La revolución es posible FOTOGRAFÍA / Gaizka Azketa
2020/10/01

Octubre es un mes marcado en rojo para todos los comunistas, es parte de nuestra historia, donde se condensan gran parte de nuestros conocimientos. En octubre de 1917, según nuestro calendario, se inició una etapa irreversible en el proceso de maduración del proletariado y del movimiento comunista que, aunque el balance inmediato pueda concluir la derrota, para quien todavía se organiza para la revolución y tiene plena convicción de su necesidad, no es más que un paso en el duro camino hacia la libertad.

La revolución en Rusia fue el estallido inicial de una serie de revoluciones que la sucederían. Muchas de ellas en la zona oriental, donde el desarrollo histórico atrasado hacía emerger movimientos de liberación del yugo político ejercido por el imperialismo, que impedía un libre desarrollo de las naciones oprimidas. En cierta medida, gran parte de las revoluciones sucedidas en el denominado Ciclo de Octubre se caracterizan por estar estrechamente ligadas a la liberación nacional, y por el componente interclasista y/o popular que le es inherente, y que acabaría condicionándolas hasta conducirlas a la derrota. Además, el común denominador de todas ellas es que se desarrollan fuera de Europa, allí donde, a priori, y según formulas un tanto mecanicistas que relegan la subjetividad política a un segundo plano, totalmente subordinada a la estructura económica, son más favorables las condiciones objetivas de la revolución. Esto, sin embargo, no puede entenderse como desprecio a la concepción según la cual junto al desarrollo histórico se abren posibilidades al sujeto, sino que, al contrario, como desprecio al supuesto que afirma que la política viene siempre por detrás de la racionalidad objetiva de la economía, y que sin esta última nada es posible. Hay que entender que en el desarrollo de las fuerzas productivas va inserto el desarrollo de la fuerza subjetiva del trabajo, y su organización política, por lo que no es un simple desarrollo de la tecnología científica de la maquinaria.

En cierta medida, gran parte de las revoluciones sucedidas en el denominado Ciclo de Octubre se caracterizan por estar estrechamente ligadas a la liberación nacional, y por el componente interclasista y/o popular que le es inherente, y que acabaría condicionándolas hasta conducirlas a la derrota

Solo anteponiéndonos al devenir catastrofista de la economía podemos hacer política; o la política solo es aquello que surge al margen de la racionalidad económica. Si algo demuestra el siglo XX es precisamente la relación que se da en torno a esa contraposición. Por un lado, la necesidad de la política, del sujeto que hace frente a la realidad y se niega a ser una mera expresión de la economía. Por otro, la impotencia del sujeto que se constituye sobre la ficción política, que lo acaba relegando a ser aquello a lo que se contrapone para poder ser. En definitiva, la relación entre la revolución, como momento político de la toma del poder, y la revolución como fuerza social que transforma los supuestos sobre los que se constituye el sujeto revolucionario.

Solo anteponiéndonos al devenir catastrofista de la economía podemos hacer política; o la política solo es aquello que surge al margen de la racionalidad económica. Si algo demuestra el siglo XX es precisamente la relación que se da en torno a esa contraposición

El Partido Bolchevique, comandado por Lenin, fue un gran estratega de la política, y un claro ejemplo del dominio de esta, del impulso revolucionario ejercido por las ansias de libertad. En ningún momento se subordinó incondicionalmente al hecho objetivo del desarrollo económico, y siempre actuó como fuerza impulsora de la revolución, para llevar a cabo la revolución social, sustentada sobre la transformación socioeconómica de la sociedad. Ejemplo de ello es la política firme que defendieron en la cuestión del derecho de las naciones a la autodeterminación, mediante la cual, lejos de resignarse a aceptar como un espectador más, tal y como hicieron otros comunistas, la tendencia económica a la unificación cada vez más estrecha de los vínculos nacionales, hicieron frente a tal economicismo y reclamaron el poder de la política vanguardista del proletariado, por la democracia que posibilitaría su unidad internacional, no como un hecho inevitable, sino que sobre todo, como una posición apetecible.

La revolución es un acto de libertad, en el que el proletariado deja de ser un producto de la historia, para convertirse en productor de historia; es el medio por el que la política se hace presente y domina la objetividad social de las cosas; es la política contra la historia. Sin esa explosión política de la revolución, sin la toma del poder por parte del proletariado mediante la insurrección, es inconcebible ningún tipo de revolución. La unidad inseparable en un todo de la revolución política y la revolución social sigue siendo, a día de hoy, una cuestión cardinal para los comunistas. Y, sobre todo, el dominio de la revolución política sobre el proceso de la revolución social, la condición de la política para transformar la realidad social.

La revolución es un acto de libertad, en el que el proletariado deja de ser un producto de la historia, para convertirse en productor de historia; es el medio por el que la política se hace presente y domina la objetividad social de las cosas; es la política contra la historia. Sin esa explosión política de la revolución, sin la toma del poder por parte del proletariado mediante la insurrección, es inconcebible ningún tipo de revolución

Sin el estallido revolucionario y sin la insurrección del proletariado constituido en Partido Comunista, es imposible transformar la realidad, y destruir el capitalismo. Quienes, bajo el supuesto de una situación histórica divergente con respecto a la acontecida en el siglo XX, reniegan a día de hoy de la necesidad de organizar la revolución y de la toma del poder mediante la insurrección, simplemente están renegando del socialismo y de la política, para caer en las filas del reformismo.

La insurrección del proletariado en Rusia no es una condición histórica peculiar relacionada con la situación bélica mundial, es la vía que se le impone al proletariado para poder transformar la realidad en cualquier lugar en el que esté constituida la dictadura de la burguesía. Toda actividad que se plantee fuera de esa conquista esencial, no puede ser considerada, de ninguna de las maneras, como una actividad revolucionaria. Y es que es el control político sobre un territorio el que permite imponer un nuevo orden en el mismo, y defenderlo de los ataques del enemigo.

La insurrección del proletariado en Rusia no es una condición histórica peculiar relacionada con la situación bélica mundial, es la vía que se le impone al proletariado para poder transformar la realidad en cualquier lugar en el que esté constituida la dictadura de la burguesía

Ahora bien, no podemos hablar de un sujeto revolucionario constituido sobre la pura ideología. Su condición sigue siendo objetiva, solo que ahora es ese sujeto el que tiene la capacidad de gobernar sobre las condiciones objetivas de su existencia. De lo que se trata es de hacer efectivo ese poder, y revolucionar la realidad social, esto es, las condiciones de existencia del sujeto revolucionario, hasta el punto de hacerlo superfluo, y de destruir toda fuerza de dominación política. Primero, porque no luchar contra las condiciones dadas reintegra al sujeto en el estado actual de las cosas, disolviéndolo en su racionalidad. Segundo, porque es la situación dada la que acaba por dominar al sujeto, integrándose en el mismo, y subordinando la política a la objetividad social racionalizada. Ejemplo de esto último es la burocracia, que se integra en el Partido, instrumentalizándolo como medio de acceso a puestos directivos en las diversas esferas productivas y perpetuando esa figura como dirección objetiva del proceso social, hasta disolver la política en la gestión burocrática de la planificación de la producción capitalista de plusvalor.

Así, son dos lecciones las que quisiéramos extraer de octubre, una en positivo, la otra en negativo: 1) la revolución es posible, 2) esta consiste en revolucionar las premisas que la hacen indispensable. En este número hemos querido recoger esas dos caras, bien analizando el punto de vista político, con un reportaje sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación, que fue central en la actividad política de los bolchevique que creían en la revolución, y la organizaban y alentaban de la única manera posible, sin resignarse y haciendo política; y analizando también el punto de vista social, tal y como se recoge en el reportaje que tiene como tema la protección social o en la colaboración sobre la sociología del trabajo.

Así, son dos lecciones las que quisiéramos extraer de octubre, una en positivo, la otra en negativo: 1) la revolución es posible, 2) esta consiste en revolucionar las premisas que la hacen indispensable

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