En Euskal Herria se están reavivando debates que al parecer se habían dejado de lado, y se esSquattertá poniendo en cuestión la forma de los gaztetxes, de la ocupación o de la apropiación y defensa de espacios. Con el fin de ofrecer elementos a estos debates, se realizará aquí un repaso a la trayectoria del fenómeno de los gaztetxes, centrándose sobre todo en un aspecto: los intentos de coordinación e institucionalización que ha habido entre los gaztetxes.
A mediados del siglo XX, en Europa y Estados Unidos comenzaron a vivir cambios estructurales evidentes, tanto económicos, de configuración estatal como culturales. En la década de los 60 surgió una generación joven que provocaría una reconversión del movimiento obrero y propusieron cambios en los modelos de movilización, reivindicaciones, sujetos organizativos y modelos de participación política. En estas experiencias debemos buscar los antecedentes del modelo de apropiación, gestión y control de los espacios que se abrirá en la próxima década, un modelo de ocupación pretendidamente político que ha llegado hasta el día de hoy[1].
Durante la larga década de los 60 se produjeron las primeras experiencias que prefiguraron un nuevo modelo de ocupación. Aunque es imposible determinar dónde se sitúa el origen principal, se puede decir que el año 1968 contribuyó a la difusión de estas experiencias en algunos países centroeuropeos. No obstante, la creación, el desarrollo y la expansión definitiva de este modelo se dio en la década de los 70, especialmente en la segunda mitad. La crisis económica que se desató en la década de los 70 tuvo consecuencias políticas evidentes, también en el movimiento obrero europeo. Con la mayoría del movimiento obrero occidental enfrascado en luchas ligadas a la mejora salario, el contexto de crisis dio lugar a experiencias que suponían romper con ello, en algunos casos, con una significativa capacidad movilizadora. Las propuestas de las revueltas culturales del 68 tuvieron una evidente influencia, y el modelo de ocupación es una manifestación paradigmática de estos cambios. La resaca del 68 crearía en Alemania, Holanda o Francia diferentes proyectos Squatter, así como experiencias de ocupación en Italia como los Centri Sociali, claras fuentes de inspiración de los actuales centros sociales autogestionados.
Estas nuevas propuestas para la ocupación de los espacios crearon una especie de nuevas formas de rebeldía. Eran algo entre la revolución y el éxodo, pero ninguno de los dos en realidad; crear micro-sociedades utopistas dentro de la sociedad, pero no extender ese modelo al conjunto de la sociedad. Las filosofías entre un nuevo anarquismo y el situacionismo eran las que creaban el nuevo modelo de ocupación y determinaban la actuación de estos «okupas», pero es difícil definir una unidad ideológica concreta en estos proyectos. Es más, una de las características de este modelo de ocupación es que se produce de forma escindida a la estrategia política revolucionaria, por lo que el espacio «liberado» se convierte en una plaza para el debate de estructuras políticas e intereses de clase contrapuestos. Sin embargo, estas experiencias tienen elementos identificativos en común como el asamblearismo, el concepto exclusivista de autonomía y autogestión, un arte y una estética concreta, la «desacralización» de la práctica política a través de la fiesta, o los flujos alternativos de información (contrainformación).
Al referirse hoy por hoy al fenómeno de la ocupación, o incluso al «movimiento ocupa», no estamos hablando de toda la fenomenología de la expropiación, sino de una tipología concreta de la misma, iniciada en la década de los 60 y desarrollada en las décadas siguientes
LA DÉCADA DE LOS 80 O LA PRIMERA EVOLUCIÓN (1980-1992)
La ola de esos nuevos movimientos llegó más tarde y de forma diferente a Euskal Herria. Tras las necesarias y definitivas reestructuraciones económicas y políticas para la plena integración del sistema productivo del Estado español en un marco europeo y la recuperación del crecimiento permanente de ganancias, en la década de los 80, surgieron los proyectos que se correspondían con esta primera práctica de ocupación y autogestión (squatters). Fueron las primeras ocupaciones realizadas de forma pública y reivindicada desde hacía décadas.
Los primeros «okupas» de Euskal Herria tomaron como modelo los squatters ingleses, los provos, los kabouters, los krakers, los Centri Sociali italianos, los yipies y experiencias similares de la época, pero hay una particularidad en cuanto a los gaztetxes. En muchos países se partió de la necesidad ligada a la vivienda, para posteriormente crear proyectos que respondieran a objetivos sociales y políticos concretos (Centros Sociales, arquetipos de este modelo de ocupación). En Euskal Herria, sin embargo, la juventud de las primeras generaciones del baby boom, la impresionante tasa de paro juvenil, la recatalogación generalizada del territorio y de los espacios, la ruptura cultural entre generaciones, la falta de oportunidades de ocio no institucionalizado, el carácter tardío de la ocupación, y otros tantos factores, propiciaron la creación de un movimiento focalizado en la juventud (de forma más evidente que en el resto) y, sobre todo, canalizado a través del ocio: el de los gaztetxes. «El movimiento Squat que existe en Euskadi es el de la ocupación para centros de actividades o servicios públicos. También hay casas ocupadas como vivienda, pero los ocupantes se niegan a dar publicidad de su caso, con lo que se neutraliza el carácter reivindicativo»[2].
Desde finales de la década de los 70 había algunos espacios para autogestionar el ocio, pero la denominación de origen parece ser de 1983. Ese año ocuparon la denominada Gazteen Etxea de Donostia (San Sebastián) que, además del nombre, fue una experiencia piloto por el procedimiento, la gestión y el uso del espacio. Para la ocupación se creó una comisión que agrupaba, entre otros, a una veintena de grupos juveniles, grupos de música punky y heavy, grupos de teatro, grupos ecologistas y partidarios de la liberación sexual, así como varias organizaciones políticas. Este procedimiento, que se convertiría en habitual, también condicionaba de arriba a abajo la actividad de los propios gaztetxes.
La crisis económica, la exclusión y el consumo masivo de drogas como la heroína, el plan ZEN y la criminalización, así como las nuevas ideologías del hedonismo ácrata y de la provocación procedentes de Europa, dieron lugar a una nueva amalgama cultural con distintas manifestaciones. El lema DIY, las ideas No future, y la generalización de los prefijos anti, post y neo crearon una cultura post-autónoma basada en la liberación inmediatista del individuo, difundida a través de fanzines, gaztetxes y asambleas juveniles, radios libres y el rock radical vasco. Estas expresiones, por tanto, deben entenderse necesariamente en interacción. Al menos en esta primera década, los gaztetxes dependían, entre otros, de los círculos musicales creados bajo la dirección de la ideología punky y de las diferentes identidades y subculturas y sus redes relacionales. Es el contexto de una efervescencia cultural y artística en la que eran elementos imprescindibles la presencia de diferentes subculturas punkys y tribus, las diferentes manifestaciones artísticas surgidas de la sucesión del dadaísmo y la música, convirtiendo los gaztetxes en versiones vascas de los Indiani Metropolitani.
La primera ola de gaztetxes no fue pequeña, sobre todo si pensamos que estaba formada por canales informativos informales. Fueron una quincena de localidades las que en un principio comenzaron a solicitar u ocupar locales para jóvenes, y enseguida se autodenominaron como movimiento propio. En 1984 surge el primer intento formal de coordinación e institucionalización: el Día de Jóvenes de Gipuzkoa. Se unieron las asambleas de Azkoitia, Zumaia, Lasarte, Oñati, Legazpi, Orereta, Donostia, Antzuola, Zestoa, Urretxu-Zumarraga, Beasain, Durango y Ermua, que teniendo presentes las iniciativas lúdicas y la fiesta, acordaron unas características comunes de los gaztetxes, como el asamblearismo, ser espacios abiertos a toda la juventud, responder a los objetivos de conseguir locales y obtener subvenciones para actuaciones propias sin condiciones. También se reivindicó la coordinación entre todas las asambleas.
Desde su creación, los gaztetxes comenzaron a compartir actividades y perspectivas a través de los distintos canales mencionados, y entre 1984 y 1986 ya existían las primeras dinámicas claras de coordinación. En la determinación de la identidad de los gaztetxes fueron relevantes las I Jornadas de las Asambleas Juveniles de Euskadi celebradas en Orio en 1986. Se abordó el porqué de la existencia de los gaztetxes, la concreción de algunos estatutos, el paro, la represión y algunas reflexiones sobre el movimiento Squat, entre otros. Además, se definieron unos difusos protocolos ante las agresiones y se informó de las nuevas ocupaciones, y también se trató la creación de una coordinadora para reforzar y ampliar los gaztetxes. La Primera Coordinadora de Asambleas Juveniles formal desempeñó un papel importante en la apertura de los nuevos gaztetxes.
Desde su creación, los gaztetxes comenzaron a compartir actividades y perspectivas a través de los distintos canales mencionados, y entre 1984 y 1986 ya existían las primeras dinámicas claras de coordinación
Los gaztetxes que participaban en esta coordinadora y que la coordinadora impulsaba eran, sobre todo, de un modelo: aquellos que tenían influencias de la autonomía difusa. Los conflictos que existían en los movimientos de izquierda de la juventud también estaban presentes en los gaztetxes, y junto con todo el movimiento contracultural creado, los conflictos ideológicos sobre la apropiación y utilización de los gaztetxes y las asambleas juveniles eran constantes entre los diferentes agentes. Según la revista Gazteriak[3], en 1988 había unos 50 gaztetxes y asambleas juveniles, pero sin coordinación práctica entre todos. En una entrevista de esta revista se distinguen tres tipos de gaztetxes: los que daban importancia a su mera existencia, los que se centraban en iniciativas culturales, y los más políticos. Estos últimos solían ser los más estructurados e incluían numerosos colectivos y actividades culturales. A lo largo de la historia el carácter de cada gaztetxe, la actividad y la relación con otros gaztetxes y agentes ha variado según la fuerza de los agentes políticos o despolitizadores del momento. Veamos, pues, las posiciones de las principales corrientes ideológicas presentes en los gaztetxes y en otras iniciativas de lucha que se organizaban de forma sectorial en los años 80.
A lo largo de la historia el carácter de cada gaztetxe, la actividad y la relación con otros gaztetxes y agentes ha variado según la fuerza de los agentes políticos o despolitizadores del momento
Por un lado estaba Jarrai, la organización juvenil más fuerte de la época. En la primera fase de los gaztetxes utilizó diferentes tácticas a nivel local, como posiciones a favor de la reglamentación, intentar controlar la actividad de los gaztetxes, abandonar el proyecto o intentar desprestigiarlo. No tenía un proyecto fijo respecto a los gaztetxes, pero parece que les asignaba, sobre todo, funciones complementarias a la escasa oferta de ocio y cultura que había por parte del Estado para la juventud.
Otros grupos de distintos sectores de izquierda tenían la capacidad de incidir directamente en los gaztetxes. Aunque estaban más debilitados respecto a la fuerza que tenían en los años 70, en los años 80 aún había varios grupos extraparlamentarios que se identificaban, por ejemplo, con el trosquismo o maoísmo. Por ejemplo, EMK hizo varios intentos para reforzar o aprovechar la juventud contestataria de los gaztetxes. Zer Xabilau?, la candidatura municipal que surgió en Oñati por iniciativa de EMK en 1983 (en cuyo programa se hacían reivindicaciones a favor del pionero gaztetxe de Oñati), o la plataforma juvenil Zirika, que se creó en Donostia en 1987, fueron intentos de aprovechar la práctica de la ocupación para las elecciones, pero más allá de sus objetivos electorales, en los gaztetxes también era habitual la actividad de los miembros de estos grupos.
Por otro lado, había una mezcla de colectivos post-autónomos y/o libertarios que trataban de asignar un carácter político propio a los gaztetxes[4]: el grupo Zirikatu, Kenka, Patxa, el colectivo y la revista Resiste, algunos antiguos autónomos de los años 70, alguno de la órbita de la CNT... Formaban parte de esta tendencia diferentes grupos locales, con un bajo grado de coordinación y coherencia entre ellos. La creación de una autonomía propia desde los gaztetxes, la crítica de la sociedad desde lo cotidiano y la creación de una vida alternativa eran algunas de las ideas que proponían. En esta primera fase, estas tendencias fueron las que estuvieron activamente impulsando los intentos de asociación e institucionalización entre los gaztetxes[6]: la Primera Coordinadora de Asambleas Juveniles; el intento de coordinación entre la autonomía juvenil y libertarios de Más o Menos y, con ello, la Asamblea de Orio sobre la ocupación (1988). En estas experiencias solían unirse aquellos que tenían una determinada orientación política y un concepto concreto de autonomía, pero hubo una ruptura entre los participantes de la Asamblea de Orio: los que tenían planteamientos similares a la autonomía difusa, por un lado, y los que entendían la ocupación como una experimentación de necesidades materiales y subjetivas propias, por otro lado. En estos intentos de coordinación cobró especial importancia la actividad de los espacios, el desarrollo teórico, el análisis de la situación y una cierta definición de la naturaleza, y no tanto la defensa de los espacios.
Como se ve, pues, hay otro sector que ha sido constante en la historia de los gaztetxes y que reforzaba una dinámica social u otra en función de las relaciones de fuerza de la época, pero siempre bajo unos prejuicios ideológicos: el de los despolitizadores. Éstos solían aprovechar los gaztetxes para responder a experiencias y necesidades subjetivas, y solían bloquear cualquier tipo de práctica política o intento de coordinación de cualquier tipo, incitando a los gaztetxes a desempeñar funciones subsidiarias en la sociedad burguesa. Desde su creación, y especialmente en los primeros años, ha sido habitual la disputa entre quienes tienen una concepción totalmente despolitizadora y quienes tienen una concepción más política de los gaztetxes.
Para terminar con la primera fase, puede ser oportuno explicar los resultados de un estudio del CEMIC[6]. Junto a otras cuestiones, se apuntan varios factores asociados al fracaso de los movimientos juveniles en los gaztetxes: la falta de una «pedagogía participativa» que facilitara conexiones con jóvenes ajenos a proyectos de ocupación, los conflictos internos, la vocación de exclusión de ciertos sectores y la falta de capacidad de gestión del espacio. Sea cual sea la intención de esta investigación, son puntos a tener en cuenta a la hora de reflexionar sobre los gaztetxes. Además tienen similitudes con las reflexiones que realizó la Asamblea de Okupas de Euskadi en la misma época[7]: la influencia de los medios de comunicación y la policía, las penosas condiciones en los espacios controlados, la teórica y efectiva exclusión que desarrollan algunos sectores y las consecuencias de la introducción de las drogas, así como la necesidad de salir de los guetos y buscar refugio en el exterior para influir positivamente en la correlación de fuerzas.
LA DÉCADA DE LOS 90 O LA DÉCADA BISAGRA (1992-2000)
El año 1992 fue el año de los grandes espectáculos y de una espectacular represión. Especialmente para los miembros de la Izquierda Abertzale, pero también para los okupas. Fueron muchos los gaztetxes que fueron desalojados ese año o sufrieron procesos e intentos de desalojo: Laudio, Andoain, Sopelana, Ibarrangelu... El más emblemático y significativo de todos ellos fue el de Bilbo, que supuso un hito en la historia de los gaztetxes. En los años siguientes el fantasma de los desalojos no paró. La indefinición y la permisibilidad legal y política que hasta entonces habían existido frente a la ocupación fueron desapareciendo en esa década, por iniciativa propia de los partidos políticos al principio (PSOE, PNV) y mediante la modificación del Código Penal en 1996.
En los primeros cinco años de la década de los 90 los gaztetxes vivían una situación de impasse: divisiones, problemas intergeneracionales, falta de un concepto general de gaztetxe... La crisis de los gaztetxes tenía que ver con el declive de los movimientos que bebían de la autonomía y, unido a ello, la capacidad de influencia en los gaztetxes se fue limitando a la reproducción de una identidad. Sin embargo, es interesante analizar la experiencia de la coordinadora de Gaztetxes y casas ocupadas de Euskal Herria que surgió del legado de las experiencias autónomas. Aparte de mantenerse en estado latente y trabajar para la defensa de espacios hicieron avances en la reflexión teórica, tratando de incorporar la ocupación como práctica de una estrategia de liberación más amplia. Entre otras cosas, rechazaban la ideología del poder (burgués) que adopta la máscara de la cultura y analizaban la situación de la vivienda en Iruñea: el carácter de clase de la distribución de la vivienda, el desplazamiento y zonificación de la población,... Esta recolocación estratégica de la ocupación no tuvo la suerte de alterar radicalmente la naturaleza de la ocupación.
Además, a todo ello hay que añadir el proceso de adaptación de la Izquierda Abertzale. Jarrai desempeñó un papel destacado, no sólo en la recomposición de la Izquierda Abertzale, sino también en la redefinición de la relación entre el conglomerado MLNV y los proyectos de ocupación. Como consiguió con el rock radical de los años 80, y como estaba intentando con el movimiento de insumisión, su apuesta fue apropiarse del movimiento de los gaztetxes o convertirlo en funcional para él. Tanto Jarrai como Herri Batasuna comenzaron a apoyar proyectos de ocupación. Para finales de la década, la Izquierda Abertzale adquirió casi todo el monopolio del movimiento juvenil, incluidos, por supuesto, los gaztetxes[8].
La extensión casi total de un modelo de gaztetxe y de un concepto de autonomía se denomina aquí monopolio, surgido de la alianza entre la identidad surgida de la decadencia de los post-autónomos (gaztetxeros) y los intereses de ENAM
La modificación del Código Penal, sin embargo, tuvo un efecto estimulante en el Estado español en cuanto a la extensión de la ocupación y el apoyo social, entre 1996 y 2001[9]. Sufrieron la represión, pero durante esos años ampliaron su actividad, cobraron importancia en la agenda política y llevaron a cabo las movilizaciones más espectaculares hasta entonces, tanto en número como en grado de violencia. Así ocurrió también en Euskal Herria, con la creación de nuevos gaztetxes y asambleas, y los intentos de coordinación entre ellos: EHEGOK (Coordinadora de Casas y Gaztetxes Ocupados de Euskal Herria) fue uno de los principales, una red inspirada en el Intersquat de Ginebra que, aunque públicamente no fue muy significativa, a nivel interno tuvo gran importancia para muchos proyectos de ocupación de una cierta tendencia; KGB (Coordinadora de Gaztetxes de Bizkaia) también fue creada en esta década, precedente del BOM; Y también hubo intentos de coordinación entre los gaztetxes de Gipuzkoa.
La mayoría de los intentos de coordinación de la época tenían como principal objetivo facilitar los procesos de apropiación a través de la sistematización del conocimiento y las enseñanzas de las experiencias ocupacionales y mejorar las comunicaciones en el camino de la defensa, ya que el cambio legislativo incidió notablemente en ello. Se extendieron mucho los manuales de ocupación y también se crearon las primeras redes de comunicación por Internet. Fue esta acumulación de experiencias la que permitió ampliar tanto los proyectos de gaztetxe en la segunda mitad de la década (por ejemplo, sólo en Durangaldea se abrieron los gaztetxes de Elorrio, Otxandio, Abadiño, Atxondo, Berriz y Durango). El carácter de los gaztetxes ya no se ponía tanto en cuestión, al convertirse en un movimiento homologado por la conflictiva alianza entre la Izquierda Abertzale y la decadencia identitaria de los post-autónomos.
En medio de todo este cambio de paradigma, y unido a los cambios generacionales y culturales generales de entonces, habría que mencionar la creación de un nuevo modelo de gaztetxe. Con este modelo en lugar de situar el eje en la juventud y en las contraculturas de la juventud, se intentó situarlo en los barrios y pueblos. Sin dejar de lado la juventud, el espacio geográfico adquiriría importancia, buscando allí el arraigo y los cambios culturales y conductuales. Los principales exponentes fueron Euskal Jai (1994-2004) de Iruñea y Kukutza III (1998-2011) de Bilbo, pero influyeron notablemente en el imaginario y actividad general del resto de gaztetxes.
LOS AÑOS 2000 O LA DÉCADA DEL NUEVO SIGLO (2000-2011)
Al nuevo siglo entraron muy sanos los proyectos de ocupación, o al menos, presentes y activos. En esos años se consiguió un gran apoyo social y muestra de ello es que mostraran su apoyo a esta práctica, entre otros, unos sindicatos tan asimilados[10]. Pero, a lo largo de la década de los años 2000, en vez de romperse la dependencia con la Izquierda Abertzale, aumentó. La Izquierda Abertzale, en su paradigma post-1998, y fruto de la ofensiva represiva en su contra, adoptó una posición especialmente centrípeta, y el movimiento de los gaztetxes también se convirtió, en la práctica, en su apéndice.
A principios de la década el movimiento juvenil abertzale tenía fuerza y, ligado a ello, los gaztetxes también. Fueron varios los gaztetxes ocupados en esta época y fueron numerosos los intentos de coordinación. Los objetivos en los que se basaban estos intentos eran similares a los definidos en la segunda mitad de los años 90: la comunicación y el apoyo técnico a las ocupaciones. No obstante, también se llevaron a cabo campañas reivindicativas, como la ligada al derecho a la vivienda. El Congreso de Ocupación de Euskal Herria, la Mesa o la Coordinadora de Gaztetxes y Asambleas Juveniles de Euskal Herria o la Guía de Gaztetxes y Asambleas Juveniles fueron los resultados de varios intentos a nivel nacional. Pero también florecieron los intentos a menor escala: se crearon las coordinadoras de Ezkerraldea, Durangaldea, Debagoiena, Iruñerria, Uribe Kosta, Goierri, así como BOM, la Coordinadora de Gaztetxes de Iparralde[11] o NAGA. Desde la imposibilidad de desarrollar estructuras propias, y por la imprescindible dependencia hacia otros movimientos políticos, en este contexto, estos intentos eran muy cambiantes y a menudo de corta vida.
Como es de suponer, en el último periodo de la década, y con motivo de las transformaciones en el seno de la Izquierda Abertzale, los gaztetxes también entraron en una etapa de bloqueo y agotamiento de un paradigma. Se puede establecer como final de la década de los años 2000 el desalojo y derribo de Kukutza III, junto con el proceso de desaparición de la Izquierda Abertzale, abriendo las puertas a una nueva fase.
LOS AÑOS 2010. ¿UNA NUEVA DÉCADA BISAGRA? (2011-2020)
El desarrollo de la década que acaba de terminar ha sido significativo. En los primeros años tras la conversión definitiva de la Izquierda Abertzale, la Izquierda Abertzale Oficialista tenía una gran capacidad de influencia en los espacios sociales militantes y en el tablero político, lo que en parte evitó, el despliegue de modelos de movilización característicos de la época (15M o PAH en el Estado español) en Euskal Herria[12]. Aunque en esa década no hubo olas claras, poco a poco fueron surgiendo nuevos proyectos. No obstante, más que en forma de desalojo, la extinción de estos proyectos se dio en la disminución de la actividad, ya que la apropiación cultural, ideológica y política de los gaztetxes por parte de la Izquierda Abertzale Oficialista ha hecho que tengan que someterse al proceso de involución de este último. Más aún después de haberse enterrado la dinámica contracultural y habiéndose eliminado el resto de agentes políticos, que eran el motor principal de la actividad de los primeros años de los gaztetxes.
En cuanto a los desalojos y otros ataques, sus propias capacidades defensivas han sido débiles y, como viene siendo habitual en la historia de los gaztetxes, dependientes de los apoyos y las fuerzas locales. La mayoría han sido desalojos sin capacidad defensiva ni repercusión mediática. Sin embargo, ha habido quien ha conseguido una gran repercusión, como el de Maravillas de Iruñea o Kortxoenea de Donostia. Aunque en estos casos se habían suscitado grandes movilizaciones y luchas a escala nacional, eran localistas en cuanto a la forma de la dinámica y no permitían una acumulación estable de fuerzas para el futuro. Dependían de las apuestas realizadas por diferentes estructuras políticas y comunicativas.
En este sentido, en la primera mitad de los años 2010, los intentos de coordinación entre los gaztetxes fueron escasos y de pequeña escala. Un primer intento fueron los encuentros entre gaztetxes celebrados en Laudio, tras el cual también vinieron los de Oñati o Iruñea. En los últimos años muchos gaztetxes también tenían dependencia orgánica con la Izquierda Abertzale Oficialista, así como esta última una cierta responsabilidad sobre los gaztetxes. De ahí surgieron varios intentos (Gaztetxe Gida, el proyecto Gure Kabuz Ala Hil...), entre ellos, la dinámica relativa a los gaztetxes dentro de la iniciativa Gazte Eraiki. Sin embargo, esta última experiencia creada de cara a reafirmar el monopolio y fortalecerlo organizativamente dejó resultados muy diferentes a la organización Ernai.
Aunque esto último es una muestra de la progresiva pérdida de hegemonía ideológica y control orgánico del oficialismo, no ha sido la única señal. Junto a otros círculos militantes, los gaztetxes, a través de la circulación de información, propuestas, debates y militantes que suele haber en su entorno, han posibilitado la creación de un nuevo movimiento político con renovadas caracterizaciones estratégicas y propuestas organizativas propias e independientes. Si el Movimiento Socialista necesitó gaztetxes para crearse y para un primer desarrollo, también ha hecho nuevas propuestas y cambios de conceptos sobre gaztetxes, convirtiéndose en agentes significativos. Indicadores de los cambios ideológicos del final de la década fueron los encuentros de gaztetxes y asambleas juveniles celebrados en diferentes provincias, por ejemplo.
También ha habido propuestas relacionadas con la organización de una defensa propia. Un cuerpo formado en proyectos de squatting propuso un intento de empezar a romper con la creciente indefensión de estos espacios y, en 2019, surgió Erraki como Red de Protección de Espacios Autogestionados, planteando una nueva cultura de organización de la defensa. Se trata de un intento organizativo para comenzar a construir la autonomía real de los espacios, en concreto, contra las condiciones y ataques directos que pueden impedir el control sobre los espacios, una propuesta para responder de forma independiente como clase. La buena acogida obtenida por Erraki desde el principio demuestra una transformación que era patente en los gaztetxes, ya que las propuestas de una nueva tipología emergente cambiaron las relaciones de fuerza de los gaztetxes. La identificación y actuación consecuente con una problemática común ligada a la propiedad, así como la comprensión de la necesidad de compromiso y disciplina para la defensa, dieron lugar a una concepción más completa y real de la autonomía (y de la autogestión) en la que Erraki ha continuado profundizando.
Por último, ha realizado nuevas propuestas en los últimos momentos de la pasada década. Por un lado, un concepto estratégico innovador, el de los Espacios de Control Obrero[13] (rebautizándose a sí mismo como Red de Protección de Espacios de Control Obrero); y por otro lado, una campaña política de respuesta a la coyuntura general para hacer frente a la campaña mediática, jurídica y práctica contra la ocupación. Está por ver si Erraki desarrollará todo su potencial político, pero si se va a garantizar la supervivencia de los Espacios de Control Obrero, será porque la organización eficaz de las capacidades lo ha permitido.
BORRADOR DE ALGUNAS CONCLUSIONES POLÍTICAS
Este trabajo ha sido un intento de hacer una revisión general de la trayectoria de los gaztetxes, tomando para ello algunos de los elementos generales y significativos de cada época. Huelga decir que cada gaztetxe tiene historia propia y que dentro de la generalidad hay excepciones. Se compartirán ahora algunas reflexiones generales realizadas en torno a los resultados de la investigación, con el fin de hacer una pequeña aportación de cara a dar los debates a pie de calle en términos racionales. Con el fin de extraer enseñanzas también de los hechos históricos, para la actividad de hoy en día.
A lo largo de la investigación se ha visto claramente que el carácter puro y predeterminado de los gaztetxes no existe. Aunque los gaztetxes surgen en un contexto histórico concreto y a partir de unas hipótesis teóricas, han variado según las relaciones de fuerza del momento y del lugar y han desarrollado una o varias prácticas y teorías. Alguien puede decir que señalar que las relaciones de fuerza (conflictos de clases) determinan la naturaleza de los gaztetxes es como no decir nada, porque eso mismo es lo que determina la integridad de la sociedad. Pero hay una particularidad en el caso de los gaztetxes.
La principal característica de los gaztetxes hasta ahora es su incapacidad para constituirse formalmente en un movimiento político propio, por lo que se convierten en plazas públicas de sokatira entre diferentes sectores. Esa es, en opinión de algunos, la magia, la potencialidad y la esencia de los gaztetxes: la neutralidad. Pero ya se sabe que la neutralidad es ficción en una sociedad basada en el choque de intereses. En la realidad es la relación entre propuestas y agentes políticos o contraculturales o diferentes subjetividades la que determina la naturaleza del proyecto o espacio (es decir, las capacidades de influencia y resistencias de cada uno: las relaciones de fuerza). Pero, más aún, debemos comprender también las relaciones internas de fuerza concretas dentro de procesos sociales más amplios, ya que el mero hecho de quererlo así no permite situarse fuera del conjunto de la sociedad (y, por tanto, se enmarcan dentro de la relación internacional de fuerzas entre clases, con las especificaciones de sus escalas sociales y territoriales). El hecho de que un espacio haya sido adquirido en contraposición a la jurisdicción burguesa no quiere decir que la actividad vigente en ese espacio no esté determinada por las amplias dinámicas de la sociedad burguesa. En este sentido, la idea de la supuesta neutralidad y autonomía de los gaztetxes surge también de un consenso social determinado por sus relaciones de fuerza, materializadas ideológicamente en una época histórica concreta.
Esa es, en opinión de algunos, la magia, la potencialidad y la esencia de los gaztetxes: la neutralidad. Pero ya se sabe que la neutralidad es ficción en una sociedad basada en el choque de intereses
El término autonomía ha sido muy utilizado en los gaztetxes, pero también ha sido bastante difuso e impreciso. Los gaztetxes son las crías de los movimientos posteriores al año 68, cuyas características les han llevado a un discurso y práctica desclasados (partir de la subjetividad personal la política, las teorías de los sujetos independientes, plantear la actuación desde la construcción de identidades, etc.). De ahí surge, aunque no es definido ni formal, el concepto localista, exclusivista, y subjetivo de autonomía con aceptación generalizada. La autónoma ya no la crea la clase obrera, sino un núcleo local. La autonomía ya no es la posesión y el control progresivo de dinámicas sociales cada vez más amplias por parte de la clase obrera organizada como consecuencia de una actuación independiente de las amplias dinámicas burguesas, sino la capacidad de un colectivo reducido de tomar decisiones sobre cuestiones propias y exclusivas. La construcción de la autonomía no se concibe en términos de construcción del poder, sino como la construcción de una identidad, sin comprender que también dependen de la dinámica del Capital capaz de dominar la integridad de las dinámicas sociales. En la historia de los gaztetxes, los post-autónomos y libertarios fueron los que realizaron las teorizaciones más desarrolladas sobre la autonomía, entre los años 80 y algunos años de los 90. Así, muchos apostaban por la construcción de una autonomía juvenil, pero además del práctico, el fracaso teórico es evidente: la juventud no es sujeto suficiente para la construcción de una autonomía propia, por lo tanto, menos aún los gaztetxes que son manifestaciones minoritarias de la misma. Si esta autonomía no se concibe en términos de construcción progresiva del poder político propio de la clase obrera (socialismo), habrá que someterla constantemente a dinámicas sociales externas al núcleo local (sea a un programa político concreto, o a la dinámica burguesa de cualquier tipo, por ejemplo, un desalojo), sobre el que no ejerce ningún control.
Podemos extendernos mucho en torno a las condiciones históricas que dan lugar a la comprensión reduccionista de la autonomía que han tenido y tienen muchos gaztetxes. Sin embargo, nos centraremos en un aspecto: la defensa de los espacios o las formas de mantener la condición de Espacio bajo Control Obrero frente a los desalojos. La indefinición y cierta permisibilidad de la ley, la existencia de una amplia contracultura juvenil desarrollada en la interacción, la existencia de otros movimientos políticos que formaban importantes estructuras de protección, la situación de una movilización social relativamente generalizada, un trato mediático indeterminado y cambiante sobre el tema... Diversos factores permitían crear tipos de organización espontáneas, rizomáticas, coyunturales e informales de defensa de los espacios ocupados, lo que en alguna ocasión también dio sus frutos.
Aun sin entrar a valorar la eficacia y las consecuencias políticas de estos métodos a lo largo de la historia, los métodos de defensa de la autonomía desclasada se tambalean en esta época de creciente ofensiva contra la ocupación. La realidad anima a reflexionar sobre proyectos basados en la apropiación ilegal de espacios: en el contexto de la ofensiva mediática, jurídica y parapolicial contra la ocupación, y en la época de desaparición de las condiciones históricas antes mencionadas, están obligados a pensar de forma pausada cómo garantizar su existencia. En este sentido, están siendo imprescindibles los medios organizativos de Erraki, los avances técnicos, los desarrollos teóricos y las propuestas de movilización. La construcción de la autonomía de los gaztetxes es la construcción de la autonomía de la clase obrera, y esa es la intención que ha manifestado la Red de Protección de Espacios bajo Control Obrero.
En el contexto de la ofensiva mediática, jurídica y parapolicial contra la ocupación, y en la época de desaparición de las condiciones históricas antes mencionadas, están obligados a pensar de forma pausada cómo garantizar su existencia
Para terminar, agradecer a quienes habéis compartido de forma directa o indirecta la información, experiencias y pasajes imprescindibles para la redacción de este reportaje, y en especial a quienes habéis trabajado durante todos estos años en gaztetxes con voluntad revolucionaria. Esta investigación se ha realizado con la convicción de que esta voluntad revolucionaria puede ser útil de cara a su revitalización, y con la convicción de que es necesaria una reflexión sobre y readaptación de los gaztetxes, ya que la visión global de su trayectoria puede ofrecer elementos para pensar sobre la idoneidad de los gaztetxes de hoy en día. Que el debate no se centre, por tanto, en los elementos de este reportaje y que adquiera importancia el pensar racional sobre el papel que pueden desempeñar los gaztetxes en el proceso de una transformación social profunda y liberadora.
NOTAS
1. Si entendemos que la ocupación es la reapropiación de un espacio en contraposición con la jurisdicción de la propiedad privada burguesa, veremos que es una práctica que viene de muy largo en las tradiciones del movimiento obrero. Ligadas a la estrategia de una adquisición gradual del poder, han sido frecuentes las expropiaciones y tomas de viviendas, centros productivos y terrenos, espacios y sedes para el trabajo político, así como amplios territorios. Además, la reapropiación de espacios de forma espontánea para las necesidades reproductivas de las clases oprimidas también ha sido una constante a lo largo de la historia. Sin embargo, al referirse hoy por hoy al fenómeno de la ocupación (escrito a menudo con k), o incluso al «movimiento ocupa», no estamos hablando de toda la fenomenología de la expropiación, sino de una tipología concreta de la misma, iniciada en la década de los 60 y desarrollada en las décadas siguientes.
2. Encuentro de gaztetxes. (1986). Resiste, 2. (Artículo de valoración de los debates y consensos de las I Jornadas de las Gazte Asanbladas de Euskadi de Orio de 1986).
3. Etorre, Gaztetxes y Gazte asanbladas: La lucha por un espacio vital. (1988 irailak 8). Gazteria.
4. Especialmente fue en los años 80 cuando tuvo fuerza y capacidad de influencia, pero los intentos se reducían casi a posiciones de nivel local. En esta época los gaztetxes más politizados y estructurados eran los dinamizados por los gente de esta tendencia, y la mayor capacidad organizativa frente a los ataques también fue desarrollada por estos, como en el caso de los gaztetxes de Orereta y Bilbo. Quienes impulsaban el potencial político propio y autónomo de los gaztetxes vivieron en las próximas décadas una clara decadencia operativa y teórica, e irónicamente se unieron a tendencias despolitizadoras y se redujeron a la actitud resistencialista e identitaria ante otros agentes (Jarrai).
5. Como toda coordinadora de gaztetxes, éstos, más que la coordinación entre todos los gaztetxes, fueron la coordinación de aquellos que tenían una ideología compartida, especialmente de aquellos que entendían los gaztetxes como un elemento para la creación de una autonomía juvenil. Estas redes y canales creados a través de los gaztetxes se convirtieron imprescindibles para la existencia de las propuestas post-autónomas.
6. CEMIC, Redes sociales y juveniles en Donostia, Vol. III, «El caso de los Gaztetxes», (1990).
7. La Asamblea de Okupas de Euskadi fue un grupo creado en 1991. Especialmente para impulsar proyectos de vivienda. Aprovechando las elecciones municipales se presentaron con la campaña «Derecho a techo» y entendían que aprovechando el contexto (existencia de las casas vacías, alto coste de los alquileres, falta de eficacia de la asistencia social...) se podía reforzar la práctica de la ocupación. Así, formaron manuales para la ocupación. Nos referimos a las conclusiones extraídas de las reflexiones del Congreso Internacional de Squatter de 1990 (Hamburgo).
8. Este monopolio de los gaztetxes no tenía por qué adoptar la forma de control directo del espacio, con el control ideológico bastaba. La extensión casi total de un modelo de gaztetxe y de un concepto de autonomía se denomina aquí monopolio, surgido de la alianza entre la identidad surgida de la decadencia de los post-autónomos (gaztetxeros) y los intereses de ENAM: actuarían sobre todo a nivel local, siendo un centro principalmente para la socialización y las diferentes expresiones artísticas y musicales. Al mismo tiempo, llevarían a cabo sus propias campañas de denuncia e ideológicas, pero sin la capacidad de crear movimientos políticos propios e independientes (dada la complejidad organizativa que ello requiere), por lo que el fruto de ese potencial generado lo recogía, de alguna manera, aquel movimiento político propio y estructurado que se ajustaba a los principios ideológicos construidos (Izquierda Abertzale en este caso. Al expresar su decadencia y sus imposibilidades para ello, los gaztetxes pueden desaparecer o ser monopolizados por otra dinámica social más amplia, ya sea por alguna facción burguesa o por un movimiento revolucionario). Por otro lado, los grandes medios de comunicación de masas para la construcción del imaginario social que unía los gaztetxes con la Izquierda Abertzale también desempeñaron un papel importante, junto con los intentos de criminalización policial (por ejemplo, la vinculación de los diferentes Centros Sociales del Estado español con ETA).
9. Entre otras cosas, alrededor de 1995 se creó una coordinadora de los diferentes colectivos del Estado español para hacer frente al nuevo código penal, y aunque tuvo especial influencia en Barcelona, había quien participaba desde Euskal Herria.
10. Aquí se hace referencia a un documento denominado «vivienda para todos impulsando la ocupación». Firmado en el año 2000 por CCOO, ELA, LAB, AFAPP, Asamblea por la Ocupación, Gaztetxes de Donostialdea, GA y Casas Ocupadas, Jarrai, Zutik, EH, Iniciativa Joven por la Vivienda Teilatuka, etc.
11. Aunque en Iparralde hubo experiencias de ocupación como «Patxokia», a partir de la segunda mitad del 90 era muy raro que hubiera squatters. En 2003 se creó la coordinadora de Gaztetxes de Iparralde. En aquella época eran 6 gaztetxes, unos cedidos por la «Herriko Etxea» y otros arrendados, por lo que las cuestiones a responder a través de esta coordinadora eran muy distintas. Aquí se plantea una cuestión importante: las consecuencias políticas de la legalización y/o la cogestión. Pero no hay tiempo para profundizar en ello.
12. Se hace referencia a estos movimientos porque provocaron un auge de la práctica de ocupación o squattering en algunos lugares, pero su influencia en las tierras vascas fue testimonial.
13. Entendiendo que la incapacidad del proletariado para la propiedad (de los espacios) se ve afectada por las condiciones de clase, se le presenta como la única posibilidad de satisfacer sus necesidades (tanto reproductivas como políticas) acceder a los espacios rompiendo con la legislación burguesa. Los espacios que surgen de la ruptura con la ley burguesa se llaman Espacios bajo Control Obrero, siempre que la práctica que se lleve a cabo en el espacio no sea directamente opuesta al proyecto histórico de la clase trabajadora (por ejemplo, si se admiten discriminaciones opresivas) o se pueda universalizar en términos de derecho a toda la clase obrera.
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