En la actual etapa de la sociedad capitalista, nos hemos habituado a percibir las mismas sombras detrás de todas las caretas. La concentración de capitales ha dado pie a la creación de grandes bloques empresariales dinamizados por grandes fondos de inversión que controlan una gran parte de la economía. La industria musical, por supuesto, no se libra de tales tendencias. Sellos, discográficas, managers, promotoras, grandes nombres, grandes festivales conforman el reino animal de la industria musical, dando pie a una oferta capaz de saciar a los más variados y exigentes paladares.
Tratar de conocer y entender la industria musical pasa inevitablemente por conocer y entender los procesos que la componen, y asimismo, por saber más acerca de los agentes o figuras que llevan a cabo estos procesos.
A lo largo de las próximas líneas, hablaremos en primer lugar de la industria musical en general, de su estado actual. Asimismo, pretendemos reservar unas líneas para Last Tour, “la compañía líder en la industria musical en España”. Trataremos de rastrear su fisonomía, en sus distintas ramificaciones y manifestaciones para arrojar algo de luz a un nombre, que, a pesar de estar tan manido, a menudo termina siendo más un significante que un significado definido propiamente dicho.
UN SECTOR EN BOGA
Según la London School of Economics, asistir a festivales de música es la actividad que aporta más alegría y felicidad a las personas. Así que nos dedicamos no solo a ser felices, sino a compartir nuestra alegría [La página web de Last Tour]
La industria musical es sin lugar a dudas un sector boyante. Aunque para acotar el análisis nos vayamos a centrar en el principal marco territorial de Last Tour, comencemos por lanzar algunas cifras de dimensión internacional para hacernos una primera idea de lo que hablamos cuando hablamos de la industria musical.
Aunque, por razones evidentes, dar una cifra exacta de la cantidad de dinero que esta industria mueve a nivel global sea imposible, tratemos de aproximarnos a la dimensión de la bestia a la que nos enfrentamos. En base a las cifras que un estudio de la consultora MIDiA Research arroja, la industria musical cosechó unos ingresos de 49.000 millones de dólares en el año 2022, un 50% más que el año anterior (cifra que supera el PIB nominal de más de la mitad de los países del mundo, por establecer una comparativa modo de aclaración). Las 10 principales promotoras musicales del mundo sumaron unos ingresos de 9.587 millones de dólares aproximadamente (las dos primeras, Live Nation y AEG Presents, concentran más del 70% de esa cifra). Según la Global Music Report de la IFPI, los ingresos provenientes de la música grabada aumentaron un 10,2% en 2023, algo similar ocurre con los derechos de propiedad intelectual (que muestran un aumento del 9,4%) y las suscripciones de pago en servicios de streaming musicales rompieron el techo de los 500 millones de personas por primera vez ese mismo año. Si observamos las conclusiones del informe Global Entertainment and Media Outlook, los ingresos relativos a la música en directo recuperaron la salud de la que gozaban en momentos previos a la pandemia (20.000 millones de dólares). En lo que respecta a los festivales de música, los ocho festivales principales del mundo generaron 192 millones de dólares en ingresos en 2023. La industria musical resulta ser en ese sentido la gallina de los huevos de oro para ciertas empresas que compiten año tras año para repartir el gran pastel de la música y el entretenimiento.
La industria musical cosechó unos ingresos de 49.000 millones de dólares en el año 2022, un 50% más que el año anterior (cifra que supera el PIB nominal de más de la mitad de los países del mundo
Si movemos la mirada al panorama en el Estado español, nos encontraremos con una imagen en miniatura del cuadro trazado. La facturación de la industria de la música en España en 2023 asciende a 900 millones de euros (una cifra que no ha parado de crecer desde 2020, una tendencia que se prolonga hacia atrás en el tiempo si obviamos los baches consecuencia de la crisis financiera del 2008 y la pandemia). En cuanto al dato de la música grabada, identificamos un aumento superior al advertido a nivel global, un 12,3% (la friolera de 520 millones de euros), según la Radiografía del Mercado de la Música Grabada presentada por Promusicae. También ha crecido en un 15% el número de personas que pagan por servicios de música en streaming. Según un informe del OBS, la música en directo generó en 2023 un total de 578 millones en venta de entradas (cifra récord en España, un 26% más que el año anterior), ámbito en el que destacan principalmente Barcelona y Madrid. Asimismo, los 10 festivales más referenciales contaron con una asistencia acumulada de cerca de 1,7 millones de personas a lo largo del 2023 (en los más de 870 eventos de esta índole que se organizan año tras año en España, situándose en la decimosegunda posición en el ranking de países en lo que a ingresos en este ámbito se refiere). Se calcula que el “turismo de festivales” movió cerca de 14.000 millones de euros durante ese año tomando en cuenta el marco territorial del que hablamos.
La industria musical se organiza a distintos niveles. No obstante, pocas líneas no dan para mucho, por lo que nos centraremos en los principales agentes que conforman el elenco de este gran espectáculo.
Si observamos el panorama internacional, nos encontramos principalmente con los dos nombres mencionados anteriormente, Live Nation y AEG Presents, cuyos ingresos, incluso por separado, superan a todo el resto de la competencia. Merece la pena pararse a repasar algo de información, aunque sea de la más grande de las dos. Live Nation es una empresa estadounidense centrada en la organización de eventos musicales. Sus cifras lo dicen todo: más de 35.000 eventos anuales, emite más de 500 millones de entradas anualmente, gestiona la carrera de unos 500 artistas y ya para 2022 poseía 338 espacios (entre los que se encuentran teatros, anfiteatros, clubes, o pabellones). Para hacernos una idea de su envergadura y fuerza, se podría decir de manera sintética que triplica en prácticamente todos estos apartados a su principal competidor, AEG Presents. Además de la organización de eventos, posee desde 2010 la archiconocida compañía de venta de entradas Ticketmaster (que controla cerca del 80% del mercado de venta de entradas), tras una operación que alcanzó los 2.500 millones de dólares. La superioridad es aplastante. Tanto, que el Fiscal General Antimonopolio estadounidense llegó a afirmar que la causa tras una potencial quiebra de la industria de la música en vivo de EE.UU. era la empresa Live Nation Entertainment en el contexto de la demanda interpuesta este pasado mayo por el Departamento de Justicia estadounidense y alrededor de 30 estados, que denuncia la creación de un monopolio ilegal, por haber realizado prácticas anticompetitivas (firma de contratos exclusivos de larga duración con estadios y espacios en los que realizar eventos, por ejemplo) de manera sistemática.
Si observamos el panorama internacional, nos encontramos principalmente con los dos nombres mencionados anteriormente, Live Nation y AEG Presents, cuyos ingresos, incluso por separado, superan a todo el resto de la competencia
La industria española mira desde muy atrás esta competencia internacional, pero su estado no es para nada desdeñable. En el ranking global de la industria musical de 2023 que Pollstar publica todos los años, debemos avanzar a la posición número 32 para encontrar a la primera promotora musical de España, Riff Productions. Una empresa que supera la cifra del millón en venta de entradas (las cuatro mayores giras españolas han sido suyas). Podrían mencionarse un puñado de promotoras de referencia más: The Music Republic (empresa promotora del Arenal Sound, el Viña Rock o el Festival Internacional de Benicàssim, entre otros), Bring The Noise (Resurrection Fest y O Son Do Camiño entre otros), Advanced Music, Sharemusic! o Last Tour, por ejemplo. En cualquier caso, en lo que a grandes empresas o empresas con peso se refiere, tampoco podemos mencionar muchas más, ya que la industria musical del Estado español, al igual que la internacional, también muestra una gran concentración. De hecho, 50 de los principales festivales en el Estado español están en manos de 10 grandes empresas. Si la historia de la gran industria musical moderna arranca en España en la década final del siglo XX con la creación de los primeros grandes festivales, las dos décadas que han seguido a ese momento inaugural se han caracterizado por una pugna encarnizada por hacerse con una cada vez mayor cuota de mercado. Y es que, aunque en lo que respecta a este sector España parezca el paraíso de las oportunidades, nada es infinito. El caso del director del festival Summercase en la primera década de los 2000 resulta paradigmático y en gran medida aclarativo. Ante la creciente competencia que se daba en el sector por aquella época, José Cadahía, estaba dispuesto a poner sobre la mesa más dinero del estrictamente necesario con el objetivo de asegurar a los cabeza de cartel más potentes del momento. ¿El objetivo? Hacerse un lugar en el sector, ser la referencia española a nivel internacional, antes del “desembarco de multinacionales extranjeras”. Aunque a consecuencia de las deudas contraídas resultado de ese agresivo modus operandi empresarial Cadahía tuvo que abandonar esta arena de juego, su visión resultó, en ese sentido, profética.
La industria musical del Estado español también muestra una gran concentración. De hecho, 50 de los principales festivales en el Estado español están en manos de 10 grandes empresas
A estas alturas, 17 años más tarde, podemos señalar que a la industria musical española le pasa algo parecido a lo que le ocurría al PSOE de la canción “Cuervo Ingenuo”. Y es que con la entrada masiva de capital extranjero que ha venido sucediendo a lo largo de los últimos años, tampoco se puede hablar hoy de una industria musical 100% española. El fondo inversor estadounidense Providence Equity Partners compró en 2022 The Music Republic, posee desde 2018 un porcentaje de Advanced Music y tiene una alianza con Bring The Noise. Opera en el territorio a través de su filial Superstruct Entertainment y está detrás de una parte importante de los eventos que se organizan anualmente en España. Además de la presencia de Providence, también advertimos la presencia de capital extranjero por parte de la ya mencionada Live Nation (en el Mad Cool principalmente), de Yucaipa Companies (en el Primavera Sound principalmente) y de la compañía italiana Rototom SL. Este proceso, que acompaña a la mencionada tendencia de concentración empresarial en el sector, se ha dado de manera bastante acelerada a lo largo de la última década (de hecho podríamos acotarlo al último lustro).
ALGO DE HISTORIA
La historia de Last Tour es el resultado de una constante búsqueda por la innovación, evolución y reinvención del sector musical como estrategia para crecer y adaptarnos a las audiencias y tendencias actuales.
Hablemos un rato de historia. Aunque la historia de la industria musical no se reduzca a la historia de los festivales, es verdad que en cierta medida la historia de la industria musical de las 3 últimas décadas se ha dado muy de la mano de los festivales de música y sus promotores. Aunque los festivales no hayan sido la causa del desarrollo de la industria musical, sí que en gran medida han sido su vehículo (junto con las plataformas de música digitales) y desde luego, su manera más ruidosa de expresarse. En ese sentido, puede que una breve genealogía de los festivales en España nos ayude a visualizar el desarrollo de esta industria. Los primeros festivales de música en España harán su aparición en la década de los 50: los llamados “festivales de la canción”. Con un funcionamiento más cercano a un concurso de la tele, su objetivo será el de promocionar el ámbito musical español a turistas para aprovechar el tirón del turismo que estaba empezando a aflorar por aquellos años (aunque el verdadero boom se diese en la década de los 60). Esta, como veremos, es una tendencia o un enfoque que se mantendrá en el tiempo, ya que el desarrollo y el arraigo de los distintos macrofestivales de música ha seguido estado supeditado al turismo.
Los primeros festivales de música en España harán su aparición en la década de los 50: los llamados “festivales de la canción”. Con un funcionamiento más cercano a un concurso de la tele, su objetivo será el de promocionar el ámbito musical español a turistas para aprovechar el tirón del turismo que estaba empezando a aflorar por aquellos años
Dos décadas más tarde, se comenzará a apostar por un formato más parecido al que actualmente conocemos. El primer festival al aire libre fue el de Granollers, en 1971, que se conocerá como “Festival Internacional de Rock Progresivo”. Eran años de gran ebullición en lo que a la música se refiere (de la mano de grandes momentos de efervescencia social y política), y en la arena internacional, ya habían echado a andar festivales de gran renombre como el Festival de la Isla de Wight (que todavía hoy se sigue organizando y celebró su primera edición en 1968) o el ya histórico Festival de Woodstock (1969). Por las mismas fechas, nos encontramos con las “Primeras 15 horas de música Pop. Ciudad de Burgos 1975”. En cualquier caso, todas estas experiencias, que todavía hablaban en pesetas y se organizaban bajo la estricta supervisión del franquismo, no dejan de ser una especie de prólogo de las décadas que seguirán.
Los años 80 serán conocidos en Euskal Herria como una época de recesión económica y estallido social (ambos propiciados por un capitalismo internacional en crisis). Desempleo masivo, desmantelamiento del tejido industrial, auge de los sindicatos, huelgas, ocupaciones, Gaztetxes, represión policial y violencia. Todos estos componentes harán las veces de tierra de cultivo para una escena alternativa que explotará por estos años de la mano de la llegada del punk. La situación en el resto del Estado español era parecida en lo que a contexto socioeconómico se refiere. Las medidas de reconversión industrial dejaron un panorama desolador a lo largo y ancho de todo el territorio. Las nuevas generaciones, con nuevas preocupaciones, precisarán de maneras de expresarse y entretenerse, y, en consecuencia, la escena musical en diferentes zonas del Estado español se desarrollará con fuerza (pueden tomarse como prueba de ello los que vendrían a conocerse como el Rock Radical Vasco y la Movida Madrileña). Además de un gran movimiento en eventos musicales de base, también irán naciendo los primeros grandes festivales. El Concierto de Primavera (1981), Iberpop ‘84 y Espárrago Rock (1989) serán las primeras muestras de una nueva época. En los años 90, vendrán a engrosar la lista nombres tan sonados como el Sónar (1994), el FIB (1995), el Viña Rock (1996) y el Sonorama (1998). Además de esto, estas dos décadas vivirán la revolución en lo que respecta a la venta de música, con la aparición, en primer lugar, del walkman y los casetes (en los 80) y posteriormente con la llegada del CD (en los 90).
La llegada del nuevo milenio volverá a marcar un antes y un después en esta industria. La venta física de música transita hacia un formato más digital (primero con el MP3 o plataformas como iTunes, y posteriormente con la aparición y expansión de las plataformas de streaming). A su vez, en el Estado español, se seguirá alargando la hilera de festivales que actualmente llenan las paredes de las calles cada vez que se acerca el verano. Se trata de un momento en el que el enfoque de los mismos promotores cambiará, como ilustra el caso de Cadahía. A partir de ese momento, el objetivo de estas empresas dejará de ser el beneficio en sí mismo, y pasará a ser la facturación. El objetivo será ocupar un espacio cada vez mayor en la industria, con el objetivo de eliminar a la competencia, aún a costa de poner en peligro la propia supervivencia (como demuestra ese mismo caso). El Primavera Sound organizará su primera edición en 2001, y cinco años más tarde se celebrará la primera edición del BBK Live en Bilbo. Por fin llegamos a Last Tour.
Se trata de un momento en el que el enfoque de los mismos promotores cambiará. A partir de ese momento, el objetivo de estas empresas dejará de ser el beneficio en sí mismo, y pasará a ser la facturación. El objetivo será ocupar un espacio cada vez mayor en la industria, con el objetivo de eliminar a la competencia, aún a costa de poner en peligro la propia supervivencia
Repasemos brevemente su historia. Tal y como menciona su creador y actual director, Alfonso Santiago, Last Tour International surge como idea en 2001. Este llevaba unos cuantos años transitando por la escena (organización de pequeños eventos musicales, fanzines, radios libres, esto es, el contexto mencionado en el apartado de la década de los 80 y los 90) para cuando inicia sus andaduras en, por así decirlo, las grandes ligas. Tras pasar unos años moviéndose en terrenos más locales, saltó a aguas internacionales en los 90, aunque, según sus propias palabras, el verdadero salto se produjo a finales de esa misma década. Podría decirse en ese sentido que la primera edición del Azkena Rock Festival (también conocido por su acrónimo ARF), en el año 2002, supone un punto de inflexión al respecto. Aunque de pequeña dimensión en comparación a los eventos en los que actualmente trabaja Last Tour, y todavía bajo el nombre de Muskerra (Last Tour International no se formará como entidad jurídica hasta 2003), esta primera experiencia marcaría el inicio de una senda por la que Last Tour transitará a lo largo de las dos décadas que siguen a este ARF. En el 2006 se organizará la primera edición del archiconocido Bilbao BBK Live (que en su primera edición todavía no vestía su actual apellido, ya que el patrocinio del banco iniciaría un año más tarde). En lo que a cifras se refiere, esta primera edición apenas alcanzará las 50.000 personas, número que se doblará para la siguiente edición. Aunque las cifras de las dos ediciones que siguen no prosigan la tendencia marcada por las primeras, pronto apreciaremos un salto, de carácter más cualitativo, que sentará las bases del crecimiento de este festival para los próximos años: el enfoque hacia el exterior. Y es que el desarrollo o la historia de Last Tour camina muy de la mano de la historia o el desarrollo de, principalmente, la capital vizcaína.
Aunque las cifras de las dos ediciones que siguen no prosigan la tendencia marcada por las primeras, pronto apreciaremos un salto, de carácter más cualitativo, que sentará las bases del crecimiento de este festival para los próximos años: el enfoque hacia el exterior
Con el desmantelamiento del tejido industrial del Estado español, muy concentrado en determinadas áreas de su territorio (entre los que la provincia de Bizkaia adquiere una especial importancia desde el periodo de la Segunda Industrialización), España (que en ese sentido no difiere mucho del resto de países que conforman la periferia propiamente europea) comenzará su viraje hacía un modelo económico en el que el tercer sector adquiere una gran importancia. Más concretamente, además del tejido económico más cotidiano, por así decirlo expresiones económicas más relacionadas con el ocio irán adquiriendo peso paulatinamente, pues en las últimas décadas del franquismo se apostará fuertemente por el turismo, con fuerte proyección hacia el extranjero. Sin embargo, de manera más clara una vez entrados en la etapa de la democracia, España irá, poco a poco, adquiriendo la forma de una gran ciudad de vacaciones. Esto también tendrá una plasmación concreta en la industria musical, ya que la carrera de ciertos ávidos aventureros empresariales conectará íntimamente con los intereses de las instituciones públicas. Las instituciones de distintas provincias y ciudades comenzarán a promocionar sus territorios como atractivos destinos para el turismo, hecho que conectará a la perfección con eventos de grandes dimensiones que pongan la guinda a ese pastel.
Aunque no de manera exclusiva, la carrera de la capital vizcaína hacia un modelo más “internacional” se da de manera más explícita de la mano del galardonado como mejor alcalde del mundo en 2012, Iñaki Azkuna. Éste personifica la apuesta de las instituciones vascas por hacer de Euskadi un lugar que visitar, alejado de su pasado violento y por supuesto industrial. Así, Azkuna encontrará en el Bilbao BBK Live la guinda de su tesoro personal. El Guggenheim abrirá sus puertas con los últimos redobles del siglo XX. Ya en los primeros años del nuevo milenio, se tratará de lanzar un gran festival que ponga a Bilbao (y por ende a Euskadi) en las guías turísticas de todo el globo, pero no será hasta la llegada del BBK Live que este intento sea fructífero (antes que esto incluso se hizo el intento de llevar la Fórmula 1 a Bilbo). A partir de ese momento, el resto es historia.
Ya en los primeros años del nuevo milenio, se tratará de lanzar un gran festival que ponga a Bilbao (y por ende a Euskadi) en las guías turísticas de todo el globo, pero no será hasta la llegada del BBK Live que este intento sea fructífero
¿QUÉ ES LAST TOUR?
Last Tour es activador cultural y social, cuyos pilares son la creatividad y la innovación, con el objetivo de contribuir al desarrollo cultural y a la formación de la sociedad con la que nos sentimos comprometidos.
Tales son las palabras con las que la misma empresa se autodefine. Muchas cosas para tan poco espacio, que a decir verdad nos dicen más de aquello que quiere proyectar que de su ser propiamente dicho. Además, tampoco difiere de las breves y altisonantes explicaciones que nos dan otras empresas del sector. En cualquier caso, resulta un punto de partida como cualquier otro. Como ya hemos ido pincelando a lo largo de las últimas líneas, Last Tour es principalmente una promotora de conciertos y festivales. Actualmente se encuentra tras la organización de seis festivales de renombre. Además de los ya mencionados, tenemos el MEO Kalorama Lisboa (festival que se organiza desde 2022 con una asistencia que supera los 100.000 asistentes), el Kalorama Madrid (en cuya primera edición ha contado con una asistencia superior a los 40.000), el Pirineo Sur (aunque cuente con una historia de más de 30 ediciones, Last Tour se ha hecho con su organización desde 2023, con una asistencia de unas 30.000 personas) y el BIME (que se organiza desde 2022). También podrían mencionarse el Donostia Festibala, el festival En Vivo, el Sonisphere o el Cala Mijas, que actualmente no se organizan.
Además de la organización de festivales, también gestiona giras de artistas internacionales como los Rolling Stones, Bob Dylan, Coldplay, Shakira o Rosalía. El paso por España de Taylor Swift en su última gira, tan sonada por haber batido récords históricos en lo que a cifras se refiere, también ha estado a cargo de Last Tour.
Como podemos advertir, Last Tour International es una especie de hidra con muchas cabezas, todas ellas nutridas por las grandes cantidades de dinero que mueve la industria de la música hoy en día (se calcula, sin tener en cuenta el impacto que pueda tener en hostelería, que su aportación al PIB en España es del 1,5%, sólo un 0,8% inferior a la aportación de todo el primer sector en 2022). Prosigamos poniendo cara a cada una de éstas. Last Tour también hace las veces de sello o productora musical. A través de sus diversos tentáculos (que muestran el mismo modus operandi que se da en el nivel de los festivales), gestiona las carreras de distintos grupos de música, algunos de ellos más que conocidos. Por ejemplo trabaja con El Columpio Asesino, XSakara, Ben Yart o Chill Mafia. Por su lado, Last Tour también posee el sello Yuuki, que está más centrado en aprovechar el potencial de los nuevos talentos. A su vez, posee una sección de consultoría y proyectos que se encarga de dar forma de “experiencias” a distintas marcas para que encajen con los productos musicales que él mismo ofrece.
Aparte de la organización de eventos y la gestión de diversos artistas, Last Tour, al igual que otros grandes de la industria, ha apostado por la diversificación a lo largo de los últimos años. Puede que lo más llamativo sea la adquisición o gestión de distintos espacios. Y es que Last Tour gestiona en la actualidad nada menos que cuatro espacios diseminados por Euskal Herria: La Ribera, situado en el mercado con el mismo nombre en Bilbao; el restaurante Lasai y la sala Crystal, también en la capital vizcaína; y la sala Zentral en Iruña.
A todo esto se le suma el nacimiento de LEINN Arts en 2020, de la mano de Mondragon Unibertsitatea, con el objetivo de formar a especialistas, que más que trabajar en el sector de la música (en niveles de “base” por decirlo de alguna manera) aspiren a dinamizarla, sumándose al carro de otros grandes de la industria como Warner. A su vez, en 2022 fuimos testigos del nacimiento de Liburuak, la editorial de Last Tour especializada, claro está, en temas musicales.
De esta manera, Last Tour se erige como un gigante de la industria musical en el Estado español. A través de su vasta ramificación persigue cubrir cada recoveco que el crecimiento de la industria musical va dejando a su paso. A su vez, esta diversificación (que se da tanto a nivel de líneas de trabajo como de conceptos) permite a Last Tour poner sobre la mesa una oferta que consiga adaptarse a todo tipo de estilos de vida y gustos. Este principio de mutabilidad puede apreciarse, al mismo tiempo, en cada uno de los eventos que organiza. Y es que, a fin de cuentas, a Last Tour International, más que la música, lo que le gusta es el dinero. Y, en ese sentido, no le va nada mal. Así lo muestra su desarrollo (cabe resaltar que una gran parte de los festivales y eventos mencionados a lo largo del reportaje son posteriores a la pandemia, señal de su arraigo y muestra de que ha conseguido subir posiciones en la cadena trófica del mundo musical), y así lo muestra su facturación de 100 millones de euros al año.
NO TODO VA A SER ALEGRÍA
Nuestra honestidad y transparencia en las relaciones con nuestros clientes nos lleva al crecimiento y al éxito conjunto.
Aun así, no todo son fuegos artificiales, luces de neón y purpurina, y es que, a fin de cuentas, es una cuestión matemática. Es empezar a rascar detrás de titulares y frases bien formuladas, y no sale más que mierda. De algún lugar tiene que salir todo esto. En ese sentido, es por todos conocido que la riqueza de algunos se cosecha y acumula a partir de la miseria y el saber exprimirla.
Tal y como ha denunciado la Red de Autodefensa Laboral (RAL) de Bilbo este año, la facturación de Last Tour descansa sobre las condiciones laborales más crudas. Jornadas laborales interminables (de hasta 17 horas, muchas de las cuales se dan fuera del contrato por supuesto), salarios que no alcanzan los 5 euros por hora, retrasos a la hora de pagar, condiciones infrahumanas a la hora de dormir y comer, y ni qué decir de los riesgos laborales y accidentes que se dan a raíz de primar el beneficio y la facturación. No es algo que sorprenda a nadie; de hecho, son todos ellos secretos a voces, elementos constitutivos de la industria musical. Más aún, son todas características del sector del ocio y el entretenimiento. Riqueza para algunos, miseria para tantos.
Tal y como ha denunciado la Red de Autodefensa Laboral (RAL) de Bilbo este año, la facturación de Last Tour descansa sobre las condiciones laborales más crudas. Jornadas laborales interminables, salarios que no alcanzan los 5 euros por hora, retrasos a la hora de pagar, condiciones infrahumanas a la hora de dormir y comer, y ni qué decir de los riesgos laborales y accidentes que se dan a raíz de primar el beneficio y la facturación
Hay que subrayar, en último lugar, que esto es algo que ocurre gracias al apoyo de las instituciones, amén a la sinergia antes mencionada. El ayuntamiento de Gasteiz paga 380.000 euros a Last Tour para la organización del Azkena, además de cederle todo tipo de facilidades para la organización del evento. En el caso del BBK Live, el ayuntamiento de Bilbo apoya la iniciativa con nada menos que 1,4 millones de euros, además de los 300.00 que la entidad bancaria aporta. La Santa Trinidad. Vaya cruz.
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