una amenaza directa y toda su fuerza política contra las empresas que no se ajustan a los nuevos parámetros de la actividad productiva. Es clara la previsión que hace a continuación el fondo de inversión de cara a la preocupación climática y la sostenibilidad de los bolsillos: «Estas preguntas están impulsando una evaluación a fondo de los valores de riesgo y de los activos. Y como los mercados de capitales favorecen el riesgo futuro, veremos cambios en la asignación de capital más rápidamente de lo que vemos cambios en el propio clima. En un futuro próximo, y antes de lo que anticipa la mayoría, habrá una reasignación significativa de capital» (7). Dicho brevemente, que viene la destrucción y la modernización de las fuerzas productivas. Ya a corto plazo se puede observar un reajuste multilateral en el tejido productivo; en términos tecnológicos, de fuerza de trabajo, de localización geográfica, y cómo no, de tasas de contaminación.

Al contrario, los representantes de la burguesía monopolista internacional también insisten constantemente en la necesidad de tomar medidas drásticas, y no por fines puramente propagandísticos o estéticos, sino porque prevén que les será necesario para mantener las ganancias a largo plazo

En el siglo pasado se aprovecharon guerras totales a gran escala para abrir nuevos ciclos de acumulación de capital y evitar la oxidación del modelo productivo. Sin embargo, en este momento histórico, por los avances que se han producido en el campo de la armería, es inaceptable para la burguesía recurrir a la gran confrontación bélica. Según todos los indicios, la proximidad del cambio climático puede ser una de las coartadas principales para la nueva reforma industrial. El proceso no se eximirá de los principios de competencia de mercado y las diferentes facciones de la clase dominante se preparan para ello junto a sus representantes políticos. Por ejemplo, en la Comunidad Autónoma Vasca, la consejera de Industria Arantza Tapia cree que la posibilidad de descarbonización en la comunidad autónoma está sobre la mesa para que la actividad industrial se desarrolle de manera «verde, eficiente, con menos residuos y con nuevos materiales» (8).

Las clásicas reivindicaciones parciales de los partidos verdes y del movimiento ecologista, más que cuestionar el sistema productivo, pueden tomarse como su principal contribución a la mejora de éste. Las palabras de Tapia reflejan esta realidad histórica, ya que destaca que la transición ecológica ofrece «varias posibilidades»: «Entre ellas las de la economía circular, los procesos que mejoran el precio de la electricidad y la gestión de los residuos, los avances en la calidad del agua y del aire. En resumen, todo lo que suponga competitividad a medio y largo plazo»(9).

Las clásicas reivindicaciones parciales de los partidos verdes y del movimiento ecologista, más que cuestionar el sistema productivo, pueden tomarse como su principal contribución a la mejora de éste

PARADIGMA

Llegados a esta perspectiva histórica, habría que evitar entender la compleja evolución de los movimientos ecologistas y la práctica de los partidos verdes en términos de traición a la hora de extraer lecciones políticas. El ciclo de movilizaciones promovido por esta ideología se enmarca en el paradigma histórico establecido por sus objetivos estratégicos. Es decir, el movimiento ecologista y los partidos verdes institucionales que posteriormente fecundó estaban condenados desde el principio a chocar con sus límites absolutos. Sin una apuesta estratégica por transformar en su totalidad las relaciones de producción que se sitúan en el origen de la problemática climática, estos movimientos se agotan en hacer ecológicamente «más sostenibles» los efectos del capitalismo. En consecuencia, terminan necesariamente perpetuando el sistema que supone la ruina del entorno, y en los últimos años hemos sido testigos de esta integración.

Sin una apuesta estratégica por transformar en su totalidad las relaciones de producción que se sitúan en el origen de la problemática climática, estos movimientos se agotan en hacer ecológicamente «más sostenibles» los efectos del capitalismo

La relación dialéctica surgida en las últimas décadas entre las movilizaciones de masas y los estados en torno a las exigencias parciales visibiliza una serie de leyes históricas: cíclicamente surgen movimientos espontáneos en torno a las exigencias parciales, el proletariado está políticamente desarmado para proteger en él sus intereses de clase de forma independiente, la concepción mundial y la dirección política de la burguesía se imponen desde el principio, surgen partidos que capitalizan las exigencias parciales en el programa político electoral, y finalmente, estos terminan en los aparatos estatales, con mayor o menor grado de integración. Ello supone, fundamentalmente, el fortalecimiento, la estabilización y la modernización periódica del estado burgués y del sistema capitalista.

En el ciclo histórico del movimiento ecologista y específicamente de los partidos verdes también podemos apreciar el alcance de esta ley histórica. Tienen, además, la particularidad de que, en esta ocasión, ciertos sectores de la burguesía monopolista son cada vez más conscientes de las carencias estructurales del sistema capitalista para reproducir las condiciones ambientales propicias que permitan una mayor escala de acumulación de capital a largo plazo. En consecuencia, sus facciones más potentes hacen cada vez más caso al programa medioambiental que históricamente ha pertenecido a la clase media, con el objetivo de promover reformas para la modernización de la producción y el consumo. Dado que en las democracias burguesas occidentales es relativamente más difícil implementar reformas unilateralmente, les es necesario ganar la pugna política en el seno de los estados, educar culturalmente a la población para las premisas del nuevo ciclo productivo y establecer un consenso adecuado.

REFERENCIAS

(1) Ska Keller: «La Comisión se ha movido poco y tarde en materia de emisiones», publicado en El País: https://elpais.com/internacional/2019/05/05/actualidad/1557085253_074421.html

(2) Ibídem

(3) Carta abierta a los Verdes Alemanes, 7 de noviembre de 2001, citada en El Salto, «¿Qué ha sido de Los Verdes alemanes?» https://www.elsaltodiario.com/new-left-review-espanol/que-ha-sido-verdes-alemanes

(4) Leipziger Volkszeitung, 22 de abril de 2011, citada en El Salto, «¿Qué ha sido de Los Verdes alemanes?» https://www.elsaltodiario.com/new-left-review-espanol/que-ha-sido-verdes-alemanes

(5) http://agendapublica.elpais.com/una-ola-verde-en-europa/

(6) https://www.blackrock.com/corporate/investor-relations/larry-fink-ceo-letter

(7) Ibídem

(8) https://cincodias-elpais-com.cdn.ampproject.org/c/s/cincodias.elpais.com/cincodias/2020/10/28/companias/1603903427_896738.amp.html

(9) Ibídem.