2021/03/04

El año pasado, en marzo de 2020, volvimos la vista atrás y nos remontamos a los siglos XVIII-XIX para conocer las primeras luchas y logros de las mujeres, intentando actualizar las enseñanzas que dejó la historia. En aquella ocasión analizamos, entre otros temas, el impacto de la revolución industrial en las mujeres, las posiciones que ya para entonces eran antagónicas, el origen del 8 de Marzo y la necesidad de nuevas herramientas y marcos organizativos de las mujeres trabajadoras. Además de eso, hablamos del contexto de crisis del siglo XXI, de la ofensiva cultural abierta por el proceso de proletarización y del aumento de la violencia machista, planteando la necesidad de trabajar la opresión de las mujeres desde una perspectiva proletaria.

Esta vez, nos adentraremos en una época concreta, y beberemos del caudal de experiencias de esa época. De hecho, profundizaremos en el movimiento internacional de mujeres comunistas de la década de 1920, en sus propuestas y reflexiones; y es que su trabajo y aportación es destacable. Decían que la liberación de la mujer llegaría junto al comunismo, y plantearon la necesidad de crear órganos políticos propios del proletariado femenino ligados a los partidos, convencidas de que los instrumentos organizativos propios para activar a las mujeres podían aportar en dirección al horizonte comunista. Tan profundas como interesantes fueron las discusiones de Klara Zetkin con Lenin sobre esa cuestión[1]. Zetkin y sus compañeras de lucha reivindicaron la importancia de que las mujeres proletarias a nivel mundial trabajen en la misma dirección: la importancia de activar a las masas de mujeres trabajadoras, la necesidad de la formación política de las mujeres proletarias y, por supuesto, la importancia de que las mujeres trabajadoras aporten dentro de los partidos comunistas. En diversos lugares fueron muchas las que se unieron a la lucha por el comunismo a través de los marcos organizativos femeninos. En las poblaciones en las que no se crearon marcos femeninos, en cambio, la participación del proletariado femenino en los ámbitos políticos disminuyó.

En diversos lugares fueron muchas las que se unieron a la lucha por el comunismo a través de los marcos organizativos femeninos. En las poblaciones en las que no se crearon marcos femeninos, en cambio, la participación del proletariado femenino en los ámbitos políticos disminuyó

INICIOS: LA NECESIDAD DE ORGANIZARSE

Los comienzos del movimiento de mujeres comunistas de 1920 se encuentran en el movimiento de mujeres socialistas de antes de 1914 y en la Revolución Rusa. Sin ahondar demasiado en sus inicios, cabe señalar que, por medio del nuevo contexto abierto por la Revolución Industrial, la participación de las mujeres en el movimiento obrero aumentó considerablemente año tras año. A pesar de la evidente necesidad de que las mujeres participaran en el movimiento obrero, en muchos casos carecían de instrumentos organizativos desarrollados para participar activamente en los partidos obreros: tácticas definidas, marcos organizativos… Aun así, con el paso de los años, aumentó enormemente el número de mujeres militantes socialistas. En Alemania, por ejemplo, en 1905 había 4.000 mujeres en el partido obrero, 29.458 en 1908 y 82.642 en 1910[2]. Esta tendencia ascendente hacia la organización de las mujeres puso de manifiesto la necesidad de identificar y desarrollar objetivos concretos y herramientas para alcanzarlos, así como la posibilidad de establecer relaciones a nivel mundial entre las mujeres.

En 1907 se celebró en Stuttgart la Primera Conferencia Mundial de Mujeres Socialistas, con dos objetivos principales: desarrollar relaciones permanentes y estables entre las mujeres socialistas organizadas y la lucha por el derecho a votar de las mujeres. De cara a reforzar las relaciones entre las mujeres socialistas, decidieron crear una delegación a nivel mundial – Conocida como La Internacional Socialista de Mujeres– que tendría la sede en Stuttgart, Alemania. Realizaron una interesante reflexión sobre los espacios que las mujeres debían tener dentro de los partidos socialistas. Las delegadas alemanas propusieron que hubiera órganos femeninos dentro de los partidos socialistas. En su opinión, eso realizaría aportaciones organizativas y políticas evidentes: iba a permitir que las mujeres con poca experiencia política tuvieran un espacio idóneo para ello, articulando su fuerza en el seno del partido obrero y, al mismo tiempo, centralizar la atención sobre las necesidades específicas de las mujeres trabajadoras. Gracias a la conferencia de Stuttgart, se estableció la posibilidad real de que las mujeres trabajadoras, que hasta entonces se habían organizado de forma no autónoma en partidos obreros, se convirtieran en sujetos en el seno de la organización socialista[3].

En 1910 se celebró la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague. El orden del día de la Conferencia estaba compuesto por tres puntos, uno de los cuales era el fortalecimiento de las relaciones entre las mujeres socialistas organizadas en diferentes países. Además de eso, Klara Zetkin propuso organizar el día de la mujer trabajadora a nivel mundial como elemento de lucha de las mujeres proletarias. Los años posteriores fueron muy significativos. El tercer congreso de la Internacional Socialista de las Mujeres se celebraría en abril de 1914, pero fue suspendido a raíz del inicio de la Primera Guerra Mundial. En 1915 Zetkin organizó una Conferencia de Mujeres contra la Guerra Internacional, en la que participaron 25 delegadas de diferentes países. En 1917 llegó la Revolución de Octubre y con ella la mejora de las condiciones de vida de las trabajadoras a la Unión Soviética. Zetkin tenía como «ejemplo» al partido bolchevique pero especialmente a las mujeres del partido, por su contribución a la revolución[4]. Cabe señalar el trabajo realizado por Nadezhda Krupskaya y Alexandra Kollontai, entre otras.

En 1919 se constituyó la Tercera Internacional. En 1920, en el marco de la III Internacional Comunista o Comintern, se celebró la I Conferencia Mundial de Mujeres Comunistas, donde se reunieron representantes de 19 países. Así pues, se acordó definir las tesis y pautas sobre el movimiento de las mujeres comunistas, que redactaría Klara Zetkin.

Dentro de la Comintern, se creó la Secretaría Internacional de Mujeres, vinculada al Comité Ejecutivo –en el que también participaba un representante de la Secretaría–. Klara Zetkin era la secretaria general de la Secretaría Internacional de Mujeres y la representante alemana del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Ella aclaró que el movimiento de mujeres comunistas no era un movimiento independiente de mujeres, sino que era, entre otras cosas, un órgano creado para la difusión sistemática de la propaganda y organización comunista entre mujeres[5].

En la Comintern, la Secretaría Internacional de la Mujer promovió el intercambio de experiencias e información entre mujeres comunistas a nivel mundial, mediante la celebración de congresos mundiales de forma continua. Además, hasta 1925 publicaron la revista Kommunistiche Fraueninternationale, que sirvió para difundir sus ideas a los cuatro vientos e informar sobre el movimiento de mujeres de diferentes países.

CUESTIONES Y PAUTAS DE LAS MUJERES PROLETARIAS

Antes de que las mujeres proletarias y, al mismo tiempo, los partidos comunistas definieran las líneas de trabajo y los deberes propuestos en el camino hacia el comunismo, la Secretaría Internacional de la Mujer reflexiono sobre varias cuestiones, que como dicho anteriormente, redactaría Zetkin y las presentarían en el siguiente congreso[6].

Tal como redactaron en dicho documento, veían indispensable dar conciencia de clase a las masas de mujeres proletarias; extender en esas masas la conciencia de clase. Educar a las mujeres proletarias en ideales comunistas, convertirlas en compañeras de combate y que sean fuertes y decisivas colaboradoras a favor del comunismo. Veían indispensable la participación de las mujeres proletarias en la lucha por la superación del capitalismo y la realización del comunismo, haciendo así al proletariado cada vez más compacto y fuerte. Señaló que para ello era importante crear condiciones sociales.

Veían indispensable dar conciencia de clase a las masas de mujeres proletarias; extender en esas masas la conciencia de clase

En palabras de Zetkin, «la historia pasada y presente demuestra que la propiedad privada es la causa de la situación de privilegio del hombre sobre la mujer. La aparición de la propiedad privada y la consolidación de ésta hace que la mujer y el niño, como los esclavos, se conviertan en propiedad del hombre. La propiedad privada ha fomentado que el ser humano dependa del ser humano, la contradicción de clase entre ricos y pobres, entre explotadores y explotados». Por eso, para lograr la plena igualdad social de las mujeres con los hombres, consideraban imprescindible acabar con la propiedad privada de los medios de producción, materializar la propiedad social o involucrar a la mujer en actividades productivas, siempre en un sistema sin explotación ni opresión.

Para las mujeres comunistas las propuestas de las mujeres burguesas no eran válidas. Sostenían que las reivindicaciones feministas en la practica sólo podían traer reformas a favor de las mujeres burguesas, y que aquellas reformas dejaban a las mujeres trabajadoras en la misma situación de subordinación. Precisamente, los movimientos de las mujeres burguesas, las reivindicaciones feministas, reivindicaban la plena igualdad política de ambos sexos y, en particular, el reconocimiento del derecho a votar a las mujeres, tanto para elegir como para ser elegidas, lo que, decían las comunistas, no era suficiente para asegurar los derechos y libertades del proletariado femenino. Así lo esbozó Zetkin en el comunicado de 1920: «El derecho a votar sólo expresa la consecución de una democracia política puramente formal, la democracia burguesa, y no la democracia real, económica, social, proletaria. Ese derecho a votar no suprime la propiedad privada y, por tanto, tampoco suprime la contradicción de clase entre la burguesía y el proletariado; no suprime la causa de la dependencia económica y de la explotación de la mayoría de las mujeres y de los hombres. El derecho a votar sólo esconde esa dependencia y explotación con la tapadera tramposa de la equiparación política». Por eso, para las mujeres comunistas la igualdad en el derecho a votar no podía ser el fin último del movimiento y de la lucha de las mujeres proletarias. Para ellas, conseguir el derecho a votar y el derecho a ser elegido no era más que un instrumento más para poder reunirse, trabajar y prepararse para la lucha contra el capitalismo.

Para las mujeres comunistas las propuestas de las mujeres burguesas no eran válidas. Sostenían que las reivindicaciones feministas en la practica sólo podían traer reformas a favor de las mujeres burguesas, y que aquellas reformas dejaban a las mujeres trabajadoras en la misma situación de subordinación

Zetkin y sus compañeras tenían el horizonte en el comunismo, ya que para ellas era lo único que podía traer la liberación total de la mujer. Decían que el comunismo, eliminando la propiedad privada de los medios de producción, eliminaba la opresión y la causa de la explotación del ser humano, el contraste social entre ricos y pobres, explotadores y explotados, dominadores y oprimidos, y por tanto también la desigualdad económica y social entre el hombre y la mujer. Decían, que la ley más importante de la economía comunista era satisfacer la necesidad de bienes materiales y culturales de cada miembro de la sociedad. Que para lograr este objetivo había que imponer la posibilidad y el deber de trabajar a todas las personas adultas que estuvieran sanas, sin discriminación de sexo. Para lograr todo eso veían imprescindible una organización social, el comunismo, que reconociera la igualdad de todo trabajo útil y socialmente necesario.

Zetkin y sus compañeras tenían el horizonte en el comunismo, ya que para ellas era lo único que podía traer la liberación total de la mujer

Decían que la victoria del proletariado no podía lograrse sin la participación consciente de las mujeres obreras, y que la conquista del proletariado sobre el poder era también un deber de las mujeres proletarias. Eso sí, subrayaron la importancia de combatir todas las luchas desde el prisma internacional. Así como la lucha revolucionaria de clases se entendía como lucha internacional, entendían también que la lucha revolucionaria de las mujeres contra el capitalismo y el imperialismo debía darse a nivel internacional.

En el informe redactado en 1920 y presentado en 1921, también se atendió al contexto que dejó la Primera Guerra Mundial: «La guerra ha aumentado mucho las necesidades básicas, y ha convertido a muchas mujeres en víctimas fatales. Pero esos no son fenómenos efímeros que vayan a desaparecer con la paz; al contrario, no hay que olvidar que la supervivencia del capitalismo amenaza constantemente a la humanidad con nuevas guerras imperialistas de conquista, cuyas señales siguen siendo notables en la actualidad». De hecho, la guerra imperialista influyó directamente en las mujeres proletarias: falta de vivienda, aumento de los precios de los alimentos y recursos básicos, aumento de la mortalidad infantil, dolencias y enfermedades, escasez alimentaria y, en general, precarias condiciones de vida. Todos ellos los entendían como efectos del capitalismo, y decían que la única solución era la destrucción del capitalismo.

Decían que la victoria del proletariado no podía lograrse sin la participación consciente de las mujeres obreras, y que la conquista del proletariado sobre el poder era también un deber de las mujeres proletarias

Mostraron sus discrepancias con las posiciones y decisiones de la II Internacional al considerar que las propuestas realizadas por la II Internacional habían sido muy diferentes en la teoría y en la práctica. Por lo tanto, pidieron que se cortara por completo con ella, e hicieron un llamamiento a las mujeres proletarias de todo el mundo para unirse a la Internacional Comunista sumándose a los partidos comunistas de sus países.
Por lo tanto, los partidos comunistas enumeraron los deberes para fortalecer la lucha de las mujeres proletarias y exigieron a todos los partidos afiliados a la Internacional Comunista que actuaran de acuerdo con las directrices definidas, siempre con el fin de conseguir, organizar y preparar a las masas más amplias de mujeres para la lucha por el comunismo.

En esa dirección, los deberes de los partidos comunistas no eran los mismos en los países socialistas, capitalistas o precapitalistas. Para los lugares donde el proletariado seguía luchando por el poder, por ejemplo, definieron los siguientes deberes [7]: las mujeres debían tener los mismos derechos y deberes tanto en los partidos como en los órganos de lucha; debían educar a las grandes masas del proletariado y campesinado femenino para conocer el carácter, los objetivos, los métodos y los instrumentos de las luchas revolucionarias. Las grandes masas de mujeres debían impulsar la participación en todas esas luchas y actos; la igualdad entre sexos ante la ley y en la practica, en todos los sectores de la vida pública y privada; el uso revolucionario y clasista del derecho a votar activo y pasivo en los parlamentos municipales y federales, así como en todas las corporaciones públicas. Para ello, era imprescindible subrayar el valor limitado del derecho a votar, del parlamentarismo y de la democracia burguesa; las mujeres debían tener derecho a una formación profesional paritaria, libre, gratuita y general, y debían tener los mismos derechos y deberes; era imprescindible reconocer la maternidad y recualificarla como prestación social; paridad salarial en paridad laboral para hombres y mujeres. Medidas y reglamentos sociales que agilicen las tareas de la mujer trabajadora como ama de casa y madre, medidas que permitan trasladar las tareas domésticas habituales de la familia a la economía social. Y otros muchos.

Para que los partidos que formaban parte de la Internacional Comunista «pudieran cumplir con el mayor éxito posible» esas directrices, propusieron que se adoptaran formas organizativas o medidas concretas, tanto en las organizaciones nacionales como a nivel internacional.

Así, en cuanto a las organizaciones nacionales, solicitaron que las mujeres que formaban parte del partido comunista de determinados países no se agruparan en asociaciones particulares de mujeres; sin embargo, debían estar inscritas como miembros con los mismos derechos y obligaciones en las entidades locales del partido, y se determinó que había que pedirles colaboración en todos los órganos e instancias del partido. Asimismo, los partidos comunistas debían tomar medidas especiales, y crear órganos especiales encargados de la agitación, organización y educación de las mujeres.

LÍMITES Y OBJETIVOS

En los partidos comunistas no todos veían con buenos ojos la Secretaría de Mujeres Comunistas, y Zetkin era consciente de ello. «Parece que no todos entienden nuestra tarea; no sólo nuestros enemigos o los de la oposición, sino también nuestros compañeros, ya que muchos no comparten nuestra causa y, en parte, están incluso contra ella» [8].

Sin embargo, Zetkin afirmó en el IV. Congreso que su trabajo era imprescindible. Decía que la experiencia había demostrado que estaba «claro» que se necesitaban órganos especiales para fomentar la organización y la educación comunista entre las mujeres, y su incorporación al partido. No obstante, subrayó que aquello no era sólo tarea de las mujeres, sino del partido comunista de cada país y de la Internacional Comunista. «Para conseguir nuestro objetivo son necesarios órganos de partidos, departamentos de mujeres, secciones de mujeres u otros grupos cualesquiera sean sus denominaciones». Para explicar esa afirmación, expuso tanto las experiencias positivas en los lugares donde se crearon los órganos propios de las mujeres como las lagunas en los que no se organizaron.

En Alemania y Bulgaria, por ejemplo, las Secretarías de Mujeres desarrollaron el trabajo y la organización de las mujeres comunistas, movilizando a las mujeres proletarias y uniéndolas a la lucha social. Aprovecharon cada oportunidad para despertar a las mujeres proletarias y orientarlas hacia la lucha contra el sistema capitalista, de lo que es ejemplo Alemania, como ya se ha dicho. En Alemania aprovecharon la lucha contra la ley del aborto para llevar a cabo una campaña eficaz y de gran alcance contra la dominación de la clase burguesa y del Estado burgués. Aquella campaña obtuvo la atención y el apego de grandes masas de mujeres.

También había algunos ejemplos de las malas consecuencias que causaba la ausencia de órganos especiales de trabajo entre las mujeres en los partidos comunistas, así en Polonia como en Inglaterra. La participación de las mujeres en el partido comunista disminuyó en lugares que no crearon Secretarías de Mujeres u órganos similares. En Polonia, al menos durante el primer año, el partido se negó a establecer espacios especiales para trabajar entre las mujeres. El partido estaba de acuerdo en permitir a las mujeres luchar en sus grupos y en que participaran en huelgas y movimientos de masas. Pero esto no bastaba para introducir los ideales comunistas entre el proletariado femenino.

Aunque Zetkin proclamaba que era imprescindible el trabajo de los órganos propios de las mujeres, era consciente de que el camino no iba a ser fácil, y que llegar a las masas de mujeres exigiría su tiempo y dedicación. La situación no era la misma en todas partes, y los logros de las mujeres comunistas eran diferentes en cada lugar. En la década de 1920, el número de mujeres de los partidos comunistas del norte y del este de Europa aumentó considerablemente. Pero, por ejemplo, en Francia, España e Italia las mujeres seguían representando menos del 10 % de los miembros del partido[9]. Sin embargo, ese porcentaje era mayor en comparación con la participación de las mujeres en la política burguesa de la época o con la presencia de las mujeres en los partidos de la Comintern antes de 1919, ya que algunos ni siquiera tenían socias femeninas[10].

Nacido en 1921, el movimiento de mujeres comunistas floreció durante dos años y medio, y posteriormente, entre otras razones debido al auge del estalinismo, se fue desplomando poco a poco. Las mujeres comunistas líderes perdieron influencia en la Internacional, debido a que partir del 15 de mayo de 1925, el Comité Ejecutivo de la Internacional decide rebautizar la Secretaría Internacional Femenina como Sección Femenina del Comité Ejecutivo, reduciendo, en definitiva, su estatus y autonomía. Asimismo, entre otras cosas por motivos económicos, en 1925 dejaron de publicar la revista Kommunistiche Fraueninternationale que durante aquellos años había sido una importante herramienta para el movimiento comunista femenino[11].

A pesar de las dificultades, el movimiento de mujeres comunistas supuso un avance histórico: aquel movimiento vinculó firmemente la lucha por la liberación de la mujer y la emancipación de la clase trabajadora, pero reconoció, asimismo, que la radicalización de las mujeres estaba presente en todas las capas sociales. Las mujeres revolucionarias aceptaron la cooperación con movimientos feministas no comunistas en cuestiones como el sufragio universal o los derechos reproductivos.

A pesar de las dificultades, el movimiento de mujeres comunistas supuso un avance histórico: aquel movimiento vinculó firmemente la lucha por la liberación de la mujer y la emancipación de la clase trabajadora

Las mujeres comunistas defendieron el desarrollo continuo de la unidad militante del movimiento obrero y, al mismo tiempo, buscaron unir a la lucha del proletariado a las mujeres de todos los estratos sociales que estaban dispuestas a hacer su contribución contra el capitalismo, dando una importancia capital a la formación política de las mujeres. En ese sentido, las mujeres comunistas plantearon la importancia de la educación política de las mujeres proletarias, es decir, lejos de entender los problemas sociales como problemáticas parciales, la importancia de aportar elementos para analizar su raíz y de ese modo animarlas a la lucha.

NOTAS

1. Lenin sobre la cuestión de las mujeres (Klara Zetkin)

2. Itaia.eus

3. Ibid.

4. Lenin sobre la cuestión de las mujeres.

5. La organización de las mujeres trabajadoras. 1922. (Klara Zetkin)

6. Directrices para el movimiento comunista femenino. 1920. (Klara Zetkin)

7. Ibid.

8. La organización de las mujeres trabajadoras.

9. Daria Dyakonova, El alba de la liberación femenina: los primeros años del movimiento internacional de mujeres comunistas.

10. John Riddle, Movimiendo de mujeres comunistas.

11. Jean Jacques Marie, De Lenin a Stalin, la sección femenina de la Internacional Comunista.

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