Niños en Siberia recibiendo luz ultravioleta para proporcionarles vitamina D durante sus largos y oscuros meses de invierno. FOTOGRAFÍA / Yanis Kruminsh
2020/10/15

Como primer paso a favor de los derechos fundamentales de los trabajadores, el poder soviético aprobó más de un centenar de decretos sociales y leyes para proporcionar cobertura social al pueblo trabajador y en especial a mujeres, niños, ancianos y discapacitados. Tras la Revolución de Octubre de 1917 y con Vladimir Lenin al frente del Sovnarkom –Consejo de Comisarios del Pueblo–, Alexandra Kollontái fue elegida Comisaria del Pueblo para la Asistencia Social.

El comienzo del mandato de Lenin no fue fácil debido a la pésima situación económica en la que se encontraba el país, a causa de La Guerra Civil, La Primera Guerra Mundial y el contubernio imperialista de estados capitalistas que invadieron la República Soviética a poco tiempo de la revolución bolchevique. Tampoco fue fácil la labor para los encargados de los Consejos de Comisarios del Pueblo en los ámbitos de protección social, salud o educación, entre otros.

En ese contexto caracterizado por la Guerra Civil y la intervención extranjera es cuando se redacta en la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR) la Constitución de 1918, que estableció los objetivos políticos generales de la Constitución: la abolición de la explotación e instauración del socialismo. También declaró los derechos fundamentales de los ciudadanos, los deberes de éstos y del Estado, y cómo se garantizarían todos ellos. Tras la creación de la URSS en 1922, llegaron las constituciones de 1924, 1936 y 1977. La Constitución Soviética recogía los derechos fundamentales sobre los que luego descansaría la seguridad social de la Unión Soviética, como el derecho al descanso de los ciudadanos, a la educación, a la sanidad y las pensiones.

En la Unión Soviética el Estado tenía la responsabilidad de todos los ciudadanos, y era quien se encargaba de garantizar las condiciones vitales básicas de los trabajadores. Los sectores más vulnerables recibieron el apoyo y la ayuda del Estado: discapacitados, niños, ancianos y mujeres. Pero, ¿qué tipo de ayudas tenían dichos sectores sociales? ¿En qué se basaba el sistema de protección social? Es difícil de expresarlo con detalle, pues fueron muchos los ámbitos en los que los soviets trabajaron durante décadas –en diferentes periodos de tiempo y mandatos–. Siendo conscientes de ello, en las siguientes líneas hemos redactado algunas pinceladas para poder conocer el trabajo que fue realizado en ámbitos sociales en la República Soviética los primeros años tras la Revolución de 1917 y más tarde en la URSS.

EMPLEO Y CONDICIONES

En los tres primeros años de la revolución bolchevique crearon las premisas para una nueva forma de producción. En lugar del capitalismo, la propiedad privada y la explotación del trabajo asalariado, entra en escena el sistema socialista de economía. Por aquel entonces la industria, las minas, los transportes, todo en absoluto era propiedad del pueblo y administrado por el aparato estatal central. Ciertamente todavía existía el trabajo asalariado, pero la plusvalía creada por los trabajadores ya no iba a parar a los bolsillos de cualquier empresario privado, sino que se empleaba en satisfacer las necesidades sociales: para el desarrollo de la producción, para la creación de una nueva conciencia social y para la asistencia al ejército rojo.

La implantación del trabajo general obligatorio para todos los hombres y mujeres fue uno de los hechos más importantes de la revolución. Según citaba Kollontái, aquella ley dio lugar a un cambio sin ejemplo hasta la fecha en la historia de la vida de la mujer. «Ha transformado más fuertemente el papel de la mujer en la sociedad, en el Estado y en la familia que todos los demás decretos desde la Revolución de Octubre que habían proclamado la equiparación política y ciudadana de la mujer».

La implantación del trabajo general obligatorio para todos los hombres y mujeres fue uno de los hechos más importante de la revolución. Según citaba Kollontái, aquella ley dio lugar a un cambio sin ejemplo hasta la fecha en la historia de la vida de la mujer

Esta norma legal significaba propiamente una igualdad formal ante la ley; sin embargo, en la realidad, la mujer seguía siendo discriminada y oprimida a causa de las tradiciones burguesas que aún subsistían. Solo por la ley del trabajo general obligatorio cambió el papel de la mujer en la economía del pueblo; y se aceptó generalmente como una fuerza de trabajo que participaba en el trabajo útil para la colectividad. Según hizo saber la Comisaria del Pueblo para la Asistencia Social, la nueva forma de producción en la Rusia Soviética supuso tres premisas: un cálculo exacto y un empleo razonable de todas las fuerzas de trabajo disponibles, incluidas las mujeres; el paso de la economía unifamiliar y del consumo familiar privado al planeamiento social de la economía tanto el consumo colectivo; y la realización de un plan económico unitario.

«Para los trabajadores y trabajadoras la conquista más importante de la revolución es, naturalmente, la jornada de ocho horas. Caso de que el estado de desenvolvimiento de las fuerzas productivas no permita la organización a tres turnos de la empresa, la semana de cuarenta y ocho horas no puede ser superada por el tiempo de trabajo medio para todos los operarios adultos. En empresas especialmente perjudiciales para la salud –por ejemplo, en la industria del tabaco y en algunas fábricas de la rama química– la jornada diaria se rebaja a seis o siete horas. Hay una prohibición general de trabajo nocturno para las mujeres, y para los varones se limita a siete horas. El trabajo de oficina para empleados e intelectuales se reduce a seis horas. El descanso de mediodía debe ser al menos de media hora hasta dos horas. Todo trabajador tiene derecho a un descanso semanal que debe durar cuarenta y dos horas sin interrupción. Las vacaciones anuales alcanzan a cuatro semanas o a dos semanas dentro de cada semestre. Está prohibido emplear a menores de dieciséis años y los comprendidos entre dieciséis y dieciocho años deben trabajar todo lo más durante seis horas al día. Desgraciadamente, estas órdenes no se cumplen siempre. Durante los graves años de la guerra, hubo que violar a menudo estas órdenes. Muchas veces había que hacer trabajos urgentes. Las vacaciones de los hombres se redujeron de cuatro a dos semanas y el número de horas extraordinarias y el trabajo nocturno crecían constantemente e incluso se autorizó el trabajo durante cuatro horas diarias de niños de catorce a dieciséis años. El Comisariado del Pueblo para el Trabajo dictó en octubre de 1919 una disposición especial que permitió transitoriamente el trabajo nocturno de las mujeres en determinadas ramas de la industria».

Las leyes laborales soviéticas protegían, en teoría, los derechos de las mujeres. Se les prohibía las horas extraordinarias y el trabajo nocturno. Las mujeres no podían dedicarse a aquellas tareas que sobrepasaban sus fuerzas. Estaba prohibida con carácter general la intervención del trabajo femenino en las ramas de producción perjudiciales para la salud. Por ejemplo, una de las disposiciones citadas prohibía que intervinieran las mujeres en funciones laborales en las que había que elevar objetos que pesaran más de 10 libras. Aun así, Kollontái confesó que a causa de la falta de mano de obra y de la necesidad de incorporar al proceso de producción todas las fuerzas de trabajo disponibles, no se cumplían dichos preceptos.

LA LIBERACIÓN DE LA MUJER

«El poder soviético ha sido el primero en crear las condiciones en la que la mujer podrá coronar, finalmente, la obra de su propia emancipación. En el curso de los siglos, ha sido esclava. Al principio, bajo el reino de la pequeña producción, lo fue de la familia; después, con el desarrollo del capitalismo, pasó a serlo por triplicado: en el Estado, en la fábrica, en la familia». Armand, Inessa, 1920.

«El poder soviético ha sido el primero en crear las condiciones en la que la mujer podrá coronar, finalmente, la obra de su propia emancipación. En el curso de los siglos, ha sido esclava. Al principio, bajo el reino de la pequeña producción, lo fue de la familia; después, con el desarrollo del capitalismo, pasó a serlo por triplicado: en el Estado, en la fábrica, en la familia». Inessa Armand, 1920

El poder soviético puso sobre la mesa condiciones reales para la emancipación de la mujer trabajadora, así como las condiciones para la colectivización de las tareas domésticas. Alexandra Kollontái Comisaria del Pueblo para la Asistencia Social, impulsó varias propuestas con el fin de facilitar la liberación de la mujer en todos los aspectos. Kollontái trabajó codo con codo junto a las mujeres trabajadoras ya organizadas.

Apenas tomar el poder, los bolcheviques implementaron una legislación pionera para la liberación de la mujer que incluyó los decretos sobre el matrimonio civil y el divorcio y el código de leyes sobre el estado civil y las relaciones domésticas, el matrimonio, la familia y la tutela. Para garantizar la seguridad de las mujeres y de sus niños se organizaron consultas médicas y una amplia red de centros de salud, así como guarderías y comedores públicos o cantinas populares.

Para garantizar la seguridad de las mujeres y de sus niños se organizaron consultas médicas y una amplia red de centros de salud, así como guarderías y comedores públicos o cantinas populares

El código de familia de 1918 abolió el estatus legal inferior de las mujeres y estipuló la igualdad de la mujer y del hombre ante la ley. El código de familia también eliminó las distinciones legales entre hijos legítimos e ilegítimos para que todos los niños fueran iguales ante la ley, legalizó el divorcio a petición de cualquiera de los cónyuges sin necesidad de fundamentar sus motivos, y estipuló la obligatoriedad de una pensión alimenticia por un periodo ilimitado en casos de necesidad, tanto para la mujer como para el hombre. A esta legislación debe agregarse la protección legal de la mujer trabajadora, incluyendo el decreto sobre la jornada laboral de ocho horas y el código de trabajo el cual estipulaba que las trabajadoras tenían derecho a licencia de maternidad de 112 días, 8 semanas antes y 8 semanas después del parto, percibiendo íntegramente su salario, y que a toda trabajadora madre de un hijo lactante se le debía otorgar cada tres horas un descanso de media hora para amamantar a su hijo.

Antes de la Revolución de 1917, existían pocas guarderías en el Imperio ruso. Todo cambió radicalmente cuando los bolcheviques tomaron el poder y empezaron a tomar medidas a favor de la igualdad de la mujer, y su participación activa comenzó a extenderse en todos los ámbitos de la vida social. En la década de 1920 se crearon las primeras redes de guarderías, tanto en las ciudades como en las zonas rurales.

En 1941, acudían dos millones de niños soviéticos a las guarderías. En 30 años, la cifra ascendió a 12 millones. En 1959 se introdujo un nuevo sistema que unía guarderías y escuelas infantiles. Gracias a ello, el Estado se hacía cargo de los niños desde que tenían dos meses hasta que cumplían siete años y podían ir a la escuela.

En la URSS se llamaba entidades preescolares a las guarderías. También se les llamaba Jardín de Infancia, donde se enseñaba a los niños nociones de música, danza, dibujo, cálculo y escritura desde pequeños.

COMEDORES O CANTINAS PÚBLICAS

En los años posteriores a la Revolución de Octubre, el Estado puso en marcha un programa dirigido a los trabajadores: los comedores públicos o cantinas. Aquellos comedores dirigidos a los trabajadores fueron puestos en marcha con un sentido político y una visión comunista. La idea de alimentación colectiva organizada encajaba bien en la ideología del joven Estado Soviético, había que liberar a la mujer de la «esclavitud de la cocina» y darle libertad y trabajo. Al considerar que las cocinas debían convertirse en fábricas y subcontratarse, apostaron por la opción de hacerlo. Por ello, se puede decir que junto a la revolución socialista, hubo una revolución en la vida cotidiana. La Unión Soviética reestructuró completamente la organización de la vida cotidiana.

En los años posteriores a la Revolución de Octubre, el Estado puso en marcha un programa dirigido a los trabajadores: los comedores públicos o cantinas. Aquellos comedores dirigidos a los trabajadores fueron puestos en marcha con un sentido político y una visión comunista

A consecuencia del trabajo general obligatorio cambio radicalmente la situación de la mujer. Kollontái examinó si el nuevo sistema económico cambió la vida corriente de las personas, sus costumbres, su conciencia y sus expectaciones. Una de las premisas necesarias para la economía comunista es el cambio en la organización del consumo. Según Kollontái «la reorganización del sector del consumo debe hacerse conforme a los principios comunistas y no puede limitarse, de ninguna manera, únicamente al cálculo lo más exacto posible de la demanda futura o a la distribución justa de los bienes existentes». Es ahí donde nace la idea de las cantinas o comedores populares.

«Desde el otoño de 1918 hemos convertido en realidad en todas las ciudades el principio de las cantinas populares públicas, y el hogar unifamiliar es sustituido por las cantinas públicas y las comidas gratuitas para niños y muchachos. Nuestra penuria y la escasez de artículos ha impedido un mayor desarrollo de las cantinas populares públicas y la puesta en práctica de esta iniciativa para toda la sociedad. Pero en principio realizamos ya ese sistema de abastecimiento colectivo e instalamos los necesarios puentes de distribución. Desgraciadamente nos faltan los alimentos para un abastecimiento planificado central. Los Estados imperialistas han bloqueado con eficacia y disimulo a nuestro pobre país e impiden que otros pueblos nos suministren productos que podrían distribuirse de forma centralizada a la población mientras sigamos sufriendo de falta general de artículos. A pesar de todo hemos conseguido que las cantinas populares públicas se conviertan en parte integrante firme de la rutina de la población de las ciudades y que esta situación sea aceptada generalmente, aunque el abastecimiento sea insuficiente». (A. Kollontái: La mujer en el desarrollo social).

En las cantinas o comedores públicos servían alimentos abundantes y baratos. Los que disfrutaban de aquel servicio aprovechaban aquel rato para leer tanto periódicos como revistas, jugar al ajedrez o hablar con sus compañeros.

Según datos publicados por la misma Comisaria del Pueblo para la Asistencia Social, en 1919 y 1920, casi el 91% de la población en Petrogrado y el 60% en Moscú se abastecieron por medio de cantinas populares públicas. El año 1920 se alimentaron en esas cantinas 12 millones de personas de las ciudades, incluidos los niños. Y es que las cantinas llegaron a las escuelas en muy poco tiempo. Gracias a los comedores públicos, los padres no tenían por qué pensar y preocuparse por cómo alimentar a sus hijos mientras trabajaban. Además, en las cantinas los niños desarrollaban el hábito de comer juntos.

Dichas cantinas, en contraste con el hogar unifamiliar, eran una institución razonable y ventajosa porque las mujeres trabajadoras ahorraban fuerzas de trabajo, energías y alimentos. Estas experiencias prácticas fueron muy importantes para las mujeres comunistas, porque las líneas directrices para la futura política económica que estaban diseñando debían trazarse sobre la base de las experiencias vividas hasta la fecha.

VIVIENDAS COLECTIVAS

También las condiciones de vida y la conciencia de las mujeres resulto influida por las nuevas condiciones de la vivienda. Comunas de viviendas colectivas, también llamadas kommunalka, hogares de familias y especialmente también las viviendas para mujeres que vivían solas se extendieron mucho cuando el stock de viviendas pasó a ser de dominio público. Las autoridades tomaron posesión de los apartamentos de los ciudadanos ricos y abrieron las puertas a los nuevos inquilinos. En la década de 1920 numerosas personas se desplazaron a grandes ciudades en busca de comida y trabajo, y muchos de aquellos migrantes se alojaron en viviendas colectivas. Encontrar un trabajo en una fábrica o taller daba derecho a los ciudadanos a conseguir un dormitorio en una de esas viviendas.

En las viviendas colectivas se reunían muchas personas que no se conocían de antes: convivían campesinos y profesores universitarios, intelectuales y mineros... aunque cada uno tenía su espacio, había espacios comunes como la cocina o el aseo.

Aquellas comunas de viviendas tenían como objetivo sustituir las viviendas de alquiler, ya que los soviets consideraban que los pisos individuales aislaban a las familias y suponían un gran obstáculo para el desarrollo de las relaciones sociales comunistas. A través de nuevas comunidades, quisieron poner en marcha experiencias de vida comunitaria, en las que se incluyeron lavanderías centralizadas de ropa, escuelas infantiles, comedores infantiles... De esta forma, se empezaron a crear las condiciones para la liberación de la mujer trabajadora, ya que los deberes domésticos eran entendidos como un asunto de la comunidad y no como un deber de la mujer dentro de la unidad familiar. Aun así, realmente las viviendas comunes o casas-comuna no sustituyeron el piso alquilado, y la mayoría de los habitantes de una ciudad vivían, como antes, en hogares particulares y en una familia aislada.

A través de nuevas comunidades, quisieron poner en marcha experiencias de vida comunitaria, en las que se incluyeron lavanderías centralizadas de ropa, escuelas infantiles, comedores infantiles...

Sin embargo, para las mujeres socialistas el gran paso consistía en que estaban preparados para superar las normas sociales de la vida familiar tradicional. Es así como lo expreso Kollontái: «Ahora bien, puede en efecto ocurrir todavía que muchos hombres y mujeres que viven solos, y también familias, se esfuercen por conseguir plaza en una casa-comuna solamente a causa de la difícil situación económica en que se encuentran. A pesar de todo, es extraordinariamente interesante para nosotros que nuestras casas-comuna -que surgen en efecto en circunstancias desfavorables- sean preferidas en muchos aspectos a los pisos particulares alquilados por numerosos habitantes de la ciudad. Según los datos en 1920 existían en Moscú un total de 23.000 casas. En cerca del 40 por 100 de ellas, es decir, en más de 9.000 había o comunidades colectivas de vivienda o casas-comuna con unidades de vivienda individuales. Por lo tanto hemos encontrado ya en nuestra república de trabajadores los medios y procedimientos para liberar a las mujeres, despacio pero con seguridad, de sus tareas domésticas improductivas».

EL ABORTO

En el marco de dichas medidas para la liberación de las mujeres adoptadas por el gobierno bolchevique debe ser visto el decreto sobre la legalización del aborto del 10 de noviembre de 1920. La Unión Soviética fue el primer país en el mundo en legalizar la interrupción voluntaria del embarazo y en permitir su práctica gratuita en hospitales públicos. El decreto soviético de legalización del aborto coronó toda una serie de medidas legislativas destinadas a instaurar la igualdad legal entre la mujer y el hombre, así como a asegurar la protección legal de las mujeres trabajadoras.

El decreto soviético de legalización del aborto coronó toda una serie de medidas legislativas destinadas a instaurar la igualdad legal entre la mujer y el hombre, así como a asegurar la protección legal de las mujeres trabajadoras

El gobierno bolchevique enfatizó la necesidad de crear instituciones para madres e infantes como un incentivo positivo para desalentar a las mujeres a practicarse un aborto. De hecho, las autoridades hicieron lo posible para colocar la legalización del aborto dentro del contexto de políticas diseñadas para proteger a las mujeres como madres. Promulgaron una amplia gama de decretos e iniciaron campañas «en defensa de la maternidad y de la infancia». En marzo y abril de 1920 las secciones de maternidad y niños fueron formalmente transferidas del Comisariado de Trabajo y Bienestar Social al Comisariado de Salud Pública que estaba bajo Nikolai Semashko, Comisario del Pueblo de Salud Pública. Semashko instó a la creación de hogares especiales para las madres jóvenes, donde pudieran descansar durante cuatro meses antes del parto y un mes después, como medio para evitar los abortos, particularmente entre las mujeres que aún no habían tenido hijos.

El 1 de julio de 1920, un nuevo decreto que protegía a las mujeres embarazadas no solo reafirmó el derecho a la licencia de maternidad por ocho semanas para las trabajadoras que realizaran trabajos físicos, sino que también las liberó de todas las formas de reclutamiento laboral durante ese tiempo.

Respecto a la posición de los representantes del gobierno bolchevique se desprendía que la práctica del aborto debía ser gradualmente reemplazada por la planificación del embarazo y por la socialización del cuidado y de la educación de los niños, junto con el resto de las tareas domésticas que recaían sobre el trabajo impago de las mujeres. La abolición de la esclavitud doméstica, a su vez, crearía las bases materiales para la emancipación real de la mujer y para el surgimiento de una nueva forma de familia.

EDUCACIÓN

Tras la Revolución de Octubre de 1917, El Comisariado del Pueblo de Educación fue la agencia soviética encargada de la administración de la educación pública y de la mayor parte de temas relacionados con la cultura y el arte. Anatoli Lunacharski fue nombrado comisario del pueblo hasta 1929. También tenia su lugar en el Comisariado Nadezhda Krúpskaya.

A finales del siglo XIX, el 21% de la población era analfabeta. Los soviéticos pusieron en marcha una campaña denominada «Likbez» (liquidación del analfabetismo) y crearon una red de oficinas por todo el país. Sin embargo, en 1926 solo habían sido alfabetizados un millón de personas. Para 1939, gracias al programa educativo impulsado cerca de 40 millones de personas adquirieron habilidades básicas de lectura. No obstante, el gran avance se produjo en 1930, cuando se introdujo la educación primaria universal. A principios de la década de 1940 el problema del analfabetismo masivo estaba resuelto.

La URSS entendía la escuela como un aparato ideológico del Estado. Por lo tanto, la escuela y el ámbito educativo formaban parte de la estructura y transmitían los valores del socialismo. Tras la toma del poder, los soviéticos fijaron la enseñanza pública y la educación de las masas como instrumentos revolucionarios. Las mujeres y la alfabetización del mundo rural fueron dos de los objetivos que tenían las reformas educativas que pusieron en marcha. Se hicieron grandes esfuerzos para implementar una educación obligatoria, universal y gratuita, y se consiguió. Asimismo, comprendían que la educación de cada persona no se detenía ni se limitaba a adquirir conocimientos en la escuela. La instrucción debía ser un proceso personal permanente, enriquecido con su experiencia en la socialización y un análisis crítico permanente.

Comprendían que la educación de cada persona no se detenía ni se limitaba a adquirir conocimientos en la escuela. La instrucción debía ser un proceso personal permanente, enriquecido con su experiencia en la socialización y un análisis crítico permanente

Para el proceso revolucionario y el aprendizaje colectivo, la alfabetización de las masas campesinas y obreras fueron prioritarias.

LA SANIDAD

Tras la Revolución de Octubre, los bolcheviques construyeron un nuevo sistema sanitario prácticamente desde cero. En julio de 1918 el gobierno de los soviets creó el Comisariado del Pueblo de Salud Pública «Narkomzdrav», nombrando en su dirección al médico bolchevique Nikolai Semashko. El Comisariado tuvo que enfrentarse a una gran crisis social y sanitaria que ya venía desde la época de los zares. La población civil sufrió devastadoras plagas de cólera, fiebre tifoidea y viruela, y apenas contaba con personal cualificado, hospitales y medicinas para hacer frente a la situación.

Ante aquella alarmante situación, se trazaron los lineamientos para la aplicación de una política sanitaria activa de educación para la salud e higiene. Esta medida se desarrolló rápidamente durante los primeros años del poder soviético para luchar contra las enfermedades. La educación para la salud era considerada vital no solo para combatir y prevenir las enfermedades, sino también para garantizar la salud continua de la población.

La educación para la salud era considerada vital no solo para combatir y prevenir las enfermedades, sino también para garantizar la salud continua de la población

Nikolai Semashko basó un sistema de atención médica en varias ideas: principios comunes de organización y centralización de la atención médica, igualdad de acceso a la atención médica para todos los ciudadanos, métodos y tratamientos de prevención unificados, la eliminación de la base social de las enfermedades, la realización de amplias medidas sanitarias, epidemiológicas y terapéuticas, involucrando al público en la atención de salud, dando prioridad a los niños y las madres. Todos los ciudadanos fueron asignados a las instalaciones médicas de los lugares donde residían. En la Constitución soviética de 1936, el derecho a la atención sanitaria gratuita se estableció como un derecho fundamental del pueblo soviético, junto con el derecho a la educación, el derecho al trabajo, etc.

El sistema soviético de salud era gratuito y centralizado. Todo el personal sanitario, de distintas especialidades, era empleado del Estado. Más de 600.000 médicos y dos millones de trabajadores de cualificación media velaban por la salud de la población de la URSS. Se garantizaba el derecho a la protección de su salud de cada individuo y se les garantizaba una asistencia médica cualificada gratuita, siendo las organizaciones sanitarias las que se encargaban de ello.

Los puntos de atención cercanos a los pacientes eran los puestos de primeros auxilios. Si eso no fuera suficiente, los pacientes podían acudir a las policlínicas de sus distritos. En el caso de que fuera necesario, recibían asistencia en hospitales del distrito o de la ciudad. En casos especialmente graves, los pacientes eran enviados a instituciones médicas especializadas.

La sanidad soviética no era un servicio especialmente destinado a los obreros y campesinos sino una tarea en cuya planificación participaban activamente los sindicatos obreros, las cooperativas agrarias, los soviets y la población en general; millones de personas que atendían y eran atendidos por la red sanitaria de los bolcheviques. El sistema de salud soviético representaba la forma de organización sanitaria más avanzada en las primeras décadas del siglo XX. Las políticas socialistas en salud les permitieron desarrollar la formación de nuevos médicos, enfermeros y parteras. Así pues, elevaron la esperanza de vida, disminuyeron la mortalidad infantil y materna, combatieron las enfermedades infecciosas y de transmisión sexual…

En la Unión Soviética se prestó mucha atención a los tratamientos médicos, pero también a los métodos preventivos. Se generaron numerosos medicamentos, centrados sobre todo en enfermedades venéreas, en el alcoholismo y en la tuberculosis. Una de las medidas preventivas generales era la vacunación, obligatoria para todos: desde los niños hasta los adultos. El sistema de atención médica de la Unión Soviética, además de hospitales y policlínicas, incluía incluso centros de descanso o balnearios para el personal. Los balnearios eran parte del tratamiento en la rehabilitación. Acondicionaron casas de descanso y balnearios para trabajadores en varios palacios de la antigua nobleza. Ejemplo de ello fue el palacio de Livadia.


Lo recogido en este reportaje no son más que una serie de pinceladas en torno a medidas de protección social en los comienzos de la Unión Soviética. Para extraer enseñanzas o hacer observaciones es imprescindible analizar dicha experiencia a fondo época tras época.

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